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Capítulo 50

—¿Aiden? —musité al asomarme en la puerta de su habitación.

Parecía que había pasado un tornado por allí: la cama estaba completamente desarreglada y las sábanas estaban regadas por el suelo al igual que dos sillas y diminutos fragmentos de vidrio. Al parecer, había arrojado todo.

¿Cómo pudo hacer aquel desastre en tan poco tiempo?

Él se encontraba sentado en el piso, recostado de su cama mirando el suelo. Se veía perturbado, triste, asustado, ausente.

Sus nudillos estaban magullados. Seguramente golpeó la pared por la rabia. Cuando se enoja o se siente amenazado se vuelve agresivo. Y esta vez lo que a él le parecía un peligro era aquel bebé que venía en camino.

Avancé lenta y cautelosamente hacia él para luego sentarme a su lado.

—Aiden, no es el fin del mundo —hablé suavemente, intentando consolarlo. Por fuera se veía quieto y en calma, pero lo conocía y sabía que dentro había una tempestad.

Él seguía ensimismado, ajeno a la realidad, como si estuviera en su mundo. Parecía asustado.

No me gustaba verlo así. A pesar de todo lo que pasó, mis sentimientos por él seguían intactos. Por más que quisiera, no podía cambiarlos.

Además, no le guardo rencor. No puedo odiarlo cuando lo veo así de frágil y necesitado. Su pose silenciosa pide a gritos ayuda y yo no puedo negársela.

De pronto, él apoyó su cabeza en mi hombro y yo acaricié su cabello con delicadeza.

—Yo no quería esto —murmuró.

—No te preocupes. Todo saldrá bien —intenté consolarlo.

—Es que… yo… —balbuceó.

—Tienes miedo —completé por él.

—Sí… —admitió después de varios segundos.

Entendía su preocupación. El señor Thunder no era el más atento de los padres con Aiden, así que a él le daba pánico que su papá fuera más distante y desamorado. Él temía que ese niño se llevara la ínfima atención y el escaso cariño que su padre le daba.

—Verás que cuando nazca lo amarás mucho. Es tu hermano, Aiden —le recordé.

—Sí, pero…

—Sé que la relación que tienes con tu padre es delicada, pero no puedes aislar a ese bebé por eso. No puedes desentenderte de él. Es tu familia y no tiene la culpa de nada.

—No tiene la culpa… —repitió en un murmullo después de varios segundos en silencio.

***

Al día siguiente Aiden se disculpó con su padre y con Vanessa.

Ya se mostraba menos reacio a la idea de tener un hermano.

Él adoraba a los niños y eso ayudaba mucho. Recordaba cuánto cariño le brindaba a Elliot, así que dárselo a su propia sangre no sería ningún sacrificio. Ya lo imaginaba jugando con esa criaturita en los alrededores de la mansión.

—Hola, Mia —saludó el futuro hermano mayor al entrar en la cocina.

—Hola, Aiden —le devolví el saludo.

—Yo… —balbuceó, nervioso—. Quería agradecerte… por lo de anoche.

—No debes agradecerme —le resté importancia al asunto.

—Sí debo… y quiero. Tú me apoyaste después de… lo que te hice.

—No tienes que recordármelo —le repliqué.

—Lo siento —musitó.

—Olvídalo —le espeté. No quería que comenzáramos a hablar de ese tema.

—Mia.

—¿Qué?

—Quiero mostrarte algo. ¿Me lo permites?

—¿Qué cosa? —inquirí, desconfiada.

—Debes verlo con tus propios ojos.

Lo escruté suspicazmente con los ojos entrecerrados.

—¿Vienes? —Me extendió la mano y, por alguna extraña razón, la tomé.

Él me guio hasta una habitación de la mansión a la cual nunca había entrado. Siempre era Sue la que iba a limpiarla. Decía que lo que estaba dentro era muy valioso y nada podía perderse o romperse.

Tal vez esta familia tiene de caja fuerte una habitación completa.

Cuando nos paramos frente a la puerta Aiden dijo:

—Cierra los ojos.

Lo miré, arqueando una ceja en señal de desconfianza.

—Confía en mí —me pidió.

—Tú destruiste mi confianza, ¿recuerdas? —le espeté, ríspida y directa.

—Estoy intentando restaurarla. Cierra los ojos, por favor.

Suspiré, fastidiada, y luego hice lo que me pedía.

Sentí que tocaba la parte baja de mi espalda para guiarme dentro.

—Ábrelos —me pidió.

Wow.

Fue lo primero que pensé.

Era una imagen familiar, pero me sorprendió como la primera vez.

—¿Hiciste otra pintura? —pregunté, observando el lienzo frente a mí.

Él asintió.

—¿La hiciste después de aquella noche? —indagué, refiriéndome a la noche en la que le confesé mi secreto.

—Ni siquiera en mis sueños te imaginaría con esa ropa…

En la pintura salía yo sentada en el suelo, cubierta por el vestido blanco que llevaba puesto en aquella ocasión y uno de los tirantes estaba caído, dejando parcialmente al descubierto uno de mis pechos, aunque no se veía nada comprometedor. Andaba descalza y con el pelo suelto. Mis piernas estaban flexionadas hacia un lado mientras una de mis manos cubría mi zona íntima, ya que se podía ver a través de la tela transparente que no traía bragas. Mi otra mano estaba apoyada en el suelo hacia el lado contrario de mis piernas. Mostraba mucha piel, pero no se veía nada concreto. Evidentemente, era una imagen ficticia, surgida de la imaginación de Aiden, puesto que yo nunca me sentaría de esa forma. Mi expresión era triste y distante, pero había cierta sensualidad en la imagen. Se podría decir que tenía cierto aire erótico.

—La hice hace algunos días —dijo—. ¿Te gusta?

A decir verdad, sí. Me gustaba mucho. Denotaba una sensualidad artística.

—No está mal —respondí finalmente—, pero, ¿no pudiste cubrirme un poquito más? ¡Se me ve todo! —chillé con un dramatismo excesivo.

—Por favor, Mia —terció, divertido.

—¿"Por favor, Mia"? ¡Hiciste un cuadro de mí para que la gente se masturbe!

—Eres una exagerada —replicó él con una sonrisa.

—Y tú eres un pervertido que va a dibujando a la gente semidesnuda. ¡Te voy a demandar!

Nos quedamos mirándonos y luego, inevitablemente, soltamos la risa.

Ser dramática no era lo mío.

—Ahora en serio, ¿te gusta? —preguntó cuando nuestras carcajadas finalizaron.

—Sí —respondí con sinceridad—. Ya te había dicho que tienes mucho talento.

—Gracias.

—Pero ponla en un lugar donde nadie la vea —le pedí—. No quiero que la gente se masturbe con una imagen mía.

—No te preocupes. La pondré en el baño de mi habitación, así me masturbaré yo solito —emitió, entre divertido y malicioso.

Sus palabras me hicieron sonrojar, así que tapé mi rostro con ambas manos.

—Eres un pervertido sin remedio —lo regañé, avergonzada. Él simplemente ensanchó su sonrisa ante mis mejillas encendidas.

—Te extrañé… —reconoció de pronto con una expresión seria.

No quería hablar de eso.

—¿De quién es esta habitación? —pregunté para desviar el rumbo que estaba a punto de tomar la conversación mientras miraba alrededor solo para no encontrarme con sus ojos verdes.

El lugar en el que estábamos era bastante amplio. Había muchos lienzos en el piso, la mayoría pintados. También había pinturas, pinceles, paletas de pintura, entre otros objetos cuyo nombre desconozco. Era un sitio iluminado y un poco desordenado. Era el taller de un artista.

—Es de mi tío —respondió.

—¿Tu tío pinta también? —pregunté, sorprendida.

—Sí. De hecho, fue de él que heredé este talento.

—Vaya, no me lo esperaba —comenté.

Observé los cuadros que estaban alrededor. La mayoría eran paisajes, aunque también había pinturas abstractas, de género y naturaleza muerta. El único retrato que había era el de un bebé que ya había visto en fotos: Aiden.

—¿Todos estos cuadros los ha hecho él? —indagué con curiosidad.

—Sí.

—Ustedes son verdaderamente talentosos —opiné, admirada—. Yo ni siquiera sé hacer un corazón.

Él sonrió ante mi comentario.

—Si quieres, te enseño a pintar gente desnuda —se ofreció con una sonrisa perversa—. O mejor posas. Creo que serías una excelente modelo.

—Gracias por la oferta, pero tendré que rechazarla —emití, entre incómoda y divertida mientras me sonrojaba ligeramente.

—Lo que dije hace un rato era en serio —Su tono divertido y su sonrisa pervertida desaparecieron—. Te extraño…

—Aiden…

—Sé que te lastimé, pero estoy arrepentido —admitió, un poco exaltado mientras me agarraba por los brazos.

—Aiden, ya —mascullé, severa.

—Mia, yo sé que aún me quieres. Lo veo, lo siento. Entre nosotros no se ha roto nada.

—Sí se rompió algo: la confianza que sentía por ti —repliqué.

Él miró el suelo.

—Dame otra oportunidad, por favor. Te demostraré que mis sentimientos no eran una actuación, que todo lo que vivimos fue real, que todo lo que siento es verdadero.

—Aiden —hablé con tono suave—, si pensaste que lo de anoche era algún tipo de señal, te equivocaste. No quería verte deprimido, eso es todo.

—¿Por qué? —preguntó de repente con firmeza.

—Porque… me preocupo por ti… —murmuré.

Él acercó sus labios a los míos, intensificando su agarre en mis brazos.

—¿Por qué? —repitió.

Tragué en seco.

—Porque… —balbuceé.

Su cercanía me nublaba los pensamientos y me dificultaba la respiración.

—Porque tus sentimientos están intactos —completó por mí con total seguridad.

Era verdad, pero no lo iba a decir en voz alta.

—Detén esto —le pedí en voz baja, girando ligeramente la cabeza para evitar la tentación de tenerlo a centímetros de mis labios.

Finalmente, me soltó. Lucía dolido y desilusionado.

—¿Es por lo que dijiste…? —preguntó en un murmullo.

—¿Qué? —me mostré confundida. No sabía a qué se refería.

—Dijiste que era... peor que él —me recordó con voz débil.

Al parecer, mis palabras lo afectaron realmente. Recuerdo la noche en la que le conté mi verdad. Él se comparó con ese hombre. Dijo que era igual a él, que me había lastimado de la misma forma y, cuando me enteré de que todo fue una mentira, le restregué su mayor miedo.

—No fue en serio —confesé—. Lo dije porque estaba enojada. Nunca pensaría que eres como ese hombre.

—¿Me odias? —preguntó con un hilo de voz, temeroso de escuchar la respuesta.

—No —musité—. Nunca sería capaz de odiarte. Créeme, lo he intentado, pero simplemente no puedo —confesé—. No te guardo rencor, pero no puedo volver contigo, así que no me lo vuelvas a pedir.

—Mia, por favor —suplicó, afligido—. Ambos sabemos que aún me quieres.

—No, Aiden…

Hice un ademán para marcharme y él me sujetó por el brazo, obligándome a encararlo y luego… me besó.

Se sintió como alcanzar el cielo, como regresar a mi hogar después de mucho tiempo fuera. Nunca pensé que podría amar tanto el contacto de alguien más, nunca pensé que un beso pudiera expresar tanto.

Una de sus manos sostuvo mi rostro y la otra, mi cintura. Yo apoyé las mías en sus brazos.

Esta vez el beso era diferente a cualquier otro que hubiéramos compartido. En él había pasión y desesperación, pero a la vez era lento, tierno y romántico. Parecía que intentaba expresar su arrepentimiento y su nostalgia con ese simple contacto, como si supiera que sería nuestro último beso y quisiera despedirse.

Con toda mi fuerza de voluntad separé lentamente mis labios de los suyos. Su respiración era un desastre y la mía también. Él depositó su frente sobre la mía, sujetándome todavía.

—¿Vas a seguir negándolo, muñeca? —preguntó con una pequeña media sonrisa, jadeante y socarrón. Él sabía cuánto me había afectado lo que acababa de hacer.

—Esto no tiene sentido, Aiden —repliqué, apartándolo, esquiva.

—No —refutó—. Lo que no tiene sentido es que vuelvas a ser la de antes. —Estaba comenzando a exaltarse—. Mia, sé que metí la pata muchas veces, pero… tienes que perdonarme…

—Si perdonarte es regresar contigo, lo siento, no puedo perdonarte —zanjé con voz suave. No quería discutir, simplemente quería marcharme. Estar cerca de él removía mi ser en todos los sentidos.

—No me hagas esto. —Volvió a sujetar mis brazos con una expresión de aflicción y desesperación abarcando sus facciones—. No nos hagas esto —me pidió, colocando una de sus manos en mi rostro.

Yo tomé el suyo entre mis manos.

—Esto no nos llevará a nada bueno —repliqué con suavidad. A mí también me dolía esta situación porque aún seguía queriéndolo, pero no iba a ceder—. Nos lastimamos mucho y lastimamos a otros también…

—Pero todo lo que sentimos…

—No es importante —lo interrumpí—. Nuestros sentimientos no son importantes. Esto no es importante.

—No digas eso, Mia —murmuró.

Me separé completamente de él. Se veía devastado y yo me sentía de igual manera, pero eso ya daba igual.

—Espero que algún día vuelvas a encontrar a alguien que logre despertar todo lo que sientes —deseé con sinceridad al abrir la puerta para marcharme.

—Mia… —Esa simple palabra, su expresión, sus ojos, todo decía lo mismo: quédate, perdóname, dame una segunda oportunidad, déjame hacerte feliz…

Y eso me hizo pensar…

Felicidad…

Yo nunca fui feliz, me había resignado a que nunca lograría serlo. Estaba acostumbrada a la soledad, al dolor, a la tristeza, al miedo; pero él no.

No quería condenarlo igual que a mí.

—Sé feliz, Aiden —le pedí.

Cuando estaba a punto de salir lo escuché decir:

—Si no es a tu lado, prefiero no serlo nunca…

Sus palabras me atravesaron el alma, pero aun así me marché. Algún día encontraría a alguien que le daría esa felicidad que, según él, estaba junto a mí, pero no era así.

Nosotros no debimos estar juntos nunca.

***

—Sue, ¿qué es ese escándalo? —pregunté al ir a la cocina.

—No es nada, Mia —respondió ella.

—¿Cómo que nada? Desde mi habitación se escuchaba la gritería —repliqué.

—No te metas, ¿sí? Es un asunto de familia.

Ella estaba preparando té. Al señor Thunder y a Vanessa les gustaba tomarlo, los relajaba.

En medio de los gritos escuché la voz de Aiden. No entendí lo que decía, pero sabía que él estaba ahí.

¿Y si su padre estaba discutiendo con él otra vez?

—Sue, ¿puedo llevarla yo? —pregunté, refiriéndome a la bandeja con el té.

Quería estar cerca de Aiden en este momento difícil.

—Mia, creo que mejor la llevo yo —terció con voz nerviosa.

—Yo la llevaré. —Tomé la bandeja y me fui.

—¡No, Mia! ¡Espera! —escuché gritar a Sue, pero ya era tarde. Yo ya estaba en la sala de estar.

—No puede ser. Ustedes están mintiendo ¡¡¡Eso es mentira!!! —bramó el señor Thunder.

Allí estaban él, Vanessa y Aiden. Todos se veían furiosos e inmersos en la situación, tanto así que no se percataron de mi presencia.

—Pues créelo, papá —soltó Aiden, socarrón—. Embaracé a tu esposa. Me la follé en tu cara porque ya ni para eso sirves. ¡El hijo que está esperando Vanessa es mío!

El señor Thunder le dio un puñetazo a Aiden que lo hizo caer al suelo.

Me quedé en shock.

El oxígeno no me llegaba al cerebro.

Ante aquella confesión mis dedos perdieron la capacidad de agarre y la bandeja que sostenía cayó al suelo, haciendo un sonoro estruendo y todo lo que había en ella se quebró. El ruido del metal contra el suelo me sobresaltó, haciéndome salir del estado de shock.

Las exacerbadas personas del lugar se giraron en mi dirección al ser interrumpidos por el bullicio de la vajilla al romperse.

—Mia… —murmuró Aiden al verme, espantado. Sus ojos se habían salido de las órbitas.

—Siento interrumpir, solo... ignórenme… —musité, arrodillándome para recoger los pedazos rotos.

—Continuaremos esta discusión arriba —dictaminó el señor Thunder.

—¿Qué pasa? ¿No quieres que tu sirvientita consentida se entere de que eres un cornudo? —preguntó la pelirroja, burlona.

—Cierra la boca, Vanessa —dijo entre dientes el padre de Aiden.

—¡Te engañé con tu propio hijo! —le restregó con orgullo y satisfacción.

—Vanessa, no lo empeores —le pidió Aiden.

—¿Y a ti qué te pasa? ¿No quieres que tu noviecita se entere? —cuestionó, despectiva.

Luego se volteó en mi dirección.

—Pues entérate, niña. ¡Aiden es el padre de mi hijo! —gritó, golpeándose el pecho con orgullo.

—¡Ya basta, Vanessa! —rugió Aiden.

—Fuiste muy valiente para follarme durante años en las narices de tu padre y, ¿ahora te acobardas? Es por ella, ¿verdad? ¡Pues quiero que se entere ella y que se entere el mundo!

Ella gritaba como una loca desquiciada, pero sus palabras estaban logrando herirme y mucho. Estaba conteniéndome para no llorar otra vez. Sentía que mi corazón estaba igual que la vajilla del suelo.

—Detente, Vanessa —exigió el señor Thunder.

—¿Por qué? ¿A tu hombría le duele saber que me he follado a tu hijo todo este tiempo en tu cara y no te habías dado cuenta? —Soltó una carcajada—. Eres patético. ¿Quieres que te cuente un secreto? Aiden me folló encima de tu escritorio.

Parecía que la pelirroja disfrutaba la situación, el dolor de su esposo, ver enemistados a un padre y un hijo por ella. ¿Eso la hacía sentir más mujer?

¿Por qué a Aiden le gustaban las mujeres así? Daphne, Millie, Vanessa…

—¡¡Ya cállate, Vanessa!! —gritó el señor Thunder, ciego de ira.

—Que me grites no va a cambiar las cosas. No eres el padre de mi hijo. Es Aiden. Estuvimos juntos el día de su cumpleaños, ¿sabías? Follamos mientras tú roncabas en el quinto sueño —relató, divertida.

Un momento... ¿El día de su cumpleaños…?

Fue el mismo día que terminamos. El día que me enteré de que todo había sido una gran mentira. Hubo ciertos momentos en los que sus gestos y palabras me hicieron dudar... momentos en los que pensé en volver con él...

Menos mal que no lo hice.

Habría sido un terrible error.

—Vanessa… —advirtió Aiden entre dientes—. No es necesario que cuentes eso…

—Ya la empleaducha esa terminó contigo. Supéralo. No te vuelvas patético como tu padre. —Se giró hacia mí nuevamente. Yo continuaba arrodillada recogiendo los fragmentos—. Y tú, espero que hayas escuchado con claridad, perra. Al final no conseguiste ni al padre ni al hijo. —Sonrió—. Querías meterte en mi camino, pero no pudiste porque como mujer eres lamentable.

Sentía que los ojos me escocían, parecía que iba romper a llorar en cualquier momento. Apreté los labios porque el inferior había comenzado a temblar y no quería mostrar debilidad ante ella.

—¡Vanessa! —la reprendió el chico rubio.

Ella se agachó frente a mí, estableciendo contacto visual.

—Aiden solo jugó contigo. Fuiste un capricho todo el tiempo. A la que realmente deseaba era a mí porque él ha sido mío desde que tenía 13 años y una chica como tú —me miró de arriba abajo—, no iba a cambiar eso.

—¡¡¡Ya cállate, Vanessa!!! —gritó Aiden, perdiendo la poca paciencia que le quedaba—. ¡¡¡Cállate!!! ¡No hables más! ¡Las mujeres como tú solo sirven para follárselas!

Yo no quería seguir escuchando aquello, así que cogí la bandeja, me puse en pie y corrí a la cocina.

—¡Mia, espera! —escuché exclamar a Aiden mientras corría detrás de mí.

Por suerte, Sue había desaparecido de la cocina.

—Déjame explicarte —me pidió él con la desesperación plasmada en sus facciones.

—¡¡¿Qué me vas a explicar?!! —exploté, llena de rabia, mientras las lágrimas que me esforcé por contener salían. No sé si eran de furia, de dolor o de tristeza.

¿Cuántas veces me haría llorar este chico?

—Mia, por favor… —emitió con tono suplicante.

—¡¡¡Deja de decir "Mia, por favor"!!! ¡¡¡Deja de repetir lo mismo!!! ¡¡Sé hombre al menos una vez en tu vida y di la verdad!! —escupí a gritos, furiosa.

—Vanessa tergiversó las cosas. Déjame contarte lo que pasó realmente —me suplicó.

—¡¡¡Pues habla!!! ¡¡Cuenta!! —rugí mientras lo empujaba—. ¡Quiero escuchar qué vas a inventar ahora porque aquí y en Nueva Zelanda follar es lo mismo!

—¡Mia, basta! ¡Contrólate! —Me agarró de los brazos para evitar que siguiera empujándolo mientras me miraba de forma severa.

—Entonces, habla. —Me zafé con brusquedad mientras limpiaba mis lágrimas con rabia. Odiaba seguir llorando por él—. Quiero escuchar tu maravillosa excusa —dije con sarcasmo, cruzándome de brazos y prestándole mi total atención.

—Yo… bebí…

—Claro —lo interrumpí—. Ese es el pretexto clásico —tercié, sonriendo, burlona.

Debía verme extraña con una sonrisa en el rostro y las mejillas empapadas. Seguro lucía tan desquiciada como sus pelirrojas lunáticas.

—Es cierto. Yo me quedé muy mal…

—¡Y fuiste a consolarte entre las piernas de esa! —volví a perder la paciencia ante su justificación barata—. ¡Fuiste a acostarte con otra y no con cualquiera, con Vanessa, justo después de que me enterara de todo! ¡¡Justo después de decirme que me querías!! No me interesa escuchar tu porquería de excusa. ¡Vete con Vanessa, con Millie, con cuantas te dé la gana!

—¡No te hagas la inocente que tú tampoco estás libre de pecado! —me espetó, iracundo. La expresión de arrepentimiento y culpabilidad había desaparecido—. Yo me quedé mal después de lo que me dijiste. Me sentía como una mierda por mentirte, así que te seguí para suplicarte que me perdonaras. ¿Y qué me encuentro? ¡¡¡A Logan con su lengua metida en tu garganta!!!

—¿Qué? —musité, pasmada. ¿Él había visto el beso que Logan me había dado?

—Yo sintiéndome fatal, pensando en una forma para hacer que me perdonaras y tú fuiste directo a besarte con Logan. ¡¡Con Logan!!

—¡¡Fue él quien me besó!! —rebatí—. Seguramente te vio y por eso lo hizo.

—No intentes justificarte ahora.

—En cualquier caso, yo solo besé a otro chico. Tú te acostaste con Vanessa y peor, ¡la embarazaste!

—¡Sentía rabia contra ti! Cuando vi a Logan con su lengua en tu garganta en lo único que pensé fue en beber, en meterme alcohol hasta no recordar quién era yo ni quién eras tú. Y en ese momento me encontré a Vanessa y descargué toda mi furia con ella.

—Menuda forma de descargar la furia —tercié, sarcástica.

—Fue tu culpa —me reclamó.

—¿En serio harás eso? ¿Me echarás la culpa por embarazar a otra? Lo peor es que ya nada me sorprende viniendo de ti. Tú sabías esto, ¿verdad? Por eso te quedaste tan mal cuando Vanessa lo anunció. Porque no te sentías listo para ser padre y porque la criatura era fruto de una traición —uní los puntos.

Él bajó la cabeza con culpabilidad, confirmando así que mi teoría era cierta.

Bufé una risa.

—Y yo que pensé que habías cambiado, que te habías vuelto una mejor persona. Estuve a punto de darte otra oportunidad. ¡Fui una idiota! —chillé con rabia hacia mí misma.

—A pesar de todo… lo que te dije era verdad…

Solté una carcajada, incrédula.

¿Cómo podía alegar que me quería a estas alturas?

—¿En serio, Aiden? Después de meter la pata tantas veces, ¿me vas a venir con esa línea? —pregunté, escéptica—. Esta vez sí la cagaste.

—Mia… —Él lucía afligido y triste, pero esto fue prueba más que suficiente de cuán falso podía llegar a ser.

—No te atrevas a disculparte —dije entre dientes, señalándolo con el dedo—. Ni a lamentarte. Lo que más me duele es que continuaste fingiendo después de todo lo que hiciste.

—Yo… —murmuró.

Di un paso hacia él, atravesándolo con la mirada.

—Nunca más vuelvas a pretender que sientes algo por mí. Vete con tus pelirrojas desquiciadas y mentirosas. Se merecen.

Di varias zancadas en dirección a mi dormitorio.

—Mia… no puede acabar así…

—¡¡¡Olvida que existo!!! Yo haré lo mismo contigo. Lo que vivimos no merece ser recordado porque todo fue una gran mentira, fue mi mayor error —sentencié entre dientes y luego, sin darle tiempo a replicar siquiera, me largué. Justo antes de desaparecer de su campo de visión, me detuve y, dándole la espalda todavía, dije—: He sufrido cosas horribles en mi vida... pero si pudiera borrar una sola de ellas, sería el haberte conocido.








NOTA DE LA AUTORA: Hola, hola. Cómo andan por aquí?! :D
Qué les pareció el cap?
Aiden no para de meter la pata :v
No era hermanito, era hijito :')
El momento de mis niños en el taller de pintura me encantó :")
Ya después Aiden la tuvo que cagar :(
Es que si no mete la pata no es él :D
Vanessa cada día es más simpática :)
Y la escena final estuvo fuerte.
Creo que nunca había visto a Mia tan molesta. Pobre :(
Y lo que le dijo al final... :c
Por cierto, hay algo que me da curiosidad saber.
Desde dónde me leen? :D
Nadie vaya a decir desde mi celular :)
Quiero saber de dónde son mis lectorxs :D
(No me ignoren, por favor :') )
Espero que hayan disfrutado este cap tanto como yo.
Hasta el próximo.
Chao, chao.
Ig: daia_marlin

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