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Capitulo 8: El color intenso de sus ojos.

Cuatro años y cinco meses después de irse.

«Solo mira eso.»

Gregorio envío un mensaje para Ben. En el mensaje, estaba una foto de Valeria con su familia dentro de un salón, parecía una gala. Habian mas personas detrás. Ella estaba hermosa, con un vestido pegado al cuerpo, negro y brillante, y el cabello suelto, con inclusive maquillaje.

«¿No te dan deseos darte un tiro en la nuca por no estar aquí?» Volvió a insistir Gregorio en un mensaje que le siguió al anterior.

Justo cuando iba a responder el mensaje, una chica entraba a su habitación con lencería de seda. Exhaló, y dejó el teléfono a un lado. Pensó que era momento de pasar página y le sonrió a la chica que se le acercaba con un caminar provocativo.

Siete años después de irse.

—Tenemos un contacto en un banco nuevo de la ciudad. Se dedica mayormente a préstamos. Es una excelente oportunidad para cumplir la meta de llevar el dinero allá en tiempo record.

—¿Y el problema es? —Ben miró al tipo llamado Teodoro.

Ben ya se conocía el teatro de todos los días. Si no existiese un problema, ni siquiera le comentaría sus planes.

—Para conseguir acceso completo a las funciones de la banca y prestar nuestro dinero en vez del dinero del banco, necesitamos de la gerente. Las operaciones que haremos son una clase de fraude fiscal, y si ella no nos da la vía fácil, nosotros no podemos utilizar esa banca. —Teodoro se cruzó de brazos, pesimista.

—Eliminen el factor gerente de la ecuación. —Pidió—. Es tan simple como eso, lo más probable es que cuando el factor gerente desaparezca, el sub-gerente ocupe su cargo. Él estará feliz y nosotros también.

Teodoro cruzó miradas con Pedro, quien dividía, organizaba y anotaba las grandes sumas del dinero.

—El factor gerente es una mujer. Egresada de la UDA, acaba de llegar al puesto. No me parece adecuado el asesinato sin razón de una joven así. Podría ser un mal atraco, pero sería sospechoso. No es bueno llamar la atención de esa forma. Van a mencionar que trabajaba en ese banco, y el país tendrá los ojos allí. —Pedro comentó sin dejar de mirar el papel.

El abanico del techo hacia un sonido extraño, como si se fuera a desprender del techo. Ben miró el abanico, y las hélices girando le hicieron recordar de donde había escuchado las siglas UDA. Eran de la Universidad de Las Américas, le surgió una duda.

—¿Cómo se llama la gerente?, ¿creen que no se pueda convencer con una buena remuneración? —Cambió el ánimo completamente.

Teodoro sacó una carpeta del maletín con que cargaba.

—Aquí están los datos de vida de la gerente.

—El sub gerente dice que esa mujer es muy estricta en cuanto a las finanzas y que lo lleva todo personalmente. De todas formas, le plantearemos el asunto al tipo. —Pedro dijo, alzando la vista y mirando a Ben.

—Su nombre es Valeria. Tiene veinticuatro años... y eh... no hay mucha más actividad aquí. Tiene una vida de bajo perfil. Esta carpeta está casi vacía. Probablemente haya recibido el puesto por relaciones, sus padres conocen personas o algún allegado.

Ben sintió amarga la boca. La vida tenía un humor cruel. Poner a Valeria en su camino de esa manera tan peligrosa daba escalofríos. Valeria estaba lejos de ser, en todos los ámbitos, un estorbo, como hasta ese justo momento representaba.

Sintió una sensación en su pecho, y cuando trató de imaginar su rostro, no pudo. Él no la recordaba, ni siquiera el color intenso de sus ojos cuando lo miraban, solo podía sentir el sabor de sus labios en los suyos y las cosquillas en su cuello cuando sus manos delicadas se asían de él. El sonido de su voz llamarlo y decirle que lo amaba, y la sensación que en sus dedos sentía como si estuviera sosteniendo su mano o tocando su mejilla.

—¿Aún quiere que la desaparezcamos?

Ben exhaló, preocupado.

—No. No pueden desaparecerla por las razones que Teodoro dijo.

Ese «no», no había sonado casual. Los tipos miraron a Ben.

—¿No? —Teodoro cuestionó su mismo pensamiento.

