Día Gris
No sentía nada, absolutamente nada. Me desperté en el sillón, me dolía la cabeza y tenía la visión nublada debido a la hinchazón de mis ojos, pero a pesar de mi estado físico no sentía nada, supuse que es esto lo que ocurre cuando algo se rompe o ya no está, simplemente se deja de sentir.
No recordaba bien como fue que me quede dormida, realmente pensé que no podría conciliar el sueño en toda la noche.
Miré a mi al rededor, el teléfono estaba en el suelo y en la mesa del comedor aún seguía mi plato de comida vacío, definitivamente esto no era un sueño.
De repente, sentí como alguien golpeaba la puerta con desesperación. Mi cuerpo se movió solo hacia la causa del sonido, no me preocupé en preguntar quien era y creo que aunque lo hubiera intentado no podría. Ni bien abrir la puerta, alguien se me lanzó encima, abrazándome con fuerza, mi reacción era nula.
_¡Nina! - Mia me presionaba aún más contá ella. - Lo siento mucho. - Creo que era lo único que necesitaba oír para salir de mi trance y reaccionar, le correspondí el abrazo rompiendo a llorar en el lugar en el que menos pensé que lo haría: en el lumbral de la puerta aún abierta, dejándome expuesta al exterior, a mi, a quien nunca le gustó mostrar sus sentimientos. La escena era casi ironía. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que el hecho de no sentir nada era simplemente eso, una sensación porque el dolor seguía ahí y quemaba.
Los padres de Mia entraron a mi casa, no los había notado hasta el momento. Mi amiga me acompaño hasta el sillón de donde había despertado hacia unos instantes. Los adultos se sentaron en frente nuestro y cuando me calme, o por lo menos deje de llorar, hablaron.
_Vinimos ni bien nos enteramos. - El padre de Mia me miró con preocupación y yo asentí.
_Estamos para ti en todo lo que necesites bonita. - Ahora hablo la madre. Sabía que ambos se estaban esforzando por no decir nada cliché como "sentimos tu pérdida" o "él fue un gran hombre" y yo lo apreciaba, odiaría escuchar esas cosas en éste momento, no ayudan y hacen ver a las personas como unas falsas.
_¿Que pasará ahora? - Pregunté y la pareja se miró entre sí, como intentando buscar las palabras correctas uno en la mirada del otro.
_El velatorio es en una hora y el entierro será en la tarde. - Respondió el hombre. - Nos encargamos de todo mientras veníamos para aquí.
_Gracias. - No me refería a eso cuando formulé mi pregunta, supuse que estaban allí para llevarme a los lugares que fueran necesarios. Pero mi pregunta se inclinaba más hacia lo que pasaría mañana y el día siguiente, sin mi padre por aquí supuse que alguien tenía que responsabilizarse de mi al menos por unos meses, hasta que cumpliera la mayoría de edad. Decidí no insistir, tal vez ellos tampoco lo sabían.
El resto del día fue agotador, doloroso y una completa tortura. Controle mis deseos de llorar durante toda la ceremonia. Se me acercaron personas que no conocía para decir frases que ya esperaba, ninguna aportó nada para sentirme mejor pero estaba bien, no los culpo, nadie tiene las palabras correctas para decir en esos momentos y mucho menos a alguien que no habían visto en su vida.
Al final del día, los padres de Mia me llevaron de regreso a mi casa. Insistieron en quedarse a dormir e Isabel hizo la cena. Hablaban de cosas triviales y alegres para intentar disipar, en vano, mi malestar. Aunque me ubiera gustado expresar lo contrario, mi rostro les reflejaba ampliamente que sus acciones no funcionaban.
Pasaron los próximos tres días en casa, creí que en algún momento me sugerirían ir a la suya pero no fue así, supuse que algo estaban esperando aunque no lograba descifrar el qué. No fue sino la mañana del viernes, una semana luego del accidente, cuando el notario llegó, que comprendí lo que sucedería conmigo.
El hombre se dispuso a explicar detalles como que había heredado la casa y que mi padre había dejado absolutamente todos sus bienes a mi nombre. Luego se vino la peor parte.
_En cuanto a la joven Nina Weber Blanchett, podrá acceder a su herencia al cumplir dieciocho años, es decir, el próximo 23 de noviembre. Hasta la fecha, su custodia completa queda bajo la responsabilidad de la señora Elisa Blanchett. - Sentenció el notario y los padres de Mia se miraron atónitos, lo que me dió a pensar ¿Quien era la persona que acababan de mencionar? - ¿Alguna duda? - Preguntó a continuación el hombre.
_Si... - Hablé por primera vez en ese día. - ¿Quien es... Elisa Blanchett? - Pregunté dudando si había dicho bien o no el nombre de la mujer en cuestión. Al parecer, mi pregunta no le sentó bien a nadie ya que los tres adultos en la sala comenzaron a removerse en sus lugares.
_Su madre, joven. - Respondió el notario desviando la mirada hacia un costado.
_Es broma ¿cierto? - Miré a todos los presentes uno por uno, buscando indicios de alguna risa o algo por el estilo. Los padres de Mia guardaron silencio y el notario prosiguió.
_Me temo que no es ninguna broma, mañana mismo debería estar yendo en camino a su nuevo hogar. Ella ya ha sido informada de la situación y ha accedido a hacerse cargo. - Explicó.
_¿Hacerse cargo? Creo que ha llegado diecisiete años tarde. - Le sonreí sarcásticamente pero por dentro me sentía abatida, había perdido a la persona más importante de mi vida hacia tan solo una semana y ahora me decían que tenia que compartir ambiente con la persona que más despreciaba.
_¿No puede quedarse con nosotros? Somos amigos de la familia, tal vez se sentirá mucho mejor aquí, con nosotros. - Propuso el padre de Mia y yo me voltee a mirar al notario esperanzada.
_Me temo que no es posible... Además, es su madre. - El profesional me miró preocupado.
Mi estado de ánimo, una vez irse el notario, no podía estar más inestable. Lloraba, pataleaba, gritaba e insultaba, no podía creer hasta a que punto había llegando en tan solo siete días. ¿Que había hecho mal? No me metía con nadie, no esperaba nada de nadie, era prácticamente invisible, entonces ¿Por qué el mundo se desquitaba conmigo? No era justo.
_Nina... - Mia entró en mi habitación, se veía triste. Probablemente había dejado de escucharme gritar.
_Mia... - Yo tenía mi vista en el libro de Edgar Allan Poe, el último regalo que me había dado papá. - No quiero ir. - La miré y las lágrimas comenzaron a brotar una vez más.
_Y yo no quiero que te vayas. - Ella también había comenzado a llorar y me abrazo. Nunca fui alguien a quien le gustara el contacto físico pero esos últimos días lo había notado reconfortante.
Al día siguiente, tal y como me lo habían informado, un auto de color oscuro se encontraba frente a mi casa. Salí por la puerta con mi mochila colgada al hombro y el portafolios con mi Notebook en mi mano izquierda, detrás mio salieron los padres de Mia cargando con el resto de mis pertenencias, el chófer les abrió el maletero del vehículo. Yo abrí una de las puertas de atrás para poner lo que tenia encima y una vez terminé me dispuse a contemplar mi hogar.
Mia se acercó a mi sin cruzar su mirada con la mía.
_Esto no es un adiós... Así que no tengo porque despedirme ¿cierto? - Me miró finalmente.
_Por supuesto... - Le sonreí amargamente, lo cierto es que desde hace unos días hacia todo de esa modalidad.
_Entonces... Llámame cuando llegues ¿si? - Me dijo seria a lo que sólo me limité a asentir.
_Que tengas un buen viaje, Nina... - El padre de Mia me miraba con amabilidad.
_Si tienes algún inconveniente no dudes en llamarnos... - Ahora la madre era la que se dirigía a mi.
Como era de esperarse, a mitad del trayecto, comenzó a llover de manera intensa, un día horrendo para un viaje aun peor, tiene sentido. Solo me limité a mirar por la ventana, no tenia intención de hablar con el chofer ni mucho menos y aunque quisiera ¿de que hablaría? ¿De mi progenitora? ni en sueños, mi vida ya era un desastre como para amargarme aun mas pensado en ella, ya tendría yo tiempo para eso, después de todo, es justo con ella a donde iba.
El viaje duró cuarto horas aproximadamente pero a mi no me pareció tan largo, dicen que el tiempo vuela cuando te diviertes pero también cuando no quieres que pasen los minutos, supongo que eso deben sentir los animales cuando los llevan al matadero.
El auto se detuvo frente a un edificio muy lujoso de apartamentos y a juzgar por la fachada, debía de suponer que no se trataban de simples pensiones donde la gente normal de cuidad vivía justa pero cómoda, sino mas bien al contrario aunque no dudaba de la palabra 'cómoda'.
_Es aquí joven, le ayudo bajar sus cosas. - la voz grave del chofer me hizo bajar a tierra, donde me percate de que estaba abriendo y cerrando la boca como un pez. Aunque me cueste admitirlo, el lugar se veía magnifico.
Me baje y por suerte ya había parado de llover. Amaba la lluvia pero realmente odiaba mojarme con ella.
Cuando llegue a la parte trasera del auto, que ahora recién me percataba que era un Chevrolet Ónix, el chofer me estaba esperando con un semblante impaciente que me hizo sentir como si yo me moviera a un centímetro por día. Desempacamos todo lo que había en el maletero, el hombre cargó con todas las cajas mientras que yo, además de lo que había llevado conmigo durante el viaje, ahora también tenia una valija de ruedas.
Nos acercamos a la lujosa puerta de roble, aún no podía creer que viviría aquí y no me mal entiendan, no era que me importara, simplemente me sorprendía la edificación. Como toda buena hija de Roy Weber que era, también había despertado cierto interés por la arquitectura aunque no tanta como para dedicarme a eso, en realidad no tenia ni idea de que era lo que quería hacer en el futuro.
_El tercer botón, por favor señorita... - El hombre señalo con desesperación, supongo que todas esas cajas debían pesar mucho. Sin hacerme esperar, presione el botón indicado el cual tenia una etiqueta a su lado que decía 'E. Blanchett', como este ultimo es mi segundo apellido supuse que era el correcto.
_ ¿Si? - La voz de una mujer sonó por el pequeño parlante y me sobresalté.
_Soy yo señora, ya estamos aquí. - El hombre contestó por mi.
_Ya les abro. - Contestó ella por ultima vez antes que la puerta emitiera un extraño sonido y yo por inercia la empujé. Una vez ambos entramos, nos topamos con un lujoso hall color blanco que en el fondo y al centro tenia un lujoso ascensor dorado. El chofer siguió avanzando inmutado hacia este ultimo. Cuando los dos entramos, él volvió a indicarme que presionara el tercer botón del tercer piso y yo así lo hice.
El tercer piso, al igual que la plata baja, también era completa y absolutamente blanco, con la diferencia que este no tenía los decorados dorados del ascensor, es mas, las puertas de este eran de color blanco también en este piso. Caminamos por el largo pasillo donde solo alcancé a ver una puerta junto al amplio ventanal que iluminaba todo levemente debido a los nubarrones que cubrían el cielo. El hombre de nuevo me indicó que tocara el timbre y así lo hice, esto se estaba aplazando demasiado y yo tan solo tenia ganas de terminar con todo esto de una vez.
Pero ahora que lo pensaba bien, estaba por conocer a mi madre. De repente, un nudo se formó en mi estomago, comenzaba a descomponerme. La puerta se abrió y por acto de reflejo retrocedí, parecía un animalito asustado lo cual me parecía patético.
_ Adelante por favor... - De nuevo, la misma voz femenina de antes se hizo presente, yo no me atrevía a mirarla, probablemente porque me darían ganas de insultarla o mirarla con desprecio. No nos hicimos esperar y entramos, el chofer mas apurado que yo ya que no resistía cargar un segundo mas con mis pertenencias.
¿Cómo describir el lugar? simplemente era increíble. Los sillones eran negros, los cuales contrastaban muy bien con las resplandecientes paredes blancas. Que esta mujer era fan de los colores neutros es lo menos que se puede decir. Detrás de los sillones y un escalón mas alto que el living, estaba la cocina, que al parecer también consistía de tonos blancos y negros. Estaba dudando seriamente si al voltearme no me encontraría con Cruella De Vil.
Las pocas veces que intentaba imaginar como era mi madre nunca salían bien. Casi siempre me imaginaba a un ser elegante pero aterrador como las brujas de Disney y no solo en apariencia sino que también en personalidad. ¿Y que se podía esperar de alguien que se había negado a ver a su hija durante casi toda su vida?
La puerta se cerró provocando que me sobresaltara, yo siempre fui muy distraída por lo que pasaba muy seguido que me sumiera en mis pensamientos y olvidara mi entorno.
_ ¿Fue un viaje agotador? - Me preguntó la mujer, se oía nerviosa. Me alivió saber que no era la única. Respiré hondo antes de darme la vuelta y responder.
_No tanto... La semana fue mas agotadora en comparación. - ¿Cruella De Vil? ¿Maléfica? no, nada de eso. La maldad adopta un figura de ensueño y un rostro hermoso, casi angelical. Ella era de estatura media, delgada, tenía el cabello rubio oscuro como yo pero al contrario sus ojos eran verdes, mis ojos color miel como mi padre.
_Lo supuse... siento mucho lo de Roy... - Su rostro denotaba amargura, casi podría jurar que amenazaba con llorar en cualquier momento. - Por cierto... Me llamo Elisa, aunque también me puedes decir "Mamá".
_Muy bien, Elisa. Soy Nina... - Por mas que intentara, no podía crear una barrera entre ella y yo. Quería ser borde, hablarle seco, hacerla sentir mal pero nada de eso me salía y eso me enfadaba aun mas, ya que solo me limité a darle a entender que no la llamaría como si fuera mi madre, ¿Por qué no me trataba fríamente como creí que lo haría?
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