Capítulo 53
Los días pasaban, las semanas también y Aiden continuaba devastado.
El primer piso de la mansión Thunder había quedado destrozado por las llamas casi en su totalidad, motivo por el cual nos estábamos quedando en un hotel hasta que April encontrara un lugar decente donde vivir.
Ellos habían pensado en reconstruir la casa, pero ahora nadie tenía cabeza para eso.
April estaba destruida también. Ella amaba con locura a su padre. Cuando se enteró lloró hasta que no le quedaron lágrimas. Ahora eran huérfanos de padre y madre. Al menos April lloraba y dejaba salir su dolor, pero Aiden no.
Aiden se encerró en sí mismo durante días.
No dormía bien, apenas comía, no hablaba con nadie, ni siquiera conmigo.
Se pasaba todo el día encerrado en su habitación bajo las sábanas.
Las pocas veces que entré a hablar con él no conseguí resultado.
Parecía un muerto viviente.
Tenía ojeras, los ojos rojos, una incipiente barba.
Había perdido su energía, su alegría, su vitalidad...
No podía continuar así.
La pérdida de su padre le afectó mucho, especialmente porque estuvo ahí cuando murió. Ni siquiera quiso ir al entierro. No tenía fuerzas para ello. A eso debemos sumarle el hecho de que la imagen que tenía de su tío querido se resquebrajó totalmente al enterarse de que había sido él la persona que abusó de mí y el causante de la muerte de su padre.
Se dio cuenta de los motivos de su comportamiento.
Al conocerme, me trató como lo hizo por la educación que su tío le dio y las cosas que le inculcó.
Se portó como un violador porque fue criado por uno.
De hecho, seguía en busca y captura, escondido como la rata que era, pero estaba segura de que la policía lo encontraría.
Todos habían venido a intentar animar a Aiden: Sam, Carter, Rebecca, Millie, incluso Logan, Daphne y Olivia le ofrecieron sus condolencias, pero él no quería ver a nadie.
Creo que de alguna forma se sentía culpable por no haberle dicho en vida a su padre cuánto lamentaba todo lo que había pasado entre ellos y que lo único que quiso siempre fue su amor.
Por cierto, ahora Vanessa había quedado viuda, pero, para su mala suerte, no estaba incluida en el testamento. Toda la fortuna del fallecido había pasado a manos de sus hijos. Eso sí, la criatura que llevaba en el vientre la amparaba. La muy interesada, incluso en estos momentos, solo pensaba en el dinero.
Con el tiempo Aiden comenzó a salir de su agujero, habló más, se alimentó, durmió mejor. En resumen, estaba recuperando su brillo habitual.
Finalmente había dejado fluir todo.
Cuando suprimimos nuestro dolor acaba consumiéndonos... Eso me lo enseñó él.
Hoy me había pedido que lo acompañara al cementerio a ver la tumba de su padre.
Nos encontrábamos allí en estos precisos instantes.
Él estaba colocando flores blancas sobre ambas tumbas: la de su padre y la de su madre, puesto que estaban una al lado de la otra.
Nunca me gustó visitar el cementerio, pero este era uno hermoso y tranquilo.
El lugar era un enorme prado con césped recién cortado y algunos árboles.
Definitivamente, aquí las personas descansarían en paz.
Vi a Aiden derramar algunas lágrimas en silencio mientras les decía algunas palabras a sus padres.
Me acerqué a él y froté su espalda para consolarlo.
Él se giró, mostrándome una pequeña sonrisa. Hacía mucho tiempo que no lo veía sonreír.
Una lágrima se escapó de sus ojos y la enjugué con delicadeza.
—Gracias por venir —habló.
—Yo también estaré cuando me necesites —le aseguré con suavidad.
Él me abrazó con fuerza.
—Necesitaba esto —confesó, rodeándome con sus brazos.
—Estoy segura de que ellos te amaban mucho y, donde quiera que estén, no deben querer que frenes tu vida —opiné cuando nos separamos.
—Lo sé...
Miró las tumbas.
—Ahora están juntos otra vez... —comentó con una sonrisa triste.
