Capítulo 35
Transcurrió un día completo desde el incidente que me hizo sentir como la peor víbora de todas, tiempo en el cual no crucé ni una sola palabra con Aiden y eso me ayudó a sentirme un poquito mejor porque, a decir verdad, no tengo la conciencia tranquila, aunque sé que no hice nada concreto con Aiden mientras estuve con Carter.
—¡Mia! —exclamó un pequeño cuerpo que se dirigía corriendo hacia mí desde la cocina.
—¡Elliot! —Me agaché para estar a su altura y recibirlo con un abrazo—. Solo han pasado un par de días y siento que no te veo hace un mes —reconocí, volviendo a ponerme en pie.
—Yo también te extrañé —dijo, mirándome con sus grandes ojos azules. Luego tomó mi mano y caminamos por el pasillo hasta llegar a la cocina.
—Hola, Sue —la saludé. Ella estaba inmersa en sus quehaceres, así que no me prestó mucha atención.
—Ahora regreso, Mia. ¿Puedes terminar con esto? —me pidió.
—Claro.
—Cuida a Elliot.
—Siempre, jefa.
El pequeño de cabello oscuro y ojos claros estaba sentado en un rincón de la cocina coloreando un dibujo que, a juzgar por los trazos, había hecho él mismo.
Al transcurrir unos minutos, terminó con su obra de arte. Miró el papel, satisfecho con el resultado, mientras se ponía en pie para caminar en mi dirección. Al llegar a mi lado, me extendió el brazo cuya mano sujetaba el dibujo que había acabado recientemente.
—Es para ti —me informó.
—¿En serio? —pregunté, un poco sorprendida. Casi no nos habíamos visto y ya me tenía cierto cariño.
Tomé el dibujo y lo observé detenidamente.
—Gracias —dije con sinceridad. En el dibujo estaba un niño sujetando las manos de un chico rubio y de una chica pelinegra.
—Somos tú, Aiden y yo —explicó.
—Me gusta mucho —le dije con una sonrisa.
Como cualquier otro niño de su edad no era un maestro del dibujo, pero, a pesar de ello, me gustó porque vi el empeño y el cariño que le puso mientras lo hacía. Me dirigí hacia el frigorífico y lo colgué allí con ayuda de un par de imanes.
—Para que todos lo vean —expliqué ante su entrecejo fruncido. Él simplemente me sonrió, indicando que le agradaba la idea.
De pronto entró en la cocina un sonriente Aiden, al cual se le borró la sonrisa cuando me vio.
—Hola —me dijo y yo asentí ligeramente a modo de saludo—. Colega, te tengo una sorpresa —se dirigió a Elliot mientras se agachaba para quedar a la misma altura que él. El niño caminó hacia él con una evidente curiosidad en el rostro.
—¿Qué es? —preguntó un ansioso Elliot.
—Adivina a quién traje. —Elliot se encogió de hombros, indicando que no sabía.
—¡Elliot! —exclamó una voz femenina y desconocida. Una niña con dos coletas doradas entró corriendo en la cocina y se abalanzó sobre el niño en un abrazo que casi los hace caer al suelo.
Aiden los miraba sonriendo. Yo me acerqué a él para saber quién era la niña.
—¿Y ella es...? —dije en voz baja.
—La futura esposa de Elliot —completó Aiden la frase. Yo me quedé en plan: ¡¡¡¿Qué?!!! ¡Pero si tiene seis años!—. Está en su clase. Es la niña que le gusta. ¿De pequeña no te gustó ningún niño en tu clase?
—No. Todos me parecían unos asquerosos repugnantes.
Aún me lo parecen.
—¿Y cómo hiciste que viniera? ¿La secuestraste? —indagué un poco en broma.
—Claro que no. Conozco a sus padres. Es la hermana de Rebecca.
Rebecca, la amiga de Daphne y Olivia que aparenta ser la menos odiosa del grupo.
