Capítulo 7
Dorak 9 años atrás.
Están discutiendo otra vez.
—¿Tomaste el dinero o no, Rachel?—Grita mi padre desde su habitación. —¡Faltan cinco mil dólares, Rachel, cinco mil dólares! —Estoy recostado en la pared del pasillo, intentando no perder la calma.
—Deja de preguntarme, ¿desconfías de mí? —Mamá está mintiendo, la escuché hablar con su abogado la semana pasada. Necesitaba agilizar los trámites para su nuevo negocio y cinco mil dólares fue la suma acordada.
—¡Pero respóndeme, Rachel! Si o No. —Nunca había escuchado a mi padre tan enojado.
—¿Aún no te ha quedado claro? ¡No fui yo, Robert! —Chilla ella un poco más fuerte y tira de la gaveta de su mesa de noche. Siempre que se pone nerviosa comienza a tirar las cosas.
—Entonces, si no fuiste tú ¿quién lo hizo, Rachel? —Algo se estrella contra la pared, no puedo deducir el qué. No escucho la voz de mi madre, y temo que esta vez las cosas hayan llegado más lejos que antes. Me acerco de inmediato para abrir la puerta y me encuentro frente a frente con la mirada de fuego de mi padre.
Un puñetazo se estampa contra mi cara antes de que pueda huir de él. Me siento mareado, creo que me ha roto la nariz y las gotas de sangre que caen al suelo, no me dan la mayor tranquilidad. Otro puñetazo cae sobre mi rostro y es incluso más fuerte que el primero. Caigo al suelo, una patada se estrella contra mis manos.
—¡¿Para esto te hemos criado?!¡¿Para que nos robes?! —Papá grita pero tengo un pitido fuerte en el oído, me duele mucho la cabeza. —¡Contesta, Dorak! —Intento levantarme para enfrentarlo, pero golpea con su pierna mi mandíbula. Un dolor insoportable se apodera de mí y aún no estoy seguro de donde proviene. «Nunca antes me habían pegado. » Mi madre está parada en el marco de la puerta, su mirada se encuentra con la mía y la aparta de inmediato. No hace falta que me diga en voz alta lo que piensa. <<Eras tú o yo.>> Y claramente escogió su seguridad por encima de la de su hijo.
—¡No pararé hasta que me digas que has hecho con el dinero! Quiero cada centavo de vuelta, ¿me oyes? —No parará, nunca se detendrá porque no he sido yo el que le ha robado...
—¡Contesta de una vez! —Los golpes y las patadas vuelven cargados de rabia, me golpea como a un saco de boxeo, como si ser su hijo no fuera importante, como si no me pudiera romper.
—¡Basta ya, Robert! Déjalo o voy a llamar a la policía. —No sé cuanto tiempo ha pasado desde que comenzó a golpearme, pero el suficiente como para que mi madre crea de que ya es momento de que se detenga.
—Criamos a un delincuente. Todo este tiempo dándole lo mejor, sacrificándonos por él y mira lo que hace. Vas a trabajar... mañana mismo empezarás, cuando vuelvas del colegio te estaré esperando, aprenderás a respetarnos. —No lo veo, ni siquiera siento sus pasos, sus palabras dejaron de importarme desde que recibí el primer golpe. <<Respeto...>> Acabo de perder el significado de esa palabra en mi mente y no creo que ellos sean merecedores de esta.
—Vuelve aquí.—Lo ignoro.
Me tambaleo mientras intento levantarme.
—Deja que se vaya, Robert. —le ordena mi madre con voz seca. ¿Le preocupa siquiera que esté bien?
No lo golpeé, pero me arrepiento de no haberlo hecho. Odio esa maldita palabra... Respeto... eso de lo que ellos carecen y yo llevo demasiado dentro. <<Es mi padre, pero debí haberlo golpeado de la misma forma en la que él me golpeó a mí. >> Al abuelo no le hubiera gustado eso, me enseñó a ser mucho mejor, a no dejarme guiar por los impulsos y a no lastimar a mi propia sangre.
