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Capítulo 1. Encuentro fortuito


Greta era una chica joven a punto de cumplir treinta años, con su primera crisis existencial, debido a la inminente llegada de la temida crisis de los recién cumplidos treinta. No era como los demás, ni mucho menos, era lo que se conoce vulgarmente como un culo inquieto. Nunca podía quedarse parada, no podía dejar de viajar y conocer otros lugares, era su manera de ver la vida.

Tenía un grupo de amigas prácticamente igual que ella. Su mejor amiga se llamaba Paula. Paula y ella se conocían desde hacía bastante tiempo, se podría decir que prácticamente desde la más tierna infancia, todo lo hacían juntas y esta vez se habían propuesto hacer un poco de ejercicio por lo de mantener una buena salud.

Así fue como empezó todo, con algo tan simple como salir un día a correr. Algo estaba a punto de tambalearse para bien o para mal en la vida de Greta, pero ella era ajena a todo esto.

Era fin de semana, y como siempre quedaba con su amiga Paula. Aunque les daba mucha pereza, se habían propuesto empezar a hacer un poco de deporte, la verdad es que siempre lo dejaban para otro día, pero ese día decidieron ponerse serias con el tema. Greta nunca había entendido muy bien lo de matarse a hacer deporte, ella pasaba de todas esas cosas.

Esa mañana ocurriría algo, que quizás podría dar más de un quebradero de cabeza a Greta.

Eran las nueve de la mañana, hacia bastante frío, era invierno. Greta había quedado con Paula en un hermoso parque de la ciudad lleno de árboles y con un paseo interminable, que prácticamente recorría toda la ciudad de principio a fin. Y ahí estaba ella, con un chándal quizás no muy apropiado para hacer deporte, pero era lo único que había encontrado rebuscando entre su ropa, ella era de vestir cómoda, pero no hasta el punto de llegar a ponerse ropa de deporte todos los días, por lo que no tenía mucho donde elegir.

De lejos, pudo divisar a Paula. Después de un interminable saludo con abrazo incluido de su amiga, comenzaron a correr, apenas llevaban diez minutos corriendo, cuando las dos comenzaron a sentir un cansancio atroz, en sus caras se veía reflejado que no podían ni con su alma.

Greta... No puedo más... — dijo Paula con la respiración entrecortada.

Tendremos que hacer un último esfuerzo, apenas hemos corrido nada ... — dijo Greta.

Yo lo dejo ya, en serio, no puedo más ... — dijo Paula, mientras frenaba en seco.

Venga Paula, una última carrera hasta el final del parque ...

Paula hizo caso a Greta, sin saber el porqué, nunca se habían picado la una con la otra, pero quizás las ansias de terminar de correr y pararse a descansar, podía más que todo lo demás.

Comenzaron a correr y a competir la una con la otra, el camino final era de arena y estaba lleno de piedras que prácticamente no se veían y más si ibas corriendo, sin prestar atención al suelo. Se sentía como se podía mascar la tragedia, pero las únicas que no lo veían eran ellas dos. Se miraban retándose con los ojos, viendo cómo les quedaba prácticamente un pequeño tramo para llegar a su meta, y entre risas comenzaron a correr mucho más rápido. Greta no se dio cuenta de una piedra que estaba lo bastante escondida entre la arena al ser del mismo color que esta, tropezó y cayó al suelo, haciéndose daño en un pie y en una de las manos que había soportado todo el peso de su cuerpo.

Paula se quedó atónita, no sabía que hacer, de repente la vio allí, tirada en el suelo, y se quedó helada.

Un desconocido seguramente de la edad de ambas, estaba haciendo deporte junto con otro chico, se percató del desastre y corrió enseguida a levantarla; ante la atenta mirada de Paula, que se había quedado petrificada al ver la caída de su amiga.

—¿Estás bien?—dijo él, mientras ayudaba a levantarse a Greta.

Joder, pues no ...Me he pegado un buen golpe — dijo Greta, que estaba bastante enfadada y más sabiendo que se había convertido en el centro de atención en ese momento de al menos una persona.

—Lo siento, solo quería ayudarte...— replicó él.

—No necesito ayuda, gracias— dijo ella mientras se levantaba muy digna.

—¿Te molesta el pie?— siguió insistiendo él, al ver que no lo apoyaba bien.

Paula seguía sin poder moverse, contemplando la escena entre el desconocido y su amiga, y sin poder mediar palabra.

No, no es nada dijo ella, mientras se olvidaba de todo y se dirigía a sentarse a un banco que estaba cerca, ya que se sentía un poco mareada.

El desconocido se acercó al banco, donde se sentó Greta y siguió insistiendo.

Tengo el coche cerca, si necesitas que te lleve a algún centro de salud ...

—Gracias, pero como te he dicho estoy bien ...

—Bueno, pero no lo parece ...

—¿En serio?¿Sabré yo si estoy bien o no estoy bien?— dijo Greta levantando la voz y enfadada.

A Greta se le estaba agotando la paciencia por momentos y más cuando veía que estaba bastante dolorida del golpe, que su casa estaba bastante lejos y que Paula estaba ahí presenciando la escena como si nada.

Ante la bordaría de Greta, el desconocido se fue alejando de ellas, mientras se dirigía hacia su amigo sin perderlas de vista.

Greta se levantó del banco como pudo y comenzó a gritar a Paula.

—¡Paulaaaaaaaaaaaa!—gritó Greta, viendo que ella no hacía nada.

—¿Qué?— dijo ella saliendo del shock.

—¡Ayúdame! Tengo que ir a casa ya. No me encuentro bien.

—¡Greta! ¡Madre mía!

—¿Qué pasa ahora?

—Tu cabeza ...

—¿Mi cabeza?—dijo mientras se echaba la mano a la frente, y veía que estaba sangrando.

A Greta le comenzaba a sangrar la cabeza, estaba bajando poco a poco sangre desde su frente hasta la ceja y comenzaba a marearse; continuaban andando pero tuvo que parar, y dirigirse de nuevo a sentarse a otro banco; antes de que llegará al banco, se desplomó en el suelo, era de las personas que nada más ver sangre se mareaba y no pudo evitarlo.

—¡Greta!— gritó Paula asustada.

El desconocido viendo la escena, no dudo en volver a ver qué pasaba.

—¿Qué ha pasado?¿Se ha mareado?— dijo él.

—Sí, tiene sangre en la cabeza .. ¡En que maldita hora hemos venido a correr, que horror, y no se despierta! ... —dijo Paula asustada.

—¿Cómo se llama?—preguntó él.

—Paula—dijo Paula, pensando que preguntaba por su nombre, y no por el de su amiga.

El desconocido, comenzó a dar golpecitos suaves a Greta en la cara para ver si reaccionaba.

—Paula, ¿estás bien?—dijo él.

—¿Cómo que Paula? Ella es Greta. Yo soy Paula ...— dijo Paula enfadada.

—Me dijiste ...

—Pensé que preguntabas por mi nombre ...

—No, bueno ... Da igual ... Greta ¿estás bien?— seguía insistiendo él.

—¡Pues no ves que no!¡No responde! — dijo Paula, viendo que el desconocido se metía demasiado ya en el tema.

—Me la llevo a mi coche, a que la vea un médico, no se ha hecho nada en la cabeza, tiene un golpe pequeño, se la puede mover perfectamente ...

—¿Pero cómo te la vas a llevar? Que no, que no te conocemos de nada ... ¿Y si eres un psicópata?— gritó Paula, llamando la atención de las demás personas que estaban en el parque.

—¿En serio? Bueno, pues llamo a una ambulancia ...

De repente, Greta se despertó viendo la que se estaba montando a su alrededor.

—¿Qué está pasando?— dijo mientras conseguía despertarse.

El desconocido la ayudó a incorporarse.

—¿Estás bien? Te has desmayado— dijo él preocupado.

—¡Otra vez tú!—dijo ella mirándole.

Sí, yo... De verdad en serio, solo quería ayudar ... No voy a haceros daño ... Vaya dos ... Tengo el coche en el parking del parque. Insisto, debería verte un médico.

—Bueno, eso de que me tiene que ver un médico tienes razón, no me encuentro bien, me duele todo ahora mismo— le dijo Greta.

—¿Quieres que te acompañe?—dijo Paula.

—No creo que puedas entrar, tengo el maletero lleno y los asientos de detrás ...—dijo él.

—Ah no, yo me voy con mi amiga — dijo Paula.

—Paula, intenta irte a casa tranquila, ya te cuento ...—dijo Greta con voz tranquilizadora.

—Tiene los asientos de detrás llenos y el maletero también, a saber que lleva... ¿Te vas a fiar de él?— dijo Paula a Greta en bajito.

Si, hazle caso a tu amiga. ¿Te vas a fiar de mí? Llevo hachas, cuchillos, me dedico a matar gente en mis ratos libres y eres mi próxima víctima; además nadie me lo ha puesto más fácil hasta ahora— dijo él riéndose.

Greta tuvo que explotar, no podía parar de reírse tampoco, no sabía por qué, entre el nerviosismo y la cara de terror que estaba poniendo su amiga.

—Lo sabía ... —dijo Paula muy convencida.

—¿En serio Paula? Jajaja — dijo Greta.

—A ver Paula, permíteme las confianzas ... Entreno niños, jugamos al baloncesto y tengo equipo deportivo en el coche, nada más. Pero ya te digo, no sabéis ni mi nombre, así que lo mismo, sí que tengo tiempo además en mis ratos libres para descuartizar chicas indefensas ... — dijo él.

Paula se quedó callada, y con un enfado que se le podía notar perfectamente en la cara.

—Tú sabrás Greta, tú sabrás ...— dijo ella muy digna, mientras se acercaba para darle un beso de despedida (que más bien a Paula le parecía que era el beso de la traición por dejarla sola) mientras se alejaba después.

Fue entonces, cuando Greta se fue andando con el desconocido hacia su coche, la verdad es que nunca habría hecho algo así, pero el chico le era bastante familiar, le conocía de verlo por la zona, y no parecía mala persona; y por lo visto sabía aguantar un buen chaparrón, después de cómo se portaron ella y su amiga con él. Mientras caminaban hacia el coche entablaron una conversación.

—Por cierto ... ¿Cómo te llamas?— dijo Greta, viendo que habían sido tan maleducadas ella y su amiga, de ni haberse molestado en saber su nombre.

—¿Quieres que te ayude a andar?— dijo él, haciendo caso omiso a su pregunta.

—No, puedo sola ... ¿No me lo vas a decir?

—No, me pillarían antes, en el caso de que decida matarte ahora...

—No tienes cara de asesino ...

—¡Ah vaya!¿Así que ahora hay que tener cara de asesino? Me alegra saber que tengo más posibilidades de engañar a mis victimas ... Me llamo Lucas, por cierto.

—Yo ...

—Greta, para no saber tu nombre jaja, lo siento, pero se ha liado una en poco rato ...

—Ya, bueno... Paula es muy intensa, bueno y yo también la verdad, no puedo con la sangre, prefiero no pensar que tengo sangre, si no ...

—Bueno ... Ahí está el coche, como te dije está lleno ... ¿Te quedas más tranquila así?

—Sí, o eso creo ...

Lucas, alias "el desconocido" sacó de la guantera del coche un pañuelo, y quitó la sangre de la cara a Greta como pudo. Sin darse apenas cuenta, se estaban mirando los dos, con todo lo que había pasado, Greta no se había dado cuenta de los ojos tan bonitos que tenía Lucas, eran marrones, intensos, penetrantes; por un momento pareció que se paraba el reloj.

—Esto ... Sube al coche, que te lleve a algún sitio, no sabemos si te has hecho daño en el pie o en la mano.

—Ok, gracias por llevarme.

De repente, algo cambió entre ellos y se hizo el silencio. Él dejó de hablar durante todo el camino, lo único que sabía hacer era mirar a Greta y sonreír; y ella también hizo lo propio mirándole por el rabillo del ojo.

Cuando llegaron al centro de salud, se despidió de él, y entró sola, le dijo que no hacía falta que esperara a que saliera, que ya llamaría a alguien; por esa zona era muy difícil poder aparcar bien, así que no podía dejar el coche tirado en algún sitio y acompañar a Greta.

Ella estuvo un buen rato dentro. Entre unas pruebas y otras, tuvieron que dar a Greta unos puntos en la frente, tenía además un esguince de muñeca y se había torcido el pie. Ella no se podía creer en ese momento la típica frase de: "el deporte es bueno".

Cuando salió del centro de salud, levantó la vista y ahí estaba él.

—¿Qué tal te ha ido? Por lo que veo no muy bien ...—dijo Lucas, cuando vio a Greta con una mano vendada y los puntos en la frente.

Bueno dentro de lo malo, bien ... Pero ...No hacía falta que te quedaras ... He tardado un montón... Además ya viene mi compañera de piso a por mí — dijo ella bastante nerviosa.

—Me daba reparo, no saber que te había pasado...

De repente, llegó Claudia, la compañera de Greta en su coche a toda prisa, aparcando en doble fila, con las luces de intermitencia puestas, y bastante preocupada.

—¿Pero Greta que has hecho? Estás para el arrastre chica ... Venga, vamos al coche y me cuentas en casa— dijo Claudia.

—Bueno ... Gracias — le dijo Greta a Lucas.

—Bueno ... Pues espero que te mejores— dijo él mientras se metía las manos en el bolsillo, y se alejaba, mientras de vez en cuando miraba para atrás para ver como se metía Greta en el coche con su compañera.

—¿Quién era ese?—preguntó Claudia intrigada.

Se llama Lucas, vio como me caía y vino a ayudarnos—dijo Greta.

—No está nada mal, por no decir que está bastante bien jaja. Greta ¿Le has pedido el móvil o te lo ha dado?

—No, supongo que nos veremos alguna vez...

—¿Qué?¿En serio?¿Y si has perdido la oportunidad de tu vida?

—¡Ay Claudia! ... ¡Qué tonterías tienes! Déjalo, no es para tanto ...

—Bueno, lo que tu digas.

Las dos compañeras se fueron a casa, y dejaron de hablar durante todo el camino que duró el trayecto en coche hasta que llegaron. Greta sabía que quizás había cambiado algo en ella, pero quería negarlo todo. Se metió en su habitación y se puso a descansar, estaba bastante dolorida de la caída y necesitaba tumbarse y relajarse.

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