Capitulo 11: Una última oportunidad.
Capitulo 11: Una última oportunidad.
Parecía como cuando duermes muy temprano en la tarde y, al despertar, piensas que ya amaneció pero sigue siendo la tarde del mismo día.
Era tal su confusión que le costaba decidirse si lo que sentía en sus rodillas era el ruedo de su vestido siendo movido por el viento mientras se dirigía a la casa de La Sombra en una tarde, justo cuando el sol se ocultaba y solo quedaba segundos de luz, o era solo ella, a los veinticuatro años, yendo camino a casa de Estefani, con un nerviosismo que hacía vibrar sus nudillos.
Realmente no importaba si no estaba segura de en qué época se encontraba, al encontrar donde solía estar la casa de Ben cercada con una verja, y al lado de la casa, la de Estefani, pintada de otro color, y con ligeras remodelaciones, la hizo pisar en la tierra.
—Buenas tardes. —Llamó, alguien adentro se movió, y llamó al nombre de "Diana" varias veces, luego de unos segundos de Valeria esperar, una señora de unos cuarenta y tantos se paró al otro lado de la rejilla con candado.
—¿Hola? —preguntó. Extrañada de que una chica así estuviera por ese barrio. Quizá antes no, pero ahora, con ese pantalón jean sin roturas, esa camisa bien planchada y bonita. No era de por ahí esa muchacha, entonces, ¿Qué hacía de visita?
—Hola, soy Valeria. Estoy buscando a Estefani.
—¿Estefani? Aquí no vive ninguna Estefani. Adiós.
Se daba la vuelta.
—¡Espere! —Llamó Valeria—. Tiene un lunar encima del labio, con el cabello rizado, indiecita.
—Aah. —Pareció recordar—. ¿Hablas de los antiguos dueños?
—Sí.
—Vendieron todo. Creo que se fueron del barrio. La muchachita ésta muy simpática, Estefani, sí... creo que tengo su número, o el de su mamá. Si me esperas aquí. —La señora siguió hablando a medida que entraba, Valeria miró a los lados y después de unos minutos de espera, se marchó.
¿Cómo le estará yendo a su mamá? Tiene muchos días que no habla con ella y que no le manda dinero desde que perdió el trabajo hace un mes o más. Pero seguro le estará yendo bien, hace unos meses se había juntado con un hombre nuevo al que sus hermanos menores le llamaban "papá".
En cuanto al papá de Valeria, él seguía en la capital, y estaba muy cómodo y ocupado con el trabajo que tenía y yéndose a gastar lo ganado los fines de semanas con mujeres y alcohol. Al menos la ayudó a que se graduara de la universidad, no se podía quejar.
Se sentó con los ojos cerrados. Estaba ahora en la casa de Nina. No sentía lastima de haberse ido sin despedirse de la señora que vivía ahora en la casa donde se supone que debía vivir Estefany. La verdad es que le daba igual. Los gritos de una beba al fondo, los susurros de su padre quien la cargaba en sus brazos, el olor a café recién hecho encima de la mesa, justo en frente de ella, y finalmente el sonido que hizo la silla de Nina al ella sentarse.
Valeria abrió los ojos.
—¿Qué te ha hecho volver de nuevo?
—¿Dónde está Estefany?
—Ah. Se mudaron para un mejor sector, vendieron todo. Estefani es maestra ahora, tiene como tres cheques del gobierno.
—Oh.
—Argentina tampoco está por aquí. Es fiscal. Y se mudó a un lugar muy bonito. No tiene hijos pero está casada.
—Tal parece ser que solo tú estás aquí. Ya esto no es lo que solía hacer, amiga.
Valeria se refería a todo.
Nina se terminó de beber el café.
—No, que va. Rose vive a dos cuadras, volvió al barrio casada con el tipo del bochinche cuando el bebé, ya eso ni se recuerda, se le ve feliz pero está acabada, como con cinco muchachitos.
Valeria se rio un poco sin ganas.
—Qué graciosa eres.
—Marian sigue en su casa, tal donde las dejaste, y ya, esas son las personas que más tú conocías. —Nina se levantó un segundo, dejando a Valeria allí sentada.
—Y Benjamín.
Dejó caer su nombre así, esperando que no tuviera mucho peso en el aire.
Nina venía de ir a buscar a su hija de los brazos de su esposo.
—Sí, pero no es importante, jamás lo he vuelto a ver.
—Yo lo vi. Volvió.
—Si volvió, no fue para acá. Y mejor ni lo busques, te ves bonita así como estás ahora. Al fin la pubertad te hizo justicia.
Ambas rieron.
—Ay. —Expresó con nostalgia—. Extraño esos tiempos, cuando éramos niñas y no teníamos problemas. Yo te defendía de los muchachos que se burlaban de ti.
—Les decías enanos. —Valeria sonrió.
—Al menos Gregorio nunca se burló de ti.
—Ni Ben.
Nina rodó los ojos.
—¿Dónde está Gregorio? Quisiera ir a visitarlo.
—Te llevaré. —Bajó la niña para darle el pecho—. ¿A qué has venido Valeria?, ¿y por qué traes esa mochila?
—No es nada. En unos días debo volver al trabajo. —Mintió.
Nina la miró sospechosa y Valeria miró y sonrió a la niña en los brazos de Nina, que mientras amamantaba miraba con los ojos bien abiertos a Valeria.
Después del café, y de dormir a la niña, Nina acompañó a Valeria a la casa de Gregorio. Estaba justo al otro lado del barrio. Cerca de la Iglesia Monte Nazaret. Era un local de vender ropa y unos niños rubios estaban jugando en la acera con unos carritos.
Valeria se acercó y los niños la miraron.
—Hola niños.
El más grande, como de cinco, entró a llamar a alguien adentro, y el más pequeñito se quedó mirándola anonadado.
—Hola. —Una muchacha trigueña y bajita, como más joven que Valeria, vino al encuentro—. ¿En qué puedo servirte?
—Soy Valeria.
—¿Sí?
—Estoy buscando a...
—¿Valeria? —Una voz preguntó, a los segundos salió Gregorio por la galería de la casa, fue a abrazarla sin dejarla respirar—. Dios mío. —La soltó, y después dejó la mano en su hombro—. Erín, ella es Valeria.
—Sí, me di cuenta.
—Valeria, ella es Erín, mi amada esposa, y estos son mis hijos.
Valeria se bajó a saludarlos y pincharles los cachetes.
—Son tan lindos. Me encantan. Mucho gusto, Erín. —Valeria ofreció su mano, y después tomó la de Erín ya que ella aún estaba precavida—. Nosotros nos conocemos desde niños, desde que hace siete años me fui de la ciudad. Quería pasar a saludarlos. —Sintió que debía dar explicaciones.
—¿Y cómo te está yendo?
—Bien, lo usual. —Valeria respondió.
—¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? —Preguntó.
—Sí, por favor, necesito hacerte unas preguntas a solas por favor.
Gregorio guio a Valeria a la tienda. Erín mandó al niño de cinco años a espiar, para saber.
—¿Dónde está Ben? —Antes de que dijera algo, levantó la mano—. Sé que tú sabes.
Gregorio se entristeció solo un poco.
—Valeria, dejé a los surcuros hace tiempo. Hubo pleitos y crisis, perdimos casi todo. Me dejaron ir y pude empezar una familia sana. No sé dónde está Ben, y también si supiera no te lo dijera Valeria. ¿Te acuerdas que lo prometiste?
—Gregorio, por lo que más quieras, olvida lo que prometí. Necesito conseguir a Ben.
—¿Quién te dijo que volvió? La última vez que escuché hablar de él, él estaba fuera del país, en sus buenas.
—Volvió. —dijo ella—. Fue donde yo vivía una noche, después se fue pero necesito hablar con él.
Gregorio se rascó la cabeza.
—No puedo ayudarte, porque no sé dónde está. Ben es inalcanzable ahora. Lo siento.
Valeria desvió la mirada al piso y dio unos pasos. Se pasó la mano por la cara.
—Está bien, pero ya estoy grande, y ya sé lo que es bueno para mí. Si yo quiero encontrar a Ben y tú tienes un poco de poder para ayudarme, no deberías dudar en hacerlo. Te necesito. Quizá es la última oportunidad que tenga para completarme. Cuando Ben me dejó hace años, si no hubiese sido por ti no hubiese podido continuar, ahora es tu decisión de nuevo. Ayúdame.
Gregorio la miró unos segundos, cargó a su hijo que abrazaba su pierna derecha.
—¿Te has casado, tienes hijos, una familia?
—No tengo a nadie, sino a Ben.
