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9


Llegamos tarde a clases, pero por primera vez en mi vida no me regañaron por ello. Benjamin se apresuró a murmurar la verdad al profesor, y él nos dejó pasar sin problemas al salón. Mis ojos casi saltaron de la sorpresa cuando el profesor me indicó con una sonrisa donde sentarme.

En Londres, me habría quedado quince minutos tras terminar la escuela por ese atraso. Aquí, una sonrisa y un asiento junto al chico más guapo de la escuela. Qué locura.

Benjamin prestaba atención como nadie al pobre viejo, quien hablaba sin parar frente a una audiencia para nada cautivada con su materia. Muchos ni siquiera se molestaron en abrir un cuaderno para fingir que tomaban notas, pero no Benjamin.

Lo sabía porque me la pasé con mis ojos clavados en él.

Hasta ese momento siempre había predicado que el amor a primera vista era una cursilería barata inventada por las tarjetas del día de los enamorados. Pero me tuve que tragar mis palabras, porque no tenía forma de explicar lo que sentía por él.

De pronto no había nada más. Era como si todo se hubiera evaporado. Solo estaba Benjamin, sentado del otro lado del pupitre, escribiendo con su elegante pluma. No quería parecer evidente, pero ¡Dios! Era el hombre más guapo que había visto en mi vida.

En un punto de la clase, Benjamin me dirigió la mirada y aunque todo mi cuerpo me decía que debía alejar mi vista, no lo hice. Lo miré de vuelta, en silencio, y nuestros ojos se conectaron por un segundo.

Bastó con una pequeña sonrisa de su parte para sentir como si me hubieran arrojado de un avión, y en vez de ir hacia el suelo, volara por el cielo.

«Trata de no verte embobado».

Benjamin tomó uno de los post-its a su lado y garabateo en él antes de extenderlo hasta mi puesto.

"Una foto dura más :p".

Sonreí al mismo tiempo que mis mejillas comenzaban a arder. Benjamin, por su parte, parecía querer descojonarse de la risa. Me sentí como un idiota.

—¿Es tu nueva novia, Kingsman?

Vaya, qué rápido se encargó la vida de asegurarme que sí, era idiota.

Ni siquiera miré a quien se burlaba detrás de nosotros. Estaba muy preocupado sintiendo a mi corazón latir como si quisiera salir de mi pecho. No quería quedar expuesto otra vez. No quería dejar a mi corazón saltar embobado por Benjamin frente a todo el mundo, y revelar que sí, en efecto, era un idiota que se embobaba en un dos por tres. Mi respiración se aceleró, y mis músculos se tensaron bajo mi piel, pidiendo a gritos correr y salir de allí. No iba a permitir quedar en evidencia otra vez frente a todos.

Para mi suerte, la campana de receso sonó, y ni siquiera tuve que pedirle a mis piernas que corrieran. En un abrir y cerrar de ojos me había desvanecido de esa clase, y de paso, le perdí el rastro a Benjamin.

Ya tenía suficiente de ser patético. No iba a permitir ser el hazmerreír en esta escuela también.

Traté de apañármelas solo el resto de la jornada, y aunque me costó encontrar las siguientes clases, logré llegar a tiempo a todas. En otro momento de mi vida me habría escapado, pero esta vez no quería hacerlo. Tenía la vaga esperanza de que quizá la siguiente clase me tocaría con Benjamin, y podría ojearle otra vez y sentir mi corazón latir ante su mirada.

No hubo tal suerte.

Llegó la hora de almuerzo, y seguí a la masa de estudiantes para encontrar el comedor. Me sentí patético, aislado. Las voces en mi cabeza no paraban de susurrar lo idiota que era fijarme en alguien como el chico de ojos azules. Metí las manos en mis bolsillos y, para mi suerte, encontré el iPod Nano junto a los audífonos inalámbricos. Pronto, los acordes de Arcade Fire ahogaron mis pensamientos mientras me ponía a la fila para comprar mi almuerzo.

«Qué locura» pensé, mientras veía en la tarjeta negra World Member mi nombre impreso. Rick me había dejado esa tarjeta para gastar en la escuela a mi antojo.

My body is a cage

That keeps me from dancing with the one I love

But my mind holds the key

Pagué la comida y me fui a sentar a una de las pocas mesas solitarias que encontré.

I'm standing on a stage

Of fear and self doubt

It's a hollow play

But they'll clap anyway

Jugué con mi comida en silencio. El volumen de la música estaba al máximo, y aun así, no lograba quitar el zumbido que me hacía sentir diminuto y patético. No podía dejar de pensar en la sonrisa de Benjamin, ni el post-it que yacía arrugado al fondo de mi bolsillo.

Me odié por creer que algo podía estar pasando entre nosotros. Claro que él no estaba interesado en mí. Era el presidente de la maldita directiva escolar. Solo estaba siendo amable. Solo estaba haciendo su trabajo.

Yo solo era el patético patito feo en su primer día de escuela.

—Corres rápido— dijo una voz familiar tras tocar mi hombro.

Me quité los audífonos, sorprendido de que alguien se haya decidido acercar. Y mis ojos se abrieron aún más al ver que se trataba de Benjamin.

—Catelyn te había invitado a almorzar con nosotros— y señaló una mesa unos metros más allá, donde estaba la imitación de Swift rodeada de otros estudiantes. —¿Vienes?

Tum, tum.

Tum, tum.

No alcancé a responder y Benjamin ya había arrancado con mi charola al encuentro con Catelyn.

Otra vez me sentí flotar en el cielo. Mis palmas estaban sudorosas, y mis latidos se sentían como la potente batería de Chad Smith dentro de mi pecho. Cuando Benjamin me ponía un poco de atención, todas las voces de mi cabeza se callaban. Solo podía pensar en él.

En Benjamin presentándome a sus amigos con una sonrisa, haciéndome bromas para incluirme con el grupo, riendo de mis chistes y preguntándome quién era, como si realmente le importara saber cuál era mi historia.

Hice mi mejor esfuerzo por ser sutil, y mostrar poco interés en él. Sabía que estaba embobado, y que por grata que fuera la sensación de sentir su hombro a mi lado, no era nada más que eso, estaba sentado a mi lado. Me concentré en el resto.

El grupo de Ben era curioso, y extrañamente amable, como Catelyn lo fue conmigo a pesar de que la traté como la mierda. Eran cinco en total, contando a Catelyn y a Benjamin. Estaba su hermana gemela gótica, Bernie, con quien parecía que tendría buena afinidad. Nos gustaban bandas similares, y tenía una vibra antisistema que iba maravilloso con mi humor negro. También estaba Charles, quien parecía una refinada versión de Shaggy de Scooby Doo. No habló mucho, pero al menos fue amable. Creo que fue Chris, el único chico de color en el grupo «y en la escuela» quien me arrastró con una sola frase de vuelta a Tierra.

—Dame tu número para incluirte en el chat.

Oh no.

Rick me había quitado el celular, y me había dejado muy claro que no me daría uno de reemplazo. La de Servicios Sociales le había dado la estricta instrucción de mantenerme fuera de la red, y los empleados de Rick se habían encargado de seguirla a la perfección. Para mí estaba bloqueado el wifi, solo podía acceder a las páginas que me permitían, en el horario que me permitían, y bajo la inquisitiva vigilancia de George. Nada de redes sociales. Nada de videollamadas. Mucho menos un celular que me permitiera ver "algo que no estaba permitido" por la terapia de conversión.

Era por eso que estaba con un maldito iPod Touch cuando al mercado acababa de salir el iPhone X.

—Anda, escribe tu número— Chris me entregó su celular.

—Eh...

—¿Qué sucede?— preguntó Catelyn, estirando su cuello para acercarse a mí. —Si no te sabes tu número aún, puedes pasarme tu celular y yo anoto mi número allí.

Mierda. No.

Cuando pienso en este momento, todas aquellas buenas excusas que pude haber dicho vienen a mí. Porque sí, había tantas soluciones que podían sacarme de ese aprieto, pero escogí la peor posible. Quedarme en silencio.

—Chicos...— interrumpió Bernie, la hermana gótica de Ben, llamando la atención del grupo. En su mano estaba su celular en posición horizontal, y sus ojos se habían transformado en dos abismos sedientos por el contenido de su pantalla.

Cerré los ojos con pesar. No necesitaba que dijera nada para que pudiera adivinar lo que estaba viendo.

Lo había encontrado. El maldito vídeo.

—¿Qué pasa? —preguntó Benjamin, levantándose de mi lado para llegar a ver la pantalla de su hermana.

Pronto todo el grupo estaba junto a Bernie, viendo su celular. Yo había quedado solo en el asiento del acusado, y el jurado estaba listo del otro lado para empezar la sesión.

—¿Eres tú el maricón del vídeo, Marc?

—¡BERNIE! —Benjamin se giró a mí. —En verdad disculpa a la inadaptada de mi herma-

—Sí, lo soy.

Silencio.

—Creo que es mejor que me vaya ¿No?

Más silencio.

Claro que no quería llevar la mochila de ser el paria social de la Academia, habría preferido mil veces quedarme allí y encajar en el grupo de Ben. Pero eso era una estúpida e infantil fantasía. Porque no había nada que pudiera decir en mi defensa para evitar la lluvia de críticas, risas y bromas que vendría a continuación. Entonces aquella vocecita en mi interior que siempre me dijo que no debía bajar la guardia, porque esto podía pasar, se empezó a reír a carcajadas de mí.

Cuando me vi ahí, con los ojos de todo el grupo desconcertados por mi presencia, como si de pronto hubiese anunciado que tenía lepra, me odié como nunca antes lo había hecho. Me sentí estúpido, ingenuo, desnudo. Por un momento me había dejado engañar conque podría calzar dentro de esa estructura, de que en realidad había sido una buena idea subirme a ese avión y dejar todo atrás para vivir por fin sin que el vídeo me persiguiera. Pero claramente fui un idiota. Porque sin importar cuántos esfuerzos hiciera, no había forma de abandonar esa maldita fama.

—Perdona que lo diga así, Marc— de pronto la voz de Catelyn dejó de sonar amable, y su sonrisa se esfumó en el vacío. Ben la miró enfadado y le llamó la atención en silencio, como si supiera lo que iba a decir a continuación. —¿Cómo fue que la persona de ese vídeo terminó sentado aquí?

Y ese cambio de actitud fue todo lo que necesité para sentir la sangre dentro de mi cuerpo, hervir como una jodida caldera. En mi interior todo era un volcán al borde del colapso. Recibir una humillación más por el maldito vídeo era lo único que se necesitaba para hacerme estallar.

—¡Catelyn!— regañaron Ben y Charles al unísono. Ella solo se encogió de hombros.

—Yo también me pregunto lo mismo— dije masticando mis palabras, tomando a todos por sorpresa. —Quizá solo chupé las pijas incorrectas.

En cuanto terminé de hablar, me levanté con mi charola de la mesa y caminé hasta dejarla junto al resto de bandejas. Apenas había comido medio almuerzo, pero ya había perdido por completo el apetito.

Me había dejado engañar. Me había permitido estar en una posición vulnerable. Y claro, como no podía ser de otra forma, la vida había aprovechado para patearme en el piso.

Estaba decidido a salir corriendo del comedor para no tener que enfrentar a nadie más. Ya no quería seguir peleando. No quería dar más excusas. Estaba harto del menosprecio, de las humillaciones, y de ese puto vídeo que me seguía hasta al otro lado del mundo.

Entonces, antes de que pudiera correr a la salida, sentí el agarre de una mano que me detuvo con firmeza por el hombro.

Mi corazón se aceleró cuando vi que era Ben.

—Marc, disculpa lo que pasó allí, no lo merecías en absolu-

—No tienes de qué disculparte— interrumpí, sin voltearme. —Fui yo quien chupó esa pija ¿No? Me merezco esta mierda.

Benjamin bajó su vista y soltó mi agarre. No quería que lo hiciera, pero no podía permitirle entrar a mi contaminado mundo y arrastrarlo conmigo a mi mierda. Él no lo merecía. Y para mí no había escapatoria.

—Solo danos otra oportunidad. Hoy en la tarde nos vamos a juntar con el grupo y me encantaría que pudieras estar ahí.

—No tengo permiso para hacer nada que no sea venir a la Escuela. Apuesto que te imaginas por qué.

Me volteé a verle, y una punzada de remordimiento cruzó mi pecho cuando vi sus dulces ojos azules, abrazar una triste melancolía al escuchar mis palabras.

—Escucha, Benjamin, gracias por intentarlo, pero esta es mi vida, esto es lo que siempre será. Así que a menos que quieras una mamada, no tengo nada más qué darte.

Y me giré, dispuesto a salir de ese comedor y asumir que había volado toda posibilidad de siquiera pedirle la hora a Benjamin.

—A quien veo frente a mí no es al chico de ese vídeo.

Su voz detuvo mi andar y mi corazón. De pronto no fui capaz de pensar, ni de huir. Me sentí como un animal indefenso que se encontraba con un buen samaritano en su camino. Quería confiar. Quería creer. Quería acercarme más, por muy mala idea que sonara en mi cabeza.

—Te veo a ti. Y me gustaría verte más.

Me volteé a verle incrédulo.

No esperaba que de su boca saldría la frase más honesta que me había dicho nadie desde que llegué a la puta Texas.

Y me dejó, sin darme oportunidad a decir algo. Benjamin volvió al grupo y se sentó entre ellos en silencio, visiblemente incómodo. Yo me quedé allí, viendo estupefacto, sin entender ni un carajo de lo que había pasado.

You are standing next to me

My mind holds the key

Set my spirit free

Set my body free

Todo mi cuerpo temblaba, como si algo dentro de mí supiera que el chico de los ojos azules sería mi única forma de salir cuerdo de aquel lugar. Estaba tratando de convencerme de que todo estaba en mi cabeza y que en verdad solo intentaba ser cortés, pero joder, quería engañarme y creer que realmente podía ser importante para Ben.

De saber cómo terminaría esta historia, jamás me habría permitido soñar tanto.

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