Qué pequeño es el mundo.
Elliot tomó la mano de la niña y caminó hacia nosotros para luego decir:
—Mia, ella es Jazmin. Somos compañeros de clase.
La niña era muy hermosa. Tenía unos brillantes ojos azules. Era muy parecida a su hermana excepto por los ojos.
Coloqué mis manos sobre mis rodillas y me incliné hacia delante para luego extender una mano y saludarla.
—Mucho gusto, Jazmin. —La pequeña me lanzó una mirada un poquito... despectiva. Básicamente me hizo sentir deseos de morir.
Ella estrechó mi mano finalmente, pero por breves segundos y mantuvo en todo momento su mirada de desprecio.
—Vamos, Elliot. —Una vez más agarró al niño de la mano y se lo llevó a quien sabe dónde.
Me giré y ahí estaba Aiden haciendo un esfuerzo sobrehumano por no reírse.
—¿Soy yo o esa niña me odia?
—Se llama competencia intraespecífica. Es la lucha entre los miembros de la misma especie por los recursos limitados. —Su voz tenía un aire burlón, pero a la vez intelectual. Se notaba su esfuerzo por mantenerse serio.
—¿"El recurso limitado" es Elliot? —pregunté, incrédula.
—Al parecer, sí.
—Le llevo diez años.
—No me lo digas a mí, díselo a Jazmin.
—Hay cosas que simplemente nunca voy a entender —concluí, encogiéndome de hombros con resignación.
Aiden no pudo más y simplemente dejó escapar una risotada.
En ese momento entró en la cocina Sue y detrás de ella venían los niños.
Aiden se acercó a ellos y les preguntó:
—¿Qué les parece si vamos a patinar?
El rostro de ambos se iluminó, pero, de repente, la sonrisa de Jazmin desapareció.
—¿Ella irá con nosotros? —preguntó, señalándome.
—Si ella quiere... —dijo Aiden, mirándome.
—Por qué no —me limité a responder.
Jazmin rodó los ojos de una forma que nunca pensé que fuera posible a esa edad.
¿Qué hice para ganarme este desprecio?
—Vayan a buscar sus cosas —dijo Aiden.
—Y como siempre a mí es a la última a la que piden permiso —se quejó Sue con las manos en la cintura.
***
La pista de hielo estaba desierta cuando llegamos.
Los niños y Aiden se colocaron los patines muy rápido. Su entusiasmo era muy notorio, en cambio el mío...
La verdad es que no me gustaba el patinaje (en realidad no me gustaba casi nada), solo acepté venir porque... ni siquiera sé por qué lo hice. Supongo que para pasar tiempo con ellos.
Con Aiden.
No. Claro que no.
No mientas.
Odio cuando hago estos monólogos internos.
Estaba sentada en un banco poniéndome los patines mientras que ellos ya estaban en la pista.
Aiden sujetaba a Elliot y a Jazmin por sus manos para evitar que cayeran.
La niña rubia soltó la mano de Aiden y demostró el gran talento que tenía. Para su corta edad era bastante buena.
Elliot decidió imitarla y se alejó de Aiden. La verdad es que el niño no era tan diestro como la niña, pero al menos no se había caído hasta ahora.
Ups.
Acaba de caerse.
Aiden fue muy rápido a socorrerlo, aunque Elliot no parecía necesitarlo porque estaba muerto de risa. Aiden lo ayudó a ponerse de pie y siguió patinando, intentando alcanzar a su tierna y presumida compañera.
Después de mirar a los pequeños patinadores con una sonrisa en el rostro Aiden giró la cabeza en mi dirección y comenzó a deslizarse hacia donde me encontraba.
—¿No terminarás nunca de ponerte esos patines?
—En realidad no tengo muchos deseos de patinar —me justifiqué. Él tomó asiento a mi lado y colocó sus codos en las rodillas mientras observaba a Elliot y a Jazmin, los cuales patinaban tomados de la mano.