—No, porque lo que queremos es hacer las operaciones, no incapacitar a ese banco de hacerlas porque estará a la mira de todo el país, si esa tragedia llegase a ocurrir. Solo sáquenla de ese puesto en el banco. —Golpeó el escritorio—. Solo asústenla y que no tenga ganas de trabajar ahí más.

Treinta días después

Valeria no había llegado bien a la oficina, cuando el sub-gerente le salió al encuentro. Un poco desprolijo le sonreía y le saludaba. Estaba acostumbrada a no hablar con él hasta después de pasada la hora del almuerzo, pero esa mañana, él estaba ahí, preguntándole si se encontraba bien a las siete y media de la mañana.

—¿Deseas algo? —No pudo aguantar las ganas de preguntarle cuando llegó a la puerta de su oficina. El banco se preparaba para abrir sus puertas y todos estaban concentrados en lo suyo.

Ella tenía no más de un año en su puesto, y sabía que lo había obtenido por ayudas de un amigo de su papá, sin embargo, se esforzaba demasiado en hacerlo todo impecable. Entre esas reglas, no socializar con el equipo de trabajo era parte de su plan. Ellos debían verla como jefa y no como una amiga más.

—¿Podemos entrar? —Le preguntó, quitando la sonrisa.

Valeria sacó la llave de su blazer y abrió la puerta. Dio unos pasos adentro y volteó a mirarlo.

—Entra.

Él entró, pero se quedó de pie. Valeria encendía las luces y dejaba su cartera encima de su escritorio.

—Cuéntame.

Entonces, el subgerente le contó toda la oferta. Solo tenía que autorizar unas transferencias de fondos un poco sospechosas, y por cada una de ellas, ganaría el diez por ciento. El dinero ganado, se lo depositarían en una cuenta extranjera. Le aseguró que nadie se daría cuenta pero a Valeria le daba mala espina.

—Es una locura Oscar, eso no va a suceder aquí.

Oscar negó, un poco nervioso, acercándose a ella.

—¿Tienes idea de lo que te estoy hablando?

—Sí, —dijo Valeria—, de mentir, de encubrirte dinero. Como si tuviéramos una máquina de hacer dinero. La superintendencia de bancos supervisa todo, mandan agentes cada mes. Yo no voy a mentir ni encubrir a nadie por dinero.

—¡No es mentir!, ¡lo reportaríamos como las ganancias del banco!

Valeria rodó los ojos alejándose de Oscar. Tenía la boca abierta porque estaba sorprendida de lo que él le proponía.

—¿Quieres hacerlo ver correcto como si fueran ganancias? Esto es ilegal.

—No es ilegal, no se van a dar cuenta, ¡vamos! —Volvió a caminar para acercarse a ella.

Esta vez, Valeria se alejó y se puso al lado de la puerta de salida, ahora habían intercambiado papeles, y eso parecía ser una premonición, porque él estaba detrás del escritorio de ella.

—¿De dónde viene todo ese dinero?, ¿Quién es que lo va a enviar?

Oscar no respondió, y Valeria tuvo un mal recuerdo. Tenía años sin pensar en eso, pero la verdad era que si recordaba cuando en su vida, los problemas llegaron a empezar con el dinero mal habido.

Recordó a Ben, y recordó que el dinero había sido una de las razones de que se había ido. Todo ese problema que hubo con el dinero que perdieron, que él la llevo al lugar donde lo guardaban.

De pronto, ahí de pie, recordó las explicaciones que Benjamín le había dado, ellos acumulaban mucho dinero producto de las drogas y el crimen organizado. Ese dinero era demasiado, y para inyectarlo en las venas de la economía nacional y hacerlo pasar como limpio debían hacer cosas como las que Oscar le estaba proponiendo.

No podía creer que Oscar le estuviera pidiendo que permitiera lavar dinero en el banco donde ella era la gerente.

Ella no lo iba a hacer, porque además de que su integridad no la iba a echar a perder por dinero, ese dinero sucio le había quitado a Ben. Así lo entendió.

Cuando él la fue a buscar a su casa desesperado pensando que ella había dicho dónde estaba el dinero, ella ya sabía de más, que eran personas peligrosas. Y sí decía que sí, se hacía parte del juego. ¿Quién la iba a cuidar? Ya Benjamín la había protegido una vez, pero él ya no estaba.

—No, lo siento. Eso no va a pasar aquí. Eso nunca va a pasar aquí mientras yo esté en esta oficina.

Oscar se sorprendió del cambio en su voz. Por una razón muy clara: Valeria era una niña muy dulce y educada, a todos hablaba de forma relajada y con respeto. Reservada, tranquila, nadie la conocía muy bien: dónde vivía, su familia o si tenía pareja. Pero esa voz fue una desafiante, y muy fría.

—Bien, —Se acercó a ella, de nuevo, pero puso la mano en el tomo de la puerta—, mientras estés en esta oficina.

Valeria rodó los ojos.

—Más rápido te vas tú de aquí que yo. —Le dijo con toda seguridad—. No me vuelvas a hablar de esto jamás, Oscar. Si lo haces, te denunciaré a la Superintendencia de Bancos y en la Fiscalía. Será mejor que te cuides.

—Te aconsejo lo mismo. —Abrió la puerta y la cerró.

Cuando Valeria sintió que él dio unos pasos afuera, exhaló pesadamente. Estaba con las manos frías y los labios apretados.

No podía creer que le había hablado de esa forma a Oscar, pero es que él se lo había buscado, en primer lugar. ¿Cómo se atrevía a proponer tal cosa?

No podía denunciarlo porque no tenía las pruebas necesarias. ¿A quién le podía decir? Quizá debía esperar para tomar pruebas.

Empezó a sentir un dolor de cabeza y volvió a salir por café. Trato de disimular el mal momento con sus compañeros de trabajo.

Sin embargo, todo iba de mal en peor.

Enfermó de inmediato, la misma noche cuando llegaba a su departamento ya sentía el frío en pies y manos.

Ahora que vivía sola, no tenía a nadie que le fuera a levantar de la cama, así como estaba, con la ropa del trabajo y sin las sabanas de dormir, sin ánimos de levantarse o de hacer nada.

En su mente daba vueltas lo que Oscar le había dicho. Pensó en llamar a Iris pero no quería molestar por el momento.

Se habían distanciado mucho después de que ella se mudó. Valeria simplemente dejó de buscarla, e Iris tampoco hizo esfuerzo en seguir el contacto. Entre que ahora todo era Javier, que había conseguido un mejor empleo y un ascenso gracias una ayuda, prefirió dejarle que siga su camino.

Quizá su amistad nunca fue para durar una vida. De hecho, Valeria creyó que Nina quizá iba a ser la única que la iba a entender, y fallaba en aceptar a Ben como la persona que más quiso.

Llamar a su mamá sería traerle una preocupación innecesaria, así que de esa también desistió.

Al otro día, llegó al trabajo con evidente cansancio y gripe. Se había recogido el cabello y andaba con su abrigo. Pidió no recibir a nadie, y solo se dedicó a resolver los problemas que estaban encima de su despacho, pero en ese momento su concentración era nula.

Javier se había ido hacia unos meses. Sin muchas explicaciones ni nada. Valeria si tenía sus sospechas, que desde que había conseguido llevársela a la cama un par de veces su interés por ella había decrecido y decidió volver a su ciudad natal. Algo por el estilo.

Por eso, estaba un poco resentida, pero a diferencia de con Benjamín, no pensaba, ni siquiera le pasó por la cabeza, hacerle creer que lo extrañaría o pedirle que nunca la dejase.

Así sola, estaba todo bien hasta que Oscar vino a hacerle esa propuesta.

Cuando iba de salida temprano, Oscar la interceptó en la puerta de su oficina.

—Hola jefa.

—Hola, señor Oscar. —Valeria respondió con la cara en blanco, pero con su malestar siendo notorio—. ¿Qué quieres?

—Nada, solo darte mi número, en caso de que lo necesites.

—Yo ya tengo tu número, Oscar.

Él entonces se levantó de hombros, quitándose del medio para que ella pasara.

Valeria mantuvo su mirada en él unos segundos antes de apretar su bolso con su brazo y salir de allí.

Llegó al departamento y se quitó los zapatos de inmediato. Cuando se bajó para tomarlos escuchó unos pasos, y al levantarse, una mano le tapó la boca y vio un cuchillo en su cuello.

Aun así viendo el cuchillo tan cerca, se sacudió, zafándose del agarre, pues la verdad es que el tipo no esperaba que ella fuera reaccionar de esa forma, y pudo ver dos hombres en su departamento.

En medio del pánico, corrió hasta su cartera para buscar su teléfono y llamar por ayuda, pero el otro hombre le agarró por la cintura y entonces Valeria empezó a gritar.

Cuando lo hizo, quien la agarraba le golpeó en la sien y todo se puso negro.

Al abrir los ojos, sintió la sangre seca que llegaba hasta su mejilla. Por la ventana veía hacia afuera y sabía que ya estaba oscuro. Buscó alrededor en busca de saber quién más estaba ahí, pero no veía a nadie. Estaba amarrada a una silla de su comedor con una soga y al menos su ropa estaba intacta. Quizá los ladrones ya se habían llevado lo que querían.

—Oh, mira. Nuestra gerente despertó.

Valeria buscó la voz y miró la cara del hombre. Tenía que estar por los cuarenta, en buena forma y de tez mestiza. Era muy alto y tenía cara de pocos amigos. Su amigo que le acompañaba era más gordo, y llevaba una franela puesta.

Desde que la llamaron gerente, temió que la razón por la que estaban allí no era porque eran ladrones, sino que eran los amigos de Oscar.

—¿Quiénes son ustedes?

—No es algo que tengas que saber. Solo tienes que escuchar nuestro mensaje, y no volver a gritar para que no tengas otra marca bonita en la cara.

—Ustedes, y Oscar, se van a pudrir en la cárcel. Se los juro.

—Vaya, una chica valiente. —Comentó el alto de ellos.

—Lástima que a nosotros no nos intimides. —respondió el otro—. Mañana, te van a pedir autorización para unas transacciones, tendrás que poner los códigos y luego firmar la autorización. Si no lo haces, tu vida corre peligro, y si eres tan valiente que no te importa sacrificarte por tu honor, tu madre Claribel, y tus hermanos, Carlos y Carol también los tenemos ubicados.

Valeria se quedó muda del habla. Solo los miraba mientras aguantaba las lágrimas y un nudo se le formaba en la garganta. No podía creer que Oscar la había traicionado así, no podía creer que haya metido en medio a su familia.

¿Por qué la habían elegido a ella, por qué habían elegido su banco? Nunca pidió, ni estuvo cerca de pedir, ser parte de todo eso, ni mucho menos ganar dinero sucio.

Entendió que a veces, ese tipo de vida es que elige a uno.

Los hombres no dijeron nada más. Uno de ellos camino hacia ella, y se puso detrás. Escuchó como rompían la soga, y aunque ya estaba libre del agarre, no se levantó de la silla.

Los escuchó marcharse y cerrar la puerta.

Justo en ese momento se sumergió en un llanto amargo que la consumía. No quería ser parte de ese mundo. No quería verse obligada a meterse en asuntos sucios. Sabía que estaba ligado al crimen organizado, podía ser dinero de crímenes, o más seguro de drogas. No quería verse ensuciada y no sabía qué hacer.

La mañana siguiente, a diferencia de la otra, se le notaba aún más lo mal que estaba. Los ojos hinchados de llorar y la actitud. Le llegaron a preguntar que le ocurría pero no decía nada.

Al llegar a su despacho, vio que alguien se lo había organizado. Frente a ella, en un folder amarillo, habían unos documentos que no sabía su contenido.

No tenía idea de qué hacer, hasta que le llegó la idea: iba a renunciar.

Abrió las gavetas para recoger las cosas personales que había de ella. Las echó en fundas, y luego tomó una hoja en blanco, escribió a mano una carta de renuncia.

Renunciaba al trabajo, y también a sus derechos por el mismo. Renunciaba a todo.

La dejó encima del misterioso folder y se fue en esa misma hora.

Solo sabía que nunca más volvería a pisar ese banco. Además, por dentro rezaba, por nunca volver a escuchar de ese banco, o de Oscar. Y para asegurarse de eso botó el celular a la basura en la misma acera del banco.

El siguiente plan era hacer un currículo, rogar porque no la siguieran, y ver que le deparaba la vida ahora.



*-*-*-*

n/a: Hello. ¡No saben cuanto extrañaba yo escribir n/a s! Decirles que este capítulo tiene cosas nuevas. Explica mucho, en la versión antigua solo se menciona de lejos, y así mas o menos saben que fue lo que pasó con Valeria y el Banco donde trabajaba. Así se ubican mejor para que vean cuando es que llega Ben de nuevo. Y además tiene más sentido los últimos capítulos. Tardé mucho en subir porque bueno, cada vez que iba a revisar, el comienzo del capitulo me parecía soso así que tuve que arreglarlo de nuevo xd

Gracias por leer, los quiero un universo completo♥♥♥♥

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