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XXIV. Abatimiento parte I


Las personas solían decir que Lan XiChen tenía una vida envidiable.

Una vida de ensueño. Belleza, talento, fortuna, un buen compañero y un imperio familiar con su nombre escrito. La verdad fue que, pese a todo, XiChen no se sentía plena.

Su familia no fue la más cálida, ni la más abierta a abrazar las diferencias.

Su tío se había enfriado a raíz de la pérdida, la culpa y los rencores. Las injusticias ocurridas a su hermana, dolieron en su corazón como una madre en pena.

Si bien, aún había días en los cuales le era imposible conciliar el sueño por el temor a que su hermana se hiciera daño, poco a poco se obligó a confiar. Asentar la angustia, sustituirla por confianza ciega y amor.

Desde que WangJi comenzó a trabajar en la cafetería, y formó una relación cercana con Wei WuXian se le había visto más estable, más en paz.

Esto le hizo sentir tranquila. Después de todo, había criado a WnagJi como hija de su carne, le vio crecer y marchitarse. Ahora que se alzaba como un girasol buscando la luz, todo lo que deseo fue que la alegría durase y no tuviese que experimentar más penas.

Dio un último vistazo a su teléfono. En la fotografía que WangJi había enviado en su salida con Wei WuXian, posiblemente, en esa tienda de accesorios que a su hermana le gustaba visitar, y la opción dulce que pidió en el café cercano.

Dio una sonrisa húmeda, y sus ojos ardieron con lágrimas no derramadas.

Contuvo la respiración entrecortada y limpió los restos de humedad en el rostro con un pañuelo de seda. Finalmente, giró la llave del auto, escuchando el rugido del motor, y comenzó a conducir en dirección a la autopista.

Se sintió cansada, exhausta y miserable.

Durante todo el camino a casa repitió las palabras del médico en su cabeza. Estuvo a punto de quebrarse al llegar al estacionamiento; pero mantuvo la compostura, ya que era un acto impúdico demostrar sus sentimientos con tan poca regulación.

Esperó por el ascensor del estacionamiento subterráneo y miró su reflejo en las puertas de metal.

"Eso quiere decir,... ¿Qué no hay más que hacer?"

"Lo lamento", dijo el médico.

XiChen se obligó a apartar el pensamiento de su mente, y aguardo el 'click' en las puertas del elevador con evidente impaciencia. La punta de sus zapatos altos golpeó el suelo con insistente traqueteo. Lan XiChen odiaba esa clase de ruidos, aunque, no tuvo ánimos de quejarse.

Había visitado la clínica de natalidad durante la tarde; excusándose de sus reuniones por el resto del día. MingJue estaba de viaje de negocios desde hacía un par de días, y si bien, no había nadie en su apartamento, no tenía ánimos de llegar a casa de su tío para enfrentar algún desplante poco bienvenido.

Tampoco deseo volver al conglomerado al día siguiente, o a la reunión del próximo fin de semana para la celebración del sexagésimo séptimo cumpleaños de la tía abuela de segundo grado. Sus familiares, amistades de su tío y parientes femeninas harían la pregunta habitual sobre el estado de su relación incierta con MingJue, o la ausencia de un heredero para el legado de ambas empresas familiares.

No es que Lan XiChen no tuviese interés en formalizar su relación con su prometido. Simplemente, se vieron inmersos en suceso tras otro, que el asunto de la boda se hizo a un lado. Se conocían desde la tierna infancia y su relación tenía una data de más de una década. No es que no hubiese interés por los niños, o que se mostrase egoísta en la idea de un heredero. La verdad radicó en que XiChen no podía concebir el bebé que tanto quería.

El saberlo la destrozó. Especialmente porque entre sus más fervientes deseos estuvo tener un hijo con el amor de su vida. En aquella última consulta le fueron arrancadas sus esperanzas tras más de diez años de intentarlo, y le lanzaron a la absoluta resignación.

Por ello necesito tiempo para recuperarse de la noticia, descansar mentalmente y digerirlo. Sabía que en el espacio de los Lan no encontraría la paz que tanto ansiaba. Si cualquier cosa se revelaba sobre su situación, se alzaría una guerra de poder en orden de reemplazar a XiChen, y sería asunto de la comidilla de la alta sociedad. No es que le importase, pero prefería evitar las miradas de cotilleo, burla, lástima o desdén sobre su incapacidad de tener niños.

Presionó el botón de la cabina, y apoyó la sien contra el frío metal mientras ascendía. Podía escuchar a los ancianos en el medio del salón de reuniones tomándole como tema relevante en la conversación.

"¡Nuestra opulenta líder no solo es hermosa, también es brillante, ha hecho crecer esta compañía en pocos años!"

"¡Ciertamente!, ¡Sin el apoyo en la alianza comercial con los Nie, nada de esto sería posible!"

"Sin embargo, nuestra señora se ha estado durmiendo en sus laureles, confiando ciegamente en el líder del grupo familiar Nie. Debe sentar cabeza pronto, antes de que sus mejores años pasen", dijo el anciano Song en una ocasión.


"No solo su belleza se perderá, ¡Debe pensar en sus responsabilidades! ¡El proporcionar el próximo heredero para que el grupo familiar siga funcionando!", añadió la anciana Wang.


"En efecto", se pronunció el tío abuelo desde su lugar en la cabecera. "Di XiChen, ¿cuando planeas dar a la familia un heredero?"

Lan Huan sintió una lágrima recordarle la mejilla. Más no dio un segundo pensamiento a la autocompasión y limpió los restos de su rostro.

Caminó por el pasillo central y presionó el código de la puerta. Al hacerlo fue inundada con una mezcla de olores intensos. A hierbas y especias. Carne y puré, y su sopa favorita. Se le había preparado la cena, y sintió pena frente al hecho de no tener demasiada hambre; al girar por el pasillo encontró a MingJue saliendo de la habitación con un conjunto de interior y el cabello mojado. Había llegado temprano, antes de lo anticipado, y trató de darle una sorpresa.

Su corazón latió desbocado. Adolorido, miserable, en alivio y ternura. Antes de permitirle decir nada arrojó su bolso y salió de su calzado alto. Lanzándose contra su boca, envolvió sus brazos alrededor de su cuello.

El cálido beso de bienvenida se convirtió en un intercambio caliente, peligroso e intenso de pasión cruda y animal.

Lan Huan se apresuró a desvestir a su prometido, y se intentó, sin demasiado éxito, liberar de todas sus capas, aunque no fue necesario. Aún yacían a mitad del corredor, a escasos metros de su habitación, pero Lan XiChen no tuvo tiempo para llegar ahí. Se enganchó a los pantalones de lino de MingJue y tiró hasta la altura de los muslos. Frente a ella se alzó una erección a medio formar. El miembro de tamaño masivo brillo púrpura frente a su rostro, y Lan Huan se lamió los labios de puro deseo.

Liberó los botones de la camisa ambassador, e hizo un esfuerzo sobrehumano para no reventar las costuras en su desesperación. Con el resto de prendas intactas, comenzó a masturbar el miembro entre sus enormes y pesados pechos; cuando la envergadura se enfureció en una erección firme, se lo metió a la boca con maestría. Chupó, succionó y pasó la lengua en la punta y hasta la base. Sus manos se aferraron a los muslos, y sus dedos jugaron con el escroto.

Nie MingJue emitió un gemido de placer. El ruido recordó a un animal herido y miserable; a lo que XiChen supo que estaba haciendo un buen trabajo. El hombre se hizo con un puñado de su cabello, y empujó con sutil fuerza para que lo tomara por completo.

El contacto continuó, bombeo y se sintió asfixiar con el tamaño masivo; le dolieron las comisuras de la boca, pero disfrutó de la sal y el sabor natural de su piel. Nie MingJue emitió un gruñido de queja para advertir que venía; XiChen ignoró y lo tragó.

Hizo un esfuerzo para evitar las arcadas, tomándolo todo en un par de tragos. Sus rodillas dolieron, y las piernas se debilitaron, pero se puso en pie, aún aturdida, y besó los labios de MingJue.

Este se ensombreció con evidente peligrosidad en su mirada, y una advertencia al juego sucio que estaba intentando.

Ignorando el espacio para que se recuperara, comenzó a usar su mano contra el pene del hombre, hasta que se recuperó de la flacidez parcial.

Sin tiempo para las quejas, se alzó la falda tipo traje que limitaba mucho sus movimientos. No encontró fuerzas para despojarse de su ropa.

Nie MingJue entendió el mensaje; arrancó la ropa interior a jugo, y empujó a XiChen contra la pared aledaña.

Su rostro se estrelló contra la pared fría, aliviando el calor en su rostro, y lanzó un gemido descompuesto cuando MingJue se introdujo en ella, abriendo su interior, y forzando un espacio entre sus pliegues.

XiChen encontró placer en tal acto desenfrenado, y se encontró exigiendo por más.

Hubo un cambio de posición, y su espalda se pegó a la pared, en la cual fue alzada, y se le penetró mediante el ritmo controlado por MingJue, quien le cargó como si no pesase nada.

Se derramó, y el piso se convirtió en un desastre con la mezcla de sus fluidos. Ignorando el hecho como una preocupación para más tarde, MingJue guió hacía la habitación en la cual permanecieron durante varias horas.

Habiéndose saciado hasta el punto de la confusión y el agotamiento, yacieron en la cama. Lan Huan reconoció el dolor en su intimidad y los músculos poco trabajados, y se satisfizo con los afectos del cuidado post coital que dio MingJue. Hubo besos en su cuello y la nuca, cerca de su oreja; sus manos se entrelazaron juntas y hubo un centenar de palabras de amor y alabanza dirigidas a su nombre.

Con la mente más clara de lujuria, MingJue habló: "¿Ocurrió algo?"

"¿Qué te hace pensar eso, Da-ge?"

"Normalmente pides que sea más intenso cuando estas molesta, ¿quién en tú compañía te hizo enojar?"

"Nadie".

MingJue jugó con su cabello, lo colocó detrás de la oreja y besó su sien. "... ¿Un mal día?"

"...Una mala vida".

Nie MingJue no dijo nada, manteniéndose quieto, paciente, a espera que XiChen encontrarse la confianza para revelar que estaba mal. Pero se rompió a llorar, y fue un llanto miserable que no tuvo pausa mientras daba detalles de su última consulta.

Ambos sabían de la posibilidad. Ya habían sido advertidos, pero seguía siendo doloroso.

MingJue mantuvo el rostro serio, y se dedicó a consolarla. Besando sus lágrimas, envolviendo entre sus brazos y su pecho firme. "Shh, está bien. No llores, estoy aquí contigo", arrulló.

Cuando el llanto se convirtió en un lagrimeo silencioso, Lan Huan dijo con voz queda: "Lo lamento".

"No tienes porque disculparte".

"Lo siento, Da-ge, no estuvo bien. No debí usarte para canalizar mí frustración".

"No te lamentes".

"Sé que es una manía horrible".

MingJue acunó, y no dijo nada. No abandonó su lado. Continuó con las palabras pacientes, hasta que las fuerzas menguaron en XiChen. Comenzó a sentir la cabeza pesada, y desistió.

"Yo quería tener a tú hijo, Da-ge".

"Podemos buscar más opciones", comentó mientras rascaba su cabello con ternura. "Considerar adoptar, ya lo hemos hablado".

"No quiero hablar más del tema, Da-ge".

"... ¿Deberíamos hablar con la terapeuta?"

"Mmhm, eso suena prudente", dijo. Pero, por ahora, todo lo que Lan Huan quiso fue dormir.

Escuchó a MingJue dar palabras de amor y consuelo mientras cerraba los ojos.

Y la parte retorcida de su mente le recriminó por su falta de voluntad. Ya que no era correcto seguir recurriendo a las relaciones sexuales como medio para lidiar con las emociones reprimidas que no sabía canalizar; aún cuando habían pasado años desde entonces.

No era el sexo lo que le saciaba, sino el consuelo que recibía después.

Ya ni podía recordar cómo había iniciado ese ciclo torturoso.

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