—Esos dos se divierten mucho —comentó Aiden.
—Eres muy bueno con los niños.
—Me gustan mucho.
—A mí no. No los entiendo. No sé cómo manejarlos. ¿Qué les pasa por la mente? —Aiden emitió una leve risa.
—No intentes analizarlos. Solo háblales y diviértete con ellos. No son complicados en lo absoluto.
—Elliot es diferente. Es el único niño que me ha agradado y yo le agradé también.
—Con razón Jazmin te odia.
—No me lo recuerdes. —Él sonrió y luego se puso en pie, extendiéndome la mano.
—Vamos —dijo.
—No lo sé. La verdad es que no soy muy buena en esto —dudé.
—Te prometo que no dejaré que te rompas una pierna —dijo, sonriendo.
—Qué motivación —emití con sarcasmo. Luego lo observé con los ojos entornados y él simplemente mantuvo su sonrisa. Su expresión me transmitió seguridad y confianza, así que decidí tomar su mano y patinar junto a él.
Íbamos bastante lento, lo cual me hizo sentir un poquito ridícula y avergonzada. Con la edad que tenía patinaba a la velocidad de una tortuga embarazada.
Muy triste.
Por tanto, decidí acelerar el paso.
Grave error.
En el preciso instante en que traté de patinar más rápido, resbalé hacia atrás e intenté sujetarme del hombro de Aiden provocando que los dos cayéramos hacia atrás.
Ambos comenzamos a reír como focas con epilepsia.
Esta situación era tan ridícula.
Cuando mis carcajadas finalizaron giré el rostro y vi que Aiden me estaba observando fijamente. Rápidamente volví a enderezar el rostro y, no sé cómo, me puse en pie. Luego "patiné" hasta la banca donde me había puesto los patines. Llegué despacio y con mucha dificultad, pero logré llegar.
Al instante Aiden estaba allí de pie frente a mí.
—¿Renuncias a la primera caída? —Alcé la mirada al escuchar sus palabras.
—Es un riesgo innecesario —repliqué en mi defensa.
—La vida requiere riesgos.
—No si sé que voy a salir lastimada.
—Las situaciones difíciles y arriesgadas son las más emocionantes y las que más merecen la pena.
¿Por qué me daba la impresión de que no estábamos hablando del patinaje?
—No para mí. —Aiden se sentó junto a mí, colocándose a horcajadas, de forma tal que mis expresiones quedaban vulnerables ante su escrutinio.
—¿Hasta cuándo vas a estar así? —preguntó, ceñudo.
—Hasta que se me quite el dolor en el trasero.
—Sabes perfectamente que no estoy hablando del patinaje sobre hielo. —Desvié la mirada.
—Ya te dije que no me gustan los riesgos innecesarios que sé que me van a herir.
—¿Te gusta la monotonía y la estabilidad? Creo que lo que pasó es prueba suficiente de que no es así.
—Precisamente por lo que pasó... no quiero herir a nadie más —murmuré.
—¿Prefieres sacrificar tu felicidad?
—¿Cómo estás tan seguro de que voy a ser feliz?
—No lo garantizo, pero lo intentaré.
—¿Ya están cansados? —preguntó Jazmin al llegar con Elliot.
—No, solo hablábamos de cosas de adultos —respondió Aiden con total naturalidad.
—Nosotros también somos adultos, ¿verdad, Elliot? —El susodicho simplemente se encogió de hombros.
Jazmin me recuerda un poco a mí. Cuando era pequeña odiaba que me trataran como si no pudiera entender las cosas solo por ser una niña.
—¿Ah, sí? —la desafió Aiden con una ceja arqueada y reacomodándose en el asiento para quedar de frente a ellos igual que yo.
—Sí. Es más, sé que estaban hablando de amor —aseguró, cruzándose de brazos con suficiencia.