No estoy seguro de que mi madre merezca mi silencio, pero planeo no convertirme en un monstruo como ellos. Salgo de casa dejando sus gritos atrás. No sé que me duele más, que para mis padres no valga nada o los golpes de mi cuerpo. Me detengo en la valla intentando llegar a mi coche pero me es imposible. Hace demasiado frío y la sangre chorrea por mi cabeza. Escucho a alguien acercarse y unas manos tímidas rodean mi cuerpo para no dejarme caer, pasa mi brazo por encima de su hombro y me guía por el camino. Descubro que es ella cuando noto que nos dirigimos a su casa. No quiero ir, no quiero que me vea, no quiero que sea ella la que me salve cuando estoy tan débil. No quiero que crea que no soy lo suficiente hombre para ella, al punto que ni siquiera puedo defenderme a mí mismo.
Me tumba en su sofá arrojando una manta para no manchar el cuero. Espero que llame a su madre desesperada cuando desaparece hacia la cocina pero no grita, no habla, sigue sin sentirse segura con mi presencia, o por lo menos es lo que me hace creer. Regresa cargando un botiquín de primeros auxilios y se sienta a mi lado para limpiar mis heridas aunque es imposible que las de mi corazón logren sanar algún día.
Su mirada inspecciona cada lesión de mi rostro y mis manos, pero evita mirarme a los ojos, está triste y no quiero ser la razón. Saca un bote de alcohol y un pequeño trozo de algodón antes limpiar el corte que tengo encima de mi frente. No me muevo, me arde tanto que pudiera gritar, pero no quiero que me oiga hacerlo. Ya me han humillado mis padres demasiadas veces en su presencia.
—¿Sabes cosas de enfermería? —No soporto más este maldito silencio, necesito que nos miremos y nos entendamos, necesito saber qué piensa de mí.
Niega ligeramente con la cabeza y sigue limpiando mis rozaduras sin buscar mis ojos. Me quedo mirando al suelo como si algo interesante fuera a suceder con él, tengo la mente apagada y me duele tanto el alma que las heridas de mi cuerpo solo parecen rasguños en mi piel. Escucho un sollozo ahogado y por un momento creo que he sido yo el que lo ha hecho, pero siento como una lágrima cae en mis manos, y busco sus ojos. Está llorando.
—Wave... por favor, Wave.—le pido y ella niega con la cabeza. Es por mi culpa que llora...
—Estoy bien, Wave. No me duelen, te lo juro, no me duelen...—Se detiene un instante para observar mis manos magulladas por los pies de mi padre. Las lleva a sus labios y las besa en cada llaga que sobresale. Sus lágrimas mojan mis manos y comienzo a temblar, mi corazón late con desesperación y tengo que contenerme para no llorar en sus brazos.
—Wave... no me duelen... —susurro. La atraigo hacia mi pecho y aprieto mi mandíbula evitando estremecerme por el dolor. La acuno en mis brazos intentando calmarla. —Es la primera vez... pero te prometo que no volverá a suceder, no permitiré que lo hagan otra vez. —Beso su cabeza y la acerco mucho más a mi pecho. Hace solamente dos meses que nos conocemos, pero me bastan para saber que la quiero... que no me importa nunca haber escuchado su voz, estoy seguro de que siempre será mi sonido favorito.
—¡Wave, cariño, ya estoy en casa! —Kim tiene las bolsas de la compra en sus manos y las deja caer una vez que está en la entrada. Wave se aleja de mí evitando que nos vea, y un vacío recorre mi cuerpo. Busca a su madre, no escucho nada desde aquí pero estoy seguro de que le está contando lo sucedido. La verguenza vuelve a apoderarse de mi cuerpo.
—Dios, Dorak, estás... debemos llevarte al hospital.
—No, Kim, nada de hospitales. —Le suplico.
—Dorak, no sé si son graves tus heridas, por lo que me contó Wave puede que tengas alguna costilla rota.
—Son solo unos cuantos cortes lo que tengo, con unas vendas se solucionará. —Vuelvo a suplicarle pero esta vez con la mirada.
—Si hubiera estado aquí hubiera hecho algo...—Sus palabras me conmueven. Es bueno saber que hay personas en el mundo que se preocupan por mi bienestar.
—Gracias. —susurro. No creo que mis padres la dejarán intervenir pero la intención también cuenta.
—Venga, déjame curarte. Wave, llama al sitio italiano que tanto te gusta y pide pizzas a domicilio, esto puede tardar un poco.
