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Capítulo 8

Wave
Tengo que arreglar mi error, o por lo menos intentarlo. Voy a disculparme con Dorak «¿Cómo terminé yo yendo a su casa a disculparme y él no en la mía a hacer lo mismo?» Sé reconocer mis errores. Mentir y negarme a recibir un regalo es de las primeras cosas que te prohiben incluso antes de nacer y yo rompí ambas reglas con la misma persona.

Rodak me acompaña e intenta sabotear mi caminata hasta el porche del vecino jugueteando con mis piernas.

—Amigo, no estás ayudando. —Lo agarro por su collar y lo guío hasta la entrada. Respiro muy profundo antes de tocar al timbre. «Espero que esta vez sí que tenga puesto una camiseta.»
Arruiné mi propia cena de noche buena. No tenía que haber sido tan grosera. Dorak puede haberme roto el corazón, pero el Karma ya ha sabido cobrárselo. Es cierto lo que me dijo mi madre: "Nadie merece estar solo en navidad"
Su puerta se abre y las piernas me tiemblan al verlo. Está vestido, pero lleva un sueter gris que resalta de buena manera el azul de sus ojos. Su cabello resplandece entre los casi imperceptibles rayos de sol y la sorpresa en su mirada me reconforta.

—Dice mi madre que faltan 20 minutos para que empiece el partido. —Ahí está, esa es mi disculpa, ya puedo irme a mi casa.
Rodak se lanza hacia él y yo ruedo los ojos. Él lo saluda cariñoso antes de preguntar.

—¿Has venido solo a eso? —Apoya su hombro en el marco de la puerta y se cruza de brazos.

—Sí. Dice que no tardes y que si tienes barritas de chocolates snickers que las lleves. —Esta última parte es algo más personal pero eso él no lo sabe.

—¿En serio dijo eso? —arquea una de sus cejas y me mira con una sonrisa traviesa.

—Pregúntaselo tú. —Mamá se pasó toda la mañana obligándome a venir y diciéndome que debía llevarlo si o si para que nos acompañe a ver el partido de baloncesto como habíamos acordado. Hay momentos en los que a mi madre se le olvida que no soy una niña, y que esto de mandarme a hacer recados ya es explotación.

—Seguro que se lo voy a preguntar porque recuerdo que tu madre es alérgica al chocolate. No entiendo para qué querría que le llevara algunos. —«Pillada una vez más por una mentirilla dulce.»

—Te recuerdas de muchas cosas, que raro, creí que tenías mala memoria. —Lo encaro y puedo sentir el calor de mis mejillas. Pasaron tantas cosas en aquella época, buenas y malas, pero nosotros siempre fuimos nuestro soporte. Creímos que podíamos contra el mundo y resultó que nos quedó demasiado grande.

—Wave...—Vuelvo a ver esa tristeza en su mirada. —Sé que te debo una disculpa, pero aún no estoy listo para contarte los motivos de mi desaparición. —Susurra apretando su mandíbula en señal de impotencia.

—Es decir que no me vas a pedir perdón. —«¿Será cara dura?»— Ve a casa, mamá está muy feliz de saber que estás vivo, así que si no quieres ir porque soy grosera, ignora mi presencia. Pero ve por ella. —Me doy la media vuelta para apartarme de él y siento su mirada sobre mí.

—Tenía pensado ir de todas formas, Wave. Pero gracias por venir a avisarme. —La manera en que pronuncia mi nombre siempre me ha parecido especial, pero desde que volvió tengo la sensación que le duele hacerlo.
No le respondo, ¿qué tanto le puede haber sucedido para que desapareciera de esa forma por nueve años? Nueve años en los que ni siquiera nos envío una carta, o llamó a nuestro teléfono. Dorak se fue sin despedirse. Rompió todas las promesas que un día me susurró al oído.

Perdimos el partido, y yo el control de mi corazón. Convencida de que Dorak vendría llegué tranquila a casa, pero cuando comenzó el juego y no fuimos bendecidos con su presencia comencé a preocuparme. Media hora después se apareció con una caja de Snickers y un sobre de almendras en sus manos...

—Es 25 de diciembre y casi todas las tiendas están cerradas. Logré comprar estos en una gasolinera a las afuerzas de Austin. ¿Qué me perdí? —Esa fue su forma de excusarse.

Después de eso no pude volver a concentrarme. Lo había hecho por mí. Recorrió media ciudad solo para que yo pudiera comer las mejores barras de chocolate del mundo acompañadas de un puñado de almendras.

Desde que volvió no ha mostrado ningún indicio de querer volver a conquistarme, solamente ha intentado que tengamos una relación cordial, y si soy sincera me siento decepcionada, porque en lo más profundo de mi corazón sé que no lo he olvidado, ni nunca podré hacerlo habiendo sido el único hombre en mi vida.

Ahora estoy enojada con él porque volvió; con mi madre por tener la necesidad de verle bien, con Peter por invitarlo a ver el partido con nosotros, con Rodak por buscarlo todo el tiempo, con Neow por dormir en su regazo y conmigo... Principalmente conmigo por caer tan deprisa en sus encantos.

