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Capítulo 42

Hoy era un día muy particular. ¿Adivinen cuál? Les daré una pista: lo detesto.

Y ahora estarás pensando: ¿qué no odias tú, Mia West?

Pues eso mismo me pregunto yo cada día.

Bueno, resulta que hoy era el Día de San Valentín.

Qué emoción (sarcasmo nivel dios).

No entiendo por qué a las personas les gusta tanto esta fecha. Pensé que cuando tuviera pareja me gustaría un poco, pero no es el caso.

Escuché que tocaban el timbre y fui a ver quién era.

—¡Feliz Día de San Valentín, Mia! ––exclamó la visitante, abrazándome al entrar.

—Igual, Sam ––dije con voz neutra y sin devolverle el abrazo.

Ella plantó un sonoro beso en cada una de mis mejillas y luego las agarró como si fuera una abuela que no ve a su nieta favorita hace años. Yo la miré, ceñuda. ¡¿Qué mierda hacía?!

—Te quiero mucho, amiguis ––dijo, sonriendo de una forma tenebrosa.

¿Amiguis? ¿En serio? Es por eso que odio este día.

—Si ves lo que te traje. ––Entró animadamente y se sentó en el sofá, colocando una bolsa en él.

¿Acaso me compró algo?

Sacó una pequeña caja de la bolsa y me la entregó. Y ahí me quedé yo con cara de idiota.

—Ábrela ––habló manteniendo la sonrisa, pero mirándome como si tuviera retraso.

¿Por qué trajo una bolsa tan grande para meter una caja tan pequeña?

—Wow, gracias. ––Miré el obsequio con atención. Era una pulsera plateada. En el centro tenía un corazón con una pequeña inscripción: "No apagues esa luz tan brillante que tienes".

—Esta frase… —musité.

—Fue la que me dijiste aquel día en el acantilado. Sentí que fue la primera vez que conectamos. Sentí que comenzaste a verme como una verdadera amiga.

—Sam… ––murmuré, conmovida.

—¿Y tú qué me compraste? ––preguntó con curiosidad, rompiendo la emotiva burbuja.

Mierda.

Yo ni me acordaba de que hoy era San Valentín. Me enteré cuando fui a la cocina y Sue me felicitó.

Piensa rápido, Mia, ¡antes de que Sam se dé cuenta!

—Pues yo… ––balbuceé y a Sam se le borró la sonrisa lentamente. La cara que puso me dio miedo. Después masajeó su sien con ambas manos mientras cerraba sus ojos.

—Volveremos el tiempo 30 segundos atrás y fingiremos que esto nunca pasó. ––Volvió a sonreír mientras unía sus manos.

—Sam, perdona. Lo olvidé…

—Shhhhh ––me interrumpió, haciendo puños en el aire como si intentara contener su rabia disimulada––. Mañana me das el regalo que olvidaste envolver, ¿de acuerdo? ––agregó repentinamente.

¿Acaso estaba fingiendo que no envolví un regalo que nunca compré para una fecha que no recordé?

A veces Sam me daba mucho miedo, en serio.

—¡Sam, feliz Día de San Valentín! ––dijo un muy animado Aiden mientras bajaba las escaleras.

—¡Igualmente, Aiden! ––Emitió un sonido de asombro mientras abría mucho los ojos, observando el obsequio que Aiden le había comprado––. Te acordaste...

Sam tomó el regalo que el chico de ojos verdes le ofrecía con una expresión ilusionada y feliz.

—Muchas gracias. ––Le dio un fuerte abrazo––. ¡Me encanta!

El regalo de Aiden era un peluche de unos 75 centímetros de largo. Era un pingüino, el animal favorito de Sam.

—¿Y qué le compraste a Mia? ––preguntó Sam sin disimular su curiosidad.

Por primera vez en el tiempo que llevábamos aquí de pie, él fijó sus ojos en mí.

—Está en mi cuarto ––respondió, mirándome fijamente a los ojos.

Era una mirada tan penetrante e intensa que tuve que desviar la mía. Parecía que Sam se había ido, que solo éramos él y yo.

—Ok, ya me di cuenta de que sobro aquí. ––Alzó las manos en un gesto de rendición––. Esa mirada casi me deja embarazada, así que Pingu y yo nos vamos. ––Tomó su peluche y se fue por donde mismo llegó.

¿Acaso le puso Pingu al pingüino?

¡¿Y cómo puede hablar tan explícitamente acerca de la mirada de Aiden?!

Se me acaba de ocurrir el regalo perfecto para ella: un bozal.

Cuando volví a mirar a Aiden el seguía observándome de esa manera que, como bien dijo Sam, era capaz de dejar embarazada a cualquiera.

—¿Subimos? ––preguntó de repente.

—Cl-claro ––titubeé. Él me tomó de la mano y me llevó hasta la puerta de su cuarto. Después se paró a mis espaldas, cubriéndome los ojos con sus manos.

Mi corazón latía apresuradamente. Estaba muy nerviosa, como si, como si fuéramos a…

—¿Qué estás…? ––musité.

—Es una sorpresa ––aclaró él.

Sentí que avanzábamos y lo escuché abrir la puerta de su dormitorio. Nos quedamos de pie unos segundos y luego él destapó mis ojos, apartándose un poco para ver mi reacción.

Mis ojos se salieron de las órbitas al ver su regalo.

Delante de mí había un camino de pétalos de rosas rojas que conducía desde la puerta hasta un objeto que se encontraba frente a su cama. A ambos lados del camino de pétalos había velas en forma de corazón que se alternaban entre los colores rojo y blanco, pero lo más impresionante y que definitivamente me llegó al alma fue lo que había al final: un lienzo con una pintura mía.

Me acerqué con pasos lentos y vacilantes para observar mejor el cuadro. Era una pintura de busto, pero no me encontraba mirando hacia delante, sino hacia la nada, como si me hubiesen pintado desprevenida. Lucía pensativa y ausente. La luz tenue realzaba puntos estratégicos de mis facciones y de mi cabello suelto. Era una verdadera obra de arte.

—Estabas preciosa esa noche ––comentó Aiden, provocando que desviara mi atención hacia él.

—¿Tú lo hiciste? ––pregunté y él asintió a modo de respuesta––. Wow, no sabía que tenías tanto talento.

En serio, era muy bueno.

—Nah, solo tuve una buena musa. ––Se encogió de hombros con una sonrisa pícara y yo entorné los ojos, divertida—. Lo hice una noche que estabas observando la piscina. La iluminación era débil, pero, por suerte, te demoraste en la misma posición, como si posaras inconscientemente.

Recuerdo esa noche, fue hace algunos días. Necesitaba pensar y fui a la piscina porque me parece el lugar más tranquilo de la casa.

—¿Estabas espiándome?

—Más o menos. Desde esa ventana ––la señaló–– se ve la piscina. Esa noche estaba allí sentado y vi cuando llegaste a la piscina. Pensé que te veías hermosa, bueno, tú siempre estás hermosa, pero esa noche tenías un brillo especial. No sé si fue la iluminación de la piscina, tu semblante ensimismado o cualquier otra cosa, pero creí que debía captar el momento de alguna forma. Me inspiraste.

—¿Por qué nunca me contaste que pintabas?

—Porque simplemente dejé de hacerlo hace muchos años. No tenía inspiración.

Me quedé observando el lienzo nuevamente.

—Subestimé tu talento para ser romántico ––reconocí y él sonrió––. Me encanta la pintura, gracias.

—De nada.

—Pero no te compré nada —me lamenté—. Pensé que no te gustaba celebrar estas cosas.

—Y no me gusta. Es la primera vez que hago esto. Pensé que te gustaría…

No sabía que Aiden podía tener semejantes detalles. Lo más romántico que ha hecho por mí fue llevarme a aquel hotel en la montaña y lo hizo como forma de disculpa, así que pensé que no le importaban este tipo de cosas.

—No conocía tu faceta de romántico, así que pensé que no haría falta ni siquiera mencionar la fecha. Siento no haberte comprado nada ––me disculpé, avergonzada y con la mirada en el suelo.

Él tomó mi rostro, haciéndome mirarlo.

—Tú eres el mejor regalo —aseguró, clavando sus esmeraldas en mis exóticos ojos—. Me encantó ver tu reacción.

—Pero no me parece justo. Tú hiciste todo esto. ––Señalé con el brazo su extraordinaria sorpresa.

—No te preocupes por eso ––le restó importancia, dándome un reconfortante abrazo y, en el instante en que nuestros torsos hicieron contacto, se me ocurrió una idea, una que no puedo creer que haya salido de mi mente.

Puse las manos en su pecho para alejarlo ligeramente.

—Aiden y si… tuviera un regalo… ––murmuré, estableciendo contacto visual mientras mantenía una de mis manos en su pecho.

—Pero si me acabaste de decir que… ––se mostró confundido, pero lo que hice alejó su confusión: introduje mi mano libre en su camisa y acaricié lentamente sus pectorales en un intento de ser seductora. Esto era nuevo para mí. Nunca me importó usar "mis encantos femeninos" ni ser diestra en el arte de la seducción. Tal vez estaba haciendo el ridículo, pero, a juzgar por la cara de Aiden, no lo creo.

Él escrutaba mi rostro con suma atención, como si me fuera a retractar en cualquier momento. Parecía muy sorprendido de mi repentina actitud.

—¿Hablas de…? ––preguntó para asegurarse de si estaba insinuando lo que él creía.

Mi respuesta fue llevar mis manos al borde de su camiseta y despojarlo de esta. Y ahí estaba, al descubierto, una de las mejores partes de la anatomía de Aiden…

Él continuaba mirándome como si hubiese sido poseída y viniera a llevarme su alma.

—¿Estás segura de…? ––balbuceó. Duda, confusión, sorpresa. Todo eso era lo que denotaba su expresión.

Yo sonreí ligeramente y luego asentí, reflejando total seguridad.

Mi gesto hizo que Aiden hiciera una sola cosa: besarme. Devoró mi boca como si la vida se le fuera en ello, agarrando mi rostro con demanda, posesión, pasión, ansias, desenfreno. Parecía que me estaba comiendo viva, bueno, que nos estábamos comiendo vivos…

Aiden.

No podía creerlo.

No podía creer que después de tanta espera finalmente pasaría lo que estuve deseando desde que la vi aquel día en mi habitación. Mis sentimientos por ella han cambiado mucho durante estos meses, pero si hubo algo que se mantuvo intacto, fue esta pasión tan desgarradora que estoy sintiendo ahora mismo.

¿Recuerdan a la "aidenconda"?

Pues estaba comenzando a alegrarse por el contacto de Mia.

Ella recorría mi espalda con delicadeza y timidez. Nuestros torsos estaban completamente unidos, como si nos fuéramos a fundir en una sola pieza. Una de mis manos agarraba su cabello posesivamente y la otra se aferraba a su cintura, intentando acercarla aun más mientras mi lengua buscaba la suya con frenesí y desesperación.

De pronto, ella saltó y enroscó sus piernas alrededor de mi cintura. Yo la sujeté por la parte de atrás de ambos muslos mientras ella enroscaba sus dedos en mi cabello, entregada al momento.

Definitivamente me gustaba esta faceta de Mia.

Avancé hacia mi cama para terminar con lo que llevo ansiando desde que la vi por primera vez.

—¿Qué mierda pasa aquí? ––escuché un gruñido furioso.

Mia y yo separamos nuestros labios, sobresaltados, y miramos hacia la puerta en busca del intruso. Al ver de quién se trataba, ella abrió los ojos, espantada, y luego se alejó de mí con las mejillas encendidas y la mirada clavada en el suelo.

—Papá ––emití.

—¡¿Qué se supone que significa esto?! ––bramó con el ceño fruncido, la mandíbula tensa, los puños apretados y un brillo de furia en sus ojos verdes. De su cuerpo emanaba la ira, era casi palpable.

Yo estaba un poco confundido, no entendía su reacción. Si había alguien que debía enojarse por la llegada inoportuna, era yo. Mia, por su parte, miraba el suelo, roja como un tomate y con la mano tapándole parcialmente el rostro.

—Cálmate. ––Hice un ademán para que se tranquilizara.

—¡No me pidas calma, Aiden! ––rugió––. Solo sabes desobedecerme.

Oh, oh.

Ese tema no era conveniente.

—Papá, hablemos en otro lugar ––le pedí sosegadamente en un fallido intento de que se calmara y no comenzara a soltar cosas que no era necesario que Mia supiera.

—¿Por qué? ¿No quieres que se entere? —terció, desafiante.

—¿De qué habla, Aiden? ––preguntó Mia en voz baja, confundida.

—De nada ––dije en un tono seco––. Papá, vámonos de aquí. Hablemos en tu estudio. ––Me acerqué a él, le toqué el hombro intentando que se diera la vuelta para largarnos de la vista de Mia, pero, de repente, enloqueció.

—¡¿Qué es eso?! ––En su mirada estaba plasmada una rabia salvaje. Él apartó mi mano de un manotazo para avanzar en dirección al cuadro. Lo tomó entre sus manos para escrutarlo y una mueca de repudio se dibujó en sus facciones—. ¡¿Qué es esto?! —gritó.

—Papá, ten cuidado ––hablé pausadamente––. No vayas a…

—¡¡¡Te dije que la dejaras tranquila!!! ¡Te prohibí acercarte a ella! ––bramó, completamente fuera de sí.

Estaba descontrolándose de una forma que nunca antes vi y, como prueba de ello, estampó el cuadro contra la cama varias veces, provocando que mis ojos se desorbitaran de la impresión. ¿Qué mierda le pasaba?

Mia miró, horrorizada, lo que hacían con su amado obsequio.

—¡Papá, no! ––intenté detenerlo, pero era muy tarde.

Él estampó el cuadro contra el suelo numerosas veces. Cuando se sintió satisfecho lo pisoteó con ímpetu hasta que quedó totalmente destrozado.

Sentí que todo mi autocontrol me abandonaba al ver cómo acababa con el regalo que tanto tiempo y esfuerzo me costó hacer, pero lo que me superó fue el dolor que atravesó la mirada de Mia.

—¡¿Pero qué mierda te pasa?! ––rugí, agarrándolo por el cuello de la camisa.

—Aiden, es tu padre ––me recordó Mia, pero no sirvió para nada. Hace mucho había dejado de ver a este hombre como mi padre.

—Mia, vete de aquí ––le pedí.

—Pero… ––intentó rebatir.

—Que te vayas ––dije en un tono más firme.

—¿Acaso no quieres que Mia se entere de que enredabas a todas las empleadas? ––soltó mi padre.

—¡Cállate! ––grité.

—¿Aiden…? ––musitó ella.

—Solo vete. ––mascullé y, finalmente, me obedeció—. ¿Cuál es tu puto problema? ––escupí, liberando a mi padre de un empujón que lo hizo caer sentado en la cama.

—Te dije que no te le acercaras ––dijo entre dientes, poniéndose en pie para enfrentarme.

—¿Qué te importa eso a ti?

—Solo sabes protestar, ser rebelde y desobedecer ––evadió mi pregunta.

—Hace mucho pasó mi tiempo de hacer lo que me mandas ––rebatí––. Y no me has contestado, ¿qué te traes con Mia?

—No quiero que estés cerca de ella y punto.

Su respuesta esquiva hizo que todo se aclarara en mi cabeza. ¿Cómo no me di cuenta antes?

—Te gusta... ––murmuré––. Te gusta, ¿verdad? ––hablé más alto y seguro esta vez.

—No seas absurdo, Aiden.

—Es por eso que intentaste alejarla de mí desde el comienzo...

—Aiden, tu padre pidió que fueras a su estudio ––me comunicó Sue.

Me levanté del sofá y me dirigí hacia allí.

¿Qué querría mi padre?

Él nunca quiere hablar conmigo.

Toqué un par de veces.

—Adelante ––lo escuché decir.

—Sue me dijo que querías verme ––dije al entrar en el estudio y avanzar hacia su escritorio.

Él estaba recostado en su asiento con los dedos entrelazados y los codos en los apoyabrazos. Me miraba de forma autoritaria, firme y fría, como si me fuera a condenar por algo que ni siquiera había hecho.

—No negaré que tengo curiosidad. ––Me crucé de brazos en un gesto despreocupado.

—Tengo trabajo que hacer, así que seré breve. ¿Conoces a la señora West?

—Sí, lleva unos 5 años trabajando aquí ––contesté con obviedad y sin saber a dónde quería llegar. ¿Qué tenía que ver esa mujer con esta conversación?

—Bien ––se inclinó hacia delante, colocando sus antebrazos en el escritorio––. Mañana comenzará a trabajar aquí su hija.

Wow, un juguete nuevo. Lo necesitaba. Ya estaba aburrido de las mismas chicas todo el tiempo.

—¿Por qué me cuentas esto? ––me hice el desentendido.

—No te hagas el tonto, Aiden. Ambos sabemos que de ingenuo no tienes un pelo. La chica tiene 16 años y te conozco. Hemos tenido que despedir a varias empleadas por tu conducta…

—Qué exagerado eres ––le resté importancia a eso de "mi conducta". Solo soy un adolescente que quiere divertirse. No veo nada de malo en ello.

—Gasté mucho dinero callando a las que quisieron denunciarte porque intentabas propasarte con ellas.

—Ellas son tan exageradas como tú ––repliqué relajadamente––. Todas me sonreían y ponían ojitos ––añadí en mi defensa.

—Ellas solo hacían su trabajo, Aiden. Era su deber ser amables con el hijo de su patrón ––terció mi padre.

—Amabilidad, mi polla. Me provocaban. Siempre intentaban ser coquetas y llamar mi atención. Trataban de seducirme todo el tiempo, yo solo les di lo que buscaban, pero no se atrevían a pedir.

Mi padre se puso los dedos índice y pulgar en el tabique en señal de frustración, decepción o yo qué sé.

—Estás en un error, Aiden…

—¿En serio piensas que un chico como yo necesita forzar a alguien? ––pregunté, incrédulo, mientras me señalaba.

Él negó ligeramente, como si dijera "este chico no tiene remedio".

—Sigo sin entender tu punto. Nunca me has pedido que me aleje de ninguna de las empleadas. ¿Qué tiene esta de especial? ¿Por qué me pides que me aparte incluso antes de conocerla? ––inquirí con una sonrisa ladina.

—Ella… solo mantente alejado.

—¿Algo más?

—No, te puedes ir. ––Di media vuelta y cuando abrí la puerta lo escuché decir—: Aiden ––me volteé––, es en serio. Tienes prohibido acercarte a esa chica. ––Asentí y luego cerré la puerta a mi salida.

¿Prohibido?

Me follo a tu mujer en tus narices. No eres quien para prohibirme nada.

Aún no la conozco y ya tengo deseos de hacerla gemir mi nombre mientras la follo contra la pared de mi dormitorio.

El hecho de que "esté prohibida" solo la hace más tentadora, solo acrecienta mis ganas de follarla. Incluso sin haberla visto, sin tener una mínima idea de cómo luce su rostro, ya siento deseo por ella solo porque mi padre la quiere lejos de mí.

Ya tengo un nuevo reto personal: voy a llevarme a esa chica a la cama. Quiero ver cuál es el interés de mi padre en ella. Si es algo realmente importante, probablemente explote y yo vivo para hacer que eso pase.

Te espero con ansias, muñequita.

—Era por eso. Todo el maldito tiempo quisiste follártela. ––Me pasé las manos por el cabello, volviendo a la realidad––. Bien que Vanessa lo decía desde un principio.

—Yo no estoy interesado en ella en ese sentido ––rebatió a modo de aclaración, pero no creía ni una palabra que salía de su boca.

—¿Y cómo explicas todo esto? ––tercié, señalando el desastre que había causado.

Silencio.

—El día que me hablaste de ella, pensé que debía tener algo especial y reconozco que me interesé en ella incluso antes de verla, pero a medida que pasaban las horas comencé a creer que eran exageraciones mías, pero cuando la vi todo se fue a la mierda: tú, mis pensamientos, mis exageraciones, mis deseos de irritarte, todo. Lo único que pensaba era que debía follarme a esa chica como fuera. Era más fuerte que yo, por eso entendería si te pasara lo mismo. Respóndeme, ¿es eso?

—Claro que no ––masculló con la mirada en el suelo.

Estaba mintiendo.

Sonreí, pasando la lengua por mis dientes superiores. Si había algo que odiaba, era que me mintieran en mi cara.

—¡¿En serio piensas que soy idiota?! ––rugí, evidenciando que mi rabia estaba de vuelta––. Dame una razón lógica para esta maldita obsesión con que me aparte de ella.

Él se mantuvo en silencio, escrutando el suelo, evasivo.

—Tu silencio lo dice todo, James Thunder ––concluí en un gruñido.

—Tú no la mereces. ––Levantó la vista de pronto y eso me hizo enojar aun más, así que lo agarré por el cuello de la camisa nuevamente y lo estrellé contra la pared, haciendo sonar sus huesos contra el concreto.

—¿Ah, no? ¿No la merezco? ¿Y quién sí? ¿Tú? ––hablé con los dientes apretados mientras intensificaba mi agarre en su camisa, incrustando mis ojos en los suyos y estampándolo contra la pared varias veces––. No solo quieres follártela, quieres quitármela.

Él me devolvía la mirada con furia, con repudio, con odio; como si no fuese su hijo el que estaba ante sus ojos, como si tuviera delante a su mayor rival.

—Pues te diré una cosa. Eso no pasará. Esa chica es y será mía ––dije entre dientes, iracundo––. Si intentas acercarte a ella, te mataré. Hablo en serio. Nadie va a quitármela nunca. Y me da igual a quien deba pisotear para mantenerla conmigo. Si continúas interfiriendo, olvidaré que eres mi padre. ––Al pronunciar esas palabras, lo liberé con un brusco movimiento, dándole la espalda porque si seguía viendo su cara, no conseguiría sosiego.

—¿Aiden? ––musitó. Se escuchaba confundido. Me volteé para encararlo. Tenía una mano en el rostro, como si tuviera mareo o dolor de cabeza. Su mirada nerviosa estaba en todas partes, lucía perdido, como si intentara ubicarse.

Después de escrutar el lugar, fijó la vista en mí, frunciendo ligeramente el entrecejo, como si no fuese yo la persona que esperaba ver.

Luego se marchó sin emitir palabra alguna, como si no hubiésemos acabado de discutir por una mujer, como si lo hubiese olvidado, como si estuviera confundido.

Pues a mí no me importaba su condición. Todo lo que había dicho era verdad.

No iba a renunciar a Mia. No pensaba hacerlo.









Nota de la autora:
Jelooouuuuuu!!!!
Cómo están?!!!
Yo, bien, tranquila y con salud.
Qué les pareció el cap? :)
Awwwwww, San Valentín :')
A Sam le da fuerte :v
Y el regalo de Aiden :'')
Vieron? Aiden es un artista :D
Y justo cuando se iba a concretar el hecho llega el señor Thunder :v
Qué oportuno es :v
Esa discusión estuvo fuerte.
Y el recuerdo de Aiden... Ahí se los dejo.
Y qué pasó ahí al final?
Yo l@s dejo ahí pensando :)
Espero que hayan disfrutado el cap.
Hasta el próximo.
Chauuu!!!

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