Capitulo 28: Nuevo comienzo.
—Esto lo hago por ustedes dos.
—Y también por ti, Benjamín. —Valeria lo miraba de frente. El conducía mirando el camino—. Has vivido todo este tiempo así, sin estar seguro de nada. Tú mismo me dijiste que eran teorías. Ben, ¿por teorías te vas a alejar de alguien tan importante para ti?
—Recuerda, él se alejó solo. —Se parqueo casi frente a la casa, no le dio el frente a Valeria. Se quedó así mismo.
—Me dijiste que te llevo a vivir con él y no quisiste. —Valeria exhaló—. No estamos aquí por eso, ya pasó. Estamos es porque, sin pruebas, solo con pensamientos confusos, cuando eras un niño, y sin saber nada de la verdad, has culpado a tu papá de hacer algo horrible.
—¿Sin pruebas, Valeria? —Benjamín la miró en ese momento—. Tú no sabes nada.
—Tú tampoco, ya lo hablamos, me contaste lo que recuerdas. Eras un niño, y por el bien de nuestro bebé, debemos resolver los conflictos. Un comienzo en cero. Por favor.
Un silencio eterno transcurrió después. Ben pensaba en todo lo que Valeria le había dicho. En realidad, se había pasado casi un mes, poco a poco, introduciéndole la idea de que quería que hiciera las paces con su papá.
Ella, claramente, no entendía nada. De lo que el sentía, o de lo que el vivió. Tampoco quería que ella lo viviera. Y prefería, sin lugar a dudas, dejar todo eso en el pasado.
Solo que, una tarde, le convenció ella.
Es verdad que se había hecho una trama, de la que no tenía ni una sola prueba. Solo el resentimiento, solo el resentimiento de que su papá, en poco tiempo, había empezado a salir con otra mujer.
Eso, quizá, era lo que tenía que perdonar. Que se haya movido tan rápido, y que él aun no la haya podido olvidar, mucho menos entender.
Lo único que hizo que el silencio se interrumpiera fue una pareja saliendo del porshe delantero de la casa.
Se iban a subir en un vehículo que estaba a unos escasos metros de ellos. Valeria abrió la puerta y salio, y Benjamín le siguió. En realidad, sintiendo electricidad en las puntas de sus dedos. Y en el corazón, sentía un nudo. Un nudo que le causaba un dolor real, físico.
Cuando el papá de Ben se percató de la presencia de éste, empalideció, la garganta se le secó.
—Hey... —expresó asustado. Bajó más la guardia cuando vio a una chica junto con su hijo. La reconoció, ella lo había ido a visitar semanas atrás. La barriga estaba solo un poco más visible.
—Papá... perdón por no avisar que vendría.
—Está bien. Iba de salida. —Señaló el auto, seguía con el cuerpo dirigido hacia el auto y huyendo a estar frente a él.
—Vas a ser abuelo de una niña —dijo sin más—. Solo... quería que supieras. —Su tono de voz fue descendiendo.
—Creemos que Valentina será un bonito nombre. —Escuchó a la chica decir. La miró y ella le esbozó una sonrisa tímida.
Se relajó. Él ya sabía que sería abuelo por primera vez, pero de todas formas, sonrió a Valeria como si fuera la primera vez que escuchaba la noticia. Luego miró a Ben.
Se preguntó si ella le había dicho algo a su hijo. No se lo dijo en el momento, pero la verdad es que no quería que ella no le dijera nada en absoluto. No quería decirle nunca.
Valeria se acercó a él, y se vieron de frente ambos.
—Puede tocar. —Sugirió lentamente.
Con algo de nerviosismo, Manuel extendió su mano a la barriga de Valeria, —que aún seguía algo diminuta—, y siguió sonriendo mientras miraba su barriga.
—Hijo, ¿es esta la niña que te advertí no embarazaras? —preguntó. Alejó su mano por completo de Valeria, y se puso las manos en las caderas. Lo dijo en tono de broma. Valeria sonrió y miró a Ben.
Él sonrió de lado.
Ella amaba a ese hombre con todas sus fuerzas.
—Lo siento, papá. —Simplemente dijo.
—Gracias por venir —dijo entonces Manuel serenamente a Valeria—. Gracias por traerlo —susurró.
Alzó la vista hacia donde Ben, quien no se acercaba aun, entonces Manuel camino hacia donde su hijo y le puso la mano en el hombro.
—Felicitaciones, pueden contar conmigo. Siempre has podido contar conmigo.
Ben solo asintió, abrumado.
Sentía que la vida le estaba dando otra oportunidad, y que, que el bebé que esperara Valeria fuera niña, era una señal del cielo, de alguien especial.
Debía iniciar así. Porque le era permitido ser feliz. Le era permitido perdonar. Y por sobre todo, le era permitido amar y dejarse amar.
Esa chica ahí delante, tenía solo veinticuatro años, pero le había salvado la vida. Si nunca se hubiese topado con ella, seguro ya no estuviera en la tierra de los vivientes.
No conocía el futuro, pero la incertidumbre era lo de menos cuando estaba seguro que ella estaría con él.
Estaba allí de pie, frente a su padre y con Valeria a unos metros, y sin darse cuenta su boca se abrió.
—Perdón —Su voz salió solo así.
Ambos ahí dejaron de sonreír.
—Benjamín...
—Dejé de amar a los catorce. Esa hermosa chica que ves ahí me enseñó a amar a los veintiuno —comentó—. Voy a ser papá, y esa criatura me ha enseñado un nuevo amor, uno que no es comprensible —murmuró. Luego, Ben se acercó para abrazarlo.
Ese abrazo, fue el primero después de más de quince años. Fue tanta emoción contenida, que ninguno de los dos pudo contenerse más: a ambos los ojos se le llenaron de lágrimas, en medio de la acera de una noche de otoño.
La mujer del vehículo salió, era una mujer de algunos cincuenta y tantos. Observó la escena parada al lado del vehículo. Valeria la miró y le sonrió. Sabía que iniciaba una nueva etapa.
Ahora sí que empezaba el nuevo comienzo.
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