—Yo de verdad que no sé dónde está Ben, pero puedo ayudarte a conocer el tipo que si sabe dónde está.
○
Después de que Gregorio convenciera a Erín de que Valeria ya no era una amenaza para la estabilidad de su familia y su hogar, él acompañó a Valeria hasta el edificio de Claudio, ubicado clandestinamente al lado de un bar caudaloso y las demás casas casi derrumbándose sobre ellas mismas.
El edificio de cinco niveles yacía allí estático, quizá fue desde el momento en que Ben puso un pie en ese edificio, su vida quedó marcada para siempre.
—Es allí. Se llama Claudio el tipo con el que vas a hablar.
—Sí, sé quién es. —Valeria respondió aun mirando el edificio—. ¿No me vas a acompañar?
—Valeria... —empezó él—. Sabes que yo a ti te amo desde hace tiempo ya, y que eres especial para mí. Pero hace tiempo me salí de este mundo, no es quien soy ahora y no quiero ni siquiera pisar allí. Tengo hijos y esposa, ahora tengo que cuidar de ellos. No quiero que haya duda de que no estoy metido en estos negocios.
Valeria dejó de mirar el edificio, miró a Gregorio, y después abrió la puerta del carro, antes de salir, miró al frente.
—Muchas gracias Gregorio, —Soltó la puerta y lo apretó fuerte—, yo también te amo. Eres el mejor amigo que jamás he tenido, me cuidas y te preocupas por mí, aun así me ayudas a ser feliz. —Besó su mejilla.
—Solo espero que no salgas lastimada.
—Ben no dejará que me hagan daño. —Se arregló el cabello, poniéndoselo detrás de la oreja.
—Eso es lo que me preocupa, Ben no necesita que nadie te haga daño, él se encarga de hacerlo solo. Todavía recuerdo como llorabas. Recuerdo cuando él exhibía las cosas que te hacía y tú torpemente tratabas de ocultarlo. Eras una niña y él te estaba destruyendo, te dejó sola, de alguna forma lo has superado y ahora vuelve a jodernos a todos la existencia.
Valeria se quedó seria.
—Él solía ser tu amigo.
—¡Todavía es mi amigo!, pero escucha bien Valeria, por eso no consiento que le haga daño a mi otra amiga. Eso nunca lo haré.
—Está bien. —Lo detuvo—. Te veré después. —Besó su mejilla de nuevo, y se bajó.
Los recuerdos que ella guarda con Ben nunca serían vergonzosos o tristes, esos recuerdos eran su única fuente de felicidad, antes pensaba que, el que él no le dijera que la amaba cuando lo hacía era lo peor que le podía pasar, después descubrió que lo peor que lo podía pasar es que él le confesara su amor y se fuera para no hacerle daño.
Sí hacer daño es estar con las persona que amas, entonces no le ve el sentido.
El carro no se marchó hasta que ella no pusiera un pie dentro del edificio, tal vez ella se daría la vuelta y se arrepentiría de entrar a aquel inhóspito lugar, por eso incluso Gregorio esperó unos segundos antes de arrancar, pero después no pudo ver más de ella.
Ahí adentro del edificio no se veía a nadie, Valeria vio el pasillo, seguro ahí estaba Ben a los quince viendo como su novia mucho más mayor que él lo engañaba frente a sus narices.
Esa de seguro fue su primera traición, y tomando en cuenta que había ocurrido poco tiempo después de haber perdido a su mamá, pudo haber sido catastrófico en Ben, quizá por eso él era así. No quería amar para que no lo traicionaran, para que no se fueran y lo dejaran solo.
Él prefiere irse primero. Tal vez pensó que Valeria lo traicionó al no decirle antes lo de su partida a la UDA, eso era un grave error.
—Hola, ¿busca a alguien?
—Sí. —Respondió al muchacho moreno que la recibió después de dar unos pasos en dirección a las escaleras—. Busco al señor Claudio.
El muchacho frunció el ceño.
—¿De parte?
—Es una amiga. Estoy buscando información sobre alguien, y sé que él me puede ayudar.
—¿Puedes esperar aquí por favor? —Preguntó—. Regreso enseguida y veré si él te puede atender. ¿Cuál es tu nombre?
—Valeria.
