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Capítulo uno

Desde que conoció a Senku, Kohaku siempre supo que él era el hombre perfecto para ella. Fue prácticamente amor a primera vista... o amor a las pocas horas de conocerse, porque él fue el único en esa ciudad atestada que se molestó en salir de su lujoso auto para ayudarla cuando la vio caminando ensangrentada con una puñalada en el estómago. No le importó manchar su auto con su sangre, y se quedó a su lado después de que los médicos salvaran su vida, pagando por todos los gastos.

Cuando se sintió mejor, ella le contó que vivía en las calles porque al salir del orfanato al cumplir dieciocho no pudo conseguir trabajo porque no tenía educación. Constantemente buscaba sitios abandonados donde dormir, y esa vez había tenido la mala suerte de que unos yakuza ya habían reclamado la casa abandonada que escogió. Intentaron violarla y se defendió, pero no pudo escapar ilesa.

Tuvo que quedarse en el hospital unas semanas, y durante todos esos días Ishigami Senku la visitó.

Kohaku nunca antes había sentido que le importaba a otro ser humano desde que su hermana fue adoptada y llevada lejos cuando eran pequeñas.

Él era... extraño, excéntrico, muy inteligente y varios años mayor que ella, no tantos, pero incluso siendo tan joven era un científico en jefe de un equipo que trabajaba para una compañía que enviaría robots mineros a la Luna y a Marte.

Hablaba mucho del espacio. Kohaku no lo entendía del todo, pero siempre lograba fascinarla.

—¿Qué nunca fuiste a la escuela? ¿Cómo es que no conoces los planetas del sistema solar, siquiera?

—No fui a la escuela... —Bajó la cabeza con tristeza, mirando a la bandeja con comida de hospital—. En el orfanato nos hacían trabajar a los niños problemáticos, limpiábamos el edificio, lavábamos ropa, movíamos mercadería... Lo poco que aprendí fue por cosas que oía de los otros niños y películas que a veces veía en el centro comercial.

Él pareció horrorizado e indignado en igual medida.

—Tengo mucho que enseñarte, leona...

—No soy una leona. —Lo miró mal.

—Jamás me dijiste tu nombre.

—Oh. —Rio nerviosamente—. Soy Kohaku. O así me decía mi hermana antes de que nos separaran.

—Kohaku, ¿eh?... ¿Sabes lo que es el ámbar?

—¿Un color?...

A Senku se le acabó la hora de visita a mitad de su explicación que había empezado con el ámbar y acabó en las distintas extinciones masivas por las que había pasado el planeta Tierra a lo largo de millones de años. Al día siguiente, él llegó con un collar con una piedra de ámbar como regalo, y más de sus explicaciones interesantes, esta vez desviándose al origen del sistema solar y del universo mismo.

Cuando a Kohaku le dieron de alta, no estaba muy segura de qué iba a hacer.

Senku había ido a "recogerla", pero eso no tenía lógica, como él decía, porque ella no tenía ningún lugar a donde ir.

—Tengo que intentar buscar trabajo —le dijo, después de cambiarse a un vestido que él le había comprado para que no tuviera que usar sus harapos de siempre—. Es temprano, quizás logré que me den un adelanto si trabajo duro, y quizás encuentre un hotel en el que...

—Sí, sí, lo que digas. —La interrumpió, abriéndole la puerta de su auto—. Sube, vivirás conmigo.

—¡¿QUÉ?!

—Tengo que conseguirte más ropa, tienes que tomarte las cosas con calma hasta que tu herida sane por completo, ya casi es invierno, tengo que enseñarte a leer y escribir, y, sobre todo, tienes que tener las malditas necesidades básicas de un ser humano, por todos los cielos. —Rascó su oído con irritación—. No quiero escuchar más peros, sube al auto. Vivirás conmigo hasta nuevo aviso.

—No dije ningún "pero".

—Eso que acabas de decir ¿es o no es un "pero"?

—Cállate. —Rodó los ojos, aunque no pudo evitar sonreír mientras subía al auto.

Por primera vez en mucho tiempo, sentía que todo estaría bien.

Los primeros días en casa de Senku fueron tan... relajantes... Nunca antes se había sentido tan tranquila, tan... mimada. Tenía todo lo que necesitaba sin esfuerzo. Toda la comida que quisiera, toda el agua que necesitara, caliente para ducharse y fría para beber. Tenía una cama suave y sábanas cálidas. ¡Tenía calefacción! Y ni hablar del televisor enorme, una computadora con acceso a internet y su propio cuarto espacioso, privado y perfecto. Era como un sueño.

La primera semana Senku se aseguró de que tuviera todo lo que necesitaba, hasta la regañaba cuando ella insistía en no descansar o relajarse. Vieron películas, le enseñó a usar internet y a jugar videojuegos, siguió contándole maravillas sobre la ciencia y su empleo soñado. Él estaba muy emocionado con su trabajo, se notaba que era su verdadera pasión y dedicaba su vida a ello.

La segunda semana fue que empezaron los problemas... para Kohaku, porque Senku empezó a darle clases para que aprendiera todo lo que se había perdido por no haber ido a la escuela.

En realidad, Senku era un buen maestro, lograba que todo se viera interesante, pero para dejar tareas era un poco tiránico, ¡le asignaba muchos deberes! Al menos la ayudaba con las cosas más difíciles, pero muchas veces parecía disfrutar el verla retorcerse.

Estuvieron así por varias semanas.

Como Senku tenía robots encargados de limpiar y cocinar en su casa, Kohaku solo se dedicaba a estudiar, y Senku la ayudaba antes de irse a trabajar y al regresar también.

A pesar del estudio diligente, no dejó de lado el enseñarle a relajarse y divertirse. Aunque él parecía disfrutarlo tanto como ella... como si desde hace mucho tiempo no se permitiera tomarse descansos para hacer cosas que no tuvieran que ver con el trabajo.

Estuvieron cuatro meses así hasta que Kohaku aprendió a leer y escribir con normalidad, y entonces insistió en buscar un empleo.

—No planeó abusar de tu generosidad toda mi vida —le dijo, con firmeza—. Apenas tenga un salario estable, buscare un departamento y buscaré una forma de pagarte por todo lo que has hecho por mí.

—No digas ridiculeces, no tienes que pagarme nada. —Rascó su oído con fastidio—. Y por mí puedes seguir viviendo aquí... o puedes alquilarme, si tanto te disgusta la idea —agregó al ver su rostro descontento por su sugerencia.

—¿Alquilarte? ¿Alquilar una habitación, quieres decir?

—Alquilar la casa, no vivo aquí. —Eso la sorprendió.

—¿No vives en Shizuoka?

—No, vivo en Tokio. Estoy aquí por negocios, suelo venir muy seguido. —Volvió a rascar su oído con el meñique, con una mirada indiferente—. Debo volver en dos meses, cuando acabé mis asuntos aquí.

—Oh. —Apartó la mirada.

—Te dejaré la renta barata, ya que también estarías cuidando la casa. Una vez intentaron robarla —él siguió hablando como si nada, aunque ella tenía la mente en otro lado.

Ya sabía lo enamorada que estaba de él, no estaba preparada para dejar de verlo, incluso aunque se había convencido de estar preparada para irse de su casa.

No dejó que los pensamientos pesimistas nublaran su mente, se aferró a lo que él dijo de que venía seguido y empezó a buscar empleo, decidiendo que se convertiría en una mujer digna de estar a su lado.

Antes no había podido lograr conseguir empleo porque leer y escribir era muy importante, pero resulta que todo lo que necesitaba era eso para conseguir muy fácil el puesto de camarera en un bar. Como ya podía anotar pedidos, el dueño solo le echó un vistazo de pies a cabeza y la contrató. No le gustó su mirada de depravado ni el uniforme tan revelador, pero empleo era empleo.

Senku estaba demasiado ocupado trabajando. La felicitó al enterarse de que consiguió trabajo, pero cuando la vio regresar a casa unos días después, con una blusa que era más bien un sujetador, una falda que apenas cubría lo estrictamente necesario y un pequeño delantal que decía su nombre y el lema del bar "las mejores cervezas y las mejores piernas", no pareció nada contento.

Kohaku estaba a punto de saludarlo y burlarse del milagro de que levantara la mirada del computador, pero entonces vio su mirada de disgusto y se confundió.

—¿Qué pasa?

—¿En dónde demonios te metiste a trabajar, leona?

—Pagan bastante bien. —Le frunció el ceño—. Y si estás pensando que este uniforme es ridículo, ya lo sé, pero pongo en su lugar a todos los que se burlan o los que intentan coquetearme.

—Estoy pensando que estamos en pleno invierno, está nevando afuera y dudo mucho que ese bar de mala muerte tenga calefacción. —La miró con dureza.

—Bueno... yo... —Apartó la mirada—. Me mantengo caliente trabajando, tengo mucho que hacer y...

—Esto si es ridículo, Kohaku, no tienes por qué conformarte con ese empleo de mierda, vales más que eso, puedes hacerlo mucho mejor. —Se puso en pie, dejando su trabajo de lado para mirarla—. Eres eficiente en todo lo que te propones, eres lista, no cualquier adulto aprende todo lo que tú aprendiste en tan poco tiempo. Y eres fuerte, absurdamente fuerte. Puedes hacer mucho más que trabajar en un lugar donde no te respetan. Eres mejor que eso, diez billones por ciento seguro. —La miró con fiereza.

Kohaku lo miró con los ojos muy abiertos, antes de lanzarse a besarlo por puro impulso.

Él se congeló por completo y ella rompió el beso a los pocos minutos, mirándolo con el rostro muy rojo.

—Lo siento —susurró, antes de correr a su habitación.

¡Mierda, que estúpida era!

Definitivamente lo había arruinado todo, ya no podía quedarse en esa casa ni un minuto más.

No quería... No le daría la oportunidad de rechazarla.

Renunciaría al trabajo en el bar y con el dinero que tenía sería suficiente para que al menos la dejaran quedarse unos días en un hotel barato, entonces buscaría otro empleo y empezaría de cero.

Solo se llevaría la maleta y la ropa que compró para ella, decidió, empezando a empacar todo.

Cuando salió de su habitación con su maleta preparada, bajó a la sala y se sorprendió de ver a Senku sentado en el sofá, rodeado de botellas de sake y vino. Él pareció todavía más sorprendido de verla con su maleta y en dirección a la salida.

—¿Qué haces? —le preguntó, con su voz lenta y ronca, prueba de que estaba borracho.

—Yo... me iré ahora. —Evitó su mirada—. Gracias por todo, Senku, pero ya no puedo quedarme aquí.

—Otra vez siendo ilógica... —Frotó sus sienes, poniéndose de pie tambaleándose hasta que logró sujetarse al sofá—. No te irás, no tienes un solo motivo razonable para irte. —Por alguna razón, esas palabras la molestaron.

—¡Ja, no me importa sí es razonable o no! Simplemente tomé mi decisión.

Se dirigió a la puerta, pero él de alguna forma logró correr medio cayéndose hacia ella, alcanzando a rodearla por la cintura con los brazos, apoyando todo su peso sobre ella, cosa que la hizo detenerse, aunque la verdad no era que no pudiera apartarlo fácilmente.

Sin embargo... el sentir sus brazos rodeándola... la sensación fue demasiado y fue incapaz de alejarse.

—No te vayas... —pidió, hablándole prácticamente al oído.

—Senku... —Cerró los ojos con pesadez—. No puedo quedarme...

—Sí puedes. —Logró enderezarse y la volteó, tomando su rostro en sus manos—. Quiero que te quedes.

—Pero yo quiero mucho más que quedarme —le susurró, con ojos llenos de seriedad mortal.

Aún tan borracho como estaba, él pareció entender el verdadero significado de sus palabras.

—Yo también quiero... mucho más... —Kohaku se quedó con la boca abierta—. Pero no puedo, yo... —Ella ni siquiera lo escuchó, de inmediato se lanzó a besarlo con desesperación.

La pasión reprimida por meses les estalló en la cara a ambos, no pudieron detenerse, pronto acabaron en la habitación de Senku, comenzando a despojarse de sus ropas.

—Espera... —Él intentó detenerla, pero no lo escuchó, ella solo lo besó y acarició con toda su pasión, con todo su amor—. Detente. No p... —La verdad sea dicha, Senku no hizo mucho esfuerzo por pararla, cada beso y caricia que le daba hacía cortocircuito en su cerebro, impidiéndole pensar con claridad—. No...

No pudo hablar más, el resto de la noche, todo lo que pudieron pronunciar fue el nombre del otro, todo lo que pudieron hacer fue amarse con desesperación y desenfreno, no pudieron pensar en nada más.

Fue a la mañana siguiente que todo se fue al diablo.

Ella despertó con una sonrisa, que se borró al verlo ya despierto, sentado en la cama con el rostro lleno de horror. Algo en ella se agrietó un poco.

—¿Recuerdas... lo de anoche? —preguntó con temor, con su voz empequeñecida.

Él la miró con rostro lleno de cansancio y otro sentimiento que no pudo descifrar... ¿arrepentimiento, culpa? Sea lo que sea, le rompió un poco más el corazón.

—Lo recuerdo... —murmuró, mirándola con el rostro completamente vacío—. Kohaku... hay algo que no te he dicho...

—¿Eh? —Ladeó la cabeza—. ¿Qué no me has dicho?...

—Yo... —Su voz tembló—. Yo estoy... casado...

De todas las cosas que podría haber dicho, Kohaku nunca habría esperado que fuera eso lo que oiría.

Ishigami Senku era el hombre perfecto para ella, sí... pero no era suyo. Nunca lo fue.

Continuará...

Holaaaaa :D

Nuevo long fic! Dramatico, porq no vivo sin drama xD

Este es otro fanfic que está más adelantado en mi Patreon, pero además ya lo tengo muy avanzado en mis documentos, así que actualizaré muy rápido en Patreon si noto q les gusta owo

Por el momento solo tienen el cap uno y dos en Patreon! Y ya saben, si quieren darme su apoyo ahí pueden ingresar a través del link que dejo en mi página de Facebook o bien mandandome mensaje al privado! :3

Ojala q este cap les haya gustado, y no se preocupen si les parece que es demasiado drama, en el siguiente cap se aclaran ciertas cositas xP

No olviden que se les ama con todo el kokoro!

Me despido!

CELESTE kaomy fueraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!

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