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Hang my head
Drown my fear
Till you all just disappear

Nunca entendí qué le estaba pasando a Chris Cornell cuando escribió esta canción. Creo que ni él mismo sabía bien a qué diablos se refería. Pero estoy seguro de que la escribió para mí. Porque quería que el infernal sol primaveral se transformara en un agujero negro, que de una vez me tragara a mí y a todo el maldito estado en un aliento.

Para mi tercer día en Texas ya tenía el espíritu en el suelo, buscando entre mis recuerdos con tal de anestesiar por un rato mi alma del infierno que me rodeaba. La memoria de Tom Galway, mi mejor amigo en Londres, se transformó en mi lugar feliz. Y no, contrario a lo que piensas, jamás pasó algo entre nosotros. Solo éramos muy buenos amigos. No nos habíamos separado desde la primaria, y cuando pasó el viral, fue el único que no me miró raro por estar haciendo lo que estaba haciendo. Tom rechazaba cualquier estructura social establecida. Que yo no fuera completamente hetero pasaba como otra rebeldía contra el sistema.

En muchos sentidos, él era un espíritu libre, y eso se lo agradecía con el alma. Mi ansiedad nunca me dejaba ver el lado bueno de las cosas, pero siempre podía contar con Tom para darme la cuota de optimismo necesaria para seguir adelante. Si nos echaban de una clase, Tom veía la oportunidad perfecta para fugarnos a ensayar. O si se nos olvidaba estudiar para alguna prueba, echaba mano a su natural encanto para conseguir las respuestas de la lista del curso. Tom siempre tenía salida a todo...

Pero estaba seguro de que no podría ayudarme a salir del problema en el que me había metido. En parte fue por eso que no le quise contar que me iría de Londres.

Antes de irme, Tom había estado muy ocupado como para preocuparse de mí y nunca encontré el valor o el momento adecuado para contarle lo que estaba pasando. Así que antes de tomar el avión le envié un mensaje desde el aeropuerto, deseándole suerte en su prueba de fútbol.

Quizá si conseguía su lugar en el equipo podría perdonarme por irme sin avisar.

Marcus.

En un pálpito de corazón volví a la realidad y me acomodé alterado en la silla. Me sentí igual que un espíritu invocado con la ouija. Miré a mi alrededor, con el corazón desbocado de miedo y sin entender bien dónde estaba parado. Sumido en mis pensamientos había perdido completamente la noción del espacio-tiempo, pero ahí estaba todo nuevamente a mi alrededor... Claro, como los azules ojos de la sonriente mujer a mi lado.

La cruz de madera me pareció muy grande para la diminuta y maléfica hermana Georgette. Pronto la sonrisa ingenua de su rostro se transformó en una de satisfacción al ver mi expresión asustada.

¿Puedes presentarte? continuó, con una falsa voz dulce.

Suspiré y di una rápida mirada a la gente que estaba sentada en el círculo. No había tenido tiempo de analizarlos, pero la verdad no necesitaba hacerlo para darme cuenta que eran unos tarados. Trataban de disimularlo camuflándose con sus estúpidos trajes, como si estuviéramos haciendo algo realmente importante.

Qué montón de mierda.

Soy Marcus...

Hola, Marcus interrumpió a coro el resto del grupo. Puse mis ojos en blanco, hastiado, pero me animé a continuar rápido para sacar pronto la atención de mí.

...Tengo dieciséis. Vengo desde Londres, pero nací en Estados Unidos. Eso es todo.

Marcus ¿Estás seguro de que eso es todo?

Suspiré otra vez y me dejé reposar en la silla.

Estoy aquí porque consumo marihuana.

Es muy importante que todos aquí seamos honestos con nuestros problemas, por ello te pido que por favor te abras. Estás en un espacio de confianza.

¿Confianza? Nunca había interactuado con una monja antes, y me sorprendía que ella pareciera creer en lo que decía

Rodeé mis ojos y me crucé de brazos. Mis pupilas estaban conectadas al suelo, mientras me preguntaba una y mil veces qué rayos había hecho tan mal para terminar en ese lugar.

Sabía perfectamente la respuesta que lograría quitar la atención de la hermana Georgette de mí. Pero no quería hacerlo, porque decirlo allí sería asumir que era un problema.

Marcus increpó.

Ay, joder.

¡Me gusta chupar pollas!

Silencio en el círculo.

La hermana Georgette suspiró con satisfacción y sonrió. Rompió el silencio con una charla de lo crucial que es reconocer las desviaciones sexuales a temprana edad. En ese preciso momento dejé de escucharla, pero no pude evitar notar la mirada de lujuria que me lanzó el viejo de cuarenta años sentado frente mío.

Qué puto asco.


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NOTA DE LA AUTORA

No voy a mentir. Estuve toda la semana esperando que ya fuera domingo para publicar.
En el siguiente cap por fin conoceremos quién es él. Y de aquí en adelante comienza realmente lo bueno.
¿Qué te pareció el cap? Deja tu comentario aquí abajo 💕
¡Hasta el próximo jueves!

Ja Vinci.

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