1.- Una pesadilla en la realidad.
Alexander Campbell
Observo mi rostro en el espejo, el aspecto cansado me devuelve la mirada. Mi piel está pálida, la barba perfectamente recortada pero no mejora mi aspecto. Me apoyo contra el lavamanos y echo la cabeza hacia adelante. Tomo una inhalación, siento el aire llenar mis pulmones, pero la sensación de bruma no se va ni un poco.
Mi cuerpo se siente cansado, efecto de las pastillas para dormir a las cuales parece que me he vuelto adicto. Pero es la única manera de conseguir descansar, han sido tres meses de mierda, tres meses en donde he dejado de sentirme como yo. Tres meses en donde he trabajado hasta sentir que mi cuerpo no puede más, dando presentaciones, entrevistas, sesiones de fotos, conciertos en vivo. Tres meses en donde las veinticuatro horas del día, hay algo que tengo que hacer.
—Alex, date prisa —cierro los ojos cuando escucho la voz de mi asistenta del otro lado de la puerta —tienes cinco minutos antes de salir.
—Necesito un par de minutos —pido —salgo enseguida.
Me miro una última vez antes de inclinarme hacia el lavamanos y abrir la llave. El agua me refresca la piel del rostro, lo frío me devuelve un poco a la vida, pero no tanto como necesito. El dolor punzante vuelve cuando me incorporo, abro el gabinete del espejo y tomo el frasco de pastillas para dolor.
Hago una mueca cuando saco las últimas dos, es el segundo frasco que acabo, a este paso me convertiré en un adicto también a los analgésicos.
—Alexander, debes salir —suelto una maldición, me trago las pastillas con un poco de agua antes de tomar la pequeña toalla y limpiarme el rostro.
Cuando abro la puerta, la mirada de las tres personas recae sobre mí. Marian, mi madre, hace una mueca de desagrado al verme. Luzco terriblemente mal, y ninguna persona delante de mí parece tener intención de disimularlo.
—No puedes aparecer con ese aspecto —reprende —Dios, estamos retrasados por tu culpa —sisea mientras llama a las estilistas.
Camino hasta la silla con mi nombre, me siento con desgano mientras dejo que las personas encargadas de mi aspecto hagan su trabajo.
—Es increíble que pienses aparecer con un aspecto tan desagradable —reprende mi madre —¿qué es lo que dirán?
—Tal vez que debes darle más tiempo de descanso —señala Megan ingresando al camerino, y me siento un poco mejor inmediatamente—que, por cierto, ya comienzan a decirlo.
Mi hermana gira la pantalla del celular hacia nuestra madre y no tengo que voltear para saber a lo que se refiere. Los artículos hablando sobre mi aspecto cansado y descuidado. Siempre me he caracterizado por cuidar de mi aspecto físico, pero tengo que admitir que, en los últimos meses, no le he dado la importancia que tal vez debería.
Y las redes no perdonan, mucho menos los periodistas.
—Señalándome como la culpable de todo —Marian me lanza una mirada.
Ninguno vuelve a hablar hasta que los estilistas terminan su trabajo. Cuando me entregan el espejo, las ojeras han desaparecido y luzco mucho mejor. Lástima que solo sea maquillaje.
—Listo, puedes salir ahora —indica.
Camino con rapidez por el pasillo con luces que me conducirán hasta el sitio en donde miles de personas esperan por mi aparición. Soy capaz de escuchar los gritos emocionados, mi nombre siendo aclamado.
Detrás de mí, todo el equipo se concentra en colocarme los micrófonos y los accesorios para que pueda dar la presentación. He ensayado los últimos dos meses para esto, puedo hacerlo.
El Madison Square Garden está en su punto límite, los gritos ensordecedores me llena mientras camino hasta la plataforma que se encuentra justo en el medio del escenario.
—Ten —Tania, mi asistenta, me entrega la guitarra —¿estás listo, superestrella?
