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Capítulo 1

Con pasos lentos atravieso el bosque que durante años me vio correr, jugar, reír, ser feliz. Las aves entonaban su más dulce canto, acariciando mis oídos mientras lo hacían. Había un olor maravilloso proveniente de las flores del jardín y el sol de verano brillaba intensamente en el cielo.

De pronto, oí pasos que me seguían.

No, no podía ser.

Estaba sola.

Otros pasos.

Escuché una rama romperse al ser pisoteada. No era mi imaginación.

Me seguían.

Él me seguía.

Comencé a correr. Corrí y corrí sin mirar atrás. No podía permitir que me atrapara. Las lágrimas comenzaron a descender por mi rostro. Mientras corría lo más rápido que podía tropecé con la raíz de un árbol.

No.

Gruesas lágrimas se abrían paso a través de mis ojos, los cuales ya me dolían de tanto llorar.

Sentí como una mano me agarró del tobillo y comenzó a tirar fuertemente de mi pierna hasta ponerme boca arriba. Con su mano inmensa tapó mi boca para que no gritara.

Lágrimas y más lágrimas.
Su rostro estaba cubierto. Solo pude ver sus ojos.

Ojos verdes, felinos, depredadores.

Me miraba de una forma enferma y asquerosa.

Lágrimas, miedo, dolor.

Para, por favor.

¡¡¡Para!!!

Mi cuerpo estaba completamente sudado, mi respiración era muy irregular y mi corazón estaba a punto de salirse de mi pecho.

—Cálmate, Mia, fue solo una pesadilla. Inspira, espira ––me dije en voz alta para tranquilizarme.

¿Por qué los sueños parecen tan reales?

Después de unos minutos logré calmarme y pude volver a dormir. Mañana sería un "gran día".

Espero no volver a soñar.

***

Después de ducharme y vestirme fui hasta el comedor para desayunar.

—¡Hola, mi niña hermosa! ¿Has dormido bien? ––preguntó mi madre cariñosamente.

—Sí ––mentí.

Mi madre tenía un hermoso y lacio cabello negro azabache, el cual heredé, que le caía a ambos lados de su rostro mientras terminaba de preparar mi desayuno. A diferencia de ella, yo tenía el cabello largo hasta la cintura.

Levantó la vista y me penetró con sus ojos de cristal.

—Hoy es el gran día. Finalmente irás a esa magnífica preparatoria ––comentó, juntando sus manos de forma alegre y dramática. Odiaba cuando se ponía en plan "la vida es color de rosa".

—Debes sentirte muy agradecida con el señor Thunder, Mia.

Y aquí viene el sermón.

—Él nos ha ayudado mucho.

Bla bla bla... Es lo único que escuchaba.

El señor Thunder del que mi madre habla es un señor al que le sale dinero hasta por la nariz, el cual la contrató como sirvienta hace un tiempo.

Tan caritativo el caballero.

Mi mamá le está eternamente agradecida y quiere que yo, al igual que ella, bese el suelo por donde ese hombre camina, pero por mí puede meterse su dinero por el… No me malinterpreten. Sí estoy agradecida por haberle dado un empleo decente a mi madre, con un salario lo suficientemente digno como para pagar todas las deudas que mi padre nos dejó. Además, me consiguió una beca en una prestigiosa preparatoria, de la cual un amigo suyo es director y propietario, para cursar mis dos últimos años. No tengo nada en su contra, de hecho nunca lo he visto, pero no voy a ir a donde él está y besar su retrete de oro, tengo demasiado amor propio.

—Sí, mamá ––gruñí con el mayor de los hastíos.

—Me alegra que comprendas. Gracias a él he pagado casi todas las deudas que tu padre…

—Sí, ya sé ––la interrumpí bruscamente.

Odiaba hablar de mi padre. Y odiaba aun más que mi madre hablara de él como si nada, como si hubiera sido el marido más cariñoso y el padre más dedicado.

Observé el retrato familiar colgado en la pared donde estaba él sonriendo ampliamente y mirando a la cámara con sus penetrantes ojos verdes.

Maldito.

Cualquiera que lo viera pensaría que era un hombre de familia. No entiendo por qué ella no ha tirado ese retrato todavía.

Después de desayunar me despedí de mi madre para dirigirme al matadero.

—Cuídate mucho, hija. Espero que tengas un excelente primer día. ––Su entusiasmo era muy evidente.

Sí, que emoción (sarcasmo puro y duro).

***

En mis 16 (en pocos meses, 17) años de vida nunca sentí tan pocos deseos de ir al colegio. Finalmente llegué a la que por los próximos 2 años sería mi adorada escuelita.

Después de recibir instrucciones me dirigí al salón de clases lleno de niños pijos y engreídos y de princesitas de papi.