—Estoy convencida de ello —emití, mirando las sepulturas—. Su amor superó la muerte...
—Ojalá todo hubiese sido diferente... —murmuró.
—Aiden —tomé su rostro—, no quiero que reprimas lo que sientes. Haz lo que creas que debes hacer. Tú mismo me dijiste que no podemos reprimirnos. Debemos dejar fluir lo que sentimos, si no, acabará consumiéndonos. Si quieres llorar, hazlo. Yo estaré aquí para ti. Ahora y siempre —sostuve su mirada, hablándole con sinceridad.
Él tomó mis muñecas lentamente y volvió a girarse en dirección a las tumbas. Yo hice lo mismo.
—Mia —musitó de repente.
Lo miré.
—Yo... te amo.
Él me observó para escrutar mi reacción.
Estaba completamente pasmada.
Era la primera vez que alguien me decía aquellas palabras que encerraban tan grande significado.
Él me había dicho que le gustaba, que me deseaba, que tenía sentimientos por mí, incluso que me quería, pero eso...
Mi corazón se emocionó al escucharlo, pero mi cerebro y mi voz se habían ido de vacaciones.
No encontraba las palabras.
—Y me dices eso así... ¿aquí? —bromeé para aflojar la tensión—. Qué romántico eres. Definitivamente muy original. —Sonreí, nerviosa.
Él me hizo girarme para quedar uno frente al otro.
—Nuestra historia no ha sido normal. No fuimos una pareja como las demás... Entre nosotros nada fue color de rosa... La primera vez que te vi... intenté obligarte a... hacer algo que no querías. Fuimos unidos por un crimen... Nuestra relación se construyó sobre una mentira... Yo... metí la pata un montón de veces, pero aun así estás aquí. Creo que con todo lo que vivimos no podía decirte eso en un lugar cualquiera. Tenía que ser original —bromeó y ambos reímos ligeramente.
Luego él me miró a la espera de mi respuesta.
—Aiden, yo...
—Ya entendí... —me interrumpió—. No es necesario que lo digas si no lo sientes.
Sí lo sentía, pero no conseguía hacer salir las palabras de mi garganta. No me quedaban dudas de que lo que sentía por él era amor. Él había hecho tanto por mí. Todo lo que dijo era cierto. Metió la pata un montón de veces, pero también fue un rayo de luz en mi universo de oscuridad. Solo él fue capaz de devolverme los deseos de vivir y me demostró que, cuando recibimos dolorosos latigazos por parte de la vida, solo el amor puede hacernos sanar, solo el amor nos da fuerzas para continuar.
Él observaba con expresión triste las tumbas, hundido ante mi silencio, pero, en ese momento, se me ocurrió una idea.
No iba a decírselo, iba a demostrárselo.
***
Estábamos cenando en el restaurante del hotel cuando recibí un mensaje.
Todo listo ;)
Gracias, April.
Acompañé a Aiden a su habitación y, al entrar, inmediatamente me quité los zapatos de tacón (esas cosas fueron creadas para torturar).
Aiden se dirigía a la inmensa terraza, ya que estábamos en el último piso y a él le encantaba salir a contemplar el paisaje urbano, el cielo, las estrellas, esas cosas.
—¡Aiden, espera! —exclamé. No podía permitir que saliera. Aún no.
—¿Qué pasa? —preguntó, entre confundido y asustado.
Sonreí sin separar los labios.
—Cierra los ojos —le pedí.
Frunció el entrecejo, confundido.
—Confía en mí.
—Siempre —murmuró, cerrándolos.
Tomé su mano para guiarlo mientras lo observaba con atención para asegurarme de que la curiosidad no lo venciera.
Cuando llegué al punto exacto de la terraza dije:
—Ábrelos.
Lo miré, expectante.
—¿Qué...? ¿Por qué está la cama afuera? —preguntó, confundido.
—¿Nunca te has preguntado cómo sería dormir a la intemperie?
—No. ¿Tú sí? —Continuaba escrutando la cama sin entender por qué estaba allí.
