Capítulo 12
Danielle
Seis de la tarde. Momento exacto en el que vi a mi padre ir directo a esa zona concreta de casa. Su actitud y el modo apresurado con el que llegó me parecieron extraños, tampoco acostumbraba a volver a esas horas. Así que bajé rápidamente las escaleras.
—¿Ha pasado algo, papá?
—No, nada.
Su voz provenía del fondo del pasillo. Rara vez entraba a esa habitación, la favorita de mamá; donde le hallé sacando una colección de tomos de papeles del interior de una caja enorme, y guardándolos en los cajones de su robusta mesa de madera noble nogal y acabado envejecido. La reconocí de inmediato, era su preferida. Cuando la mandó fabricar dijo que le daría el toque de distinción y prestigio que tanto merecía, quiso que todos la vieran y ahora estaba en casa.
Mi padre había decidido que era el momento de hacer reformas, y lo hizo de la peor manera posible: destruyendo los recuerdos de mi madre.
Las baldas repletas de libros habían sido desatornilladas, en su lugar encontré una pared llena de condecoraciones y menciones honoríficas. Ni rastro del amplio sofá desván color perla; donde mi madre y yo nos refugiábamos bajo el calor de una manta mullidita en los días más fríos del invierno, y hablábamos durante horas. Las ventanas que daban a la calle fueron tapiadas por unas tablas de madera decorativas tono nogal que ahora revestían toda la habitación por completo, techo incluido. Y por supuesto, nada de la chimenea de carbón.
—¿Y las cosas de mamá?
—¿Esos trastos inútiles? Los he mandado tirar esta mañana cuando te has ido a la plaza a perder el tiempo. Necesitaba un despacho más grande.
—Podrías haberme dejado que guardara "Cumbres Borrascosas", sabes que le encantaba ese libro.
Julliam apareció detrás de mí dedicándome una sonrisa y mi padre olvidó responderme.
—¿Hiciste eso?
Tomó asiento en uno de los tres sillones de estilo francés bajo la atenta mirada de mi padre, y desde su comodidad, mostró un gesto soberbio como si ambos fuesen los dueños del universo.
—Tranquilo. Los rusos no lo saben. Por eso dirigimos las cosas y ellos no. Verás cómo hacen lo que les conviene —a mi padre le encantó la respuesta, así que Julliam siguió ahí sentado —, vendrán en cinco minutos.
—¿Vendrán? ¿Quiénes?
Por la forma en la que me miró mi padre, sé que no le gustó que me entrometiera. Mi madre siempre decía que la heroica labor de mi padre conllevaba grandes peligros, pero él se estaba llevando el trabajo a casa.
Julliam despertó una ligera mueca y negó espaciadamente.
—Yo de ti no haría eso.
Mandé callar a Julliam con la mirada y levantó las manos como si dijera, "tú misma". Entonces volví a mi padre.
—¿No ha sido suficiente con convertir la biblioteca de mamá en tu nuevo despacho? Al menos podrías hacerle caso y dejar a esos hombres fuera de casa.
El timbre sonó.
Julliam salió de la habitación, y mi padre aprovechó para aclararme la nueva situación.
—¿Por qué tienes que meter las narices donde no te llaman, Danielle?
—Si al menos intentaras...
—Ya lo he intentado todo. Lo he soportado todo —tomó asiento estirando ampliamente sus piernas y acarició su sien como si acabara de provocarle un intenso dolor de cabeza —. Eres igual de insufrible que tu madre.
Nunca pensé que compararme con ella podía llegar a ser tan doloroso, hizo que mi devoción por él se escapara lentamente como burbujas cristalizadas de amor. Echaba de menos a mi madre, y ahora que no estaba la necesitaba más que nunca.
Poco después, me vi rodeada por tres hombres de estatura imponente y una gran complexión muscular que no olvidaré jamás.
Vestían con un largo abrigo negro y un sombrero, su presencia era realmente aterradora. Solo por la forma de andar supe que el primero en pasar era quien mandaba. Intimidaba tan solo con la mirada, una pupila de cada color, y un rostro marcado por cicatrices que daba escalofríos. Cuando la frialdad de sus ojos cayó sobre mí, dibujó una amplia sonrisa. Entonces Julliam regresó y dejó caer su mano sobre mi hombro.
—Vámonos, anda.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro