Capitulo 3: Empezar otra vez.
Capitulo 3: Empezar otra vez.
Meses después de irse.
El viaje hacia la capital del país fue más rápido de lo que ella se imaginó. Al llegar al apartamento, ya ni siquiera tenía deseos de estar despierta. Quería caer en un sueño profundo que se prolongara hasta que se borre todo lo que estaba mal en ella.
Se sentó en una de las sillas del comedor. Era un apartamento de dos habitaciones, sala, comedor, cocina, un baño y un cuarto de lavado. No era la gran cosa, pero era mejor que su antigua casa. Nunca había vivido en un lugar así. Además, tenía una bella vista a la carretera. Y no había gente afuera, ni casas con la pintura muy vieja.
—Toma, llama a tu mamá. —El papá de Valeria puso el celular encima de la mesa, causando que ella se sobresaltara.
Tragó seco.
—Claro.
Era un celular promedio, a color, apenas tenía un navegador convencional. Marcó el número de teléfono y esperó que contestaran, pero salió el buzón de voz.
—No lo contesta. —Valeria soltó el teléfono—. Lindo celular.
—Es tuyo.
Valeria sonrió.
—¿En serio? ¡wow! —Su ánimo subió un poco. Se levantó de la mesa y abrazó a su papá.
Después caminó por la sala vacía mientras exploraba que podía hacer con ese aparato aparte de llamar a su mamá.
El papá de Valeria terminó de subir sus maletas y las dos maletas de Valeria. La tarde pasó y en la noche Valeria dobló algunas de sus prendas de vestir en el tocador que su padre le había comprado. Había eso y una cama unipersonal. Unas cortinas rosadas y la habitación pintada de blanco.
En la noche su papá hizo una cena de plátanos hervidos. Valeria comía sin ganas. El silencio no era incómodo, era solo extraño, ese desconocido frente a ella era su padre. La verdad era que las cosas habían cambiado tanto. Hace unos meses todo era tan distinto.
—Y entonces... —Comenzaba él a hablar. Valeria se mordió el labio—. ¿Es verdad que ese muchacho era tu novio?
A ella se le hizo un nudo en la garganta.
—Padre, lo siento, pero pienso que es privado eso. Tengo dieciocho años.
Su papá golpeó la mesa de sorpresa, amistoso.
—¿Pero escuchaste mi pregunta? No te pregunté si tenían sexo, pregunté si es cierto que era tu novio.
—Lo siento. —Soltó los cubiertos—. Padre lo siento, yo... papi lo amo. —Lo amaba, pensó—. Yo... —Para corregir...
—Valeria, ¿acaso escuchas lo que dice mi boca al abrirse?
—Perdóname. —Movió el tenedor, cuando lo volvió a mirar él seguía mirándola esperando su respuesta—. Sí. Pero ya te había dicho, a ti y a mami. ¿Por qué quieres que lo repita?
Se alzó de hombros, él siguió comiendo.
—¿Te molesta más de lo que aparentas, verdad, padre? —Él seguía comiendo, mirando atento al plato—, si te sirve de algo, yo desearía nunca haberlo conocido.
○
Días antes de irse
Ben estaba fumando un cigarrillo en la habitación del hospital cuando un hombre alto con el cabello entre negro y blanco entró a la habitación sin tocar. Se paró al lado de su cama sin decir nada y Ben solo esperó. Algo en su cara se le hacía conocido.
—Soy el papá de Valeria. —Ben no respondió—. ¿Me escuchaste?
—¿Y qué quiere? —respondió, mirándolo con interés.
—Conocer al afortunado. ¿Cómo le hiciste para que se enamorara de ti? No tan solo eso, sino también para que se revelara de tal forma contra su madre sin importar las consecuencias.
—No lo sé. —Una seca respuesta. Era toda la verdad, él no sabía qué había hecho.
—Tenia fe de que lisiaría al primer novio de Valeria, pero resulta que alguien más ya se encargó de ti.
Ben sonrió.
—Espero que solo sea humor. Lamentablemente, su hija no comparte el mismo sentido del humor. Todo se lo toma en serio, como nuestra relación.
El papá de Valeria se sentó en el mueblecillo de la sala de espera, sin dejar de mirarlo a Benjamín.
—Ella ganó una beca para la UDA. ¿Te lo ha dicho? —dijo con total calma.
—¿En serio? —Ben se interesó en eso—. ¿Se ganó la beca?
—Sí, ¿no te lo dijo?
El silencio fue la respuesta.
—Se va a ir en septiembre. Me la voy a llevar a la capital conmigo. Ella estaba llorando de felicidad. —Él sonrió—. Nunca estuvo en sus planes que podría ir a la universidad. Te doy gracias por llevarla a la entrevista.
—Sí... claro. —Ben estaba un poco... desilusionado. ¿Por qué ella no se lo había dicho? Se iba a ir, y lo dejaría—. ¿Cuándo les dieron la noticia?
—Hace unos días. ¿Pero seguro que no te lo había dicho? Me resulta tan extraño, y más si se toma la relación de ustedes tan en serio. —Ya en ese punto, el sarcasmo era vibrante.
—No, deje de darle vueltas. Me acabo de enterar de esto. —Ben cerró los ojos—. Señor, si no le importa, voy a cerrar los ojos.
—No hace falta, me voy. Pero apaga el cigarrillo, no querrás incendiarte de nuevo.
Ben ya había cerrado los ojos. El cigarrillo colgaba de su mano sana fuera de la cama.
—Quizá no te lo ha dicho porque no quiere que sepas que ella se va conmigo. De hombre a hombre, no podría estar más feliz por el hecho de que mi hija se va a alejar de una lacra como tú. No mereces ni siquiera verla. No mereces que llore por ti ni que te quiera tanto como dice quererte. No merece que su madre la castigue por tu culpa y no merece todo este drama. Hombre, eres mala influencia para una niña tan sana como mi hija, y sí, pudiste gozarla unos meses, pero todo lo bueno acaba. Suerte buscando la otra. Tu estado es una otra prueba de que todo se paga en esta tierra.
Ben no se dio cuenta de cuando él se había ido de la habitación. A la verdad, la reacción del padre de Valeria fue más pacífica, en lo físico, que lo que imaginó que sería.
Sin embargo, sus palabras eran duras como mazos, y esa dureza se debía a que sus palabras, absolutamente todas, eran verdad. Ben no la merecía, ni solo el poder tocarla.
Tomó el celular y marcó un número que se sabía de memoria. Sentía un nudo en la garganta y algo molestaba sus pestañas.
—Hola, necesito hablar contigo sobre la oferta. Será antes de lo planeado.
—Excelente.
○
Seis meses después de irse.
Ben se encontraba en un almacén gigante de arroz al norte. Había unos hombres con camisas de lino estrujadas por el ajetreo del día. Ben era el único en franela, mostrando su cicatriz a medio sanar. Se mostraba tranquilo, inmutable, mientras ellos hablaban y hablaban.
Aparentemente, había dos cargamentos esperando para ingresar al país. Un general del ejército nacional había acordado pasar solo un cargamento por un valor de cien mil dólares, mientras que el otro debía ser decomisado por la Dirección de Drogas.
A ellos no les convenía, pues sería más lo que perderían que las ganancias. En un momento de irritabilidad por el desconocido que había traído Claudio, Brígido empujó a Ben, y le dijo—: Dinos tú una solución. No te quedes parado como un pendejo.
—No hay necesidad de que el barco entre por aduanas. Desanclen el barco y en ultramar pasen el cargamento a un yate, el yate puede anclar en una de las villas de Brigido, ¿no? Para no levantar sospechas se le paga setenta y cinco mil dólares al general y los otros veinticinco mil a la marina para que dejen pasar el yate sin revisarlo. El cargamento está valorado en millones de dólares, cien mil no haría daño.
—¡Esta loco! ¡Desatracar el barco dice! Maldito infeliz. —Miró a Claudio—. ¿Es esto en serio? —Le cuestionó.
Ben no reflejó su apatía por él.
—Yo no creo que esté tan loco. —Uno rompió ese silencio—. De hecho, me parece una buena idea, pagamos lo mismo, pero tendremos los dos cargamentos.
Ellos empezaron hablar entre sí de nuevo. Ben los observaba, en solo segundos olvidaron que él había sido él de la idea.
○
La universidad era mucho más grande de lo que Valeria logró ver la primera vez que fue con Ben. Esos pasillos podían albergar a cientos de estudiantes y en direcciones opuestas todo el día sin que pareciera del otro mundo. Su aula era la 213, del edificio C, le tocaba ética universitaria.
Al entrar al aula, sintió que todo el mundo la observaba. Quiso hacerse pequeña por un segundo. Caminó hacia la butaca vacía en el medio del salón y se sentó allí. Una chica volteó a verla.
—Hola.
—Um, hola. —respondió.
La chica, sonriendo, siguió esperando su respuesta.
—¡Oh! —Como si se diera cuenta de algo—. ¡Eres tímida! Mi nombre es Iris, estudio contabilidad y soy tan nueva como tú aquí.
—¿En serio?, yo también estudio contabilidad. —Valeria se enderezó en la silla—. Mi nombre es Valeria.
—Me gusta tu nombre, y tú cabello. —Le sonrió.
Al aula entró el maestro guía de ética universitaria y todos se enderezaron. Valeria soltó la respiración. Tal vez la universidad no iba a ser tan dura. Iris se veía amigable.
○
Un año después de irse.
—Ben. —Pronunció su nombre en tono de ¿Qué haces aquí?
—¿Qué?, ¿pensaste que yo había muerto?
—No, no pensé nada. —Se quitó de la puerta, lo dejó pasar—. Es solo que, woah, no esperaba verte.
Ben se sentó en el sofá de la sala.
—Así son las cosas, se van y vuelven.
El papá de Ben caminó por la sala, hasta que se detuvo frente a él.
—Benjamín.
—Manuel. —Ben imitó su acción.
—Sólo dime. ¿Qué es lo que te ha traído de vuelta? No vienes a quedarte, no has traído maletas. ¿Es dinero?, ¿te ha ido mal?
—Solo vine a buscar mi pasaporte, quiero viajar.
Manuel asintió, un poco sorprendido.
—¿Vas a viajar?, ¿a qué?, ¿tienes dinero? —Se sentó en el mueble de frente—. Para ir allá te sugiero comprar boletos de ida y vuelta, son más baratos. Si quieres, esperas el mes que viene, me toca viajar.
—No viejo, olvídese de eso. No quiero compañías.
—Está bien. —Se levantó y alzó brazos—. Yo siempre te he dado lo que quieres, ahora solo te pido que vuelvas a pasar en la noche, para cenar juntos, y después te daré tu pasaporte.
○
El barrio seguía siendo el mismo, era julio y nada había cambiado, mientras se paseaba en su vehículo negro con vidrios ahumados pudo ver unas personas en el callejón de la casa de Valeria. Pero ella ya no estaba ahí, él lo sabía.
Cuando condujo a la Casa Central había varias personas afuera, pasando el rato y hablando, Gregorio estaba en la puerta, sentado en el escaloncito de ella fumando tabaco. Miraba el césped maltratado por el sol con un cierto aire de melancolía en su rostro.
Ben marcó su número de celular. Luego de unos timbrazos él miró como Gregorio contestó.
—¿Tienes tiempo para mí?
Gregorio reconoció la voz. Ben podía ver como sonreía desde donde estaba.
—¿En serio?, ¿Sombra? —Tomó otra calada de tabaco, aun sonriendo—. Ha pasado casi más un año.
—Sí, sí —respondió pensativo—, ¿aún podemos hablar?
—Viejo, siempre tendré tiempo para ti.
—Pues ven, quiero hablarte.
Gregorio alzó la mirada hacia el auto que ni siquiera había notado. Su semblante cambió a serio.
—No me digas que eres quien está en el lamboo.
Sonrió. El silencio en la línea le contestó.
Gregorio colgó el teléfono y dejó caer el cigarrillo al piso, después lo pisó y caminó casualmente hacia el vehículo. Abrió la puerta y entró.
—Wow. —Empezó—. El innombrable. Todos dicen que huiste como cobarde, y mira, tienes un auto del año.
—No me importa mucho lo que opinen los demás. —Bajó el volumen de la radio—. ¿Cómo va todo?
—Tú solo quieres preguntar por ella, no trates de engañarme.
Ben respiró profundo, estaba deseando que no le hiciera rogarle.
—Me preguntó por ti, hace meses, le dije que no sabía, y ella no me volvió a preguntar. —Mintió. No le contaría todo lo que Valeria le dijo sobre que ya no lo amaba.
—¿Estaba bien? —preguntó luego de unos segundos.
—No lo sé Ben, estaba muy tranquila.
—¿Y ahora, dónde está?, ¿ya se fue?
—Ella se fue. —Gregorio respondió—. Espera, ¿tú sabias que ella se iba?
Ben miraba hacia delante, unos niños jugaban pelota con una canasta improvisada en un poste de luz. Le dio un poco de nostalgia.
—No paro de pensar en ella.
—Su mamá se mudó del barrio, sé la dirección, no está muy lejos de aquí.
—¿Crees que me odie?
—¿Por qué no vas y se lo preguntas?
○
El zumbido de una mosca tratando de salir por la ventana de su auto fue que lo despertó de su leve somnolencia. Eugenio se rió a su lado, porque se había golpeado con el espejo. Ben gruñó y después se acomodó.
—¿Han salido?
—No. —respondió aun riendo—. Pero ahora me pregunto yo, ¿por qué simplemente no entras y preguntas por ella?
—No es tan fácil.
—Oh vamos, después de todo era tu novia.
—No me fui en buenos términos, ¿entiendes?
Eugenio hizo una mueca. Sacó su celular del pantalón.
—No tenemos tiempo para esta maricada, en veinte minutos el jefe nos espera y estamos como a dos horas del lugar, van a volar nuestra cabeza.
—Shh, calla y mira. —Ben señalaba a la puerta de salida de la universidad.
Ellos se encontraban en el auto de Ben con vidrios ahumados a unos cuantos metros de la salida de la universidad. Llevaban ahí aproximadamente diez minutos parqueados y venían de un viaje de más de cinco horas pisadas sin descanso.
Esa es la razón por la que Ben se sentía tan cansado. Como sea, él solo ver gente saliendo le quitó el sueño, hacía más de un año que no veía su carita, ¿Qué sueño vencería eso?
Salieron varios jóvenes y adultos de la universidad, pero no se encontraba ella.
—Maldito hijo de la gran puta que me mintió, ¡ella seguro no sale a esta hora!, ¡seguro ni vino hoy!
—¿Cuánto le pagaste al embustero?
—Quinientos pesos.
—Viejo, ¿te chupas los dedos? Un poco más de inteligencia te hacía. —Eugenio ahora rebuscaba en la gaveta del auto.
Mientras Ben trataba de ignorar a Eugenio con su molesta voz, vio a un muchacho en un auto parquearse frente a la salida.
Abrió los ojos de resorte cuando segundos después vio a Valeria salir con una carpeta en la mano. Casi sonrió, se suponía que le pedía solucionar las cosas y volver al pasado, explicarle que si no se iba, iba a estar muerto.
Antes de que pudiera inventar una excusa, un muchacho salió del auto y abrazo a Valeria, besó su mejilla, y después no quitó su agarre de su cintura.
—Viejo, ¿y este vejestorio? Esta tabla es como del año 1998. Deberías cambiarla.
Ben no lo podía escuchar, seguía perplejo, mucho ruido en sus oídos.
—Maldita zorra. —Murmuró—. Maldita zorra mentirosa.
—¿Qué?
Ben encendió el auto.
—Voy a explotarle la cabeza. —Sacó su pistola del pantalón, y la preparó para disparar.
—Viejo, ¿a quién diablos vas a disparar?
—¿Crees que llegue desde donde estamos o yo mismo tengo que quitarle las manos de encima de ella y explotarle el cráneo?
Eugenio miró hacia el frente. Ya la veía; a la chica, estaban en la puerta acabando de salir, era un grupo de amigos a diferencia de que una de las chicas estaba muy cariñosa con un chico.
—¿A ella o a él?
Ben no respondió.
—Viejo, olvida eso. —Le quitó el revolver de su empuñadura—. No quieres hacerlo.
Ben respiró profundo.
—Lógicamente voy a explotar la cabeza del maricon y a ella la traigo aunque sea a rastras, no me hagas preguntas estúpidas, imbécil.
—¡¿A dónde la vas a traer?! ¡Te olvidas que nos vamos a los Estados Unidos en tan solo once días! Esa muchachita no se ve del tipo que engaña. Tú la dejaste entonces no tiene por qué ser fiel a alguien que ya no existe en su vida. No parecen ni novios ella y el maricón.
—Soy idiota. Al diablo con ella entonces. —Quitó el cambio del auto y aceleró dirigiéndose a gran velocidad hacia ellos, quienes se movieron rápidamente, pero en ese radio de segundos, Ben cambió la dirección y se llevó el farol completo del auto de la amiga de Valeria.
En ese momento todos gritaron, y el muchacho incluso quitó sus manos de la cintura de Valeria. Iris comenzó a llorar al ver los daños de su auto, y Francisco trataba de calmarla. Todos estaban sorprendidos y anonadados. Podrían jurar que el auto negro lo había hecho adrede y que su único propósito era atropellar a unos cuantos estudiantes.
Valeria nunca imaginó que era culpable.
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Los "... antes/despues de irse" son para que ustedes se ubiquen en el tiempo y no se pierdan, si algún suceso empieza sin esto es porque ocurrió en la misma fecha o lapso de tiempo que el anterior.
Este capitulo responde varias cosas, sin embargo, los que vienen responderán más. Hasta la próxima, muchísimas gracias por leer♥.
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