Capitulo 13: En las cenizas.
—¿Puedes explicarme cómo es que todos esos niños son hijos de Ben? —Valeria lanzó la pregunta. Eran las seis de la mañana y el sol salía con vergüenza. Aun así, la recién llegada mañana estaba muy clara y el aire olía a verano. El césped tenía un color melancólico y el trotar del caballo que montaba la niña Madison era como una extraña música.
Jessi estaba sentada junto a una Valeria no vestida de niñera. Su mochila seguía encima de la cama y se había escapado antes de que Santa la interceptara. La señora le había dicho que tenía que hablar seriamente con ella antes de que siquiera pueda plantear renunciar a su trabajo que solo duró media hora.
Al escaparse se encontró con Jessi, quien se vestía con unos jeans y su camiseta del uniforme, un abrigo sencillo encima y unas botas. Minutos después descubrió que no importaba si era verano a la puerta, en esa finca siempre hacía frío en las mañanas y en las noches. Según lo que dijo Jessi, se dirigía con Madison a montar caballo.
La niña, supuestamente, montaba caballo todos los domingos en la mañana, y alguien debía acompañarla.
Además de un entrenador que corría a la par con el hermoso caballo de Madison, solo ellas dos estaban en ese lugar, sentadas en un banco en una zona segura viendo de lejos a Madison.
—El patrón es una persona muy dulce. Se ha hecho cargo de todos esos niños, primero fue con Madison y después con los demás.
—¿No son de él?
—Sí son de él. Pero no biológicos. Que yo sepa él no ha tenido hijos, ¿por qué te ha puesto esa noticia tan feliz? —Valeria borró esa sonrisa delatadora que se había dibujado mientras Jessi hablaba—. ¿Por qué te puso tan triste anoche el malentendido?
—Ay Jessi, es una larga historia. No tengo ánimos de contar.
—Bueno, está bien. —Jessi dijo—. Pero si tu objetivo es ver al jefe, no te vayas esta tarde. Quédate.
—Gracias. —Valeria sonrió a medias.
○
—No le digo esto a muchas personas. Pero yo sé qué clase de negocios tenía el señor jefe antes de venir a esta finca. ¿Ves toda la gente que trabaja aquí? Son muy del campo para hacerse preguntas, les gusta vivir aquí y no conocen nada más afuera. Llevan viviendo aquí el doble que el señor jefe, él llegó apenas hace unos años, que compró la finca al antiguo propietario, se fue, y ahora volvió de repente. Los muchachos están grandes, y la gente sigue igual. Pero yo sé que tiene a personas vigilándonos.
»A ver si entiendes, aquí me pagan bien, puedo pagarles la universidad a mis hijos y puedo mantener a mi anciana madre y sus gastos médicos. Una niña amiga de Alejandro no hará que lo pierda todo. No sé quién eres, ni a qué viniste. A mí no me importa si cambiaste de opinión, pero no te vas a ir de aquí de un día a otro, como una turista, las personas que me vigilan dirán que infiltré una espía. Todos aquí saben que le pasa a los traicioneros.
—Lo siento. —Valeria se cruzó de brazos, un poco atemorizada por su tono de voz.
—Espera que se acabe el verano. Di la excusa de que te contraté porque en verano las cosas son más apretadas, los niños molestan más porque no asisten a la escuela y necesito más personal. Después vete, si quieres.
○
Supuestamente Madison tenía doce años, pero no actuaba como una niña de doce. Ni siquiera jugaba con los niños que se suponen eran sus hermanos. Se pasaba toda la tarde en la piscina nadando, y salía solo a veces a comer.
Valeria estaba sentada en una de las sillas plásticas cuidando de ella. Madison salía por tercera vez, y esta vez se tiró en la silla desplegable al lado de Valeria. Se puso sus gafas e hizo una mueca con la cara. Usaba un bikini rosa pálido, y su cuerpo de niña lo mostraba como si fuera más mayor. Le hizo recordarse a sí misma y el hecho de que a la edad de Madison, Valeria nunca se le hubiese ocurrido vestirse así.
—Eres extraña. —Madison dijo—. Muy extraña, Ben no me dijo que habría más niñeras.