Al escuchar el nombre el muchacho subió las escaleras hasta el segundo piso, tomó el viejo ascensor hasta el sótano. Allí, estaba tan acondicionado que enseguida sentía tiritar. Saludó a la seguridad mientras este revisaba si tenía armas y después fue y entró a la oficina de Claudio.
—Una joven llamada Valeria dice que quiere hablar con usted.
—¿La conozco? —él preguntó desinteresado mientras seguía mirando la pantalla de su Smartphone y en su boca estaba de lado un tabaco que fumaba.
—Nunca la he visto, pero no parece de aquí, su ropa es distinta.
—¿Es una puta en busca de trabajo en el bar? —preguntó confundido—. Contrátala, si es así.
—No parece la clase de muchacha que trabaja en un bar. La verdad es que es del tipo que trabaja en una oficina con aire acondicionado, y no coge nada de sol pues no está quemada por él. Es muy alta, anda con tacones.
—Hazla pasar entonces, —Tomó interés—, a ver que quiere.
El muchacho volvió donde Valeria, ella bajó con él en el ascensor y ya empezaba a sentir los nervios en las puntas de sus dedos.
Al llegar cerca de la puerta de la oficina de Claudio, un guardaespaldas le quitó la mochila con la que cargaba.
—Es mía. —Valeria protestó, pero aun así el grandulón revolvía sus cosas que tan solo era ropa y asuntos personales. Después se la devolvió con un poco de desprecio y Valeria se la arrebató de la mano con desdén, poniéndosela en el hombro.
El muchacho le abrió la puerta y Valeria entró, unos segundos después salió, y tan solo minutos después el viejo barrigón bajó el celular. La oficina estaba muy fría y el olor a tabaco no tenía ninguna salida por la cual escapar. Así que Valeria retenía la respiración.
—Valeria García —dijo casual—. La falda más caótica con la que he lidiado jamás.
—H-hola. —Valeria saludó, tratando de ser cortés—. ¿Cómo sabe quién soy?
—Jajá. —Se rió marcadamente—. ¿No eras tú la mujer de La Sombra? Eras famosísima, todo el mundo te conocía y te tenía a la vista.
—Oh. No tenía idea.
—Te miro y no sé qué es lo grande en ti, no eres tan bonita.
Valeria se quedó escéptica mirándolo. La estaba atacando personalmente y ella no había dicho nada aún.
—¿Será que eras muy buena en la cama?
De pronto, Valeria sintió que no debía estar allí, y que debía salir lo más pronto posible de ese lugar.
—No te asustes —Se burló de la cara asustada y enferma que tenía Valeria pintada en el rostro—. No quiero probarte.
—Lo siento. —Fue lo único que le salió de los labios—. Creo que me voy justo ahora.
—No, por favor, —Extendió su mano—, no me tengas miedo, suertuda. Todos saben que no te pueden tocar, no después de todo el poder que ganó La Sombra. —Alzó las cejas después de exhalar—. ¡Y pensar que casi no gana nada por culpa tuya!
—Entendí.
—¿A qué diablos has venido aquí, chiquilla?, ¿no sabes que él tiene muchos enemigos? Entre enemigos nada pesa, si alguien se entera de que tú eres esa niña por la que La Sombra da la vida lo meterás en problemas, vuelve donde estabas.
—Eso haré. —Señaló la puerta. Dio un paso atrás.
Claudio se levantó y dejó el tabaco en el cenicero.
—Ya sé lo que quieres. —Comentó serio—. ¿Quieres saber dónde está La Sombra, verdad?
Valeria negó, antes quería saber, ahora solo quería volver a su casa en la capital y empezar de cero, revisar su correo electrónico a ver si había conseguido respuesta de las solicitudes de empleo, y revisar su celular por las llamadas perdidas. No quería nada más, después de todo, ¿podía el miedo más que el amor?
—¿O quieres trabajar en mi burdel? —preguntó con una sonrisa burlona.
Valeria tampoco respondió.
—¿Cuánto me pagaría alguien por ti? —Se preguntó a sí mismo mirando hacia el techo de la oficina—. Sería la mejor forma de vengarme por casi arruinar mis planes.
Valeria se dio la vuelta para marcharse, y justo en ese instante alguien vino, le tapó la boca y la nariz con un pañuelo, y perdió el conocimiento.
****
Este capitulo me gusta. Es la mejor versión que he tenido. Para esta época, espero que hayan olvidado la antigua versión de como iban las cosas. Esta es sin duda la mejor!!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro