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Capitulo 27: El precio.


Benjamín sentía que los parpados los tenía muy cansados. Al abrir los ojos, reconoció a Valeria de pie, recostada de una pared con los ojos cerrados. Parecía que no había dormido bien, tenía los brazos cruzados y los labios en una línea recta.

Le sorprendió ver que no tenía la misma ropa de dormir, llevaba unos jeans azules apretados y un suéter color gris flojo, junto a unas zapatillas bajitas.

Sonrió porque se veía como una niña de nuevo, y eso le traía una mala sensación a la boca. Otra vez estaban en la misma situación.

Su amor era tan extraordinario que aguantaba dos veces lo mismo.

Nunca creyó que iba a ser capaz de sentir algo igual por alguien. Ella se había convertido en toda su vida.

Dejó de mirarla y fue capaz de verse así mismo, tenía un vendaje en el pecho y sentía dolor en la pierna.

—¿Puedes creer que todo termine como inició?

Esa voz espantó a Valeria. Abrió los ojos y miró a Ben, sonrió y se acercó a su camilla, acariciando su cara con su mano derecha suavemente, el cerró los ojos a su tacto.

—Me tenías con el corazón en la garganta.

—¿Por qué?

—Perdiste tanta sangre, no me vuelvas a asustar así.

—Parece esto un deja vu. —lo dijo por el tono de voz de ella, y porque había sido lo mismo que dijo la otra vez.

—Espero que no lo sea, porque si te vas Ben... juro...

—Calma —él dijo, abriendo los ojos y mirándole a los ojos de ella—. No será así.

Valeria se enderezó, le tomó la mano.

—No puedo creer lo que pasó en estos últimos días.

—Yo tampoco.

Se quedaron en silencio.

—Siento que solo podemos confiar el uno en el otro, Ben. —A Valeria la voz le vibró—. Te amo.

Ben le sonrió.

—No te preocupes. Aquí termina todo. —Le apretó su mano—. Te amo.

Tocaron la puerta dos veces antes de pasar. La doctora entró sonriente. Esos días que tenía él ingresado allí se había portado muy simpática. Después de la cirugía de emergencia para sacar la bala, necesitaron varias transfusiones de sangre y reposo, que lo dejaron drogado de anestesia y casi durmiendo todo el tiempo esos días.

Valeria se mantuvo en vigilia, vio desfilar a muchas personas que no conocía, y esperó paciente por él.

—Qué bueno verte despierto y sobrio, señor David.

—Hola doctora. Parece que usted me conoce bastante.

—Créeme que sí. ¿Cómo te sientes?

Ben alzó las cejas, y miró a Valeria.

—Bien.

La doctora miró también a Valeria.

—Pues creo que ustedes pronto se irán de aquí. Ha presentado mucha mejoría. Un par de analgésicos para el dolor momentáneo estará bien. Y mucho reposo.

—Me parece bien.

Valeria le dio el frente a la doctora.

—¿Cuándo piensan darle de alta? —preguntó preocupada, Ben sabía por qué.

—Uhm. Depende del papeleo. Yo se la daría esta tarde.

—Bien, gracias.

—Yo me iré. Vuelvo luego. Por favor, no te saltes la comida. —Miró con cariño a Ben. Después dejó la habitación.

Ben se quedó mirando la puerta.

—Valeria, dime algo.

—¿Aja? —ella preguntó, aún a su lado.

—¿En qué hospital estoy? —Pensó en algo, estrujándose los ojos con sus dedos—. Diablos, ¿cómo pagaré esto?

—Tus amigos hablaron conmigo, están cubriendo todos los gastos médicos. —Valeria dijo, refiriéndose a sus amigos de la policía—. Ben, lo siento. Por meterte en problemas, por no mantener la boca cerrada. Yo sé que hice mal por confiar así, cuando tú confiaste solo en mí.

—No es tu culpa, Val. —Ben dijo—. No sé en qué hubiese cambiado que no lo dijeras.

La cara de Valeria se puso seria, preocupada.

—Ayer vinieron a hablar conmigo unos oficiales. Él no murió, y creo que abrirán un proceso contra mí. —Se cruzó de brazos—. Me citaron al Tribunal, y pidieron que me encarcelaran, pero me explicó un abogado de oficio que el juez no concedió la medida.

—¿Estás de broma, donde estaba yo?

—Sedado, por supuesto. —Valeria le respondió—. Él si está preso, por dispararte.

—Dios...

—Mañana tengo que ir donde mi abogado, dice que no me preocupe, que no me llevaran a juicio, y que si me llevan, seré declarada inocente porque me estaba defendiendo.

