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Hola a todos 😊 aquí yo con una cosita que hice, hace mucho tiempo, fue para una actividad en un antiguo foro en el que estaba de Beyblade y bueno creo que era un concurso sobre Halloween o de terror no me acuerdo, no gane por mi horrografía e.e pero aquí está mejor n.n

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Soledad...

Esa fiel amiga que nos acompaña en múltiples momentos de nuestra vida. Hay gente que dice que la siente, pero sólo se hacen una vaga idea de lo que realmente es.

La soledad de sentirse ignorado.

La soledad que provoca el dolor.

La soledad de una chica a la que alguna vez le hubiera gustado sentirse amada.

La soledad de una habitación ocupada por una chica que piensa que ella no debería existir.

La soledad del silencio

La soledad del llanto que nadie puede ni quiere oír.

La soledad de la muerte.

Y se preguntarán ¿Por qué nos dice esto? Porque sí, soy una chica y me llamo Kirsten, tengo 16 años, los ojos rojos como los rubíes y el cabello oscuro largo hasta las rodillas.

Mi cabello, es una curiosa peculiaridad de mi ser. A la gente siempre le ha sorprendido muchísimo la longitud de este, y no hablo solamente de mi peluquero. Todo el mundo solía preguntarme el por qué de tal longitud, pero yo siempre contestaba con una respuesta diferente.

Porque no creo que sean capaz de entender los oscuros hechos que esconden en una simple cabellera.

Pero antes de remover los recuerdos del pasado, tengo que explicar el por qué del principio de la charla, aunque preferiría no hacerlo.

Aparte de que es una estupidez filosófica, es algo parecido a lo que tengo en mi mente en este mismo momento.

Y lo que tengo en mi mente ahora mismo tiene cuerpo y nombre propio: Kai Hiwatari.

Todo empezó hace unos meses, al comienzo del verano. Todas las mañanas salía a correr por la ciudad llevando el cabello atado a una trenza. Me encantaba esa hora, porque no había nadie en las calles y había mucha calma, Como también me gustaba pasar por delante de la mansión Hiwatari.

Todos los días, absolutamente todos, había un chico de ojos rubíes y el pelo bicolor en el patio principal. Solía llevar uniforme escolar, y a juzgar por su ropa bastante elegante suponía que iba a un colegio privado. Siempre con la cara inexpresiva. Quería conocerlo pues había algo en él que me recordaba a alguien al que había perdido hace mucho tiempo.

Varias semanas después, al pasar de nuevo por la mansión, vi que el mismo joven estaba en el suelo, como desmayado. Corrí a auxiliarlo inmediatamente. Le tomé del brazo y tiré de él hasta la puerta. En seguida me abrió el mayordomo.

— ¡Oh, Dios mío!.— Exclamó, y me ayudó a levantarlo.

Lo llevamos a su habitación en el piso superior, y a los pocos minutos llegó un médico para examinarlo. Yo me quedé fuera por cortesía, hasta que una mucama me dijo que esperara en la sala principal. Al cabo de unos veinte minutos, el mayordomo se presentó en la sala.

— Se pondrá bien.— Me dijo.—  Tan sólo es un desmayo, ¿cuál es su nombre jovencita?

— Kirsten.— Le había dicho, y me levanté para marcharme.

— No se vaya, por favor.— Dijo agarrándome del brazo.— El señor está despierto, y quiere mostrarle su gratitud.

Me sorprendió que un chico aparentemente frío quisiera darme las gracias. Seguí al mayordomo por los pasillos hasta que llegué a su habitación. Este abrió la puerta, entré y la cerró tras de mi. Entonces fue cuando pude mirarle detenidamente. Era realmente atractivo.

Me miraba fijamente sentado sobre la cama, y yo no sabía que decir.

— No creas que voy a darte las gracias porque quiero.— Me dijo. Sus palabras me dejaron en un estado confuso.— Me han obligado a agradecerte tu ayuda porque me has socorrido, pero no es por mí. Así que gracias y adiós.

Me enfadé mucho al oirle decir eso, así que me di la vuelta y me fui. Pero antes, El mayordomo me dijo que podía ir a la casa cada vez que quisiera, aunque yo lo dudaba.

Me sorprendí a mi misma al ver que no me quitaba al chico en cuestión de la cabeza al cabo del resto de la tarde. Así que decidí volver al día siguiente.

— ¿Qué haces aquí?.— Me dijo el muchacho, que seguía en la cama.

— Aun no me has dicho tu nombre.— Dije, sonriente.— Yo soy Kirsten ¿y tú?

— Kai.— Contestó, está vez menos indiferente.

A partir de ese día, volví cada día a la casa de Kai. No sabía por qué, pero me recordaba tanto a él... Se me saltaban las lágrimas. No le dije nada hasta que Kai me preguntó.

— ¿Por qué tienes el cabello tan largo?.— Me preguntó un día, mientras enrollaba unos de mis mechones entre sus dedos.

— Es una larga historia...— Respondí bajando la vista.

— Tengo todo el día.

Le miré sonriente, y me dispuse a contarle toda mi triste historia.

— Éramos una familia feliz. O eso pensaba yo. En una casa vivíamos mi abuela, mi madre, mi padre, y mis dos hermanos.— Comencé a hablar.

Desde que nació el menor de nosotros, mi madre y mi padre no habían parado de discutir, hasta tal punto de que se acabaron divorciando. Se suponía que mi padre se iba a ir, y le dejaría a mi madre la custodia pero no fue así.

Una noche, mi padre nos llevo a mi hermano menor Peter  y a mí, a un hogar de acogida a espaldas de mi madre. Eramos pequeños e inocentes. Yo casi siempre me derrumbaba, pero mi hermano siempre estaba a mi lado. Él me decía que fuese valiente, que me aferrara. Y nada mejor que aferrarme que dejarme el cabello tan largo que causará impresión, que de ese modo me dejase notar.

Logramos un estado parecido a la felicidad. Hasta que él volvió.

Teníamos 12 años, mi padre se llevó a mi hermano, y por lo que supe, lo ahogó. Lo mató. No paré de llorar. Aun lloró...

Me escapé de la casa de acogida, y volví a la casa donde me crié. Allí sólo estaba mi hermana mayor, Dalia, que me contó el final de la historia respecto a mi familia y lo que ocurrió después de que nos separaron.

Al parecer, mi madre se deprimió tanto que acabó falleciendo, mi abuela también pero ella no solo por tristeza sino que también por enfermé. Sólo quedábamos yo, Dalia y mi padre, que estaba en la cárcel.

Kai miró con sus ojos rubíes después de que contara mi historia.

— Es muy triste.— dijo.

— Lo sé.— Contesté.— Pero es mi vida. Y lo único que me queda es seguir viviendo.

Habían pasado seis meses desde aquello. Kai y yo empezamos a salir. Nuestra relación era... apasionada de cierto modo pese a su carácter serio y poco cariñoso a su modo demostraba sus sentimientos.

Por una vez en muchos años me sentía feliz. Y todo se debía a Kai, porque mi hermana mayor, tenía novio  además múltiples ocupaciones que nos impedía pasar demasiado tiempo juntas, a su modo estaba al pendiente de mi y de mis estudios, creo que estaba bien de cierto modo todo ello porque Kai me hacía feliz.

Estando con él... había generado una dependencia emocional por Kai, muchas personas que sufren demasiado, a veces, me tienden a aferrarse a lo que les hace feliz de una manera inusual, a veces poco sana.

Pero yo no sé que haría sin él... era mi felicidad y quería permanecer así...

Pero creo que las cosas no son lo que uno espera, ni duran para siempre... Pues Kai se empezó a comportar de una manera extraña.

Ya no era cariñoso conmigo, ni me besaba ni nada. Se había vuelto aun mas frío, de lo que de por sí era, eso era extraño para mí.

Pues un día me decidí seguirlo después de tantas trabas que ponía para que saliéramos juntos. Había ido por una avenida un poco transitada pues estábamos cerca de una zona comercial.

Lo perdí por un momento y estuve dando vueltas sin sentido, hasta que lo vi. Fue el golpe más duro que me dieron desde la muerte de mi hermano.

Kai se estaba besando con una chica rubia.

Dos ríos de lágrimas se escaparon de mis ojos. Pero lo peor fue que Kai me vio, y sonrió mostrando nuevamente la frialdad con la que lo conocí al principio.

Al parecer se le hizo fácil tener a otra, o quizás solamente se canso de mí. Corrí a casa y me encerré en mi habitación.

Y aquí estoy...

Enterrada en cojines y escribiendo mis memorias en una libreta. Las lágrimas no habían cesado fácilmente.

— Peter...— Murmuré, y volví a entregarme al llanto.

Mi hermana no estaba. Nunca estaba cuando la necesitaba. Toda mi vida había sido una pesadilla. Y no podía evitarlo. Me había cansado de sonreír y de ser buena.

Me asomé al balcón y grité.

— ¡Me mentiste!.— Grité con lágrimas en los ojos.-¡Dijiste que todo saldría bien, que podríamos ser felices ¡Dijiste que seguirías a mi lado y todo resultó ser una  mentira ¡Te odio!

Corrí al cuarto de baño y me senté en el suelo quedando en una orilla llorando como una niña. Levanté la cabeza y vi mi reflejo en el espejo. El pelo se escapaba en varios mechones.

Con lágrimas en los ojos, fui a la cocina y cogí un cuchillo filoso. Me acerqué de nuevo al espejo del baño y me corté el cabello hasta dejarlo más arriba de los hombros. Mechones de cabello cubrían el suelo del baño.

Me giré y vi la bañera teniendo el cuchillo en la mano. Una descabellada idea cruzó mi mente. ¿Cómo no se me había ocurrido antes?

Me metí en la bañera vestida y abrí el grifo del agua. El chorro empapó mi pelo recién cortado. Mi cara triste se reflejó en el blanco de los azulejos. No lo dudé ni un instante y me hice un corte profundo en la muñeca izquierda. El líquido escarlata chorreó por el blanco del azulejo.

— Rojo, como tus ojos...— Susurré.— Ya nunca me volverán a hacer más daño, Kai.

Ignorando el dolor punzante que provenía de mi muñeca, fui haciendo cortes cada vez más profundos por distintas partes de mi destrozado cuerpo.

— Adiós Kai, Dalia...— Susurré, alzando el cuchillo.— Nadie volverá a hacerme daño nunca más.

Deje colgando mi brazo en el borde de la bañera, cansada de tanto llorar, cansada de todo, mi cuerpo ya no tenía fuerzas...

Solamente cerré los ojos.

Dalia volvió tarde a casa. Iba sonriente debido a que en el trabajo le habían dado un ascenso lo cual le permitiría pasar más tiempo en casa y con su hermana... Todavía pese a verla con novio la notaba aún triste, quería apoyarla y hacerla sentir querida. No podía esperar para darle la noticia de su ascenso, y nada podía estropear su noche. Excepto el timbre de la puerta.

— Vaya, Kai ¿has venido a ver a mi hermanita ¿No estaba contigo?— Dijo irónicamente al ver al joven bicolor frente a la puerta.

— Dime donde está.— Habló un cansado Kai.

— Ven, la buscaré.— Respondió la mayor dirigiéndose al piso de arriba.— Kirsten ¿estás en casa?

Iba a entrar en su habitación, cuando vio que había agua en el suelo.

— ¿Pero qué..?.— Se sorprendió dirigiéndose al baño.

Un grito desgarrador se escuchó en toda la casa. Kai corrió hacia al baño, y vio la peor de las escenas.

Dalia señalaba constantemente la bañera, mirando dentro. La pared estaba manchada de sangre.

— ¡Kirsten!.— gritó, y se desmayó.

Kai la sujeto y miró de nuevo en la bañera. Entonces vio a la chica con los ojos cerrados dentro, el agua tenía mezcla de la sangre y varias gotas espesas de está todavía yacía en el suelo, al igual que él cabello esparcido sobre este manchando la blancura del azulejo.

— ¿Qué te he hecho?.—  Susurró, al borde de las lágrimas logrando sentir un leve pulso que pasaba desapercibido, era imposible ya lograr hacer algo a tiempo, o quién sabe...

Entonces se fijó que había algo escrito en los azulejos, justo en frente del cadáver. Kai se acercó y lo pudo leer con claridad:

‘TE ODIO, KAI HIWATARI

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FIN

Y espero les haya gustado e.e hace rato que no hacía una cosa así ._. pues dejo ver lo que hace la depresión de cierto modo en las personas, en especial cuando han sido dañadas.
Gracias por leer 😊❤️ y nos leemos pronto ❤️😊

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