28
Cuando Charles me pidió que le acompañara, jamás pensé que sería hasta su casa. No había visitado muchas casas de otras personas en Houston, solo el departamento de soltero de Ben. Y si bien era de otro mundo, en realidad no estaba preparado para entender el lujo y el poder de la familia de Charles.
Me bajé en silencio de la vieja camioneta de Bill, estacionada en la imponente rotonda principal del Palacio Rousseau. Y no, no bromeo. Era un palacio, con entrada principal, fuentes, jardines privados y una construcción digna del París ilustrado.
Bill me miró con una media luna en su rostro, de seguro divertido de ver mi cara. No pude ocultar mi sorpresa.
—En verdad no eras de la élite.
Solo negué con mi cabeza, incapaz de decirle algo ingenioso de respuesta. Estaba embobado.
—¡Por acá!— gritó Charlie, antes de desaparecer entre los arbustos pulcramente cortados.
—¿Quién es la familia de Charlie? — pregunté en un murmullo a Bill.
Él se acercó y rodeó mis hombros en su fuerte brazo. Vaya... además hacía ejercicio. Era apenas unos centímetros más alto que yo, pero su confianza y masculinidad lo hacían ver como un hombre. Deseable. Agradable. Sensual.
Pude sentir a mi cuerpo emocionándose más de lo que debía, y sutilmente me separé de él.
—Sus papás fueron artistas importantes, pero él debería contarte esa historia— respondió, corriendo tras Charles.
Les seguí el paso.
Unos metros más allá se elevaba un hermoso invernadero, muy similar al que había visitado varias veces en el jardín botánico de Londres. Digno de la realeza.
«¿Por qué mierda vinimos a ver plantas...?».
Charlie nos estaba esperando en la puerta, haciéndonos señas para entrar. Desde la distancia, podía oler el suave aroma a primavera de su interior.
En cuanto entramos, Bill se perdió como si conociera de memoria el lugar y estuviera siguiendo un recorrido que sabía dónde le llevaría.
—Charles...— dije en un susurro. Él me miró, despreocupado como siempre, y antes de que pudiera decirle nada, me interrumpió.
—Debes tener muchas preguntas, lo sé. Vamos de a poco, ¿te parece?
Asentí a él y comencé a seguirlo, maravillado por la increíble cantidad de plantas que florecían y respiraban a nuestro alrededor. Podía sentir las raíces crecer y las flores nacer. Aunque claro, también podía ser la hierba hablando. Después de todo, pasamos todo el día fumando y a ese punto ya no estaba seguro de cómo se sentía estar sobrio.
—Este es el jardín botánico de mamá...— dijo, mientras regaba una hermosa flor de hortensias. —Te aseguro que esto se veía mucho más alucinante cuando ella estaba aquí.
—¿Y ella ahora está...?
—Muerta— dijo seco. Pude sentir cómo tragaba saliva con dificultad.
—Mierda, perdón-
—Está bien, Marc— reconoció con una sonrisa en su rostro, mientras caminaba hasta el ala derecha del invernadero. —Desde entonces yo cuido esto... y bueno, me imagino que sabes para qué también puede servir.
Charles levantó sus cejas con picardía antes de acercarse a la puerta del ala derecha del invernadero. Su interior, aunque de cristal, estaba cubierto por una gruesa tela negra que no permitía a la luz penetrar hacia el otro lado. Era evidente lo que vería tras la puerta, pero aun así, no pude preparar mi emoción.
«Acaso puede ser...»
La puerta se abrió. Dentro del cuarto, poderosas plantas de marihuana crecían en calma a la luz violeta del gigantesco indoor. Un sistema de regadío profesional que colgaba desde el cielo mantenía la humedad del ambiente, recreando el clima ideal para obtener la mejor fumada de la puta vida.
Por eso los porros de Charlie eran increíbles.
—¡JODER!— exclamé maravillado, llevando mis manos a la cabeza.
Charlie sonrió ante mi reacción y nos guio dentro del gigantesco indoor.
Fumaba hierba desde hace un tiempo, pero jamás había visto una producción tan grande y profesional. Parecía un campo de marihuana de alta calidad. Lo más cerca que estuve de eso fue en la fiesta de Jared, cuando el imbécil me mostró su indoor dentro de su pieza antes de chuparle el pito.
Ese recuerdo era realmente una fuente inagotable de un gran "Te lo dije". De saber que un año más tarde estaría frente a esta producción, me habría reído en la cara de Jared de su triste indoor, y de su triste pito también.
El olor de la hierba era embriagante. Podía sentir cómo subía de solo estar respirando en ese lugar.
—¡CHUCK! — gritó Bill entre las plantas.
—¡Deja de llamarme así!
—¡Vale, Charles, pero trae tu trasero aquí!
Las voces de Bill y Charlie pronto se transformaron en un murmullo bajo el agua. Nada era más interesante que lo que me rodeaba. Jamás había visto un espectáculo igual, me sentía como si estuviera en un cuarto a solas admirando la Monalisa de Da Vinci.
—¡¡MARC!! — gritaron Bill y Charlie en un unísono, arrancándome de cuajo de mis pensamientos.
Ni noté en qué momento Charlie se fue de mi lado. Seguí las voces de los chicos hasta llegar a una mesa de acero oculta entre el bosque de hierba, iluminada por una sutil farola que daba el único espacio de luz cálida. A su alrededor, la luz ultravioleta teñía todo de un enigmático e intenso púrpura. Sobre la mesa colgaban algunas plantas secas. Y encima yacía la mayor cantidad de flores de marihuana que había visto juntas en mi vida.
Un espectáculo fascinante.
—¿Te gusta lo que ves?
Sonreí sin quererlo. Joder, claro que me gustaba. Era alucinante. Me sentía como si estuviera en una misión del GTA. En ese momento era un puto Dios de la Mafia.
Invencible, imparable.
Volteé a Charlie. Iluminado por la ampolleta sobre nuestro, y pude ver una sonrisa cómplice dibujarse sobre su rostro. Noté que ahora llevaba un delantal negro, al igual que Bill. Guantes negros de látex cubrían sus dedos mientras inspeccionaban la hierba y lentes de seguridad protegían sus ojos.
Honestamente, su equipo se veía incluso más caro que el de la clase de química. Y más genial.
Bill bajó sus lentes tipo aviador y levantó una perfecta rama frente a mí.
—Necesitamos pesar 40 bolsas exactamente como este gramo. ¿Nos ayuda... ?
—¡JODER SÍ!
Charlie se lanzó a reír junto a Bill, de seguro porque ni siquiera pudo terminar su oración antes de que me lanzara a buscar un delantal para mí y tratar desesperadamente de lograr que mi piel vendada entrara por el guante de látex.
Pasar la tarde contando y limpiando gramos de marihuana era el mejor panorama que podía imaginar en Texas... bueno, tras ser abandonado por Ben se había convertido en el mejor panorama posible.
Y aunque su recuerdo aún era una llaga dolorosa en mi mente, estaba tan embriagado por lo que estaba viendo, que cada vez que su rostro aparecía en mi cabeza, trataba de ensuciarlo con un sutil ruido para apagar mi emoción por él.
Quería disfrutar algo de ese momento y no pensar en él. Quería sentirme atraído por Bill sin pensar a cada segundo en su voz, susurrándome "te amo".
Pasamos el resto de la tarde alistando la mercancía de Charles, y bromeando junto a Bill. El chico era muy atractivo, de la forma en la que las celebridades se roban toda tu atención con solo estar en el mismo cuarto. Fue cosa de horas para que pronto estuviéramos besándonos en secreto en la habitación de Charles.
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