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13 | Sentimientos bajo control

Estoy sentada en el sofá, con las piernas cruzadas y la taza de té roja olvidada en las manos. Ya está templado, pero no me importa. Frente a mí, el portátil está abierto y en la pantalla, las últimas modificaciones del encargo sobre la boda. Apenas es en una semana y quiero que quede todo perfecto antes del gran día.

Afuera, ha comenzado a llover hace menos de media hora. Miro un instante por la ventana mientras la lluvia golpea los cristales, cubriendo las calles de Oakville con una capa gris. Hay personas que odian ese sonido, a mí, por el contrario, es algo que me resulta súper relajante.

El sonido de la puerta me hace volver al presente. No espero a nadie, así que asumo que será el cartero o algún vecino. Pero cuando abro, no es eso lo que encuentro.

—¿Gwen? —Mi voz suena incrédula, como si no pudiera creer que ella esté aquí—. ¿Qué… qué estás haciendo aquí?

Ella sonríe y da un paso hacia mí, mientras cierra la puerta detrás de ella.

—No quería llamarte antes porque sabía que no lo esperarías. Sabes que no soy mucho de hacer este tipo de locuras tan extremas, pero quería ver en persona cómo estás… y, ya sabes, levantarte un poco los ánimos. —Me lanza una mirada cómplice—. Te noto un poco tensa últimamente.

Puedo ver la preocupación en sus ojos. Gwen siempre ha tenido esa habilidad para ver cuando algo no va bien, incluso cuando trato de ocultarlo. Aún me cuesta creer que mi amiga, que ayer estaba a miles de kilómetros de distancia, hoy esté enfrente de mí.

—Gracias. —Es la única palabra que escapa de mis labios. Y al principio me siento un poco tonta, pero es que no sé qué decir. Ni siquiera me lo esperaba. Supongo que de eso tratan las sorpresas, ¿no?

Gwen sonríe con suavidad, y de alguna forma, esa sonrisa me reconforta. Me siento de nuevo en el sofá y ella se acomoda junto a mí, como si volviéramos a compartir esos momentos de cercanía en nuestro piso de Londres. La lluvia golpea el cristal con un ritmo que parece acompañar mis pensamientos. El té hace rato que se ha enfriado, pero apenas me importa.

—Ya sabes cómo soy. Cuando siento que alguien necesita un empujón, no me quedo de brazos cruzados. Y tú… —Hace una pausa y me mira con esos ojos que parecen atravesarme—. Tú necesitas relajarte.

Se queda en silencio por un momento, como si estuviera sopesando sus palabras, y yo no la interrumpo, dejándole tomar su tiempo. Finalmente, habla de nuevo:

—A veces, tenemos que permitirnos sentir. Dejarnos llevar por lo que estamos viviendo. No todo tiene que estar bajo control todo el tiempo.

Y ese es el maldito problema. Que desde que mi madre se largó de mi vida siempre he tratado de mantener todo bajo control, sobre todo en el campo de mis sentimientos. Creo que si no me abría lo suficiente con alguien, esa persona no tendría el poder de hacerme daño. Por eso nunca he tenido un novio formal. Cuando las cosas se empezaban a poner serias, huía.

Caleb es la única persona a la que he dejado la llave de mi corazón.

La sonrisa se dibuja en mis labios, pero no es real, no lo es. Es solo una fachada, una manera de protegerme, de evitar que me vea vulnerable. Porque, aunque sus palabras han tocado algo dentro de mí, aunque una parte de mí sabe que tiene razón, otra parte de mí sigue luchando, sigue resistiéndose a lo que está sintiendo.

—Estaré bien. Supongo. —Aunque mis palabras no suenan con mucha seguridad.

Mis pensamientos, sin embargo, siguen enredados en un caos que no puedo deshacer. El miedo, la inseguridad, la sensación de estar a punto de perder el control… todo eso me pesa más de lo que me gustaría admitir.

Pienso en Caleb, en todo lo que eso significa. Y eso me asusta. Porque si dejo que alguien entre, si le doy ese poder, ¿qué pasará después?

Gwen suelta una risa, sacudiendo la cabeza como si me conociera demasiado bien, como si supiera que esas palabras no significan nada.

—Voy a hacer como que te creo, ¿vale? —dice, con ese tono de voz juguetón que siempre tiene para relajar las cosas—. Y ahora que nos hemos desahogado un poco… ¿Vas a enseñarme Oakville? ¿O nos vamos a quedar aquí hundidas en la miseria?

—¿Qué te parece si vamos a Tribeca? —sugiero, tratando de borrar de mi mente cuanto antes la conversación que acabamos de mantener—. Es un lugar muy bonito. La decoración es genial, súper acogedora, y el ambiente tiene algo que me encanta. Es uno de mis lugares favoritos aquí, te va a gustar. Además, tiene un café genial, y el menú de lunch está bastante bien.

Veo como se estira un poco en el sofá y un pequeño bostezo escapa de su boca, como si fuera consciente de lo que le cuesta mantenerse despierta después de tantas horas de viaje. Me lanza una mirada que dice más que mil palabras.

—¡Perfecto! Necesito algo que me llene de energía. Y no te voy a mentir… tengo un hambre que no te imaginas después del viaje —dice Gwen, con una sonrisa que refleja lo aliviada que está al saber que no voy a dejar que se muera de hambre.

Ambas salimos de la casa de mi abuela, y mientras caminamos hacia el café, pienso que, más allá de la comida, lo que hace especial al Tribeca es su atmósfera. Es ese lugar donde las paredes parecen contarte historias, donde el tiempo se detiene en los relojes, y te invita a sentarte durante horas.

Este lugar se convirtió en mi favorito cuando Riley, Caleb y yo solíamos hacer pequeñas quedadas después del instituto. Siempre trataba de retrasar lo máximo posible el momento de volver a casa. Era mi manera de no pensar, de no dejar que los recuerdos de mi madre invadieran cada rincón de mi mente.

En Tribeca, aunque solo fuera por unas horas, podía no pensar en nada, o al menos, pensar en otras cosas.

Esa era mi rutina de cada día: tratar de no pensar.

No tardamos mucho en llegar. Cuando cruzamos la puerta del local, el aire huele a café recién hecho y a panadería, y la cálida luz del interior nos envuelve de inmediato, como si el lugar nos abrazara.

—Este sitio tiene algo, ¿verdad? —me dice Gwen, mientras se acomoda en uno de los bancos de madera que rodean una mesa junto a la ventana. Sus palabras me hacen sonreír.

—Lo sé, siempre me ha gustado venir aquí. Me trae buenos recuerdos —respondo, aunque mi tono es un poco más suave.

El camarero no tarda mucho en tomar nota de nuestro pedido. Con una sonrisa amable, se acerca a nuestra mesa y, con gesto familiar, comienza a escribir en su cuaderno.

—¿Qué os traigo? —pregunta, esperando con paciencia mientras miramos el menú.

—Yo quiero una tosta de salmón ahumado con queso brie, por favor, y un latte macchiato —pido.

El camarero asiente y apunta rápidamente el pedido. Luego, vuelve su atención hacia mi amiga, que aún no se ha decidido. Parece que le cuesta elegir entre varias opciones. Finalmente alza la cabeza y sonríe al camarero.

—Pues… Para mí una tosta de aguacate con tomate y un capuchino. —Le entrega el menú—. Muchas gracias —añade, aunque el camarero ya se ha alejado de nuestra mesa.

Me giro hacia Gwen, y de repente me doy cuenta de que, en medio de la conversación sobre el menú y mi pequeño desahogo en casa sobre mis dramas personales, no le he preguntado cómo le va en Londres. Por un segundo me siento una mala amiga.

—¿Cómo va todo por Londres? —pregunto, tratando de que mi voz suene natural, sin que se note mucho que echo un poco de menos mi vida allí.

—Ah, ya sabes, un poco caótico, pero estoy disfrutando mucho en el nuevo trabajo —responde con tono relajado, y empieza a contarme todo lo que ha estado pasando en su vida en Londres.

Escucho atentamente, hasta que, de repente, la voz de Caleb irrumpe a tan solo unos metros de nosotras. Alzo la cabeza instintivamente, y mis ojos se encuentran con él. Mi corazón da un vuelco, como si todo a mi alrededor se ralentizara por un instante. No va solo y parece bastante concentrado en la conversación con la chica que lo acompaña.

La chica... sé quién es.

La recuerdo a la perfección cuando Riley me la presentó hace varias semanas, en la salida a la que acudí con sus amigas de la universidad.

Ellie.

Mi corazón se encoge aún más.

Gwen nota que algo no va bien.

—¿Sucede algo, Hazel? —pregunta con preocupación.

—Caleb está aquí. —No sé por qué tengo ganas de llorar—. Su ex está con él.

🐚

¡Hola!

Ya tenéis por aquí una nueva actualización. La verdad es que no sabía cómo enfocar este capítulo, hasta que se me ocurrió la idea de que Gwen visitara a Hazel.

Y el final... Dije que habría drama, aunque también he prometido cosas bonitas, así que confiad en mí 😉

Nos leemos pronto con más 🤍

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