2.- Un momento para detenerse. .
Alexander Campbell.
He estado sentado en esta sala las últimas dos horas, y sinceramente, he dejado de prestar atención desde hace un buen rato. Jugueteo con la pluma entre mis manos, deseando estar en cualquier otro sitio excepto aquí. Sin embargo, no hay mucho que pudiera hacer al respecto.
Trato de parecer interesado cuando se requiere, pero lejos de eso, no le tomo importancia a lo que mi madre o Ryan dicen, al final de cuentas, no es como si mi opinión fuese tomada muy en cuenta.
—Alexander, ¿Qué es lo que opinas? —elevo la mirada cuando me preguntan. ¿Qué opino sobre qué? —¿Te parece bien?
—Estoy un poco perdido, lo siento —me coloco derecho en la silla —¿qué decían?
Mi madre suspira, Ryan resopla con molestia y Tania me lanza una mirada que fácilmente se traduce como: ¿en serio, Alexander?
—Hemos recibido una oferta de una revista —repite con exasperación —quieren una exclusiva.
—¿Una exclusiva? —observo a ambos —¿sobre qué?
—Sobre la gira —responde mi madre con obviedad —quieren tener en la edición de su revista, un artículo que hable sobre tu gira, ya sabes, datos, imágenes, quieren que el público te conozca.
—Creo que el publico ya me conoce lo suficiente, no necesito que escriban sobre eso.
—De acuerdo, déjenos solos —pide Ryan hacia todos los otros miembros del equipo.
Cuando la sala queda vacía, él se quita los lentes de montura negra que siempre trae consigo y apoya las manos en los bordes de la mesa.
Tan pronto como noto la mirada que ambos me dan, sé que lo han decidido.
—¿Por qué preguntarme algo que ya decidieron? —mi voz brota en un sonido tenso —¿quieren aparentar delante de todos que me toman en cuenta?
—Alex...
—¿Sabes qué, Ryan? —me incorporo —haz lo que quieras, no me importa.
—Alexander, siéntate —la voz autoritaria de mi madre detiene mis intentos de marcharme —ahora.
Lo dudo por un instante. La frustración explota en mi pecho y me hace sentir tan jodidamente exasperado.
Hay un silencio cuando vuelvo a sentarme, mi mánager parece estar buscando las palabras adecuadas para hablar mientras mi madre me mira de esa forma habitual en donde me deja saber que estoy en terreno peligroso.
—Queremos que estés de acuerdo, porque no solo se trata de escribir, Alex —Ryan habla con paciencia —será un artículo importante, alguien de la empresa vendrá y estará contigo en todo momento, hará entrevistas...
—Oh, vaya, gracias por dejarme saber que es mucho peor de lo que imagino —me incorporo con un movimiento brusco y obtengo un par de miradas reprobatorias —las giras ya son lo suficientemente agotadoras como para tener que tolerar a alguien haciendo preguntas sobre mi vida.
—No será sobre tu vida, será tu carrera...
—Es jodidamente lo mismo —espeto —estoy tan agotado durante las giras que apenas y puedo conmigo mismo. ¿Cómo pretendes que tolere a alguien haciendo preguntas todo el rato? ¿Todo para qué? ¿Para que una revista incremente sus ventas por tener mi nombre en la portada?
Ninguno me responde, pero por la forma en la que me miran, sé exactamente lo que pasará.
—Lo han decidido, ¿no? —Ryan intenta hablar, pero lo interrumpo —bien, excelente. Tal vez deberían hacer un especial de esta gira porque acabaré muerto. Tal vez entonces puedas sacar todos los malditos artículos especiales y lucrar con mi muerte, te dejaría muchísimo más dinero.
—Alex...
—Me largo —siseo —hagan lo que se les de la puta gana.
Ignoro los llamados, dejando sentado en mi mente que después de esta gira, Alexander Campbell ya no existiría más.
Llegar a casa y encerrarme en la habitación a dormir. Ese había sido el plan, sin embargo, parece ser que la suerte no estaba hoy de mi lado, porque a mi llegada a casa, tengo a mis amigos aguardando justo en la entrada.
Las bolsas de comida y las bebidas que tienen alrededor me dejan saber que no pretenden que sea una visita corta, y a pesar de que eso parece ser lo que necesito ahora, no estoy muy seguro de querer compañía.
—Hola, superestrella —saluda Katherine, mi mejor amiga, con una sonrisa —es bueno ver que sigues vivo.
—Si, luego de que nos has ignorado por semanas —añade Paul —nos alegra verte, amigo.
Sonrío levemente. Nicolás es el único que se mantiene callado, mirándome con comprensión y estoy seguro de que será el único en disculparse por la inesperada visita.
—Hola —respondo el saludo sacando las llaves de la casa —parece que planearon una reunión, desearía haber sido informado.
Empujo la puerta permitiéndoles el acceso.
—Informar era sinónimo de ser ignorados, así que quisimos evitarnos ese mal momento —sentencia Kat —y solo custodiar tu puerta hasta que llegases.
Sonrío levemente avanzando hacia la cocina, lanzo las llaves sobre la barra y me apoyo contra las losas.
—¿Todo en orden? —inquiere Nicolás —tal vez venimos en un mal momento.
El silencio que le sigue a eso me confirma que los otros dos piensan exactamente lo mismo.
—No —me obligo a sonreír —solo estoy cansado, la presentación de ayer fue agotadora.
—Sí, bueno, no es extraño, jamás admitirás que estás pasando por algo —asegura Paul—. Leímos el artículo.
—Como muchas otras personas también —respondo, un resoplido es lo que obtengo como respuesta —solo son eso, artículos. No tienen que darle importancia.
—Le damos la importancia que tú nos demuestras que debemos darle —Katherine abre una de las latas de soda —¿o me equivoco?
—Se equivocan en pensar que irrumpir en mi hogar sin avisar es una buena idea —reprendo —habemos personas que apreciamos nuestros tiempos de descanso.
Una mirada indignada es lo que recibo de ellos.
—Alexander Campbell ¿qué ha hecho la fama contigo?
—Me ha destrozado por completo.
—Alex, esto es serio.
Suelto un suspiro cansado, siento la mirada de Katherine fija en mí.
—Están exagerando, estoy bien.
—¿Lo hacemos?
Elevo la mirada hacia ella. Sus ojos observándome de esa manera que detesto tanto porque temo que pueda darse cuenta de lo que en realidad ocurre. Hemos sido amigos por largos años, mucho antes de mi fama. Así que es complicado mentirle.
—¿Pasó algo durante tus presentaciones? —inquiere ahora Paul.
—No. ¿Por qué habría de pasar?
—Los artículos —dice y tomo una corta inhalación —somos amigos desde hace más de cinco años, Alex. Luces diferente. ¿Estás bien?
—Estoy bien —intento sonreírles, pero comienzo a sentirme sofocado por la insistencia—no sé qué más tengo que hacer para que crean lo que digo —mi tono sale más rudo, más a la defensiva.
—Nos referimos justo a esto —dice Kath con seriedad —nunca has estado tan a la defensiva, nos ignoraste durante todo este tiempo, ignoraste mensajes, llamadas...y con todos los artículos que salen...Alex si algo está pasando...
—Chicos creo que deberíamos darle su espacio —interviene Nicolás —Alex tiene razón, la presentación de ayer seguro fue agotadora para él.
—Gracias, Nicolás, por ser el único comprensivo.
—No, nada de eso —interviene Katherine —porque no voy a quedarme de brazos cruzados mirando como mi mejor amigo parece perderse cada día más.
—No pasa nada —mi voz se vuelve más firme —¿no lo entienden? No ha pasado nada, sigo siendo el mismo.
—No es verdad, cada que te vas de gira, cada que finalizas una presentación, cada que vuelves... eres alguien distinto. Es como si poco a poco dejaras de ser el Alex que todos conocemos.
—Oh, por favor. Eso es ridículo —espeto —no sé qué es lo que tengo que hacer para que dejen de fastidiar.
Mis palabras establecen un silencio en la casa, uno que tan pronto es creado, me arrepiento.
—No quise decirlo de esa manera —cierro los ojos por un par de instantes —lo siento, no debí de haber reaccionado así.
—Si no quieres que nos preocupemos por ti, bien —responde con molestia —no lo haremos más.
—Se está volviendo difícil —confieso casi en un hilo de voz. mis tres amigos me observan en silencio, son los primeros en escuchar esas palabras viniendo de mí. Es decir, no podía hablar con nadie más porque todos estaban tan condenadamente felices y entusiasmados, repitiendo una y otra vez lo genial que mi carrera es.
—Podemos darnos cuenta de eso —responde Paul.
Me miran con comprensión, así que intento reunirme de valentía para decir que no puedo seguir...que estoy...cansado.
Sin embargo, cuando estoy por hacerlo, Kath vuelve a hablar. Y dice lo único que no quería escuchar.
—Pero Alex, tú amas la música —murmura con suavidad—. Amas hacer esto, no puedes renunciar porque las cosas se están poniendo difíciles.
Sonrío, es lo único que puedo hacer. ¿Qué otra opción tengo?
—Lo sé —asiento y me obligo a fingir que puedo seguir como si nada hubiese pasado —ahora, ¿podemos comer y pasar un buen rato? Realmente lo necesito.
No parecen convencidos, pero terminan aceptando. Es así como de pronto nuestra conversación se dirige a las futuras obras de teatro de Kath, al nuevo empleo de Nicolás y a las anécdotas graciosas que Paul ha tenido en menos de una semana. Y mientras hablamos, intento alejar de mi mente y mi pecho, todas las emociones enterradas. Todo aquello que me está matando por dentro. Pero es imposible. No lo consigo, y por mucho que lo siga intentando, sabía que no lo lograría.
Mis amigos se marchan cerca de las ocho de la noche, permanecieron en casa gran parte del día y a pesar de que su presencia consiguió traerme algo de tranquilidad, esta no dura demasiado.
Son casi las diez cuando decido tomar una ducha. Cuando estoy en casa, me gusta tomar mi tiempo ya que durante las giras no puedo hacerlo, siempre tengo a alguien detrás diciéndome lo que debo hacer, el tiempo que debo tardar, todas las cosas son ordenes que no puedo debatir.
El agua corriendo sobre mi cuerpo funciona como un método de relajación, tomo esos veinte minutos que permanezco dentro como el único momento en el que puedo olvidarme de todo.
Al salir, voy hacia el armario para poder tomar un par de pantalones cortos de algodón y posteriormente escabullirme en la cama, pese al cansancio que experimento, no consigo dormir. Un hábito nada extraño en realidad.
La culpa se me clava en la mente mientras apago el celular asegurándome de no ser molestado, y extiendo la mano hasta el cajón de la mesa de noche. El frasco de pastillas para dormir sigue ahí, no pienso mucho en tomar una de las pastillas y llevármela a la boca. Cierro los ojos, el sentimiento de que esto comienza a ser insoportable vuelve a mi mente, junto con ese que me repite que no tengo otra opción más que seguir.
He olvidado como se siente poder descansar, he olvidado la sensación de tranquilidad que viene cuando llega la noche después de un día agotado de trabajo. Tranquilidad, palabra de la cual, en los últimos años, no conozco el significado.
—No puedes seguir así —murmuro para mí mismo—. Tienes que parar o esto va a acabar contigo.
Recuerdo la gira, los compromisos y ahora el hecho de tener a alguien detrás de mi escribiendo sobre mi vida y carrera, vendiendo la historia de un "sueño" alcanzado. El hecho de considerarlo de esa manera me deja más agotado así que intento eliminarlas, borrarlas de mis recuerdos.
Tomo una inhalación, intentando que el aire disminuya tan solo un poco la sensación de ahogamiento que se ha adueñado de mi sistema.
Tienes que parar.
La frase se repite una y otra vez en mi cabeza, pero no logra hacer lo suficiente como para impulsarme a hacer algo al respecto.
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