33
Al día siguiente de mi alta, crucé con una pizca de pudor el umbral de la escuela. Nadie sabía lo que en verdad había pasado, y aun así me sentía humillado. Mi orgullo me reclamaba procurar que nadie más se enterara.
El show debía continuar.
—¡Marc! ¡Por Dios! —gritó Cat, al verme en el pasillo. Corrió como si fuese lo más importante en su vida y se colgó en mi cuello de un salto.
«Vaya, esto no lo esperaba ni de coña» pensé, mientras recuperaba mi equilibrio y sostenía a Cat en brazos.
—¡Estaba tan asustada! ¡Dijeron que no recibían visitas! ¡Pensamos que no volverías más!
Y pronto me rodeó todo el grupo. Chris, Cat y Charles me rodearon con la vista incrédula, como si estuvieran viendo un fantasma en vida.
—Estoy bien— traté de excusarme, con una sonrisa. —No era mi intención asustarte.
—¿Qué rayos te pasó? —preguntó ella.
Y miré sutilmente a Charles, esperando que la culpa asomara en su vista. Él me sostuvo la mirada por unos segundos e hizo una mueca cómplice en silencio, sin acusar mi molestia con él.
—Me intoxiqué con algo que comí— mentí, volviendo a Cat. —Pero te prometo que estoy bien.
—Es bueno saber que estás de vuelta— dijo Charles, rascando su nuca.
—¡Oh, por Dios!— gritó Cat, desviando su mirada a mis espaldas.
Su chillido casi reventó mi tímpano, y se robó en un instante la atención del grupo.
Me volteé a ver y mi corazón se detuvo cuando divisé una silueta familiar a lo lejos. Por la puerta principal de la Academia cruzaba Benjamin, tan estúpidamente perfecto como siempre. Sus ojos azules me miraron de vuelta y conectaron conmigo al tiempo que esbozaba una suave sonrisa. Como una maravillosa visión angelical, su mirada abrió los cielos y su melodía volvió a inundar de esperanza mi corazón.
Cat corrió hasta él y se colgó de su cuello, tal cual lo había hecho conmigo hace apenas unos segundos. La envidié como nunca, y deseé con toda mi alma ser yo quien se lanzara a correr a sus brazos sin pudor.
—¡Ben! ¡Estoy tan feliz de tenerte de vuelta!
Benjamin correspondió su abrazo mientras hacía una mueca de extrañeza, quizá incómodo con un recibimiento tan cálido de Cat.
—Lamento haber desaparecido... ¿Está todo bien?
—¡Bromeas! ¡Casi perdimos a Marc!
De inmediato sentí sus ojos azules posarse sobre mí, exigiendo una explicación. Pero antes de que pudiera pensar en qué responder, sonó la campana para entrar a clases.
—¿Dónde está Bernie?— preguntó Cat, buscando a las espaldas de Ben a la chica gótica que solía seguir a su gemelo. Esta vez no estaba allí.
—Aun de viaje— respondió Ben en un murmullo, visiblemente incómodo. —Tengo álgebra ¿Quién viene conmigo?
«Sabes que esa clase la tenemos juntos». Pensé, mientras alzaba en silencio la mano.
—Vamos, no quiero llegar tarde.
Y Ben partió rumbo a la clase, como si el diablo lo estuviera persiguiendo. Apenas le hice unas señas vagas al grupo antes de apresurarme a seguirlo. Tuve que dar grandes zancadas para alcanzar su paso.
¿Cómo podía sentirse todo tan normal, cuando no lo estaba? Hace apenas unos días me encontraba traficando en una ratonera en el centro de la ciudad, y en un abrir y cerrar de ojos volvía nuevamente a la Academia, persiguiendo a Benjamin al ritmo de mis latidos embobados. Verlo nuevamente se sentía como despertar tras una horrible pesadilla.
No. No era posible volver a sentir el mismo amor inocente tras experimentar tanto pánico en su nombre. El miedo que había levantado su campamento en mi corazón, no tardó en conquistarme. ¿Por qué se había ido? ¿Qué podía ser más importante que nosotros?
¿Siquiera iba a contarme qué diablos le pasó?
—Ben—dije firme. —Necesito que hablem...
En cuánto pasamos frente a uno de los baños en el pasillo, Ben me tomó de la muñeca y en un sorpresivo movimiento me obligó a entrar junto a él. Apenas alcanzó a revisar que no había nadie más, antes de atrapar mis labios con los suyos. Mi corazón saltó de la sorpresa, y mi respiración se entrecortó por unos segundos.
Mierda, cómo le había extrañado. El sabor de sus labios, la textura de sus besos. No tenía comparación. Nada más en la Tierra me elevaba de esa forma, ni me hacía con tanta facilidad perder la cordura. Qué importaba lo que hubiera pasado. Daba igual todo el miedo que sentí. Solo podía agradecer volver a tocar esa boca, y saborear, una vez más, el cosquilleo que recorría mi cuerpo.
Ben mordió con ternura mi labio mientras envolvía mi rostro con sus manos, en un gesto torturado que revolvió mi estómago e hizo temblar mis piernas. Estaba rendido a sus pies. Toda la ira se había desvanecido. ¿Cómo podía pensar alguna vez en odiarlo?
—Perdón— dijo entre besos.
No importa, Ben, quise responder. Pero no podía soltar sus labios. No quería terminar y volver a sentir que se apartaría de mi lado.
Él lentamente bajó sus caricias hasta terminar besando mi cuello. Y finalmente se quedó allí, escondiendo su rostro en mi piel y despeinando mi corto cabello. Su jadeo golpeaba mi cuello y me elevaba a otro universo.
Por un segundo me imaginé que así se sentía recibir a un hombre en casa tras que viviera una tortuosa guerra, y esta vez me asaltó la real intriga de qué diablos le había pasado.
—Lo siento tanto, Marc. Tuve... un problema familiar y no pude pensar...
—¿Qué te pasó? ¿Por qué no intentaste hablarme?
—Sucedió tan rápido... y fui tan estúpido. No pensé, solo me consumió el miedo. Marc, falleció mi abuelo.
—Mierda. — Tomé sus manos, sin saber cómo actuar. —Lo siento tanto...
—No te preocupes. No éramos cercanos— resolvió sin problemas, antes de conectar sus ojos con los míos.
Fruncí el ceño, extrañado. Si es que no era cercano a su abuelo, no tenía el más mínimo sentido que simplemente se haya desvanecido sin decirme nada. Había algo más, y como si pudiera adivinar el recelo que tiñó mi mirada, siguió explicándose.
—Pero esto significa varias cosas...—continuó, tapando su rostro con ambas manos. —Como que ahora que no está el Presidente Ejecutivo, tendré que tomar un papel más presente dentro de la empresa...
—Dijiste que solo ves caridad.
Ben me sonrió de medio lado, como si la respuesta fuera obvia.
—No es "solo caridad", Marc. —y caminó un par de pasos, alejándose de mí. —Pero lo que realmente me preocupa es que... bueno, debo cuidarme.
—¿Cuidarte? ¿Y eso qué significa?
Benjamin se quedó en silencio, dándome la espalda. Podía escuchar su respiración acelerarse, y estaba seguro de que él podía sentir mi corazón palpitar con fuerza del miedo.
—Que deberíamos dejar de vernos así y aquí.
«Joder...».
—Estudiamos juntos, genio.
Benjamin se volteó, esta vez visiblemente molesto conmigo.
—Sabes a lo que me refiero— sus ojos torturados conectaron con los míos, como si estuviera pidiendo que dejara de jugar. —Bernie comenzó a sospechar, y no creo que deje el tema hasta que esté segura de que no pasa nada.
—¿Y qué? ¿No confías en tu hermana?
—Es la mejor amiga de Maddie, Marc— respondió categórico. —Así que no. Ni un poco.
Asentí en silencio, tratando de dimensionar la noticia. No sabía cómo iba a lograr estar cerca de Ben en la Escuela y no lanzarme sobre él cada vez que tuviera la oportunidad. Ya era difícil compartir con él sin ser evidentes, cuando sabía que más tarde podría tenerlo entre mis brazos. Verlo y no tocarlo sería una tortura.
—Entonces...—tragué saliva con dificultad. La boca se me secaba de solo pensar en lo que iba a decir. —¿Esto es una despedida?
Ben se acercó en una rápida zancada a mí y tomó mis manos entre las suyas, obligándome a mirar sus profundos ojos azules.
—No, Marc, por favor, no— suplicó, mientras besaba mis manos, como un verdadero caballero. Le sonreí nervioso. —No podría dejar lo que somos... solo necesitamos encontrar cómo vernos en otro espacio, fuera de la academia.
Y todo cayó sobre mí como un balde de agua fría. Tras la estúpida aventura con Charlie, había matado toda oportunidad de hacer algo prohibido fuera del horario de escuela. No solo porque Rick me había castigado, eso certificadamente me importaba un bledo; pero el trabajo de Bryan pendía de un hilo por mi culpa, y no pensaba ser yo quien cortara esa cuerda.
Tapé mi rostro, frustrado. No sabía ni cómo empezar a explicarle a Ben lo que había pasado.
—Mierda... Yo...
La puerta del baño sonó y antes de que pudiera reaccionar, Ben corrió a esconderse en un cubículo en silencio, dejándome allí, con las palabras en la boca.
Suspiré pesado, asimilando que nuestra relación secreta acababa de firmar una nueva cláusula, de incluso más secretismo. De pronto, todos los pensamientos negativos que mastiqué en los últimos días, cobraron nuevamente forma.
Me acerqué en silencio al lavamanos y di el agua, fingiendo que me lavaba. Mordí mis labios, con una pizca de rabia tiñendo mi mirada.
—Ahí estabas—. Escuché la voz de Charlie, cerrando la puerta del baño.
Le miré sin decir palabra, y continué con lo mío. No estaba molesto con Charles, pero sí un poco dolido por la indiferencia con la que se preocupó de mí tras el club. No sé qué esperaba, realmente. Pero estuve en el hospital, carajo. Una maldita tarjeta habría sido agradable.
Y su presencia llegaba en un momento en el que menos quería lidiar. Solo quería aclarar las cosas con Ben ¡Ya!
—Lo siento, Marc. Bill fue un completo idiota por darte esas pastillas, no tenía idea.
Mordí mi lengua y le sonreí de vuelta, con la esperanza de que el ruido del agua fuera lo suficientemente fuerte para opacar nuestra conversación de los oídos de Ben. Aún no le contaba nada de lo que había pasado, y podía intuir que no estaría feliz de saber cómo terminó esa aventura junto a él.
Charles me extendió el puño en un gesto cómplice, y yo le correspondí en silencio. Estaba sutilmente molesto, pero quizá si fingía que todo estaba bien, podría sacármelo de encima antes de que revelara más de lo que vivimos.
—Fue un completo idiota, en serio.
—No te preocupes. Está todo bien, hermano— sonreí, intentando mantener la calma, aun cuando mi corazón saltaba desbocado. —Pero no creo que volvamos a trabajar juntos...
—Ni que lo digas— me dio unas palmadas en la espalda. —Me contó lo que pasó la primera noche entre ustedes... Joder, no digo que esté mal. Solo me sorprendió. No me di cuenta de que...
Las cejas de Charlie se levantaron con picardía y rogué porque no fuese tan legible su doble sentido en aquella frase. Eso era algo que no tenía pensado contarle a Benjamin, y que si escuchaba, estaba seguro de que no podría excusar. Porque para mí no significó nada, pero él jamás lo leería así.
—No se trata de eso— dije, desviando el tema como si no tuviera importancia. —Quiero mantenerme lejos de los problemas un tiempo.
Charlie levantó sus brazos en alto, demostrando que no traía nada entre manos.
—Escucha, lo entiendo. No es sencillo, y quizá te metiste en el negocio sin entender bien a qué íbamos. Pero sabes bien que no podía simplemente decir "Hey, niño, ¿quieres venir a vender drogas con nosotros?". Necesitaba asegurarme de que no saldrías corriendo.
En cuanto Charles terminó de hablar, la puerta del cubículo en el que se escondió Ben, se abrió súbitamente. Del otro lado, Benjamin se veía pálido como una nube. Todo el color y la gracia había abandonado su cuerpo. Con Charles nos miramos en pánico, imitando en un abrir y cerrar de ojos la respuesta de Ben.
—¡JODER, CHARLES!— exclamó, tras unos eternos segundos de silencio. —¿Cómo pueden ser tan imbéciles los dos? ¿Qué diablos tienen en la cabeza?
Charles, al darse cuenta que se trataba de Ben, relajó su expresión, y volvió a abrazar su semblante despreocupado.
—Bueno, no todos podemos tener trabajos elegantes en la empresa de la familia— respondió él, como si fuera Ben quien estaba fuera de lugar.
—¡¿Trabajos elegantes?! ¡¿TRABAJOS ELEGANTES?! ¿Es en serio, Charles?
Estaba seguro de que en cualquier momento entraría alguien por la puerta del baño y vería que estábamos fuera de clase. Y lo menos que necesitaba era traer más problemas a mi plato. En ese momento no parecía que si alguien entraba, Ben podía ponerse su usual careta y hacer como si nada. Estaba realmente fuera de sí. Aproveché de correr a cerrar la puerta y le hice una mueca a Ben para que bajara la voz.
—¿Que me calle?— continuó, aún más exaltado que antes. —Son un par jodidamente increíble, los dos.
—Mierda, tiburón... relájate.
Desde mi lugar podía escuchar la respiración agitada de Ben, tratando de contenerse. Sus fosas nasales se contraían alborotadas, y todo su rostro se había desfigurado tras escuchar la historia.
—Ben, yo...—traté de excusarme.
—¿Vender drogas, Marc?— preguntó Ben de vuelta, con la mirada descolocada. —¿Es en serio?
Desvié la vista de él mientras intentaba mantener el rostro en alto. Ya me sentía fatal con todo lo que había pasado, como para también tener que lidiar con la decepción de Benjamin.
—Déjalo en paz, Ben, no seas tan puritano— intentó defenderme Charlie. Pero estoy seguro de que se arrepintió al instante.
—Eres una maldita pieza de arte— respondió, riéndose en su cara. —No me dijiste que te quedarías a vender drogas cuando me pediste un pase libre del viaje.
—No tenías por qué saberlo— replicó, encogiéndose de hombros.
La cabeza de Benjamin estaba al borde de literalmente prenderse en llamas. No podía lidiar con las respuestas de Charles, ni con su actitud serena ante el caos que habíamos causado.
—¡Ay, joder, maldito junkie!— continuó Ben, cada vez más exaltado. Se volteó a Charles y lo arrinconó en una muralla. Su brazo apretaba firmemente el cuello del chico. —¿Crees que puedes engañarme y arrastrarnos a todos a tu mierda? ¿Tienes idea de cómo esto pone a Marc en riesgo? ¿De cómo me pone a MÍ en riesgo?
Me abalancé sobre Ben, intentando separarlo de Charles, que apenas había reaccionado. De seguro estaba colocado.
—¡Contéstame, maldita sea!
—¡BENJAMIN, BASTA!
Y juntando todas mis fuerzas, fui capaz de separarlos. Nunca me imaginé que esa sería la reacción de Benjamin, y cuando sentí el peso de su mirada tratando de descifrar qué había pasado, intuí que él tampoco podía prever su actuar. Charles, por su parte, estaba intentando recobrar el aliento. De seguro se imaginó el puño de Ben golpeándolo en la cara. Yo casi lo vi.
Tras unos segundos en silencio, Charlie bajó la vista, y abrió su mochila mostrando su contenido. En su interior exhibía unos frascos de vidrio con grandes cosechas de su invernadero. Benjamin resopló con fuerza al verlo, incrédulo. Del fondo, escondido entre unos cuadernos, Charles le extendió un sobre al chico de ojos azules.
—Nadie está riesgo. Cumplí con la coartada. Y allí están las malditas fotos de prueba que querías. Nadie sabrá que me ayudaste, tiburón. Y lo que haga con Marc, es problema nuestro. No entiendo por qué tiene que involucrarte a ti... Es tan amigo tuyo como mío, ¿no?
Las palabras de Charlie, muy agudas para un adolescente drogado, se sintieron como tropezar sobre un cactus. Se clavaron en mis dedos y me picaron la piel hasta dejarla sangrando. Estaba seguro de que para Ben fueron incluso más duras de recibir.
Tras unos segundos de un punzante silencio, Charlie se acercó a mí y me entregó uno de los frascos llenos de maría.
—Eso es por tu trabajo. Gracias, Marc, eres un buen amigo.
Me dio unos golpes amistosos en el hombro y salió sin decir nada más del baño.
Ben y yo nos miramos incrédulos, con las cosas en la mano y sin saber cómo reaccionar. Fue tan rápido y surreal que ni siquiera pude procesar que Ben se había enterado de todo por otra boca.
—Marc... ¿Cómo pudiste?
Sí, podía juzgarme. Pero tanto como podía juzgarlo yo a él.
—¿Cómo pudiste abandóname tú, Ben?
—Sí, pero...
—Joder ¡Te dije que te amaba! ¡Y lo dije en serio! ¿Y desapareces? ¿Como si nada?
—Y al parecer no perdiste el tiempo...
—¿Qué diablos significa eso?
—¿Me vas a contar qué pasó con Bill? —replicó Ben, acercándose a mí.
Mordí mis labios y maldije en silencio a Charlie por ser tan bocota.
—¿No tienes respuesta para eso? Vale, cuéntame entonces cómo lo pasaste vendiendo drogas.
Me encogí de hombros, como lo hacía cada vez que me regañaban y no veía escapatoria. Claro que todo se veía mal cuando lo miraban así, pero la verdad es que Ben no tenía el más mínimo derecho a enfadarse conmigo. Yo lo había esperado. Y él se había ido.
—¿Por qué te importa? Charles ya lo dijo: solo somos amigos, Ben.
Mis palabras iban con una pizca de maldad, que buscaba abrir una dolorosa herida en su pecho.
Benjamin me miró en silencio. Sentí el peso de sus ojos azules, juzgándome. Era como si no pudiera creer lo que estaba pasando. Él se dio media vuelta y pasó ambas manos por sobre su cabello.
—Eres un crío, Marc.
—Y tú también, joder— respondí.
No entendía cómo su actitud había cambiado tanto. Antes de saber lo que había hecho durante esos días, parecía que estaba desesperado por correr a mí, dispuesto a pelear contra toda fuerza en el mundo que se interpusiera en nuestro romance. Pero ahora se sentía como si una muralla se hubiese construido a su alrededor. Impenetrable. Implacable.
—Mi abuelo murió ¿Entiendes eso?
—Dijiste que no te importaba tu abuelo.
—¡No entiendes nada!— gritó, volviendo su vista a mí. —Nos has jodido.
Mi piel se erizó al escuchar las palabras de Ben, y una chispa de rabia se encendió en mi interior, amenazando con quemar todo a su paso. Él no tenía el más mínimo derecho a hacerme cargar con toda la culpa, cuando había cometido tantos errores como yo.
—¿Sabes qué es lo que creo, Ben? Que he mentido un montón por salvarte el culo.
—Nada de lo que hiciste fue pensando en mí. Ni en nosotros.
Mi respiración se agitó, y el fuego se encendió en el fondo de mi estómago. Todo lo que había hecho fue pensando en Benjamin. En que me había abandonado. En que estaba solo. Y que, joder, le necesitaba a mi lado.
Benjamin dio vueltas en círculos, como si estuviera tratando de calmarse en su interior. Entonces se acercó a mí, tomó mis manos junto a las suyas y me miró con dolor. Sentí como mi existencia le dolía físicamente de solo estar a su lado, y su silencio se convirtió en una agonizante punzada al respirar.
—Mierda— dijo tras unos segundos mirando mis manos. —No puedo hacer esto...
Di un paso atrás y negué con mi cabeza, separándonos. Sabía lo que iba a decir, pero no quería escucharlo. No podía escucharlo.
—No te atrevas, Ben— dije sonriendo de medio lado, como si todo fuese una mala broma para darme una lección. —Dijiste que éramos algo. Que solo debíamos encontrar cómo estar juntos.
—Pero lo acabas de decir tú, Marc. Solo somos amigos.
Joder. La he cagado. Me ha dejado.
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