Capítulo 27
Wave
Dorak se marchó en la madrugada, y Gerald no deja de justificarlo, está a mi lado en el asiento del conductor. Vamos en su coche camino al hospital, estoy nerviosa... Hemos dejado a Ben en la guardería y Rodak y Neow se han quedado en casa de Dorak hasta que vuelva a recuperar mis llaves en la clínica. Esta mañana tuve que confesarle a Gerald lo que sucedió con mi anterior bebé, no tenía ni idea de qué había estado embarazada hacía nueve años atrás. Él hablará por mí en el caso de que yo no logre comunicarme con el doctor.
—Todo va a estar bien. —Vuelve a repetir por enésima vez.
—Por más que lo digas eso no va a hacer que mágicamente todo salga bien.
—Estás pesimista hoy. —Niega con la cabeza. —Esa no es la actitud.
—Me mido por los hechos. —Me he documentado lo suficiente para saber qué es un embarazo complicado, pero no niego que tengo muchas esperanzas de que pueda llevarlo a cabo sin problemas. Soy fuerte... somos fuertes.
—Odio los hechos y las probabilidades, me ponen nervioso. —me confiesa mi amigo.
—Hablemos de otra cosa, ¿vale? —Estoy a punto de volverme loca con el tema. —Cuéntame sobre la chica con la que estás teniendo citas.
—No quiero hablar de eso. —Frunce el ceño.
—¿Qué pasó? —Desvio la vista de la carretera y lo miro fijamente.
—Me ha plantado dos veces sin tener una justificación creíble. La primera vez, se había pinchado con un clavo en el pie, y la noche siguiente la había picado una avispa. Oye tiene muy mala suerte en la vida o simplemente no quiere quedar conmigo y ya no encuentra excusas para hacerlo. —Niega con la cabeza.
—Dale una oportunidad, quizás todo eso sea verdad. Hay personas que en serio son desafortunadas en esos temas. —No la justifico, y ni siquiera la conozco en persona, pero la forma en la qué Gerald siempre habla de ella es deslumbrante, y quiero creer que no le está mintiendo a mi amigo, él merece encontrar el amor.
Gerald da la vuelta en la esquina y se estaciona a un costado del hospital. El corazón se me quiere salir del pecho, y tengo tanto miedo que las piernas me tiemblan. Tomo un respiro antes de salir, me agarro del brazo de Gerald como apoyo. Y por primera vez en todo el día me digo: "Todo va a estar bien."
—Aquí estamos. —Gerald me da una palmadita en la espalda.
(...)
La consulta fue bien. Informativa... Confirmaron que tengo diabetes gestacional, así que queda descartada la opción de que pudiera haber sido heredada por parte de mi padre. Pude hablar con el doctor, fue tan amable que no me sentí incómoda con su presencia en ningún momento, mi psicóloga estaría orgullosa de mí. Me ha indicado que coma alimentos saludables y que busque a un nutricionista para que me ayude a hacer un plan de comida para diabéticos. Me aconsejó hacer ejercicios con regularidad, ninguno que pueda afectar mi estado. Necesito controlar mi nivel de azúcar en sangre así que debo hacerme exámenes a menudo, y en caso de necesitarla, tengo que inyectarme insulina. Las demás indicaciones me serán dadas según el proceso del embarazo.
Gerald fue muy amable al dejarme frente a la clínica y agradezco que mi coche aún esté en el aparcamiento de esta. Dorak no ha llamado, debe seguir aún en el avión, son demasiadas horas de vuelo. Lo extraño, pero no me atrevo a decirlo en voz alta...
Gracias a Penélope no tengo ninguna cirugía programada para hoy, solo atiendo algunos casos de urgencias con Claire, la nueva interna. Decido regresar temprano a casa, justo al final de la tarde antes de partir recibo una llamada.
—Hola... —Lo escucho al otro lado del móvil.
—Hola, ¿qué tal el viaje? —Intento que no note mi entusiasmo al escuchar su voz.
—Muy cansado. Quiero saber de ti. ¿Qué tal está el
Bebé? —Se oye nervioso.
—Me dieron indicaciones y poco más. Cuando vuelvas te explico detalle a detalle. —No sé que más decir.
—Ya...
—Ya... —Un silencio incómodo se apodera de nosotros y los segundos se hacen eternos.
—Es la una de la madrugada aquí. —Dice con voz ronca.
—Ya. El cambio de horario. Te entiendo. Hablamos mañana.
—Hablamos mañana.
Cuelgo el teléfono con un mal sabor de boca «Pude haberle dicho algo más.»
Pienso en Dorak durante todo el viaje en la carretera, me duele, me duele saber que está tan lejos, tan fuera de mi alcance, pero cuando lo tuve cerca lo rechacé, lo dejé ir por mi orgullo y mi loca manía de pensar que todo el mundo me abandonará y sus secretos. Odio el hecho que ya no confié en mí para contarme todo lo que le sucede, es lo peor de su comportamiento.
Llego a casa cansada, con un hambre de mil demonios y el corazón angustiado. Veo a un chico de cabello rubio y ojos café sentado en el porche. Lleva una camiseta de los Dallas Mavericks y una bermuda azul cielo. Una pelota de baloncesto descansa en su regazo. Me recuerda a alguien pero no estoy muy segura de a quién.
—¿Estás perdido? —Me quedo quieta un instante procesando lo que acabo de hacer. Hablar con un extraño, por primera vez... No estoy nerviosa; no me tiembla la voz, no me encojo de hombros y no quiero salir corriendo. ¡Quiero saltar de alegría! Es la segunda vez en el día que hablo con alguien sin complicaciones.
El chico me mira y se acerca con la pelota en las manos. Sus ojos no dejan de estudiarme, de medir mis rasgos como si fuera un pintor.
—Soy Arnold. ¿Tú eres Wave? Tienes que ser tú, te pareces a... —Luce nervioso.
—A Katherine Heigl, me lo dicen mucho. Sí, soy Wave. —Lo interrumpo y sigo sin entender la naturalidad con lo que lo hago. Me gusta este chico, siento que lo conozco desde siempre. Me cae bien.
—Sí, a ella también. —Juguetea con la pelota en sus manos y desvía la vista a sus pies.
—¿En qué puedo ayudarte? —Sigo sin creer cómo lo hago, cómo es que puedo hablarle con tanta soltura.
—¿Conoces a Ryan? Es mi padre. —Ryan... Ahora recuerdo a quien se me parece... Tiene la misma cara de mi padre... o mejor, de Ryan, el hombre que un día fue mi padre.
—Bien por ti. Ahora puedes irte. —Es mi hermano... mi hermano pequeño. Paso por su lado ignorando su presencia, Ryan nunca quiso que tuviera contacto con su familia, y he aprendido a aceptarlo.
—No puedo. No me puedo ir sin ti. —Me sigue por las escaleras del porche.
—¿Has venido solo? —Asiente. —Entonces puedes irte solo. No me necesitas. Eres un chico grande. —Busco mis llaves en mi bolso.
—No lo entiendes. Mi padre te necesita. —Me quedo temblando... Me necesita. Mi padre me necesita... Vaya hipocresía de la vida, como si todos estos años yo no lo hubiera necesitado.
—Bueno, hace años dejó muy claro de que no quería tener nada que ver conmigo. —Recordé aquella noche en la que me prohibió acercarme al mismo chico que hoy está parado en mi porche.
—Está enfermo, tiene cáncer. Necesita un transplante de médula y yo no soy compatible. Tú eres su única esperanza.
—Yo no soy la última esperanza de nadie, niño. Vuelve a Nashville. Toma, para el autobús. —Le agarro la mano y dejo 20 dólares en ella. Ya quiero dejar de hablarle, de que mis nervios no me permitan enfrentarme a él, no quiero tener que discutir por culpa de Ryan. Abro la puerta y la cierro de golpe. Miro por la rendija, el chico sigue ahí. Necesito que se marche, tiene que irse, Rodak y Neow están en la casa de al lado y tengo que ir por ellos.
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