Sería imposible empezar de nuevo algo entre nosotros, pudiera amarlo con toda mi alma pero jamás podré perdonarle el hecho de que me haya abandonado en el momento en que más lo necesitaba.

También se quedó para la cena, no he dicho ni una sola palabra desde que llegó. Y eso no le resulta raro a nadie. Perdida en mis pensamientos friego la vajilla con esmero.

«Dorak. Sus ojos. Su boca. Los chocolates. Las almendras. El dulce de leche. Su mirada triste. Su sonrisa traviesa. La manera en la que pronuncia mi nombre. Dorak sin camiseta...»

—¿En qué piensas? —Casi tiro todos los vasos al suelo al encontrarlo a mi lado. Es como si lo estuviera llamando con el pensamiento y apareciera justo al frente de mí, afortunadamente con camiseta pero con esa sonrisa que tanto me hace enloquecer.

—En la vida. —miento y rezo para que no note el rubor de mi cuerpo.

—Te escuché decir mi nombre, y algo de mí sin camiseta. —Esta vez si dejo caer el vaso que tengo en mis manos hacia el suelo. Esperando que se haga añicos a mis pies suelto un suspiro ahogado. Dorak se lanza para atraparlo y evita que pierda el completo de mi vajilla. —Uf, Wave, tienes que tener más cuidado. —Ahora está demasiado cerca de mí, y por más que quiera darle la espalda mis piernas han dejado de obedecerme.
«Sí, tengo que tener más cuidado para no pensar en voz alta.»

—Entonces pensabas en la vida. —Se muerde el labio inferior pero su mirada tímida me muestra sus inseguridades.

—Vale, estaba pensando en lo fea que es tu camiseta. —«Dios, perdona todas mis mentiras, las hago por una buena causa.»

—Entonces admites que estabas pensando en mí. —Se inclina para colocar el vaso limpio en la encimera, y puedo sentir su respiración rozar la piel de mi nuca. Es tan alto que su pecho queda justo a la altura de mi rostro y tengo que contenerme para no tocarlo.

—No es lo que piensas. —me defiendo. No puedo dejarme caer en la tentación.

—¿Y qué es lo que yo pienso? —Vuelve a buscar mis ojos y su mirada me regala un brillo diferente.

—Te odio. —Le confieso, y perdemos ambos toda la diversión.

—Lo sé. —susurra pero no aparta su mirada de la mía y sigue tan cerca que el calor de mi cuerpo reclama el suyo con desesperación. —¿Qué les pasó a Rodak y Neow? ¿Por qué tienen defectos? —Es como si en realidad la última pregunta hiciera referencia a nosotros, a lo que somos ahora.

—El antiguo dueño de Rodak lo maltrataba, mucho. Una noche estaba borracho y Rodak no dejaba de ladrar, lo llevó a un veterinario sin escrúpulos, y le quitaron las cuerdas vocales. Por eso hace esos sonidos raros. El veterinario era mi tutor, y nos contó la historia como si hubiera sido algo gracioso. Lo llamé carnicero, fue la primera palabra que logré decirle durante todo el curso. Claramente me expulsaron de su clase, y al día siguiente investigué donde vivía el maltratador, justo lo estaba golpeando en el instante en el que llegué a su casa. Me llené de valor para llamar a la policía y adopté a Rodak con todas las de la ley.

—Wao, Wave, eso es... hiciste lo correcto, fuiste muy valiente. ¿Y con Neow? —Pronuncia la palabra valiente con orgullo y me aferro a ella y a sus ojos azules, que no han dejado de mirarme ni en un solo instante.

—Neow nació en la calle, y no tuvo la mejor de las suertes. Con días de nacida fue atropellada por un motociclista que no logró verla al cruzar la calle. El chico la llevó a mi consulta llorando, pidiéndome que la salvara. Le dije que teníamos que amputar, él se encargó de los gastos de la operación y una vez que supo que sobreviviría se marchó. Ni siquiera tuvo la intención de llevarla a un refugio. Yo me quedé con ella, porque no podía dejarla ni por un solo instante y ella lo agradecía, me miraba como si estuviera feliz de no estar sola. Creo que ella supo que era mía incluso antes de que yo misma me diera cuenta. —Recordar esos momentos me emociona. Noew y Rodak han sido mi familia en estos últimos años y no puedo estar más agradecida con ellos. Jamás pensé en que yo los había salvado, siempre supe que ellos habían sido mis salvadores.

—Eres increíble, Wave. Siempre lo has sido. Eres malditamente increíble. —susurra antes de dar un paso al frente para buscar mis labios. Me aparto sin siquiera pensar en lo mucho que deseo ese beso. Pero ya no somos adolescentes, y nuestros actos tiene consecuencias. Wave y Dorak, no están destinados a tener un felices para siempre.

Se marcha tomando mi rechazo como una respuesta definitiva a lo que somos y lo que es mejor para ambos.

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