—Uhm...
—No sabes que decir, ¿verdad? —La niña dijo soezmente—. Tengo una semana de perros, Ben no volverá este fin de semana. Estoy tan triste y de mal humor.
—Perdón.
—No lo entiendes, es mi cumpleaños este domingo, y él no la pasará conmigo.
—¿Lo quieres mucho?
—Claro. —dijo como si fuera obvio.
Valeria no supo que responder, solo que ella también estaba triste porque Ben no vendría esa semana.
—¿Qué días viene Ben?
—Solo viene los domingos. Estrictamente los domingos. —Madison explicó—. Y estaba tan entusiasmada porque mi cumpleaños caía ese día.
—¿Qué planeaban hacer?
—Haríamos una barbacoa de seguro con todos. Mis amigas iban a venir, y todo iba a ser tan lindo. —Madison se lamentó—. Y estoy tan segura de que tú eres la culpable de mi mala suerte. —Se bajó las gafas de sol—. Me das una mala espina.
—Wow. —Valeria se sorprendió—. ¿Cómo te muestro que no soy tan mala persona?
—Vete. —Miró por encima de sus lentes de sol—. A ver si me llega la buena suerte.
—Madison, ¿te cuento algo? nunca tuve una fiesta de cumpleaños. Solo tengo veinticuatro años, pero aun así es mucho sin tener un cumpleaños celebrado. —Valeria se recostó de la silla, mirando al cielo con las nubes dispersas.
—Bueno. ¿Y? No me importa. —La voz de Madison le pareció irritante por un segundo a Valeria, bajó la mirada para ver a la niña en la misma posición. ¡Pero que maleducada era! Tenía que morderse el labio, solo tenía doce.
—Sería un placer organizar tu fiesta de cumpleaños, y puedes seguir invitando a tus amigas. Creo que Benjamín se sentirá bien si le guardas algunas fotografías para la próxima semana. Tus hermanos y los demás pueden todos participar.
La niña no se dio cuenta de que su niñera Samy le dijo el nombre completo de Ben, porque estaba concentrada en la excitante idea de una fiesta de cumpleaños con sus amigas en la casa. Ben nunca le haría algo semejante.
—¿Qué? ¿Es en serio? —Se levantó del espaldar de la silla, mirando a Valeria a los ojos.
—¡Claro!, ¿te han celebrado alguna vez un cumpleaños?
—Tampoco. —Se quitó los lentes de sol—. Casi igual que tú.
—Bueno, entonces, ve a cambiarte y organicemos tu fiesta de cumpleaños Madison. —Valeria le tocó la rodilla amistosamente.
○
Eran las siete de la noche de un viernes nublado, no había estrellas y los niños pequeños estaban siendo acostados por Tati. Oriana recortaba unas flores de papel de diversos colores, y Jessi cosía las letras que iban a colgar del techo. Valeria simplemente observaba unos disfraces que Madison acababa de poner en su regazo.
—¿Y qué es esto? —Valeria preguntó—. ¿Para quiénes son estos vestidos de princesas? —Los levantó con la mano, uno más corto que el otro—, una funda cayó, que estaba dentro de la funda de los vestidos, la alzó rápidamente y vio pisa pelos con orejas de gato y bigotes falsos—. ¿Para quiénes son estos?, ¿los niños?
Madison entrelazó los dedos de sus manos y le sonrió a Valeria. —Querida Valeria, eres muy buena organizando fiestas, pero creo que se te olvidó algo muy importante: la animación. Tú, Oriana, y Jessi se vestirán como: una hada madrina, una gatita, y una ayudante de la princesa, que soy yo. Así la fiesta se verá más colorida y animada.
—Wow. —Oriana dejó las tijeras en el piso—. Tienes que estar bromeando cierto, esos disfraces son ridículos.
Madison la miró con disgusto.
—¿Cómo que ridículos?
—Ridículos. —Jessi repitió, sonriendo.
—Creo que son tiernos, pero muy pequeños. —Valeria dijo observándolos de nuevo
—Y van acompañados de bigotes, coronas, varas mágicas. Jessi, tú serás el hada madrina, Oriana tú serás mi ayudante, y Samy, tú serás la gatita.
—Oh. —Valeria dijo fingiendo la sonrisa. De todos los disfraces, era él más ridículo. Repitió mentalmente las palabras de Oriana, quien según la vio de reojo se había provocado con la reacción de Valeria. Tal vez esa niña Madison si estaba en contra de Valeria y ni siquiera la conocía del todo bien. A duras penas tenía desde el martes allí.
—¿Tienes algún problema Samy? Esta fiesta fue tú idea. —Madison recordó.
Valeria se rascó el cuello. Quizás las únicas personas amables allí eran Santa y Jessi, a juzgar por la mirada de compasión que Jessi le dio a Valeria.
—No, descuida. ¿Qué tenemos que hacer? —La miró.
—Oriana recibirá a los invitados. Jessi dará las bolsitas con dulces de regalo y tú cuidaras a los pequeños. No quiero que ellos arruinen la fiesta. Pero tienen que estar al menos unos minutos en ella para que después no lloren y me acusen con Ben. El plan es el siguiente: tú llevaras a los niños a la fiesta unos minutos, ellos comerán bocadillos y vas a bailar con ellos dos canciones saltando y bailando, después ellos estarán tan cansados que lo llevarás a dormir a sus habitaciones, y los vigilaras hasta que acabe la fiesta. Fin.
—Oh. —Volvió a decir Valeria. Más herida que antes. Esa niña podía tener solo doce años, pero planeaba cosas malas, como Sabrina la muchacha del colegio.
—¿Tienes algún problema, Samy? —Madison repitió.
—No —dijo tranquilamente, después de unos segundos volvió a tomar los disfraces en la mano—. Eh, chicas, vengo en seguida, beberé agua.
Madison alzo su dedo índice.
—Y otra cosa, le dije a Santa que la fiesta iba a ser en la casa de Ben porque así lo decidiste, es más espaciosa y que iba a aprovechar la oportunidad de que Ben no vendría. Ella está un poco enojada, habló de despedirte. Espero que eso no pase Samy, me caes bien después de todo.
Valeria terminó de levantarse y dejó los disfraces encima de la silla donde estaba sentada. Jessi salió detrás de ella, y la alcanzó en el patio. Valeria se pasó la mano por la nariz, y abrió la puerta de la vivienda de las niñeras.
—Samy.
—¿Qué quieres?
—Madison es así. Tuvo una infancia difícil antes de llegar aquí. Ella no está buscando hacerte sentir mal, tiene solo doce. —Jessi se excusó.
—Es una niña un poco inmadura. No estoy enojada con ella, solo me dio sed. Y estoy algo cansada. Creo que voy a dormir.
—Descuida, asumiré toda la responsabilidad de la casa. Diré que fui yo la de la idea.
—Gracias Jessi, pero no es necesario. Recuerda que también me quiero ir de aquí.
—Está bien. —Se alzó de hombros, le tocó el hombro a Valeria—. De igual forma tienes que volver a ayudarnos con los preparativos. Madison tiene que ver que tú no eres una amenaza para ella y que estás dispuesta a ayudarla.
Valeria negó con la cabeza. —No puedo creer que voy a usar esa horrible nariz de gata, ¿has visto el tamaño de esas orejotas? Nunca he visto un gato así. Parece una rata. Ella lo eligió adrede, seguro.
—Calma. Te daré mi mascara de hada madrina y yo usaré las tuyas. Vas a ver lo fantástico que será la expresión de Madison. Y será tu pequeña venganza. —Se entusiasmó con la idea.
—Gracias Jessi. —Valeria sonrió ampliamente.
De vuelta al salón donde estaban Oriana y Madison, Valeria continuó con lo que estaba haciendo. Después de todo, Madison solo era una niña.
○
En el cumpleaños número trece de Madison habían muchas personas para esa casa estar en el medio de la nada. Con la ayuda de Santa, más de cinco amigas de Madison consiguieron permiso para una pijamada en su habitación al acabarse la fiesta, y unos amigos del colegio habían venido en el transporte que ellos habían contratado.
Además, con todo el personal de la finca, la sala de eventos de esa casa estaba llena de gente. Al menos unas treinta personas.
De todas formas, con las diez personas de la edad de Madison bailando y cantando en el karaoke con ella, la niña ya se veía suficientemente feliz. Verla así jugar con sus amigas les hacía recordar que todavía no era una adolescente madura, sino que todavía le quedaba lo infantil.
Valeria la observaba de lejos, estaba a un rincón agotada con una de las niñas en los brazos. No había bailado tres canciones como había acordado Madison, ya que los niños estaban muy energéticos y se encontraban bailando su última canción, a excepción del último bebé que ya había caído dormida, acostada en una colcha tendida en el piso.
Tenía que tener cuidado al sentarse, porque, si bien los disfraces a Jessi y Oriana le quedaban bien, no contaron con que con la altura de Valeria el suyo le quedaría demasiado corto. La suerte era que estaba con los niños, y no cerca de los amigos de Madison que se pudieran distraer con desear que se viera un poco más.
Justo cuando la última nota de la canción de los niños sonó, en el salón principal se abría la puerta y el jefe y sus hombres entraban al lugar.
Sorprendido Benjamín, buscó explicaciones, ¿Por qué había una fiesta de adolescentes en su casa?
De inmediato vio a Madison, quien fue corriendo a abrazarlo.
—¡Ben!
Él no pudo hacer más que abrazarla también.
—Feliz cumpleaños, Madison. —Besó su frente y volvió a abrazarla.
La fiesta se había paralizado, todo el mundo observaba al jefe, incluyendo los acompañantes de Ben. Madison tenía los ojos cerrados. Ben estaba caliente, como con fiebre, y olía mucho a alcohol. Sabía de más que no se encontraba muy bien. Pero no era tanto su culpa, pensó que no volvería ese domingo, entonces, ¿por qué volvió?
A unos pocos metros de ellos, estaba Santa hablando con unos de los hombres del jefe. Al parecer, todos a unanimidad decidieron por el jefe, él estaba mal, muy borracho y pocamente se podía mantener de pie.
No podía amanecer en la calle y amenazar con salir de madrugada a hacer disparates en la calle. Ellos ya no podían más.
En la finca, cuando el jefe estaba así, solo estaba rodeado de todo su personal, sus hijos, y un vasto bosque de hectáreas y llanuras. Nada más. Nadie le iba a hacer daño y nadie se iba a burlar de su miserable vida y su aspecto deplorable.
Madison le presentaba a sus amigos a Benjamín, y no le importaba ni un poco, o ni siquiera notaba, el aspecto lamentable de Ben.
En el cuarto paralelo, Valeria regresaba de llevar a los niños a la otra casa junto con Jessi, solo volvían para buscar los zapatos que habían quedado en el suelo, después de que los niños se lo quitaran para bailar.
Sin embargo, con los zapatos en la mano, Valeria no pudo evitar mirarlo. Se quedó allí, casi oculta, observándolo a espaldas de ella y la mano de Madison encima de su hombro, que le quedaba un poco alto. Aunque estuviera un poco jorobado. Desde ahí se veía tan mal.
«Qué bueno» pensó en sus adentros. «No soy la única que la está pasando mal»
—Samy, deja de apretar los zapatos, lo vas a dañar.
Valeria dejó de mirar a Ben y miró a Jessi, quien la halaba para que ella fuera con ella a la casa de los niños.
Entonces cuando dejó de mirar a Ben, éste volteó al sentir que unos ojos lo habían estado mirando, las piernas descubiertas de la muchacha vestida de hada llamaron su atención, estaba de espaldas, pero su cabello le traía recuerdos.
Madison le seguía hablando y él se había quedado mirando la puerta por donde salieron las niñeras de los niños.
Luego de apagar la fiesta, mandó en transporte a todos los niños a sus casas. Madison los acompañaría, junto con Santa y la otra muchacha de cortos cabellos.
De pronto, el ambiente de fiesta fue reemplazado por uno de silencio y concentración para recoger el desastre de la fiesta sin autorización que alguien había organizado en la casa del jefe. Quien estaba agotado, y casi a un litro de distancia de tener un coma etílico.