Muevo la cabeza en un asentimiento, cruzo la correa de la guitarra por mis hombros y me preparo. Tania se aparta, hace un par de movimientos con las manos y sé que es hora. La plataforma vibra conforme comienza a subir, alguien habla a través del intercomunicador indicándome los segundos.
Cinco, cuatro, tres, dos...uno.
Un par de explosiones se producen cuando aparezco, las luces me ciegan y entrecierro los ojos tratando de ver a la inmensa multitud que grita mi nombre.
—¡Buenas noches, Manhattan! —mi voz sale vibrante por los altavoces, los gritos aumentan de intensidad mientras avanzo hacia el borde del escenario.
Mis ojos recorren la instancia, los carteles diciendo lo mucho que me aman, posters de mi imagen siendo alzados y los gritos pronunciando mi nombre.
Debería sentirme orgulloso, debería sentirme satisfecho de haber llenado el maldito Madison Square, de tener a más de veinte mil personas gritando mi nombre, pero no lo hago, no me siento orgulloso en lo absoluto.
Mis dedos se mueven por las cuerdas de la guitarra, dejando escuchar los acordes de la música que me sé perfectamente de memoria. Los chicos de la banda sonora comienzan a tocar y entonces, me preparo para dar la mejor actuación de mi vida.
He tenido este sueño.
Un sueño que parece real.
¿A caso lo es?
No lo sé, una promesa rota, un sueño profundo.
Estoy atrapado, atrapado en medio de un sueño,
del que no puedo despertar.
Elevo la vista al cielo,
pero no encuentro nada más que oscuridad.
Elevo la vista con la esperanza,
muriendo en un último latido.
Por favor, ven y libérame.
Es un grito agonizante, un grito que se pierde en la multitud.
Oh, mi musa, ven y libérame.
Como un último favor,
Como un maldito acto de piedad.
¡Oh, ven! ¡Ven, ven, ven!
Aún espero por ti, aún espero.
con la ilusión contenida en un último aliento.
¡Oh, ven! ¡Ven, ven, ven!
¡Líbrame de mí!
Sé mi salvación, mi última esperanza.
Solo ven, oh, mi musa. Solo ven.
Aún puedo resistir, esperaré, solo ven.
¡Líbrame de mí!
Mi voz se pierde entre los gritos emocionados, la emoción contenida en mi garganta, una canción que refleja mi realidad, miles de personas la cantan a coro, sin saber que es una súplica a gritos, pidiendo libertad.
Acabo el concierto como de costumbre, completamente agotado y sintiendo que no puedo seguir con esto, pero como siempre, me esfuerzo en fingir delante de todos que absolutamente nada malo ocurre.
He dado la presentación más importante hasta ahora, con poco más de veinte mil personas como audiencia y muchas más que, según las estadísticas, no consiguieron entradas para la presentación.
Mi madre no ha dejado de repetir que la audiencia ha aumentado considerablemente desde el último concierto, y juro que estoy haciendo mi mejor esfuerzo para ser respetuoso, un buen hijo, y no pedirle que se calle.
Aunque considerándolo, ¿merece que sea un buen hijo? No, tal vez no.
—Mamá, en serio, necesito un descanso —la detengo antes de que pueda seguir hablando —¿podría por favor volver a casa e intentar descansar?
Mi madre estrecha la mirada hacia mí, probablemente tenía mejores planes en mente, pero parece darse cuenta de mi aspecto realmente agotado, ya que suspira y se guarda el celular en el bolsillo, olvidándose de las malditas estadísticas.
—Bien, pero que no se te olvide que mañana tienes una reunión en la disquera —me recuerda —es importante que estés ahí.
—Lo sé —me acomodo la guitarra sobre el hombro —no faltaré.
Sabe bien que no me atrevería a faltar a una reunión que ella considera "importante", Marian sería capaz de enviar a todo el equipo de seguridad en mi búsqueda con órdenes de llevarme a rastras, solo para tener mi asistencia.
Sí, mi madre puede ser demasiado desconsiderada y cruel si se lo propone.
No se molesta en decir nada más y yo tampoco añado alguna otra respuesta, salgo por la puerta trasera, escapando de toda la prensa que aguarda por mí y subo al auto que ya me espera estacionado sobre la acelera.
—Buenas noches, Jeff —saludo.
—Joven Campbell —sonrío con naturalidad cuando Jeff, mi chófer y también lo más cercano que tengo a un amigo, me saluda —un concierto estupendo.
—Eso dicen —respondo soltando un suspiro, me acomodo sobre los asientos de cuero sintiendo mi espalda descansar cuando me apoyo contra el suave material.
—No solo lo dicen, hay evidencia —me da una de sus habituales miradas cálidas y sonríe —¿lo llevo a casa?
Asiento, es el único lugar al que deseo llegar ahora. Contraté a Jeff en un intento de tener mi propio espacio para viajar, lejos de mi madre o Ryan, y para evitar que en cada viaje de Uber que pedía, los conductores terminaran pidiéndome una fotografía para sus hijas cuando evidentemente luego de un concierto lo que menos deseaba era dar fotografías.
Jeff fue como un respiro, el hombre es educado, amable y me hace sentir en casa. Está disponible cuando lo requiero, listo para venir en mi rescate.
Respeta mis silencios, y lo más importante, se reserva sus cuestionamientos cuento observa una discusión con mi madre, que, por lo general, sucede seguido.
El alivio me invade cuando reconozco la zona residencial en la que vivo, el auto avanza las calles restantes y se detiene justo frente a la bonita construcción de estilo moderno a la que me gusta llamar hogar.
—Gracias, Jeff —abro la puerta del auto, tomando la guitarra y deslizándome fuera —sabes el horario de mañana, así que nos vemos en unas horas.
—Descansa, Alex —sonrío realmente cuando se olvida de las formalidades —y nada de pastillas.
Echo la cabeza hacia atrás, cierro la puerta y lo miro, arrugo la nariz y coloco una mueca en los labios.
—No puedo prometer nada —objeto —buenas noches.
Le doy la espalda quitándole la oportunidad de dar una respuesta y camino hacia la entrada. El auto se marcha apenas ingreso, un suspiro cansado brota de mis labios cuando dejo caer con descuido la mochila contra el piso y avanzo hasta mi habitación.
Dejo la guitarra en su lugar habitual, y me deshago de la chaqueta y los zapatos con movimientos descuidados.
Mi cuerpo se siente agotado, a pesar que he tomado la ducha en el camerino luego del concierto, aún tengo una sensación de malestar que no se va, y que, por experiencia previa, sé que permanecerá conmigo por un buen tiempo más.
Me quito los pantalones, permanezco con la cómoda playera de algodón que Megan escogió al acabar la presentación y me escabullo en la cama. Es cerca de media noche, debería dormir, o al menos, intentarlo. Mañana tengo una reunión importante en donde se me informaría de la nueva agenda, reunión que necesitará todo de mí, pero por más que lo intento, no puedo conciliar el sueño.
Sé bien lo que tengo que hacer para conseguirlo, he intentado olvidarme de las pastillas para dormir, pero en momentos como este, cuando me siento tan exhausto, pero no consigo descansar, cedo a mi debilidad.
Giro sobre el colchón y extiendo la mano hasta alcanzar el cajón, mis dedos se enroscan alrededor del frasco de medicamento, lo miro por un corto tiempo antes de abrir la tapa y tomar una de las pequeñas pastillas. Necesito dormir...necesito sentir un poco de descanso y sin los somníferos, me resulta imposible.
Me trago la pastilla con un poco de agua y dejo de nuevo el frasco en su lugar, cierro los ojos, esperando por la sensación de calma que viene. Esa que quisiera experimentar siempre, pero que solo puedo obtener mediante fármacos que tarde o temprano, acabarían conmigo.
_________________________________________________________________________
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro