Capítulo dos
—Kohaku... sal de ahí... Tienes que comer...
Kohaku no levantó el rostro de su almohada. Él le había dicho muchas cosas estos últimos dos días, con eso no iba a convencerla.
Después de enterarse de que estaba casado, la invadió un ataque de llanto insoportable y doloroso que la hizo sentir tan débil y desesperada que corrió a su habitación como si estuviera buscando refugio, como si quisiera esconderse para que él no la lastimara de una forma todavía peor.
Al principio él no la molestó. Ella se pasó el día entero llorando recostada en su cama, sintiendo todas sus ilusiones rotas, sintiendo que no lo conocía, que todos sus sentimientos por él estaban mal, que ella era una mala persona y una completa estúpida.
Después de llorar hasta que literalmente se quedó sin lágrimas, solo con un sentimiento amargo envolviéndola, se levantó para darse una ducha, intentando quitarse el sentimiento de suciedad que sentía impregnado en su piel. No funcionó.
Volvió a la cama y cambió las sábanas, dobló toda su ropa, ordenó todo en la habitación de pies a cabeza, pero siguió sintiéndose miserable. Se recostó en la cama otra vez, ahogándose en su amargura hasta que se quedó dormida.
Senku había golpeado varias veces a la puerta, pero fue hasta la mañana siguiente que empezó a hablar, aunque ella no le respondiera.
—¿Recuerdas mi empleo? —preguntó, con voz triste y afligida—. No llegué ahí con facilidad... soy muy joven, aunque tengo mis méritos, mis estudios y cierto reconocimiento, nunca habría podido ser jefe de todo un equipo científico para una misión tan importante con solo veintitrés años, no para una hazaña multimillonaria que cambiara al mundo... No me enorgullece decir que tomé el camino fácil. Lo vi como un simple negocio, una manera rápida de conseguir lo que quería. —Lo oyó suspirar incluso detrás de su puerta—. Me casé con la hija de mi jefe... Nunca tuve interés en ella, pero ella se fijó en mí y... todo lo que hice fue no rechazarla.
Kohaku se cubrió los oídos con la almohada. ¡No quería escuchar toda esa mierda!
—No la amo. —Su voz llegó amortiguada, apenas audible, pero llegó—. Nunca sentí nada parecido a la atracción romántica por nadie... hasta que te conocí.
—Cállate... —susurró, aunque sabía que no la escuchaba.
—Quería decírtelo, pero...
—¡Cállate! —No lo soportó más y arrojó la almohada con fuerza a la puerta.
Eso lo hizo cerrar la boca un par de horas, mientras ella descubría que después de todo si le quedaban algunas lágrimas.
Él volvió hablarle horas después y siguió hablándole el resto del día, intentando convencerla de salir y poder conversar cara a cara, luego intentando convencerla de comer.
Ella se negó a abrirle la puerta o a decirle nada más.
Apenas juntó fuerzas para dejar de deprimirse y salir de la cama, volvió a ducharse y juntó algo de ropa restante que le quedaba en una mochila, preguntándose qué tan buena idea sería salir de la casa por la ventana de su habitación. Estaba en un segundo piso, no había árboles cerca y tampoco tenía otra cosa con la que sujetarse. ¿Debería hacer una cuerda con sábanas? No estaba segura de sí estaba tan desesperada... además, su maleta seguía en la sala.
Senku no había estado yendo a trabajar esos días, y no quería ni siquiera verlo, pero si lograba encontrar un momento en el que estuviera distraído o en su habitación o algo... podría simplemente tomar la maleta e irse.
Aunque a regañadientes, se aseguró de estar atenta a cada sonido, buscando un momento en el que él se fuera de la casa o por lo menos que se fuera al patio trasero o a su habitación.
Luego de un tiempo, escuchó un milagro: Senku salió de la casa, y también escuchó el sonido del motor de su auto y cómo se alejaba.
¡Sí, esta era su oportunidad!
Rápidamente tomó su mochila y un abrigo y salió de su habitación, bajó a la sala, tomó su maleta y corrió a la puerta, entonces la abrió y... vio a Senku con los brazos cruzados, mirándola con cansancio.
De la sorpresa se le cayeron todas sus cosas, y hasta la mandíbula.
Él entró a la casa y cerró la puerta con llave.
—Sabía que querías irte sin verme, y por si te preguntas lo del auto... simplemente lo puse en piloto automático, volverá en unos minutos.
Ella lo miró con los ojos muy abiertos, antes de retroceder un paso y hacer el intento de correr a su habitación, pero él la abrazó desde atrás, apoyando su rostro en su hombro.
—Kohaku, por favor, escúchame. —Su voz suplicante la hizo flaquear—. Ni siquiera era tan necesario que me quedará aquí, podría haberme ido hace meses y no lo hice... por ti. No quería admitir lo que sentía, pero no podía alejarme de ti... y no quiero hacerlo. Mi esposa... nunca la toqué, no me interesa, ni siquiera compartíamos habitación.
—¡¿Y esperas que te crea?! —Se zafó de su agarre y volteó a verlo con odio—. ¡¿Por qué me dices esto?! ¡Nada cambia que eres un hombre casado y ya te acostaste conmigo siéndolo! ¡Eso no cambia cómo me hiciste sentir con lo que me ocultaste y con lo que hiciste, Senku!
—Ni siquiera es un puto matrimonio real. —Frotó sus sienes con fuerza—. Ni siquiera me molesté en fingir frente a las cámaras, yo solo soy un trofeo para mi... esposa. —Soltó la palabra con dificultad—. Todo lo que hago con ella es dejarla llevarme de un lado a otro para presumirme en fiestas y revistas.
—¿Esperas que te crea el juego del hombre inocente después de que me cogiste? —Lo miró con frialdad.
—Olvidémonos del hecho de que tú eras la única sobria y yo trate de detenerte, claro, como quieras —masculló con sequedad, antes de soltar una fuerte exhalación—. Bien, admito que soy un bastardo, escoria o como quieras llamarme. Evidentemente empecé a tener sentimientos por ti y los negué hasta el último momento, pero ya no lo haré. Yo... —Se atragantó por un segundo, antes de mirarla con firmeza— te amo —confesó, para luego soltar aire, como si se hubiera quitado un enorme peso de encima
Kohaku no pudo sostenerle la mirada.
Ja, era increíble... parecía que tenía una fuente interminable de lágrimas.
—Ja... desde hace tiempo quiero escuchar eso... —Frotó sus ojos con fuerza— pero ahora...
—Deberíamos haber hablado de esto antes de cometer adulterio, soy consciente. —Se dejó caer en uno de los sofás—. Pero es que tampoco lo consideró así... mi matrimonio no es real, habló en serio. Solo es un... maldito papel en el registro civil... Y un contrato que me da una posición de poder en la empresa de su padre. —Apartó la mirada, teniendo la decencia de parecer avergonzado—. Mira, dejaré de justificarme, pero quiero que dos cosas queden claras. Primero, no tengo nada emocional ni físico con ella, solo contigo. Segundo... me divorciaré. —Kohaku volteó a verlo con los ojos muy abiertos—. Y no soy cómo esos idiotas de novelas que dicen que se divorciaran y nunca lo hacen porque se le murió el puto perro a la pareja que no quieren y están buscando el momento perfecto, ya mandé a hacer los papeles, se los enviarán la próxima semana.
Kohaku no supo qué decir.
¿Debería creerle?
—Creo... que necesito pensar... —Se llevó las manos a la cabeza, sintiéndola hasta doler por la cantidad de emociones complicadas que tenía en ese momento.
—Muy bien... pero ¿podrías comer algo mientras piensas? Llevas dos días y los dos sabemos que tienes un gran apetito. Un apetito de leona. —Le sonrió divertido.
Al ver sus ojos tan suaves y su sonrisa casi tierna, Kohaku fue incapaz de gritarle por el apodo horrible.
—De acuerdo. Comeré.
La verdad sea dicha, tenía hambre.
Senku ya tenía preparado algo para ella. Le dio su espacio mientras comía en el comedor, pero siguió cerca de la puerta, como si temiera que se escapara en cualquier momento. Ganas no le faltaban, para ser honesta.
¿Cómo creer que todo lo que dijo era cierto? Si le ocultó que estaba casado, ¿podía confiar en que lo conocía tanto como creía conocerlo? ¿Podía confiar en sus ojos y su sonrisa como solía hacerlo antes?
Los siguientes días estuvieron distantes.
Kohaku renunció a su trabajo y empezó a buscar uno nuevo, esta vez asegurándose de que fuera en un lugar donde la trataran como un ser humano y no una muñeca inflable, cosa difícil porque a pesar de que ya sabía leer y escribir no tenía ni siquiera el título de la primaria. Mierda, ni siquiera tenía documentos.
Senku había comentado que debía registrarla en la ciudad, pero los dos lo dejaron pasar muchas veces y ahora ella no quería recordárselo porque no quería hablar con él. Simplemente siguió buscando empleo, esperando encontrar algún lugar donde la aceptaran.
Ignorar a alguien era difícil cuando vivían en la misma casa, y más después de haber pasado una noche de ilícita pasión. Kohaku aún recordaba todo con claridad, y muchas veces en vez de alejarse de él acababa acercándose, mirándolo, deseando volver a repetir lo que hicieron antes... y sabía que él quería lo mismo.
Estaban solos, tenían una casa entera para ellos. ¿Qué los detenía?
Ah, sí, que él estaba casado.
A pesar de que dijo que se iba a divorciar, Kohaku no estaba segura de sí creerle o no, e incluso si le creía ¿realmente era correcto quedarse con él después de destruir su matrimonio? Agh, ni siquiera conocía a la mujer y ya se sentía como si le hubiera arruinado la vida.
Estos sentimientos tan fuertes que tenía por Senku... lo mejor sería olvidarse de ellos. Sería lo correcto.
Sí, olvidarlo sería lo mejor... y, sin embargo, de todos modos acabó volviendo a caer en sus brazos cuando pasó otro par de días.
Una copia del contrato de divorcio llegó a la casa por correo poco antes de que él llegara de trabajar. Kohaku vio su firma ya en el papel, leyó un poco lo que habían escrito los abogados, y entonces Senku llegó a casa y ella no pudo contenerse. Se le tiró encima a besarlo.
Senku no estaba mejor que ella, todos esos días la había anhelado más de lo que sus células anhelaban el oxígeno para vivir, pero respetaba que ella no quería avanzar más hasta que se divorciara. Cuando finalmente tuvo la oportunidad, tampoco se resistió.
Volvieron a la habitación, se besaron, se acariciaron, se desnudaron, se amaron, toda la noche, una y otra vez. Ese día, y al día siguiente, y al día siguiente. Nada más les importó, solo existían ellos dos.
Senku solo se dedicó a ella durante esos días. Sabía que tan pronto como el padre de su esposa se enterara de que le pidió el divorcio, lo dejaría fuera del proyecto, así que le dio absolutamente igual faltar al trabajo dando excusas poco creíbles.
Era cuestión de tiempo para que lo echaran, y ya había hecho copia de todos sus documentos e investigaciones que no pensaba ceder a la empresa.
Le daba igual. Si era necesario se uniría a la competencia, aunque tuvieran menos fondos, ni siquiera se ganó su puesto de buena forma, y no iba a tirar por la borda lo que tenía con Kohaku. Ella creía que él era su salvador, pero no tenía idea de lo mucho que había hecho para salvarlo del pozo de miseria en el que estaba hundido desde hace meses.
Su vida personal era un martirio que no quería recordar, por eso se la pasaba hundido en trabajo y alcohol.
Cuando la encontró en la calle, llena de sangre y necesitada de atención médica, buena comida y un trato digno, simplemente quiso hacer lo correcto y salvarla.
Nunca habría esperado que ella se convirtiera en su nuevo motivo para vivir. Vivir de verdad.
Ella dejó todas las dudas después de ver la copia del contrato de divorcio, confió en él ciegamente, y Senku se prometió que no dejaría que esa confianza fuera en vano. Le demostraría que, aún con tan poco tiempo de conocerse, ella ya se había convertido en la persona más importante en su vida.
Pasaron todos esos días prácticamente encerrados en la casa, disfrutando el uno del otro.
Senku estaba a la espera de que todo le estallara en la cara cuando le llegara el divorcio a su pronto-a-ser-ex esposa, pero nada pasó.
No entendía por qué tardaban tanto en despedirlo, pero no le dio muchas vueltas al asunto, más concentrado en pasar tiempo con Kohaku, ya sea cocinando juntos, jugando videojuegos, viendo películas o bien en el dormitorio.
Una mañana, mientras los dos dormían abrazados en la cama, solo cubiertos por unas sábanas, la puerta de la casa se abrió.
Una mujer se paseó por la sala, esquivando las prendas de ropa regadas por todas partes con una mueca de profundo disgusto y rabia.
Llegó a la habitación de Senku y abrió la puerta con mucha cautela, sin hacer ruido. Sus ojos se llenaron de odio al ver a los dos tortolitos en la cama, y rápidamente sacó su celular y tomó una foto.
Luego de eso, se acercó muy lentamente a la mesita a los pies de la cama, donde había dos copas de vino semi vacías. Tomó las dos con una mano, produciendo un sonido tintineante que hizo a la mujer dormida estremecerse un poco. Contuvo la respiración, pero ella no se despertó.
Se retiró muy lentamente, sin quitar su mirada repleta de rabia sobre las dos figuras dormidas.
Iban a pagar por esto... de una forma u otra. Su felicidad les iba a durar muy poco.
Continuará...
Holaaaaa :D
Aquí un nuevo capítulo! owo
Y ya tienen los capítulo tres y cuatro en mi Patreon! A veces subiré de dos en dos allí, pero no creo que siempre xP
Muchas gracias por todo su apoyo al fic! Ojala este cap les haya gustado!
No olviden que se les ama con todo el kokoro!
Me despido!
CELESTE kaomy fueraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!
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