Alguien máteme por favor y acabe con mi sufrimiento.

Entré al salón lentamente y una profesora alta, delgada y con anteojos me colocó un brazo alrededor de los hombros y me pidió que me presentara frente a toda la clase.

¿Por qué tenía que hacer eso? ¿Dónde estamos? ¿En el kínder?

—Hola, mi nombre es Mia West ––me presenté con la poca emoción que me caracteriza y mirando hacia cualquier lugar menos a los demás estudiantes.

—Siéntate en la silla vacía del fondo, junto a la chica del cabello morado.

Me dirigí con pasos vacilantes hacia donde me habían indicado y me senté en la silla. La chica junto a mí me ofreció una cálida y reconfortante sonrisa. Tal vez todos aquí no fueran idiotas.

*

Después de una clase de ciencias que me pareció eterna sonó el timbre y pudimos salir. Estaba sentada en el patio cuando la chica del cabello negro con las puntas moradas se me acercó.

—¿Puedo sentarme? ––me preguntó con su amplia sonrisa. Algo me decía que esta chica era muy risueña.

—Sí, claro. ––Se sentó cómodamente con las piernas cruzadas sobre el banco.

—Mia, ¿cierto? Yo soy Samantha. Sam para los amigos. Y al que me diga Samy le parto los dientes. ––Después de decir eso me mostró nuevamente su sonrisa, como si lo que dijo fuera broma, pero yo creo que lo decía en serio.

—Mucho gusto, Sam —me limité a decir. 

Ella era delgada pero esbelta. Tenía los ojos cafés, casi negros y con mucho maquillaje. Su mirada era muy intensa, como si quisiera ver todo lo que escondes en lo más profundo de tu ser. Me pareció alegre y divertida.

Estuvimos conversando un buen rato y me enteré de que le gustaba el anime, la música electrónica, el paracaidismo, el alpinismo, el rock y su mayor sueño era irse de vacaciones a la Antártida y vivir con un pingüino en un iglú.

Genial.

Mi primera conocida y estaba loca.

Independientemente de sus gustos raros parecía simpática. Creo que ella sería lo más cercano a una amiga que tendría aquí.

—¡Ahí viene! ––chilló, entusiasmada.

—¿Quién?

—El amor de mi vida. Se llama Carter. Está en tercero y juega en el equipo de fútbol. Está súper bueno, dicho sea de paso.

Me giré para ver al prestigioso Carter.

Nada mal.

Piel ligeramente bronceada, alto, cabello castaño y lacio, sonrisa blanca y brillante. Una pena que me importen un rábano los chicos.

—¿Soy yo o el aire se calentó de pronto? ––comentó Sam. Sonreí mientras ponía los ojos en blanco con burla. Era muy dramática esta chica.

—¿Tú no tienes calor? Traes el cabello suelto, una sudadera y medias pantis. Ahora que me fijo, tu falda es bastante larga también.

—No, no tengo calor ––respondí, sin más. La verdad es que no me gustaba mostrar más piel de la estrictamente necesaria. Con razón era tan blanca.

—¡Viene hacia acá! Cálmate, actúa normal ––dijo con grititos emocionados y ansiosos. No entiendo por qué me dijo eso si la única que debía calmarse era ella.

—Hola, Sam ––saludó el tal Carter.

El chico tenía una sonrisa hermosa. Con razón Sam estaba derretida.

—Ho-hola, Carter.

¿Acaba de titubear? No lo puedo creer.

—¿Cómo pasaste las vacaciones?

Ok.

Esto es ridículo y da deseos de vomitar.

Cuando estaba punto de irme el chico dijo:

—¿No me presentas a tu nueva amiga? ––Su tono era demasiado meloso para mi gusto.

Ya me cae mal.

—Ella es Mia.

—Mucho gusto, Mia. ––Extendió su mano, enfocándome con atención para ver mi reacción.

Le estreché la mano por un efímero instante. No me gustaba que me tocaran.

A pesar de mi extraño apretón de manos el chico sonrió de una forma cálida y amistosa. Tal vez no sea un pervertido como los demás.

Luego siguieron conversando de sus temas, los cuales me importaban muy poco.

Le informé a Sam que iría al baño para librarme de ellos dos y de su babosa conversación. Como no tenía nada mejor que hacer, me dirigí hacia el baño de chicas para ver donde hacían sus necesidades las princesitas del colegio.

Al abrir la puerta, lo primero que vi fue una chica con un largo cabello rubio que estaba de espaldas a la puerta y con la lengua de un chico metida hasta la garganta.








Nota de la autora: ¡Hola, mundo! La verdad es que esta es mi primera historia y no tengo la más mínima experiencia en esto de escribir, pero espero que, al igual que yo, disfruten este viaje que es Todo lo que siento.

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