Ben se sentó en la cama, le dolía mucho cuando estaba sentado, tenía tanto tiempo sin moverse.

—¿Cómo se atreve a querellarse contra ti, ese malnacido?

—Supongo que es venganza, porque él lo estará por disparate. —Valeria miraba a Ben seriamente—. Nunca voy a entender por qué lo hizo.

—Es como dijiste, que solo nos teníamos a los dos. —Ben la acercó y la abrazó. Acarició su cabello mientras estaban allí.

—Estaba pensando que valió la pena que me enseñaras a disparar. —Valeria susurró.

—Sí, pero todo eso, se queda aquí. Es nuestro turno de empezar de nuevo.

Valeria se alejó del abrazo.

—Atraparon a Claudio —dijo como si fuera algo que se le escapara—. Salió en las noticias.

—Lo sabía ya. —le respondió—. Lo hicieron un día antes de que yo fuera por ti. Pero alguien me había dicho que alguien andaba detrás de nosotros dos. Y, pues, la intuición no me falló.

Dejaron de abrazarse y se miraron a los ojos.

—Si cayó Gregorio, el jefe de la nación oscura, ¿Cayó también la nación oscura?

Era algo complicado de responder. Supuso que no cayó la nación en sí, pero si las ganas de venganza hacia él. Significaba entonces que empezaba todo justo en ese momento. O casi.

—Sí, desde ahora y para siempre, —frente con frente—, solo tú y yo.

—¿Café con leche, chocolate, o té?

—Agua por favor. —Valeria respondió.

La señorita se fue por el agua, dejándole con el papá de Ben y su esposa en la terraza de su segunda casa en la capital.

—Qué bonito el clima, ¿no? —comentó la señora.

—Sí, sin duda —respondió.

Le siguió un silencio incómodo.

Valeria se incorporó.

—¿Y Benjamín?

—Él está bien. —Ella no los quiso alarmar—. De hecho, vengo a hablar de Benjamín. De algo privado de él. Quisiera que fuese a solas, por lo delicado del tema. —Valeria miró a la señora.

Ella creía haberlo visto hace mucho tiempo. Pero no estaba segura. De todas formas, aunque Valeria solo había preguntado por Manuel, su esposo, también se había sentado junto a ellos.

Como Valeria había hecho claro que quería hablar a solas con él, se levantó.

—Está bien.

—Gracias, amor. —Compartieron un beso en los labios. Valeria observó luego como ella se iba a paso lento. Volteó la mirada hacia donde Manuel y lo miró a los ojos.

—¿Hace que tiempo no escuchaba de su hijo?

Manuel asintió pensando lejos. Quizá ella no sabía que él le había intentado disparar. Casi no le abría la puerta a Valeria. Lo hizo porque la vio inofensiva. Sí la recordaba. Cuando era una niña y salía con su hijo. Nunca había visto a su hijo tan enamorado.

A veces, podía ver un parecido en ella con la mamá de Benjamín. Él día que los vio bailando en el cumpleaños de Estefany, los recuerdos de él mismo y la mamá de Benjamín le hicieron casi la noche insoportable.

Él la amaba tanto, sin duda. Con un amor ciego, nunca iba a ver sus defectos. Y él, alguna vez, también llegó a amarla así ciegamente, hasta que descubrió que a veces no importa que tanto quieras ayudar, no siempre se gana.

—Creo que nunca más nos volveremos a ver.

Valeria asintió.

—Benjamín no es muy abierto con sus sentimientos, sin embargo, siempre que menciona a su mamá, lo veo tan frágil. No merecía perderla tan joven.

—A veces no merecemos cosas, pero tampoco tenemos control sobre ellas.

—Ben está seguro que la tragedia se pudo haber evitado.

Manuel exhaló. Entendió que, la chica en frente de él, aunque era muy educada y medida, lo estaba acusando a él de cosas que no hizo. Su vida privada no la contaba a nadie. Su pasado con la mamá de Ben, ni con su propio hijo.

Desde que eran adolescentes, sus padres desaprobaron la relación. Pero él estaba enamorado de ella. Era la mujer más bella de la tierra, más hermosa. Sus defectos, en ese momento no eran nada.

Pero luego, ninguna cantidad de amor fue suficiente para salvarla, esa es la verdad.

—Hace tiempo, niña, que dejé de cuestionarme por lo que hubiera sido. He aprendido, que todo lo que sucedió, es lo que pudo haber pasado.

Valeria se indignó completamente, inclusive sus ojos se aguaron. ¿Cómo un hombre podía ser tan frio? ¡Fue su esposa, la madre de su hijo! y sin embargo, él hablaba así de ella, como si nada. Como si ella solo había sido un error y Benjamín le importara un carajo.

Eso le estrujaba el corazón, le hacía sentir la soledad con la que se sintió Ben. La angustia de que él no merecía perder a su madre de esa forma, y que él acusara a su padre y este no hiciera nada, ni mostrara algún remordimiento, sinceramente le decepcionaba.

Quería levantarse de allí con el pensamiento de que no había valido la pena haber ido a ese lugar en principio.

Ella no creía que nadie mereciese morir, sin embargo, por un momento entendió las intenciones de Ben cuando le apuntó con el arma. También entendió que Benjamín no se atrevería a perder a ambos padres, aunque lo odiase.

Le salió una lágrima que se limpió y se levantó.

—No sé qué te han contado, —Alzó la cabeza hacia donde ella—, no me conoces y ya has hecho conclusiones de mí.

—Estoy embarazada. —Se puso a llorar—. Amo a su hijo, sé que él me ama. —Se limpió el rostro—. Pensé que era tiempo ya que zanjen diferencias, que se aclaren cosas que nunca se aclararon. Cada quien saca sus propias conclusiones si nadie está dispuesto a alumbrar. Usted con lo poco que me ha hablado me demuestra que nunca le dolió en lo absoluto la partida de su ex esposa, ni una sola muestra de remordimiento o arrepentimiento por lo que hizo. Nada. Yo pensé que el bebé que espero iba a poder contar con su abuelo, ya que no contará con su abuela de parte de Ben.

Manuel se quedó pensativo, miró su barriga. La ocultaba bien, era imperceptible casi. No debía tener ni cuatro meses. Exhaló y miró al piso.

—Para él todo fue muy súbito. No sabía nada de su mamá. Todos los errores, todas las sombras, eran ocultas para él. Pero yo no le hice nada.

Valeria se apretaba el dedo índice mientras lo volvía a mirar.

—¿Entonces quién le hizo?

—Ella misma, desde joven, tuvo problemas. Nos conocimos y nos amábamos. Mis padres querían que la dejara. Yo me negaba a dejarla. Tomé el dinero ahorrado de mis estudios y me fui de casa. Conseguí apartar esa casa con el dinero. —Se rio recordando—. En ese tiempo, las bienes raíces eran baratas. Sacrifiqué mi universidad por nuestro hogar. Ella prometió que cambiaría por nuestro futuro. Ambos dejábamos cosas atrás para estar juntos. El amor se vuelve locura.

Valeria se sintió fría, y se sentó. Sintió que todo esto, era la primera que lo escuchaba. Y sintió toda esa responsabilidad encima.

—Quedó embarazada, y prometió que con el bebé mucho menos volvería a consumir.

—Ben no sabe esto... —Valeria susurró.

—Nunca se lo dijimos. Ella estaba poniendo de su parte, me di cuenta que volvió a recurrir a ellas cuando Ben tenía seis. Le pagué un tratamiento, iba a terapias. No quiso dejar la casa. Amaba a Ben más que a su vida. La casa era el paraíso. Ella quería todo lo mejor para él, pero las recaídas le hacían buscar más. Los dolores de cabeza, esperaba a que me fuera al trabajo, encontré varias veces. Era una lucha interna entre ella misma. Las grandes batallas se pelean con uno mismo.

—Ben piensa que nunca había tomado, ¿Por qué usted nunca le dijo?

—No me atrevo a dañar los recuerdos que viven en su memoria. La de sus recuerdos que sea siempre su madre amorosa. No la que luchaba y perdía a veces.

Valeria apartó la mirada. Miró al cielo despejado. Entendió muchas cosas. Le daba tristeza... quizá no debía saberlo nunca, ¿pero cuál era el precio de nunca saberlo?

—¿Usted piensa que eso es mejor, y que él lo odie? —preguntó cuidadosamente—. No es justo.

—Algunos somos cobardes. —respondió otra vez.

Para Valeria, sus palabras eran frías. Pero solo en ese momento entendió todo el dolor que ellas capturaban dentro de sí.

Su hijo, desde hace tantos años, le echaba la culpa por algo que él no tenía el control. Ninguno de los dos lo merecía.

Y ese detalle, ella no lo podía cambiar. Ella ya no estaba. No podía cambiar nada y no podía ayudar a nadie. Le dio tristeza pero se resignó. No todo se puede solucionar, no todas las verdades merecen salir a la luz.

Pero otra vez, se preguntó: ¿a precio de qué?

Valeria exhaló ruidosamente, derrotada por algo más fuerte que ella. Lo entendió otra vez, pero no estaba de acuerdo, que valían más sus recuerdos.

—Es tiempo de que me vaya. —Valeria se volvió a levantar.


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