Valeria y Jessi estaban sentadas en uno de los comedores de afuera de la casa de servicio. Jessi estaba de pie con Valeria.
Ella miraba sus manos, aún con su máscara de hada en la cara.
—Voy a dormir Valeria. No quiero estar despierta cuando empiecen los gritos del jefe a Santa.
—Me quedo. —Valeria dijo. Sin pensarlo.
—Sé que lo querías ver, pero alcoholizado no es muy bueno.
Valeria se alzó de hombros.
Jessi negó para sí misma y se fue. Valeria se levantó y caminó de nuevo a la casa de Ben. Entró por la cocina, vio de lejos a personas barriendo la sala, siguió de largo por el pasillo, que según recordaba, guiaba a una sala de multimedia, allí los amigos de Madison vieron una película al llegar. Ya todo estaba limpio e impecable.
¿Qué estaba haciendo?, ¿Qué estaba buscando? Tenía que salir de allí antes de que Santa regresara y le reclamara por estar metida allí sin hacer nada. Se dio la vuelta y observó que en el extremo por donde había entrado, una figura pesada y quejumbrosa encendía un cigarrillo.
Él la miró.
—Hola.
Esa voz le congeló el pecho a Valeria. La había descubierto y de la peor manera. Se quedó muda. No pudo hablar.
—¿Eres nueva aquí? No recuerdo haber escuchado de ti.
Él utilizaba ese tono de voz muy nuevo para ella. Parece que no la reconocía. ¿En serio?
Aun no se movía, él en cambio caminó hacia ella.
Cuando subía las escaleras a su cuarto la vio entrar por la cocina, caminó detrás de ella para ver hacia dónde se dirigía. Ahora la tenía acorralada, no podía salir sin mirarle a la cara.
—¿Cuánto te paga Santa? —Le cuestionó. Ella seguía sin responder. Cuando llegó a estar a escasos centímetros de ella, pensó en una oferta—. Lo que sea que te pague, te daré tres veces más, si aceptas venir conmigo.
Ante la oferta, se le secó la boca. Él se rió al ver que los ojos de ella se abrieron. Lo pudo ver a través de la máscara.
—¿Por qué la sorpresa? Eres mi tipo de chica. Así, muda y bonita, con piernas como las tuyas. ¿Qué me dices?
—¿Le pides eso a todas tus niñeras? —La muchacha esa susurró, en un tono de voz muy fingido y a baja voz, pero que no dificultó que este escuchara. Y de si entendió lo que dijo la enmascarada, sí, pero no detectó su tono de voz herido y ofendido, ¿Cómo él la trataba así? Ella no era una oportunista ni nada por estilo, había ido a buscar a esa finca el hombre a que amaba, y quien estaba frente a ella era un tipo acabado, que no reconocía para nada. Lo único que tenía en común con ella era la increíble pena con la que cargaban.
El jefe de la finca, le dio una calada al cigarrillo lentamente, se veía que pensaba lejos. Ella arrugó la nariz, dio unos pasos atrás.
Benjamín entrecerró los ojos, tomando el mensaje, y se fue.
Valeria no se movía. Había sido extraño todo eso. Justo cuando decidió marcharse, Ben había vuelto, sin cigarrillo en la mano. Se acercó a ella y le susurró.
—Sígueme. —La tomó de la mano.
A esa hora, los designios de la fiesta estaban borrados, y solo el personal susurraba la sorpresa llegada del jefe cuando dijo que no iría. Ya tenía varios fines de semana así, muy mal, y con la misma pena que cargaba.
Él era infeliz, y eso a ellos le molestaba, ¿Cómo iba ser el infeliz? Era millonario, tenía todo lo quisiese a la palma de su mano, aún era muy joven y todas caían a sus pies.
Entonces, ¿Qué le faltaba? todos ellos lo ignoraban. No sabían que sobre todas las cosas, él estaba vacío, porque se lo habían quitado todo, su mamá a muy temprana edad, a su papá poco después se lo llevó una señora, el amor de su vida se iba a casar con un hombre que él no conocía, y todo su barrio, todas sus memorias, yacían enterradas en las cenizas.
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