Joder, es buena.
—Es más perspicaz de lo que pensé —reconoció Aiden y ella sonrió, satisfecha—. Adivinaste. La verdad es que hablábamos de que Mia quiere mucho a Elliot.
—¡¿Qué?! —exclamamos Jazmin y yo al unísono.
—No. Elliot es mío. —Jazmin lo abrazó de forma posesiva—. Cuando crezcamos nos vamos a casar. —Al decir eso, me sacó la lengua. Elliot estaba rojo como tomate.
—Y, ¿por qué esperar? Cásense ahora —sugirió Aiden.
—No estamos en la iglesia, genio —terció Jazmin con arrogancia, como si ella fuera un ser omnisciente.
—Bueno, no sería una boda oficial. Sería una especie de pre-boda —explicó Aiden.
¿Eso existe?
—Por mí, bien —cedió ella después de pensarlo unos segundos.
—¿Tú quieres, Elliot? —preguntó Aiden y Jazmin lo miró para evaluar su reacción. El niño se encogió de hombros. Sus mejillas seguían rojas.
Qué tierno.
Los niños se colocaron muy derechos uno al lado del otro mientras Aiden y yo estábamos frente a ellos sentados en el banco para quedar a la misma altura que "los novios".
—Jazmin, ¿acepta usted a Elliot como su futuro esposo hasta que crezcan, él se vuelva un adolescente hormonal y venga alguna arpía y te lo arrebate?
La expresión de Aiden era la mezcla perfecta entre seriedad y diversión. Había que reconocer que era muy bueno manejando a los niños. Cuando estaba con ese aire tan libre y despreocupado hacía que olvidara todo lo que era capaz de hacer, hacía que olvidara todos sus defectos, hacía que pensara que...
¡¿Pero qué estás diciendo, criatura?!
—Acepto —afirmó Jazmin con mucha seguridad. Creo que no entendió muy bien lo que Aiden dijo.
—Elliot, ¿acepta usted a Jazmin como su futura esposa hasta que crezcan, ella se vuelva una chica engreída y te abandone por el chico más popular del instituto?
—Acepto.
—Puede besar a la novia.
El rostro de Elliot fue un poema, algo así como: ¿y ahora qué hago?
El pequeño se inclinó un poco y besó la mejilla de Jazmin. Ella lo miró con desaprobación y luego plantó un rápido y casto beso en los labios del niño, el cual se quedó con los ojos muy abiertos y las mejillas encendidas mientras ella lo miraba con una sonrisa pícara.
Eso fue, definitivamente, lo más tierno que he visto en toda mi vida.
Algo para añadir a la lista de cosas que hacer cuando eres niño.
Si no te casaste con seis años, no tuviste infancia.
Después de la emotiva "boda" fuimos a una cafetería para tomar algo caliente. Mientras tomábamos nuestras bebidas, Jazmin preguntó sin previo aviso:
—¿Ustedes son novios? —Casi me atraganto con el chocolate caliente.
—¡No! —me apresuré a responder cuando terminé de toser. Aiden me miró divertido esbozando esa sonrisa de idiota.
Corrección: esa hermosa sonrisa de idiota.
Tú cállate.
Jazmin entornó sus ojos azules y su mirada viajó de Aiden a mí de forma inquisitiva.
¿De dónde salió esa niña?
***
Ya era de noche y estábamos en la mansión Thunder.
La perspicacia personificada, que se hacía llamar Jazmin, se había marchado cuando su madre vino a buscarla. Dicha mujer era rubia, delgada y sumamente elegante. Jazmin y ella se parecían bastante.
Sue y yo nos encontrábamos en la cocina cuando entró Elliot.
—Abuela Sue, Jazmin y yo nos casamos —anunció con entusiasmo.
—¡Felicidades, mi niño! —Sue le dio un fuerte abrazo a su nieto—. Debes ser muy responsable a partir de ahora —dijo, señalándolo con el dedo y él asintió.
Yo me quedé en plan: ¿es en serio?
—Sue, dime, por favor, que no le has dado "la charla". —Ella me miró con esa mirada de obsesa sexual que nadie merece contemplar—. Déjalo. Mejor no me respondas. Prefiero no saber —me apresuré a decir, moviendo las manos en un gesto de negación y con la mirada en cualquier lugar menos en su cara de pervertidora de menores.
No sé si puso esa expresión en serio o solo lo hizo en broma para perturbarme. En cualquier caso me dejó un trauma de por vida.
Pasados unos cuantos minutos, la cena estaba lista y Sue me dijo:
—Llévale esto a Aiden. —Ella sujetaba la bandeja con comida que debía subir a los aposentos de Thunder junior.
—¿Vuelve a cenar en su habitación? —indagué con una mezcla de curiosidad y hastío. No quería que esto volviera a hacerse un hábito. Ella se limitó a encogerse de hombros, puesto que no estaba en sus manos controlar a Aiden.
Al subir, toqué la puerta de su habitación, pero no respondió, así que decidí entrar.
Al abrir, contemplé a un distraído Aiden sentado en la cama. A juzgar por el desenfadado movimiento de su cabeza y por los auriculares diría que estaba escuchando música. Por alguna razón el chico andaba sin camisa.
¿No se ha enterado de que llegó el invierno? ¡Que se ponga una camisa!
Sí, claro. No queremos que te peten las bragas.
¡¿Cuántas veces tengo que decirte que te calles?!
En serio, debo ir al médico.
Me desplacé por el dormitorio y Aiden notó mi presencia. Luego se quitó los audífonos poniéndose en pie. Tomó la bandeja que traía y la colocó en su mesita de noche.
Y allí nos quedamos, sin saber qué decir y mirándonos como un par de idiotas.
Esta era la primera vez que nos quedábamos completamente solos desde la discusión por lo de Carter.
La situación era tensa e incómoda.
Encima él sin camisa no ayudaba.
¡No, Mia! No pienses en esas cosas. En estos momentos no me reconozco. Nunca fui así. Y por nunca me refiero a jamás de los jamases.
—¿No vas a decir nada? —finalmente rompió el silencio.
—¿No tienes frío? —fue lo que logré articular y él me mostró esa media sonrisa divertida.
—Hay calefacción.
—Aun así —rebatí, nerviosa. Mi mirada estaba en cualquier lugar menos en él. No quería parecer una enferma mirándolo. El condenado era un idiota, pero había que reconocer que estaba bueno.
En serio, ¿qué me está pasando?
—Cuando te pedí que dijeras algo no me refería a eso —comentó, divertido.
—¿Qué querías que dijera, entonces? —inquirí.
—No lo sé. Tal vez que ibas a dejar de ser tan orgullosa, de sacrificarte por los demás y finalmente ibas a acceder a lo que, obviamente, ambos queremos —sugirió, resaltando la palabra obviamente.
—Veo que vas a empezar con lo mismo, así que me voy. —Di media vuelta y cuando estaba llegando a la puerta él dijo:
—Siempre huyendo. —Me volteé para mirarlo—. Nunca encaras las cosas, Mia. Lo único que haces es evadir los problemas. Acepta de una puta vez lo que tu cuerpo te dice a gritos. Sé que no querías herir a Carter, yo tampoco quería. Ojalá las cosas hubieran salido de una forma diferente, pero no se pudo. No te escudes más con el tema de Carter. Acepta y enfrenta esto. —Alternó su mano entre ambos para definir esto.
—Tus palabras no lograrán provocarme, Aiden. No voy a caer en tu juego. —Él se pasó las manos por el cabello en señal de frustración como si yo fuera la niña lenta de la clase a la que había que explicarle lo mismo 50 veces.
Me negaba a creer que era sincero. Todo indicaba que así era, pero yo no podía ni debía ceder. Yo debía odiarlo.
—Ya no sé qué hacer contigo —reconoció. No sabía si sentirme elogiada u ofendida.
—Solo ignórame y listo. Todos contentos.
—Todos menos tú y yo —terció, muy seguro de sus palabras.
Se lo tiene tan creído, pero lo peor es que tiene razón. Ya no pienso seguírmelo negando, pero ante él no lo pienso reconocer jamás.
—No tienes una idea de cuánto me irrita que hables como si lo supieras todo —solté.
—No lo sé todo, solo vivo convencido de lo obvio.
—Creído —lo insulté entre dientes.
—Cobarde —me lo devolvió.
Esa palabra no era el mayor de los insultos, pero me ofendió. Si había alguien que no merecía semejante ofensa con toda la fortaleza que había mostrado pese al paso de los años, era yo.
—No me digas eso. —Mi voz reflejaba una incipiente indignación.
—¿Ah, no? ¿Cómo puedo describirte, entonces? —Aiden hizo un gesto como si tuviera que pensarlo y yo torcí los ojos—. ¿Reprimida, Madre Teresa de Calcuta, justiciera sin máscara, defensora de los oprimidos?
Estaba intentando provocarme, pero no lo iba a conseguir. Yo no solía ser impulsiva.
—Aiden, solo cállate —dije, completamente hastiada de su infantilismo y de su burla.
—Eso es lo único que sabes hacer: mandarme a la mierda cuando sabes que tengo razón. Eso y colocar en un pedestal a Carter mientras a mí me acribillas y tratas como si fuera lo peor.
—No lo hago —intenté defenderme. A pesar de que en ocasiones lo merecía, no me gustaba tratarlo mal. Yo no soy así.
—Cierto, lo que haces es meterte en tu burbuja de inhibición e infelicidad. Te limitas y lo peor es que me limitas. —Exhalé con fuerza mientras cerraba los ojos para buscar una paz que no hallé.
—Aiden, ya, por favor —le pedí en un suspiro.
—¿Acaso es mentira? ¿No vives con temor a arriesgarte? Voy a comenzar a pensar que te gusta ser infeliz. Ese es el peor tipo de masoquismo que existe, Mia.
—Aiden —mascullé, atravesándolo con la mirada. Estaba comenzando a hartarme de escucharlo hablar de cosas que no sabía.
—Si tanto adoras la estabilidad y la falta de riesgo, ¿qué haces aquí? ¿Por qué dejaste a Carter? ¿Por qué estuviste a punto de besarme aquel día y tantas otras veces? —Su tono era de reproche y sus gestos, bruscos y apasionados—. Te responderé. Porque te gusto o, cuanto mínimo, sientes deseo por mí, pero eres incapaz de hacer nada al respecto porque eres una cobarde.
—Cállate —gruñí.
—Co-bar-de. Eso es lo que eres.
¿Recuerdan que hace unas líneas les mencioné que no era impulsiva? Pues eso fue por el desagüe.
Como si tuvieran mente propia, mis piernas avanzaron hasta Aiden, mis manos agarraron su rostro y estampé mis labios contra los suyos.
¡¡BUM!!
Se calentó esto, chamac@s.
Ah, hola, ¿cómo están? Perdón, no los había saludado :)
Ahora sí, ¡¡¡¡¡MIA BESÓ A AIDEN!!!!!
¿Alguien se lo esperaba?
Cambiando un poco el tema, me encantan Jazmin y Elliot. Fue tan tierno todo :')
Levante la mano quien se haya casado con seis años, yo no, no tuve infancia :")
Retomando el bum del día, ya quiero el siguiente cap, lo deseo, lo necesito. Ahora mismo tengo mi sonrisa malévola en el rostro.
Bueno, espero que hayan disfrutado este cap.
Nos vemos en las próximas aventuras.
Gutbai.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro