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4


Entré al gran comedor con un temblor recorriendo mi cuerpo. Conocer a mi padre parecía ser un acto solemne al que solo algunos estaban invitados, y esa noche era yo el invitado de honor.

George entró tras de mí y abrió una de las sillas. Me indicó que me sentara y rápidamente se acomodó a un costado de la mesa.

—¿Pensé que mi papá me estaría esperando...?

—Ya viene, joven Marcus. Paciencia.

Bufé molesto y me dejé caer en el respaldo de la silla. De mi bolsillo saqué mi celular, listo para darle una jodida buena respuesta al maldito @jerrrry___01, cuando escuché la puerta abrirse tras mío.

Un hombre vestido en un elegante terno negro entró al comedor. Solo pude ver su espalda a medida que se acercaba a la silla al otro extremo de la mesa. La cabellera ondulada que recordaba de papá, se había transformado en un corte al ras, muy militar. Su saco iba tan planchado y tan perfectamente calzado que apenas se movía con su caminar. En su muñeca llevaba un reloj Apple de última generación, y en su mano, su celular apretado entre sus dedos.

Papá tomó asiento tras que George abriera su silla, y solo entonces pude ver su rostro.

En mis recuerdos tenía la vaga imagen de papá con una sonrisa despreocupada, pero de seguro fue solo mi imaginación. Porque del otro lado de la mesa vi un hombre de expresión seria, gastada, con unos ojos cansados y hundidos mirándome de vuelta.

Mi corazón comenzó a latir fuerte, asustado. Joder. Me había congelado en mi lugar.

Tragué saliva con dificultad.

—¿Así saludas a tu papá? ¿Con el celular en las manos?— dijo él con fuerza, desde el otro lado de la mesa.

—Perdón.

Traté de ocultar rápidamente mi celular, pero su voz me detuvo.

—George.

Antes de que pudiera decir nada, George ya me había arrebatado el celular de las manos y caminaba con él de vuelta a papá.

—Lo siento, la Señorita Angelina me ha dicho que debo decomisar esto por unos días, al menos hasta que podamos instalar algunos softwares de seguimiento en él.

—¿Softwares de qué?

—Seguimiento. Vamos, Marc. Te recordaba más astuto.

Abrí los ojos con estupefacción, en un gesto que solo puedo recordar como la mueca que hace Jim de The Office cada vez que alguien dice algo absurdo.

Miré a los cubiertos a mi lado, y jugué con un tenedor entre mis dedos, sin despegar mi vista del plato de porcelana vacío frente a mí. Necesitaba demostrar que no tenía tanto miedo como el que sentía en ese momento.

—Bueno... ¿Me vas a saludar?— dijo por fin, guardando mi celular en uno de los bolsillos de su saco.

Desvié mi vista a papá antes de responder.

—Hola, papá.

—Hola, Marc— respondió él, con una fugaz sonrisa. Extendió sus brazos, como lo haría el padrino. — Es bueno tenerte en casa.

—¿Gracias...?.

Una de las puertas laterales del comedor se abrió y de ella salieron dos camareros con bandejas de plata en sus manos. Cada uno se dirigió a un extremo de la mesa. Frente a mí, dejó una bandeja de plata que abrió con extrema elegancia, desvelando una hamburguesa casera con papas fritas rústicas de acompañamiento.

Miré el plato extrañado.

—Sé que habías pedido fettuccine al pesto— dijo Rick a modo de disculpa. —Pero pensé que hoy podíamos cenar tu favorito de niño, para recordar viejos tiempos, ¿qué dices?

Mordí mi labio con nerviosismo y jugué nuevamente con el tenedor entre mis dedos.

—Digo que... soy vegetariano... desde hace tres años.

Golpeó la mesa con incredulidad.

—¡Bromeas!

—Puedo quitar la hamburguesa y no pasa nad-

Papá negó con sus dedos y le hizo un gesto a uno de los camareros al costado de la mesa, que corrió a quitar el plato de mi vista.

—Está bien, tráiganle una lechuga o algo al conejo.

Qué bien. Dijo el chiste más aburrido y repetido de la historia.

—Pediré al chef una hamburguesa de mix de porotos, ¿está bien? — consultó el camarero.

—Sí, claro.

Y se retiró velozmente a la cocina.

Papá, por su parte, comenzó a disfrutar de su hamburguesa. El camarero restante se acercó a mí y sirvió bebida en mi vaso, sin que yo dijera ni una sola palabra. Me costó semanas acostumbrarme a ese trato.

—Parece que hay harto de lo que ponernos al día, Marc ¿No crees? — dijo papá mientras se llevaba la servilleta de tela a su boca y limpiaba los restos de comida. —¿Por qué no empiezas? ¿Cómo has estado?

—Eh... Yo he estado bien— dije titubeante, sin saber cómo responder esa pregunta.

Claro que era una mentira, pero era mucho más sencillo mentirle que asumir que mi vida se había puesto de cabeza por su culpa. A pesar de que tenía todo el derecho a reprocharle, jamás pude hacerlo. Su sola presencia me revolvía el estómago, estaba seguro que de confrontarlo terminaría vomitando mis zapatillas. Jamás se me dio bien hablar las cosas a la cara. Era mucho más sencillo sonreír y ocultar las cosas bajo la alfombra. O armar un berrinche. Cualquier opción que me permitiera ocultar mis sentimientos me era útil, en verdad.

—Bien es... bueno— dijo él, asintiendo con su cabeza, intentando continuar la conversación, aunque era evidente que no sabía cómo diablos hacerlo.

Al menos era un problema de familia. Claro que él estaba ocultando información, pero yo también. Mejor. Era más fácil mentir cuando no querían descubrir la verdad.

—Parece que a ti también te ha ido bien...

—Sí— respondió con una sonrisa. — Está bien, ¿No? En verdad me ha ido bastante bien con la empresa, y hace poco comenzamos a cotizar en la bolsa junto a una importante corporación privada, así que con un poco de ayuda de Dios, solo espero que nos vaya mejor. Genial ¿Cierto?.

Solo en ese momento se me ocurrió ver las pinturas que estaban rodeando la mesa. Todas eran representaciones renacentistas de Jesús, la Virgen María y otros santos católicos. Sus rostros torturados y cuerpos esqueléticos nos miraban mientras comíamos nuestra comida, como si estuvieran pidiendo a gritos un bocado...

Había olvidado por completo que Rick era un católico de lo más ortodoxo.

Incluso con esos antecedentes no fui capaz de razonar lo que estaba a punto de azotarme. Mirándolo con la distancia y en retrospectiva, todo era muy evidente. Mi única excusa es que siempre he sido un imbécil.

—Creo que es bueno que sepas algunas cosas sobre la escuela a la que irás. George te adelantó algo ¿Cierto, George?— continuó papá, obligándome a voltear su atención a él.

—Estuve conversando con el señor Marcus, pero tengo la impresión de que quizá lo abrume con tanta información, Señor.

Es una linda forma de decir que no te entendí ni un carajo, George.

—Sí, supongo que es un gran cambio de vida ¿No, Marc?

Rick volvió a limpiar la comisura de su boca con la servilleta antes de hablar. Justo en ese momento, entró por la puerta el camarero con una hamburguesa vegetal para mí.

Pestañeé incrédulo. ¿Cuánto se demoró? ¿Cinco minutos?

—Asistirás a partir de la próxima semana a St. Joseph Academy, en el centro de la ciudad. Bryan te irá a dejar todas las mañanas, y pasará por ti al terminar la jornada. En tu armario encontrarás el uniforme... que espero sea de tu talla. Quizá calculé para alguien más fornido que tú. En caso de que no te quede, avísale a George y traeremos un sastre para que lo ajuste a tus medidas...

Debo admitir que en ese punto de la conversación me disocié un poco de la realidad. Desde el avión no había probado bocado, y la hamburguesa estaba increíble. Solo era capaz de pensar en lo buena que estaba mi comida.

—Veo que lo estás disfrutando— dijo Rick, divertido al ver mi baile inconsciente de felicidad. —¿Me estás escuchando, Marc?

Asentí a su dirección y me apresuré a vomitar la poca información que pude retener.

—Secundaria St. Joseph Academy. Bryan pasa por mí... Y algo del uniforme— repetí sin dejar de comer.

El rostro de Rick se desfiguró tras mi respuesta y volteó su cabeza directamente a George, que se apresuró a llegar a su lado.

—¿Ves lo que te decía, George? Me preocupa un poco el nivel en el que puede estar Marcus. Asegúrate de conseguir para mañana ese profesor del que conversamos, me importa que Marc comience cuanto antes sus clases de nivelación. Necesita estar a la altura de sus compañeros.

—¿Clases de nivelación?— pregunté, riéndome.

—El apellido Holly no puede quedar mal representado— replicó Rick, serio, lo que me indicó que debía dejar de reírme. —Por Dios, Marc. ¡Cierra la boca! ¿Acaso tu mamá no te enseñó a usar una servilleta?

En un brinco solté la hamburguesa y atrapé la servilleta entre mis manos.

—Asegúrate de que Marc tenga clases de etiqueta, también— continuó Rick hablando a George, quien ya estaba tomando nota de lo que estaba diciendo. —Necesita estar a la altura.

Me quedé en silencio, diminuto ante su voz. Si es que esa era su impresión al verme comer, no quería ni imaginar qué mierda pensó cuando vio el viral con Jared.

—Mañana también tendrás tu primera sesión en la Iglesia— continuó él, tras terminar su hamburguesa.

—¿Sesión en la Iglesia?

Rick rodeó sus ojos, harto.

«Vaya, esto es un récord. Media cena y mi papá ya me odia».

—Sí, Marc. Es parte de lo que acordamos en el juicio ¿No te acuerdas?

—Yo no estuve en el juicio, papá.

—Oh...

«¿Cómo diablos no te diste cuenta de que no estaba allí?... ¿Siquiera fuiste a ese juicio?».

Y en ese mismo momento me atreví a adivinar que algún abogado fue a representarlo, y que probablemente él solo firmó papeles que le darían mi custodia. Quién sabe. Quizá también le pagó a alguien para firmarlos por él.

—En ese caso, debes saber que acordamos que asistirás a una terapia de rehabilitación por tu problema de drogas...

Rodeé yo los ojos esta vez, y quería replicar a Rick que todo fue un malentendido, pero antes de que pudiera decir algo, él continuó hablando.

—... Y también por tu otro "problemita".

Me quedé en silencio y aclaré mi garganta, juntando valor para volver a hablar.

—¿Qué "problemita"?

Rick suspiró, aún más incómodo que antes, y se sentó en la silla con ambos brazos por sobre la mesa, demostrando su poder. Incluso su voz cambió y se volvió más grave. Bastó con eso para hacerme sentir más pequeño en mi asiento.

—Escucha, Marc. Eres mi hijo, y te amo más que nada. Dios sabe cuánto te amo y cuánto te he perdonado. Pero estás aquí representando el apellido Holly, y debes actuar a la altura. Lo que estabas haciendo con ese joven en ese vídeo... — Rick cerró los ojos, en un acto de repulsión que espantó hasta mi última célula. — Eso no está bien ¿Entiendes? Eso es algo que debes cambiar, y que VAMOS a cambiar. Eres un hombre, Marc, y es hora de que comiences a actuar como tal.

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