Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo 16: El amor... ¿se rinde?



Capítulo 16: El amor... ¿se rinde?


La tarde estaba soleada. Era como si Valeria se hubiese transportado a una típica tarde en el barrio. Los niños jugando vitilla, las niñas jugando a la plancha, ella detrás de Nina y Argentina con las demás, escuchándolas hablar, ella en silencio, mientras estaban sentadas en el contén frente a la casa de Marian.

Los pantalones cortos y los abrigos largos. El brilla labios rosa y el cabello suelto vagamente. "Para que no dijeran que era un varón" si se lo amarraba, corto, debajo de la nuca. Con trece años era muy flaca y alta para los de su edad.

Incluso a esa edad las muchachas hablaban de cosas indebidas.

Volviendo a lo que miraba, el sol, bañaba toda la finca, y en vez de estar sentada en un contén estaba sentada en el comedor de madera junto a Jessi y Liz, la niña estaba encima de la mesa, jugaba con Jessi un juego de tablero. Tati y Oriana volvieron caminando juntas, lucían agotadas y se sentaron frente a una Valeria con la mano en el mentón, como pensando lejos.

—Hola Samy —dijo una de ellas. Valeria pensó que se llamaba Tati.

—Acabamos de dormir a Cristal, Mateo está en la piscina con Santa. ¿Cómo te va a ti con Madison?

—Hm, pues ahora está allí. —Señaló con su dedo a unos metros allá. Madison hablaba con una señora rubia, de algunos treinta, tal vez más. Llamaba mucho la atención, llevaba extensiones en el cabello y la apariencia de haberse hecho cirugías.

Su auto se veía lujoso desde donde estaba Valeria. Esa señora tenía mucho dinero, pensó.

—Oh, está con su mamá.

—Seguro vino a buscar más dinero.

—Rebecca es tan patética. —Se dijo Tati a sí misma.

—Shh. —dijo Oriana riéndose en voz alta—. Patética, trasero lleno de Botox, labios falsos, asquerosa, repugnante, tal vez así llegue a ser la hija algún día.

—¿Rebecca? —Valeria tanteó el nombre.

Un recuerdo lejano, muy lejos, asomaba su memoria. Tenía el recuerdo en la punta de la lengua, como si fuera una oración, una frase, volvió a observarla mucho.

Tanto le miró que la señora miró hacia el comedor donde estaban las muchachas. Pareció preguntarle algo a Madison, y Madison pareció responderle. Unos segundos después y ya ambas se encontraban caminando hacia el comedor. Liz le halaba el cabello a Jessi y esta se quejaba riéndose, era un jalón inofensivo, juguetón, le agarró las manos y se las quito del pelo.

—No juegues así. —Le reprendió de forma dulce. La niña le sonrió.

—Hola muchachas. —La señora estaba frente a Valeria y las demás—. Hola, a ti no te conocía.

Valeria la miró a los ojos. ¿Dónde la había visto? Nunca. Nunca en su vida había visto a esa mujer. Pero entonces, ¿por qué solo su nombre le traía la sensación de que algo no recordaba?

—Soy Samy, estaré aquí por el verano.

—Soy Rebecca, la madre de Madison. La señora de aquí. —decía sonriendo, aparentando ser amistosa.

Oriana dijo bajo el aliento: —Tú quisieras.

Tati no se aguantó.

—¿El jefe no le terminó hace dos años?

—Mi amor, una relación de doce años no se termina así, lo mío, es mío, y nadie me lo quita. Por cierto, ¿Por qué maldita razón no está aquí Benjo? Es fin de semana, siempre vuelve los fines de semana.

—Nosotras no somos sus asistentes personales. Solo cuidamos sus hijos, señora. —Oriana respondió con respeto, pero con rabia en sus palabras. Se veía de lejos que no soportaba a la mujer.

Valeria le sonrió y volvió a mirar a la mesa. Después, alzó la vista rápidamente, le fijó los ojos en la cara, ¿esa mujer estaba diciendo doce años? Estaría loca. Después, algo le caló profundo, le cambió el semblante y le calentó la cara.

Claro que sabía quién era Rebecca, y ahora mirándola, estaba segura de que ella sabía quién era ella. Y sintió miedo, el miedo que se siente cuando estás a punto de ser descubierto, pero ese miedo, ese dolor, no era nada comparable como la herida que se acababa de formar en su corazón.

Esa señora era la culpable, ella le había quitado a Ben. Se dio cuenta, de que Ben, en realidad, nunca fue suyo, ni por un instante. Ben mantenía una relación intermitente con esa señora, y seguro Madison era su hija de verdad, y entonces ella allí en esa finca estaba haciendo el papel ridículo más grande de todos.

Sentía una sensación ardiente en el pecho y la garganta un poco seca. No lo entendía y solo se quería ir a casa.

—Lo siento, permiso. —Se paró de la mesa. La mano de la mujer le agarró de sorpresa.

—Hey, ¿dónde vas? —Le preguntó con disimulo—, que no venga el jefe no significa que no celebraremos. Es más, dile a Santa que preparé una parrillada para mí y los niños.

Valeria le miraba a los ojos. Herida. Con el nudo en la garganta que no le podía responder. Una pregunta fuerte en su cabeza, ¿era Ben un buen mentiroso?, ¿estaba con esa mujer y con ella a la vez?, ¿alguna vez la amó? Que basura eran los dos.

Las ganas de llorar la apretujó. Frente a ella estaba la culpable de toda la mala suerte de Ben. Esa mujer lo engañó, lo sedujo, abusó de él, y lo introdujo en una banda a muy temprana edad. Le destruyó la vida.

Se le salieron las lágrimas y se soltó del agarre, asintiendo, que sí, que se iba.

El lunes en la mañana el teléfono de Valeria sonó varias veces. Un número desconocido estaba llamando. Había sido así desde el fin de semana. Estaba un poquito harta. Pero no lo iba a contestar. Era la décima vez que apagaba el celular. Solo lo encendía para enviar mensajes a su mamá. Quería saber si todo estaba en orden, quería sentirse acompañada al menos. Estaba encerrada en su cuarto con la mirada clavada en el piso.

—Eres tan estúpida Valeria. ¿Por qué te amaría él? —Se dijo a sí misma en voz alta. Se limpió la cara de nuevo. La razón por la que no se iba ahora de la finca era fácil, y no tenía que ver con que no tenía transporte o porque no tenía idea de donde estaba, tenías más que ver con que estaba llena de una sensación de odio y rencor agravado por la existencia de esa mujer.

Quería desquitársela, y quería que volviera el jefe, y desde que lo vea gritarle, acusarlo y hacerlo sentir miserable por el resto de su vida delante de todos.

Nunca se lo iba a perdonar. Bastaba el tanto llorar, pero no podía parar de temblar. Justo en ese momento se sentía tan sola, físicamente, espiritualmente. Sentía que no merecía lo sucedido, debería estar en casa. Sintió que debió haberse casado con Javier. Tener una familia normal, ser feliz.

Sonó la puerta esta vez, Valeria se levantó rápidamente y fue a la ventana para limpiarse la cara con las manos repetida veces. Al voltear Santa y Jessi la observaban.

—¿Qué fue eso que pasó el domingo con Rebecca? —preguntó Santa.

—Lo comentan las muchachas, ¿Por qué llorabas?

—Tenía mucha pena, la nostalgia de ver a Madison con su mamá, solo es que es extraño mucho la mía —respondió con calma.

Jessi y Santa se miraron la una a la otra. No le creían, ellas escucharon tras la puerta que la chica estaba llorando.

—¿Qué tal si vamos al rio un rato? —Le preguntó Jessi —. Te va a relajar el sonido. Podemos ir las dos juntas. Le diré a uno de los de seguridad que nos acompañe. Son de confianza. Te presto algo para ponerte. Vamos.

—No, tengo que prepararme, Madison quiere que la acompañe a la piscina. No le gusta bañase estando sola. —Valeria se puso las manos en la cintura, tratando de sonreír. Sin embargo su sonrisa se veía falsa.

—Bueno. Santa te cubrirá. La muchacha parece una sirena en el mar. Nada todos los días en esos bikinis no adecuados a su edad.

Lo que dijo Jessi aligeró el ambiente. Valeria sonrió débilmente y Santa estuvo de acuerdo en cubrir a Valeria.

Dentro del jeep hacia el lago, Jessi le agarraba la mano a Valeria amistosamente. No hablaban pues el sonido de la jeep no hacia posible la comunicación. El niño andaba con ellas. Coleccionaría bichos que encontrasen.

Al llegar el seguridad se quedó en el jeep, con unos audífonos en las orejas y viendo unos videos en su celular. El niño jugaba cerca, y Jessi recién se metía al agua, mojándose solo de pies a la cintura.

—Está muy rica el agua. Y no es muy profundo.

Valeria se quitó las sandalias y se recogió el cabello. Metió la punta de los dedos y comprobó que estaba tibia. Con todo ese sol que había estado haciendo todas estas semanas era de esperarse. Se metió y comprobó que el agua le llegaba a la cintura, se agachó un poco hasta zambullirse en el rio y mojarse el cabello.

Salió del agua y exhaló. Como si se liberara de miles de cargas.

—La piscina puede ser buena pero nada se compara a este rio. Ya verás que Tati y Ori se enojaran mil conmigo.

Valeria le sonrió. Fue a explorar un poco más a lo profundo, si iba al centro, el agua le subía a los hombros, si se bajaba un poco, le llegaba al mentón.

—Esa mujer está loca. ¿Bien? Es lo primero. Lo segundo es que Madison es su hija, pero el jefe no es el padre, hace un par de años vino a pedir dinero, que no podía mantenerla que por favor que la ayudara. Son viejos amigos. Él trajo a la niña a vivir para acá. Santa me dijo que te dijera lo que le dijo Ben una vez, que Rebecca era una gran amiga, de antaño.

—Siento que es mentira. —Valeria respondió.

—Pues no lo es, Samy. Te digo la verdad.

—Me han visto llorar, quieren que esté bien... —Valeria se apenó de que le tuvieran lástima, y que por esa razón mintieran—. No es necesario, Jessi.

—¿Quieres la verdad? —Se sintió a la defensiva—. El jefe se acuesta con muchas tipas, casi todas las semanas, mujeres así como tú, altas, de buena vida, que solo buscan sexo, son increíblemente hermosas, no la volvemos a ver por aquí. Tenemos claro que el jefe no quiere relación seria con nadie y menos con Rebecca. Mateo, Liz y Cristal le dicen papá, pero él no los adoptó, los cría aquí, Santa tiene la tutoría. El jefe tiene corazón tierno, esos niños estaban abandonados por sus padres. Madison la quiere como una hija. Son unidos. Pero no es hija biológica, te lo repito.

—Está bien.

Valeria se sumergió de nuevo, se sintió libre debajo del agua.

—¿Por qué lloras tanto? —Le cuestionó cuando volvió a emerger—. Desconozco la historia completa. Pero me parece... desgarrador.

—Hablemos de ti. —Valeria dijo.

—No me creíste nada.

—¿Has tenido novio? —Siguió cambiándole el tema.

—Sí. Claro. Tengo veintinueve años. Me casé y me divorcié. Gracias a Dios no tuve hijos. Mi esposo era... un hijo de puta. Tomaba mi salario, bajo amenazas. Santa es una líder innata en mi barrio. Ella conocía mi historia, y trabajaba aquí, uf, desde hace años, antes de la llegada del jefe. Ella me ofreció trabajo. Huiría de mi ex, y conseguiría dinero. Iba a vivir en paz y comer las tres comidas, y lo mejor es que no iba a ser descontado de mi trabajo.

—Lo siento, Jessi.

—Soy feliz. Nos dan todo un mes de vacaciones. En diciembre vuelvo a casa de mis padres. Hacemos una cena increíble. Tengo mucho dinero ahorrado, mi mamá logró remodelar la casa y mis hermanitos tienen regalos bajo el árbol. No deseo más, por ahora.

—¿No quieres casarte?

—En algún punto lo voy a necesitar. Por ahora, no. Aún estoy joven. La vieja de Oriana tiene treinta y cinco, y está sola. Sola y amargada para toda la vida. La sacaron de su casa muy joven. No cree en el amor ni nada parecido. Tiene vainas con algunos de los tipos de allá. Ella piensa que no sé eso, no deberías comentarlo con nadie. Dime, tú, ¿te piensas casar?

—No. La verdad.

—Bueno, ¿entonces porque lloras por él?

Se alzó de hombros.

—Me iba a casar, unos meses atrás, tenía anillo de compromiso, el chico era tierno, yo no lo amaba, pero al menos sé que iba a funcionar.

—¿Y entonces?

—Estoy aquí.

—¿Y por qué estás aquí?, ¿Qué es lo que buscas?

—No lo sé. Me siento ridícula por estar aquí. Él me dejó y yo sigo siendo como una perdedora que no se rinde.

—Yo pensaba que mi vida era complicada, tú lo eres más. No te quieres casar, sabes que estar aquí es un error y sigues aquí, ¿Qué planeas? ¿Escabullirte cuando venga borracho para pasar la noche con él? Sé de más que no me debo meter en esto, y que es fuera de lugar que te lo diga, pero eres más que esto.

—Jessi... no es como si yo fui quien me le lancé. Tú no lo entiendes.

—No te buscó porque te amara, te busco porque estaba borracho y quería sexo.

Valeria sonrió

—¿De qué te ríes?

—Suenas exactamente igual que una amiga. Me decía lo mismo. Cuando era más joven. Descuida Jessi, no voy a lastimar a tu jefe. —Comentó sarcástica. ¿Por qué todos estaban empeñados en protegerlo a él tanto?

—Sé que te acabo de conocer hace un tiempo muy corto pero la verdad es que yo lo único que quiero es que no te lastimes tú.

—Lo tomaré en cuenta. —Se acercó a la orilla, y salió. Lamentó no haber traído toallas. Se abrazó a sí misma.

—Volvamos. Ya ha pasado mucho tiempo. —dijo Jessi, aunque aún ella seguía en el agua.

Ocho de la noche. Madison aún esperaba noticias de Ben. Estaba sentada en la casa de los niños, en el desayunador de la segunda cocina. Su quijada está apoyada de ambas manos y mira desganada a Valeria prepararle un sándwich con mantequilla de maní y banano, y uno de jamón y queso para ella.

Tati entró a la cocina, con el niño en sus brazos y recostado de sus hombros casi durmiéndose. Buscó una botella de agua y volvió a desaparecer.

Valeria, quien había estado muy triste, al igual que Madison, toda la semana —aunque por razones distintas pero mismo autor—, sonrió para sí misma.

—¿Por qué sonríes?

Valeria levantó la vista, sorprendida.

—¿Perdón? —preguntó un poco atrapada en su pensamientos.

—¿De qué sonríes? ¿Qué te causó gracia? Estabas allí preparando el sándwich, untando la mantequilla y has sonreído, ¿por qué?

A Valeria no le pareció contarle.

—Tengo una hermana de tu edad y me acordé de ella —mintió.

—¿Qué haces aquí?

—Trabajo —respondió con el mismo tono de voz.

—¿Por qué viniste a buscar trabajo aquí?

—Un amigo me dijo. —Se alzó de hombros.

—Desde que tú llegaste, mágicamente, Ben ha dejado de venir. Es claro que tu presencia aquí le incomoda, y es tan buena persona que no te echa a la calle. Vete.

Valeria puso el pan frente a la niña con amabilidad.

—Aquí tienes Madison. No soy tu enemiga.

Madison miró a Valeria con el ceño fruncido, y un poco enojada empezó a comer.

—¿Y por qué tienes que ser tú quien me cuide? Tati es mejor.

—Entiendo. Hablemos con Santa. —Valeria se mordía la lengua para no arremeter contra esa niña. Que perra había resultado ser.

—No hace falta. Estoy segura que te irás pronto. —Madison tomó el pan, miró a Valeria y empezó a comer—. ¿Y por qué llorabas frente a mami?

Santa apareció en la puerta de la cocina.

—Samy, acompaña a Madison a su habitación, después quiero que vengas al comedor de afuera, te esperamos.

Valeria miró a Madison. No siguió la conversación con ella, esperó que terminara de cenar y la llevó a su habitación.

Santa esperaba a Valeria afuera, sin nadie más.

—Quiero que vengas conmigo, voy a mostrarte algo.

—Claro. —Valeria le contestó. Caminó junto con ella. Casi todos dormían ya. Se metieron a la casa del jefe, y subieron a su habitación.

Allí Santa cerró la puerta y caminó hasta una cómoda y buscó algo en la gaveta.

—Sé lo decepcionada que estás. —Santa decía sin dejar de buscar.

Valeria se cruzó de brazos, exhalando. Era como si Benjamín les había lavado el cerebro a todos en esa finca y había hecho que todos le adoraran y le defendieran. No entendían lo mala persona que era.

—Eso no es verdad.

—Jessi me dijo que no sabías por qué estabas aquí.

—Sí, es verdad. —Asintió.

—Estás aquí porque lo amas.

Valeria negó sonriendo, realmente cansada. Tal vez esa era la razón por la que había ido, pero la razón por la que había permanecido allí era una sola, y esta era porque lo iba a hacer sentir miserable, y después se iba a ir.

—¿Lo has visto?, ¿te has detenido a mirarlo? En sus ojos no hay vida, sus ojeras son tan oscuras, vive mal.

—Santa, gracias. —Ya estaba apurada. ¿Desde cuándo a Santa y Jessi le importaba su vida amorosa? Tal vez a las dos le había encantado la historia, pero no era algo sobre lo cual obsesionarse.

—Mira esto. —Sacó una fotografía.