¿Qué te pasa, Aiden? ¿Dónde dejaste tu perversión habitual?
—Pues... sí... —murmuré, pasando mis manos por su torso.
Eso llamó su atención, por lo que me miró con los ojos un poco abiertos.
Ya caíste, ¿eh?
—¿Tú...? —balbuceó.
—Mhmm —emití, asintiendo mientras miraba sus ojos verdes que, después de un largo, largo tiempo, no me recordaban a nadie. Los veía y solo una cosa venía a mi mente: Aiden.
—En serio... ¿tú...? —continuaba sin creerlo.
Rodeé su cuello en un intento por parecer seductora.
—Sí —respondí a su balbuceo. A pesar de que no expresaba claramente las palabras, entendía a qué se refería.
Él tomó mis muñecas y las sujetó entre ambos a la altura de su pecho.
—Mia... —habló en tono serio, mirando hacia abajo en busca de las palabras adecuadas. Luego depositó su mirada en la mía—. ¿Esto es... lo que creo?
—Lo es —contesté, liberando delicadamente mis muñecas de su agarre y tomando su rostro.
Él las sujetó nuevamente, pero esta vez no las apartó.
—¿Estás segura? Yo... no quiero arruinar todo de nuevo...
Le di un casto beso que duró un segundo y luego lo miré con convicción.
—Estoy segura —afirmé.
Su entrecejo ligeramente hundido y su mirada en el suelo reflejaban que aún estaba dubitativo e inseguro. Parecía que realmente tenía miedo de que no funcionara esta vez, de lastimarme de nuevo, de perderme para siempre, pero eso no pasaría porque había decidido dejar todo atrás, olvidar, perdonar.
Lo que dijo el señor Thunder en su lecho de muerte era cierto: lo que siento por Aiden no lo encontraré nuevamente.
Sé que lo que nos espera será difícil. Aiden estaba amarrado a Vanessa, tendría un hijo con ella. Yo aún no superaba completamente lo sucedido, pero ya no sentía miedo de Aiden.
Mi repudio hacia los hombres seguía ahí, pero el chico rubio de ojos verdes que estaba ante mí no era uno cualquiera. Era el hombre que amaba.
Sentía que este sí era el momento.
—Aiden —lo obligué a mirarme—, deseo esto... —le aseguré, mirando sus labios y luego sus ojos nuevamente—. Te deseo a ti...
Estuvo unos segundos mirándome a los ojos con expresión dubitativa, como si estuviera procesando la información.
Luego sentí su mano sujetando mi cintura para acercar completamente nuestros torsos mientras la otra sostenía mi mejilla. Todo eso ocurrió al mismo tiempo que sus labios impactaban con fuerza y rapidez sobre los míos.
La inseguridad había desaparecido.
Sin separar nuestras hambrientas bocas caminamos con torpeza hasta la enorme cama, la cual tenía un dosel y cortinas en los laterales y en el extremo del cabecero.
Nos detuvimos justo enfrente del otro extremo, el cual tenía las cortinas recogidas.
Aiden se separó de mis labios con la respiración entrecortada.
Me miró de una forma extraña, con devoción, como si tuviera algo muy preciado frente a él. No tenía idea de qué era lo que pasaba por su mente, pero si eran dudas quería que se esfumaran. Toqué su mejilla, acariciándola con mi pulgar mientras sonreía sin despegar los labios, esperando que mi gesto lo interpretara como una invitación a continuar.
Él me devolvió levemente la sonrisa y luego exhaló, mirándome diferente. La expresión de devoción, de estar observando a una criatura indefensa, a un cristal, se esfumó.
Dio un paso hacia atrás, quitándose la camiseta y dándome motivos para deleitarme. Después se volvió a acercar, comenzando con la parte que era nueva para mí...
***
La verdad era que no solía pensar en el momento en que estaría con alguien por primera vez, pero las pocas veces que lo hice nunca pensé que podría llegar a ser tan maravilloso.
Estaba cansada, dolorida, sin aliento, sudada, extasiada, pero, sobre todo, feliz.
Lo rodeé con el brazo y coloqué mi rostro sobre su pecho, percibiendo así su respiración acelerada, la cual luchaba por ralentizar mientras yo escuchaba los erráticos latidos de su corazón. Luego apoyé mi barbilla para observarlo. Era evidente su cansancio, pero también su estado pensativo. Parecía que no podía creer lo que acababa de pasar. Un atisbo de sonrisa asomaba en sus labios, parecía que, al igual que yo, estaba feliz.
Pasaron unos pocos minutos y ya estábamos un poco más relajados y con la respiración menos inestable.
Mi mano continuaba sobre su pecho y mi rostro, acostado sobre ella mientras trazaba círculos en su abdomen. Aiden acariciaba mi cabello, jugueteando con algunos mechones.
Llevábamos un tiempo en silencio. Era como si ninguno de los dos supiera qué decir.
¿Qué se dice cuando acabas de tener sexo con alguien por primera vez?
—¿Entonces? —emitió finalmente, rompiendo el sepulcral silencio.
Lo busqué con la mirada, apoyando el mentón en el dorso de mi mano. Aiden tenía uno de sus brazos doblado bajo la almohada sobre la cual descansaba. Sus ojos me observaban con atención.
—¿Qué? —musité, confundida y un poco avergonzada. No entendía su pregunta.
¿Era lógico sentirse tímida después de gemir como una loca?
—¿Te gustó? —preguntó directamente, sin ningún tipo de rodeos.
—¿Eh? —balbuceé, separándome un poco de él y apoyando mi peso en mis codos.
Qué vergüenza.
¡¿Cómo pregunta eso así, tan explícitamente?!
¿No podía tantear, preguntar poco a poco hasta llegar a lo que quería saber?
No, no, no. Él tenía que ir directo al asunto.
—Déjalo, tu cara ruborizada me lo ha dicho todo —soltó, divertido, sacándome de mis pensamientos—. Al igual que tus gemidos —agregó, sonriendo, pervertido y socarrón.
—¡Aiden! —lo reprendí.
—¿Qué? —se hizo el desentendido, encogiéndose de hombros.
Mis mejillas estaban encendidas.
—Si te sirve de algo, quiero volverte a escuchar gemir así. Quiero que gimas mi nombre el resto de tu vida —admitió, clavando su mirada en la mía.
Por Dios.
La cara de espanto que puse debe haber sido muy graciosa porque él me mostró su media sonrisa malévola y pervertida.
Oculté el rostro entre mis manos y él agarró mis muñecas para evitar que me escondiera.
Sonreía, el maldito ese. Sentía placer al verme sufrir.
Desvié la mirada, incómoda, porque no quería ver su rostro satisfecho adornado con esa pizca de perversión.
—Sí... —murmuré, casi ininteligible.
—¿Qué dijiste? —preguntó.
—Dije... que sí... —repetí, estableciendo contacto visual con la interesante cortina. Luego regresé la mirada hacia él.
—¿Que sí qué? —preguntó, confundido nuevamente y, de pronto, su sonrisa malvada y lujuriosa regresó mientras me miraba con cara de "eres una pillina".
Ya había caído. Lo prefería lento y burrito. Con esa cara me ponía nerviosa y avergonzada.
Sí me gustó.
—Repítelo —me pidió, sonriendo.
—Ni lo sueñes.
—Hazlo.
—No pienso decirte claramente algo que estás cansado de saber —le espeté, fingidamente enojada.
—Que lo digas —insistió.
—No lo haré.
Con un veloz movimiento se puso a horcajadas sobre mí y comenzó a hacerme cosquillas.
—Repítelo.
—¡No! —exclamé, retorciéndome de la risa mientras él intensificaba el movimiento de sus dedos en mis costillas.
—Dilo clara y explícitamente.
—No lo haré —dije a duras penas. Ya no podía seguir aguantando.
—¡Hazlo!
—Está bien, está bien.
Se detuvo y aproveché ese instante de distracción para vengarme.
Con una agilidad y una rapidez que no sabía que poseía contraataqué, tumbándolo en la cama y colocándome sobre él a horcajadas, justo como él había hecho conmigo.
Sujeté sus muñecas a ambos lados de su rostro para que no hiciera nada que pudiera quitarme la victoria.
Que se vaya a hacerle cosquillas a Sue.
—Por Dios, Mia. ¿Ya?
Lo miré, confundida, puesto que no entendía su comentario.
Él me observaba con esa sonrisa entre divertida y pervertida.
Estaba muy concentrada en mi batalla infantil como para darme cuenta de que estaba sobre él, enseñándole hasta el alma.
Nuestra posición era un poquito... incitante...
Liberé sus manos al percatarme de la situación.
—Dame un respiro, ¿no? —bromeó, divertido.
Estaba sentada sobre su zona púbica, así que sentí cierta dureza que, a pesar de ser incipiente, era notable.
Ya el amigo de Aiden se estaba preparando para la segunda ronda.
—Yo creo que ya tu descanso pasó —sentencié, arqueando una ceja y sonriendo con maldad.
Yo también sé jugar a esto, Aiden Thunder.
—Soy nueva, pero aprendo rápido —aclaré.
Él ensanchó su sonrisa lujuriosa.
—Entonces muéstrame lo que aprendiste. Quiero ver —pidió, colocando sus manos debajo de su cabeza, como si estuviera esperando para deleitarse con un magistral espectáculo.
—Te mostraré...
*
—Mia, apúrate —me apresuró Aiden para llegar a un restaurante que estaba considerablemente cerca del departamento al cual nos habíamos mudado hasta que terminaran las reparaciones de la mansión. April y Aiden amaban mucho esa casa.
Ya habíamos reservado una mesa, pero si no llegábamos a la hora, se la entregaban a otra persona.
—Voy lo más rápido que puedo —me defendí mientras me peinaba, pero justo cuando andas corta de tiempo, todo te sale mal.
Mi cabello no quería acomodarse y no es que yo sea muy vanidosa, pero tampoco iba a ir a un lugar fino y elegante como si hiciera tres días que no me peinaba.
Aiden miraba su celular todo el tiempo para ver la hora.
—Adelántate tú —le sugerí.
—Pero... —intentó replicar.
—Yo te alcanzo allá.
Dudó unos segundos.
—De acuerdo —accedió finalmente.
Plantó un beso leve en mis labios.
—No tardes.
Y luego se fue.
Al final me hice una coleta sencilla porque si seguía intentando peinados sofisticados, me iba quedar calva por tirarme de los pelos (literalmente) debido a la frustración.
Intenté maquillarme. Eso tampoco salió muy bien.
Traté de hacerme la línea esa que va debajo de los ojos, pero simplemente no quedaba bien, así que me eché agua en el rostro para eliminarla definitivamente. Traté de pintarme los labios con un color llamativo y me pintaba fuera de lugar, así que también mandé a la mierda lo de maquillarme.
A Aiden siempre le gusté sin maquillaje.
Me puse brillo en los labios y listo.
Ya había salido del edificio en dirección al restaurante.
La calle era poco transitada y la iluminación era muy tenue.
De pronto, sentí que alguien tapó mi boca, haciéndome abrir mucho los ojos debido al sobresalto.
Forcejeé, intentando liberarme, pero mis movimientos fueron detenidos por una fuerte punzada en mi cuello.
Al parecer, me inyectaron algún tranquilizante porque mis piernas se doblaron, mi cuerpo se debilitó y mis pesados párpados comenzaron a cerrarse.
NOTA: Hola, estimad@s lector@s!!
Sí, sí, sí. Sé lo que están pensando.
Al finnnnnnnnnnnn!!!!!!!
XDDDDDDDD
Esto no podía terminar sin que consumaran el hecho :)
No fue muy explícito, pero fue ;)
Qué contentos deben andar mis pillines xd.
Y Aiden le dijo a Mia que la amaba :')
Y con respecto al final... Sin comentarios :)
Hasta el siguiente capítulo.
Cuídense mucho.
Se les aprecia.
Chao, chao.
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