—Lamento las molestias ocasionadas. —me disculpo.
—Dorak, no eres ninguna molestia. —Y ahí está esa sonrisa maternal y sincera que me regaló el primer día en que la conocí.
El dolor; las penas, las heridas y las lágrimas ya no son nuestra prioridad dos horas después. Los ojos de Wave me siguen de cerca y me es imposible apartar la mirada de ellos. Somos solo los tres; tranquilos, sin gritos, ni ruidos extraños, ni golpes, ni maltratos. Vemos una serie policíaca a la que Wave y su madre son adictas, después de los primeros veinte minutos me contagio de su fanatismo también. Somos detectives resguardados en el calor de un hogar y es la primera vez que me siento así. En casa... bienvenido.
—Es mejor que no vuelvas hoy con tus padres. —me recomienda Kim. —Wave, lleva a Dorak a tu habitación y déjalo utilizar tu baño en lo que yo busco alguna prenda de vestir que le pueda servir. Tú dormirás conmigo está noche.
Wave asiente y me toma de la mano con cuidado de no lastimar mis heridas, pero no me importa, el simple contacto me hace estremecer. Tengo el corazón a mil una vez que llego a su habitación.
—Entonces, es aquí desde donde me espías. —le comento con diversión para hacerla reír. Hoy no he visto su sonrisa en todo el día. Ella frunce el ceño y niega con la cabeza, pero el rubor de sus mejillas me dice lo contrario.
—La ventana de mi antigua habitación daba directamente con la de la señora Print, si te sirve de consuelo me gusta más que me mires tú.
Una carcajada se escapa de sus labios y una chispa desconocida recorre mi cuerpo. <<Dios, sería todo un lujo escuchar esa risa todos los días.>>
Una vez que se da cuenta de todo el ruido que está haciendo se tapa con ambas manos la boca y se encoge de hombros. —Wave, eso fue música para mis oídos. —le confieso y ella se muerde el labio inferior impidiendo que las palabras salgan de su boca.
<<Cuando estés lista, pequeña. Esperaré el tiempo que haga falta para escuchar tu voz.>>
Me indica donde es el baño antes de que su madre nos alcance con las prendas de vestir. Se despide de mí gesticulado un adiós mientras Kim me da las buenas noches. Vestir un juego deportivo de pantalón y jersey de la madre de mi vecina nunca pasó por mi pensamiento, pero no me queda de otra. La habitación de Wave es hermosa, con sus paredes rosadas y sus estantes de libros colgados por doquier, le gustan las mariposas porque tiene pegatinas de ellas en cada rincón. Me dispongo a apagar la luz de la lámpara de la mesita de noche y me tropiezo con un blog de notas. De esos que se utilizan para guardar números de teléfonos o pensamientos sin sentido.
Tiene una página suelta, está arrugada, como si la hubiera intentado romper.
Lista de cosas que quiero decirle a Dorak y no me atrevo.
La vuelvo a poner en su sitio, e intento olvidar lo que he leído, apago la luz pero me retracto al instante. La curiosidad se apodera de mí y termino cometiendo una locura. <<Es la única forma de saber si ella siente lo mismo.>>
1. Vivía en Nashville.
2. Tengo 16 años.
3. No me gusta el dulce de leche. Me encanta.
4. ¡Felizcumpleaños!
5. Adoro tu nueva habitación.
6. Gracias por venir a cenar.
7. ¿Qué shampoo utilizas? Tienes el cabello tan bonito.
8. No te acompaño en tu auto a la escuela porque no quiero ser el centro de atención en el colegio.
9. El otro día olvidaste cerrar la ventana cuando saliste del baño. Te vi como llegaste al mundo jaja.
10. Me gustas, Dorak.
Con el corazón acelerado me recuesto en su cama llevando el blog a mi pecho. <<Me gustas, Dorak.>> ¿Cómo sonaría eso en sus labios?
Está en todas partes, en sus sábanas con el frescor del detergente de lima y las pegatinas de estrellas que alumbran en su techo. Descubro planetas con su rostro y creo constelaciones con su nombre. <<Wave, la ola que llegó a mi vida para mejorarla.>> Ni el dolor de mi cuerpo puede opacar la alegría de mi corazón en estos momentos.
—Tú también me gustas, Wave.
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