Valeria tomó la fotografía. Ella de diecisiete, con una gran sonrisa en la boca y su cabello liso, con los labios de rojo y los ojos brillantes. Ben tenía su mano en la cintura y miraba a la cámara serio, se veía tan joven y lejano. Le dio nostalgia.

—Tú eres esa, no me cabe duda, ¿verdad? Estás tan diferente. No diría que son la misma persona. Pero al contarnos a Jessi y a mi esa historia, la existencia de esta fotografía vino a mi cabeza, y supe que no mentías.

—Esta foto no significa nada. —Soltó la foto encima de la cómoda.

—¿Qué la cargue con él y la tenga en su cuarto? —Sonrió—. Le ordenaba sus cosas y encontré la foto, cuando vio que la estaba mirando me dijo que tuviera cuidado con ese recuerdo.

—No significó nada para él.

—Estas confundida. El amor siempre triunfa. —Le tomó las manos frías a Valeria, sonriéndole, sus cejas pobladas estaban alzadas y sus ojos canela brillaban.

Valeria no podía más con toda la presión que le estaban poniendo encima.

—Santa lo siento, me voy a ir. Necesito dormir un poco.

Antes

—¡Nina! Mil gracias, nos vemos mañana, ¿está bien? —Valeria le sonrió a Nina con una funda de plástico en la mano, dentro estaba maquillaje que ella le regalaba. Era lápiz labial y rímel, sus utensilios favoritos que ahora utilizaba para ir a citas con Benjamín.

—Sí, como digas.

—Sabes que te quiero. —Entonces la abrazó fuerte y le besó la mejilla.

—Sí, ya, vete a la casa, quítate el uniforme y baja a casa de Marian, tendremos un junte allá. —Le ordenó, sin dejarse contagiar la felicidad.

—Ay —dijo sin borrar la sonrisa—, como te dije nos vemos mañana en la mañana, hoy no puedo ir. Estaré con Ben, pero en la mañana él siempre duerme y me gusta dejarlo descansar.

Nina rodó los ojos, no le interesaba la vida de ese muchacho. Todavía no aceptaba la relación, nunca lo iba a hacer. Ella quería que terminaran, y que él dejara a Valeria en paz.

—Lo siento mucho, ¡adiós! —Movió las manos, y después se volteó para irse.

Nina se quedó mirando cómo se alejaba Valeria con su cartera del colegio al hombro y su cabello recogido en un moño bajo, la funda de maquillaje en su otra mano. Negó para sí misma decepcionada.

—Hola nena.

Nina volteó al otro lado para saber de dónde provenía la voz, no la espantó, ya casi nada le causaba espanto. Un muchacho de por lo menos su edad, estaba parado observándola con una sonrisa seductora. Tenía tiempo allí, observándola a las dos, era solo que Nina no le había prestado importancia a su presencia.

—Casi, es Nina, y hola, ¿quién eres tú? —preguntó precavida y curiosa.

—¿Sabes quién es La Sombra? —respondió con una pregunta.

Nina exhaló, ese tipo le saltaba donde sea.

—Quisiera no saber quién es, créeme.

—¿Dónde vive?

—Por allí. —le respondió desganadamente.

—¿Y sabes algo más de él?

Lo miró con los ojos abiertos, hastiada y con desprecio.

—¿Piensas que soy su amante? Yo no sé de eso.

—Pero tu amiga, la que se acaba de ir, ¿no es una de sus amantes?

Ella rodó los ojos, se iba de al lado de ese tipo. Un poco sorprendida, de pronto, de el hecho de que la gente ya se estuviera empezando a dar cuenta de la relación de su amiga y La Sombra, y tal vez lo que más le molestaba es que no la llamaran como su novia, sino como una de sus amantes.

—Oye, no he terminado, hay algo para ti si me ayudas. —Le mostró un fajo de billetes escondido en el jacket que tanto apretaba a su cuerpo con las manos.

Nina se interesó demasiado.

—Te escucho.


***Vitilla: Un tipo de juego de pelota, en vez de un bate un palo, y en vez de una bola, tapas de botellas de plástico.


Plancha: Juego infantil con unos cuadros y números dibujados con tiza en el suelo.***


N/A: HOLA! 

Perdonen mil por tan tarde. Este capitulo es... revelador. ¿El amor se rinde? 

Nos vemos pronto. Recuerden votar si les gustó.

Hey... Nina...

Besos, and ilyall♥♥♥

***NOTA: ESTAMOS A MUY POCAS LECTURA DE TENER 300,000! WOW. MIL MILLONES DE GRACIAS♥♥♥♥***

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro