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180 grados

Creo que muchas veces no sabemos que tan repetitivos nos hemos vuelto hasta que algo ocurre y nos hace despertar de ese trance intenso llamado monotonía. Hubiera preferido que ese "algo" que me obligara a despertar no tuviera que ver con la muerte de un ser querido pero, como decia mi padre: Parece que el mundo se aburre de verte dar siempre las mismas vueltas y decide darte una pequeña sangadilla. Yo solo hubiera preferido que haya sido pequeña.
Cuando me había despertado esa mañana jamás me imaginé que ese sería el día en que mi vida daría un giro de ciento ochenta grados. Me vestí para mi primer día de clases, apronte mi bolso y bajé a desayunar. No estaba nerviosa ni nada por el estilo, sabía perfectamente como se iba a desarrollar todo, entraría dos minutos antes que el timbre sonara, me sentaría en una de las filas del medio y esperaría a que entrara el profesor, luego en el receso sacaría mi nueva adquisición: un libro repleto de cuentos de Edgar Allan Poe, mi padre me lo había regalado por mi cumpleaños número diecisiete.
Una vez en la cocina, me encontré con mi padre, como era de costumbre estaba con su taza de café en una mano y una revista deportiva en la otra.
_Buenos días. - Lo salude sin mirarlo a la par que abría la heladera en busca de una manzana ya que ese sería todo mi desayuno.
_Buenos días... - Murmuró, como era de costumbre, su revista siempre lo mantenía en modo zombie. - ¿Lista para el gran día? - Sonrió sarcástico una vez que despegó la vista de su lectura. El sabía perfectamente que yo no era de ese tipo de chicas que se ponían eufóricas con el primer día de clases, que elegían cuidadosamente su atuendo y llamaban a sus amigas para llegar todas juntas.
_Claro, ¿no ves como me tiemblan las piernas? - Le devolví la sonrisa a lo que el se rió.
_Vamos, te llevo hasta allí. - Me dijo levantándose para agarrar una pila de planos de construcción.
_No es necesario, aun tengo tiempo. - Le respondí inmediatamente mientras me precipitaba rumbo a la puerta, no sin antes darle un beso en la mejilla. - Nos vemos en la noche.
_Que pases un bonito día. - Le oí decir antes de cerrar la puerta.
Faltaban diez minutos para que la clase empezara y por alguna razón yo no tenía ganas de aligerar el paso, lo cual fue raro puesto que no me gustaba llegar tarde, esa era la primera señal de que algo no estaba del todo bien. También me notaba más torpe que de costumbre porque me la pasé tropezando durante todo el camino, era como si tuviera las piernas entumecidas. Cuando llegué supe no sería mi mejor día ya que cuando entré al aula, los lugares del medio estaban todos ocupados y no tuve más remedio que sentarme al fondo. Ni bien me senté el profesor entró, había llegado justa de tiempo, concluyendo que nada saldría como lo había planeado.

_¡Nina! ¿Que tal el verano? - Durante el primer recreo, una voz que conocia muy bien me llamó desde la puerta antes de que pudiera ponerle las manos encima a mi libro.
_¡Hola Mia! - Correspondí el saludo lo que le indicó a mi amiga que podía entrar y se sentó en el banco que se encontraba delante mio, sin importarle quien se sentara allí.
_Cuéntame, ¿que tal el verano? No nos hemos podido ver ni una sola vez.
_Nada que reportar, lo pasé en casa. - Respondí restándole importancia al asunto.
_Lo supuse... Acostada bajo un árbol leyendo. - Dijo con falsa lastima mientras me quitaba el libro de las manos.
_¡Hey! Dame eso. - Le ordené alzando las manos hacia lo que era de mi pertenencia.
_"Edgar Allan Poe". - Leyó la portada. - En serio Nina, ¡deberías buscar un pasatiempo más interesante! Solo te veo leer y escribir. - Mia me devolvió el libro.
_Menos mal que no te pregunte que debería hacer.
_¡Que fría eres! - Mia se llevó la mano al pecho fingiendo estar ofendida, a lo que yo sacudí la cabeza. - Hablamos luego, tengo que ir al laboratorio de química ¡El primer día! ¿Puedes creer? - El tono de su voz destacaba molestia y se alejaba mientras enredaba con un dedo uno de sus rubios rulos.
_Buena suerte. - Murmuré mientras ojeaba el libro.

Pese a ser algo molesta aveces, Mia era la única amiga que tenia. Nos conocimos cuando teniamos ocho años, su padre al igual que el mio era arquitecto y trabajaban en el mismo lugar. En una ocasión la familia de Mia nos invito a cenar con ellos y allí fue que la conocí , desde entonces no nos hemos separado.
Si buscas en el diccionario la palabra "opuestos" seguramente aparecerá una foto nuestra y es que realmente creo que no habrán personas más opuestas que Mia y yo. Ella es extrovertida, sociable, segura y muy fuerte, por el contrario yo soy introvertida y reservada, prefiero estar tranquila leyendo un buen libro en lugar de estar rodeada por grupo de personas.
Pero pese a nuestras diferencias, debo admitir que Mia es una muy buena amiga, sabe escuchar y debes en cuando presta atención a los libros que leo. También ella es la única persona a la cual le tuve suficiente confianza como para mostrarle lo que escribía en mi libreta.
Mia es de las pocas personas que me aceptan tal cual soy y a pesar de todo sigue ahí para mi.

Las clases habían concluido por lo cual no me hice esperar y me dirigí hacia casa, comí algo para luego encerrarme en mi habitación, donde se venía la mejor parte del día: Escribir. Una de las cosas que más me gustaban en el mundo era sentarme en mi escritorio y plasmar mi día de forma poética en mi libreta, nunca la consideré como un diario íntimo si no como estar escribiendo la historia de mi vida, amplificar mis sensaciones y darle significado a mis días. Debo ser sincera, el contexto no es para nada interesante pero la magia de escribir no radica en eso, se trata de expresar la repercusión del entorno en mis sentimientos.

Mi celular sonó una hora después de haber cerrado mi libreta, eran las seis de la tarde, sabía perfectamente quien era.
_Hola Mia. - Dije ni bien descolge.
_¡Hola, chica aburrida! ¡No sabes lo que me enteré hoy! - Mia había adoptado hace algunos años la rutina de llamarme para contarme su día y descargarse, yo entendía perfectamente su necesidad de hablar. Si algo teníamos en común era sin duda la ausencia de una madre, pero con algunas diferencias.
Isabel, la mamá de Mia era un cielo, las escasas veces que la veía en su casa estaba cocinando algo para su hija y preguntandole como había sido su semana. Se dedicaba al marketing de una compañía, por lo cual no estaba mucho tiempo en su casa y cuando llegaba estaba con la computadora terminando su trabajo. Mía entendía a la perfección el hecho de que su madre no le pudiera otorgar mucho tiempo pero a la vez necesitaba contarle su día a día, cosa que no se puede hacer en un fin de semana y ese era el papel que ocupaba yo.
Por mi parte, mi madre era otra historia. Todo lo que se de ella esta viva, mis padres me habían tenido de muy jóvenes, ni siquiera eran una pareja formal. Ella es una mujer muy ocupada como para hacerse cargo de mi, sin embargo mi padre no dudo ni un segundo en responsabilizarse. Contenta con eso, mi madre se lavó las manos y se conformó con mandarme dinero para la manutención, dinero que no necesitamos ya que mi padre gana muy bien en su trabajo, pero aun así sigue siendo obligatorio hasta mi mayoría de edad.
No me interesa saber quién es, ni a que se dedica, ni siquiera recuerdo como se llama y no me interesa, así como ella decidió eliminarme de su vida, yo tengo exactamente el mismo derecho. No la necesite, necesito ni voy a necesitar.

Una hora y media después, Mia decidió que saldría a dar una vuelta con unos amigos, me invitó a ir con ella pero me negué, mi padre llegaría pronto así que debía hacer la cena.
Abrí la heladera y luego de unos minutos mirando en su interior deduje que la mejor opción era hacer papas fritas y aros de cebolla, no era el alimento más saludable pero era la opción que menos utensilios de cocina me haría lavar.
Una vez terminé, me sente en el sofá a ver la TV, mire el reloj analógico de mi celular y este marcaba  las 20.00, era extraño ya que mi padre jamás llegaba tarde pero en fin, siempre hay una primera vez para todo.
El tiempo pasaba, la cena se enfriaba y no tuve me remedio que adelantarmele y comer sola.
21.00, no hay noticias, me impaciento, la preocupación brota de mi ser, pretendo no hacerle caso pero ahi está latente.
22.03, suena el teléfono, el identificador de llamadas marca que es él y contesté de inmediato.
_ ¡Donde estas! Me estabas preocupando. - Solté sin dejarlo hablar.
_Buenas noches. - La voz de una mujer sonó al otro lado de la línea.
_Emm... ¿Hola? - Respondí con duda ¿Quien es ella y porque llama desde el celular de mi papá?
_Llamo desde el hospital local, su padre sufrió un accidente de tránsito. - Mi corazón dio un vuelco y mi cerebro no daba crédito a la información que mis oídos le otorgaban.
_¿Como está él? ¡Voy en este momento para allí! - Corrí con el innalambrico rumbo a mi habitación.
_Me temo que no tan bien. - Las palabras que vinieron a continuación de estas me helaron la sangre.
El día 8 de marzo del 2018 a las 21.30 falleció Roy Weber, mi padre, debido a que un conductor ebrio perdió el control de su vehículo y mi vida dió un giro abominable.

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