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21. La tiranía de Ken


Las semanas que siguieron fueron más tranquilas, cargadas de clases, anuncios de exámenes, proyectos y trabajo.

Estoy de broma. Eso no se parece en nada a una temporada tranquila.

Después de todos los desastres de las últimas dos fiestas, creí que sería mejor evitarlas a toda costa, aunque el resto del grupo siguió yendo. Sinceramente, me sorprendía la habilidad que tenían para no cansarse por salir todos los fines de semana. Yo explotaría.

Unos días después de la fiesta me enteré que me sacaron fotos con Wes cuando salíamos, con él semiinconsciente y yo cargándolo. 

Al ser una junior, no me consideraban amiga de nadie, sino mascota. La mascota favorita de Amanda, la mascota favorita de Wes, de Mason, de Serena... y ni hablar de mi asunto con Anton y nuestro falso noviazgo.

De vez en cuando me cruzaba con una preadolescente que me miraba mal por la calle o me gritaban por lo lejos alguna grosería. Anton y yo ya no podíamos ser vistos en público juntos y él pasaba cada vez más tiempo ensayando y componiendo. Pero podía lidiar con todo eso mientras intentaba arreglarlo. Y debía hacerlo, porque me negaba a pasar los próximos cuatro años así.

Por otro lado, Wes decidió comportarse como si esa noche de la fiesta nunca hubiese existido y me trataba casi igual, salvo porque ahora evitaba todo tipo de contacto físico entre nosotros. Como si tocarme o rozarme le asqueara.

Con Amanda, en cambio, habíamos comenzado una especie de amistad extraña en la que ninguna hablaba sobre él. Y cuando ellos estaban juntos había cierta tensión de la que antes no me había percatado.

En aquel momento nos encontrábamos a punto de comenzar la clase en la que se suponía que Wes era ayudante de cátedra, pero el profesor le había pedido que la organizara y diera él.

Mi teléfono comenzó a vibrar, porque luego de tantas semanas ni siquiera me había molestado en cambiar eso.

Mientras el profesor entraba y se sentaba en la primera fila para poder ver la clase de Wes, saqué el teléfono. Se trataba de un mensaje de texto, de un número desconocido, con un link. Por un momento pensé que podría tratarse de un virus o alguna de esas estúpidas promociones para ganarme un cero kilómetro, así que dudé en apretar la dirección. 

Pero ustedes ya sabrán que no aguanto mucho tiempo haciendo cosas inteligentes, de forma que, en menos de cinco segundos, ya me encontraba en la página.

Era la dirección de una página web con mi nombre. Y eso me dio muy mala espina, porque yo no recordaba tener alguna.

Pero una vez que la página cargó, sentí cómo el alma abandonaba mi cuerpo.

Era una página web repleta de imágenes. Como si de un album se tratara, pura y exclusivamente con fotos mías y fotos de mis padres.

Estaba yo, con doce años, en una reunión de los exploradores, con mi uniforme. Yo con quince saliendo de una discoteca, mis padres caminando juntos antes de que mamá entrara en coma. Habían links a artículos que hablaban de mí, sobre mi expulsión, sobre mi relación con Anton y mi vida luego de la sobredosis de mi madre.

Pero eso no era todo. También habían fotos de la última fiesta a la que fui. Yo sentada en el tejado de la casa, junto a Wes. Wes abrazándome. Wes escondiendo el rostro en mi cuello...

¿Quién había hecho esto?

El mundo se tambaleó a mi alrededor. Me levanté de golpe, con un nudo en la garganta. El ruido de mi cabeza se calló, la gente a mi alrededor también lo hizo y todos se volvieron a mirarme. Vi a Wes, parado frente a los estudiantes, interrumpiendo su charla para mirarme como el resto, como el profesor.

Respiré con fuerza y salí en silencio.

Afuera era de noche y hacía demasiado frío. Recordé que mi mochila había quedado dentro y me llevé las manos al rostro.

"Estúpida".

Comencé a caminar para alejarme y mi teléfono volvió a vibrar. Esta vez el mensaje era la dirección de un lugar, cerca de aquí. Justo delante de 1020.

No había nada más que decir.

Fui a paso rápido hasta allí, con el corazón en la boca, el nudo en la garganta y un dolor de piernas que sólo me aparecía cuando aceleraba el paso por mucho tiempo.

Millones de rostros aparecieron en mi mente, pero eso no evitó que me hirviera la sangre de rabia al ver a Mason con el teléfono en la mano, apoyado en la vidriera del bar, esperándome en la acera.

Al divisarme, se adelantó unos pasos y una sonrisa se extendió por su rostro. Era asquerosamente parecido Ken.

Nunca me gustaron las muñecas.

—¡Eres una basura! —Llegué frente a él y lo empujé. Su cuerpo chocó contra el cristal y se estremeció— ¿Quién diablos te crees que eres?

—¡Ehh! —Mason me atajó por los brazos y rio, como si fuera una niña—. Cálmate, pequeña.

—¡Cálmame ésta!

Me soltó y me aparté, para que no volviera a atajarme. Él, lejos de compadecerse, sonrió feliz.

—Has visto mi mensaje, entonces, ¿Verdad? —Entrecerré los ojos—. Sinceramente, no me esperaba que tuvieras una vida tan interesante, pero ahora entiendo de dónde viene todo ese carácter tuyo.

—¿Quieres decirme por qué diablos me tienes aquí? —Me crucé de brazos para no tentarme a pegarle. Una parte de mi estaba tranquila, acostumbrada a toparse con gente como él—. Entiendo como son estas cosas. Ahora vienen las extorsiones ¿No? Es algo muy trillado —respiré para calmarme—. Eres el adolescente malo de cuarta de todas las películas adolescentes ¿Quieres pedirme que me aleje de tu novio o que renuncie a ser presidenta de la clase, así puedes ejercer tu gobierno tiránico sin amenazas?

—Muy ingenioso, pero no —Guardó el teléfono—. Quiero que me ayudes con Serena —Abrí la boca para preguntar, pero él me la cubrió con sus manos—. Déjame terminar —Le mordí los dedos y se apartó con un quejido—. ¡Ay, Judith! ¡Qué bestia!

—¡Tu mamá!

—Cállate y escúchame —Soltó con autoritarismo. Ya no estaba bromeando. Se acercó más a mí, con la intención de intimidar—. Irás a ver a Serena, le dirás que eres una cualquiera y lo sientes, que tomaste mucho el sábado pasado y te me tiraste encima cuando viste que estaba solo. La convencerás de que eras tú la rubia esa con la que me vio y le dirás que yo te aparté. O, bueno... —Al ver mi indignación, volvió a sacar el teléfono—. Serás la estrella de internet. Tengo más de donde salieron estas. Tu madre y tú tienen una vida muy interesante.

—Está trastornado.

Su sonrisa se tensó.

—Y tú tarada. Sé por qué te expulsaron a ti y a tu amigo del instituto hace tres años —<<por culpa de Serena>>—. Sabes que grabaron eso también ¿Verdad?

—Vete a la mierda. —Le di un manotazo a su teléfono y este se estrelló contra el suelo—. Tú y tu estúpida misoginia. Si quieres ir y cagarme la vida porque te infla el ego, ve. Eso no hará que tu mami te quiera.

Vi cómo al rubio se le inflaban las mejillas, enrojecidas.

—Isi ni hirí qi ti mimi ti qiri...—Se agachó para tomar su teléfono. Desafortunadamente, no se había roto—. Mi mami por lo menos está viva.

Volví a lanzarme sobre él, esta vez con más fuerza. Alguien había bajado la cortina metálica del bar, así que cuando lo empujé, se golpeó la cabeza con esta. Hizo una mueca de dolor, seguida por una de enfado y me empujó para apartarme. La puerta pequeña de la cortina estaba abierta y de allí salieron dos manos que lanzaron un baldazo de agua sucia a la acera. Al quedar frente a la puertita, la mitad fue a parar a mis pantalones.

—Vayan a pelear a otro lado, maldita sea.

De la puerta salió un hombre grande, cubierto de tatuajes y piercings. Al percatarse del peligro, Mason se alejó caminando, no sin antes chocar mi hombro con fuerza de pasada.

Frustrada, con la rabia aún en mi pecho y mucha impotencia, le di una fuerte patada a la cortina. Pero el dolor del pie no hizo más que empeorar la situación.


-.-.--.-.-

¿Es pronto para unos memes?

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