27
Me senté por sobre una de las rocas. El sonido ensordecedor de uno de los aviones volando cerca de nosotros me detuvo en seco. En un impulso quedé nuevamente de pie, asustado como un cervatillo. En completo silencio. Charles río ante mi reacción.
—¡Que no pasa nada!— exclamó, mientras me extendía el porro a medio fumar.
—Joder, qué susto.
El avión descendió unos buenos kilómetros más allá, en la pista de aterrizaje.
Desde la Academia nos escabullimos hasta el área de observación del aeropuerto, una explanada gigante con pasto silvestre y árboles que cerraban el espacio. Frente a nosotros, los aviones aterrizaban y despegaban a cada minuto. Vimos cuando despegó el avión que se llevaba a toda nuestra clase rumbo a la estúpida convención en Canadá. El ruido era ensordecedor, pero al menos evitaba que se llenara de personas. Apenas había dos autos estacionados a nuestro lado.
Charles se las había ingeniado para llamar a uno de sus amigos por nosotros en la Academia, un tal Bill Smith. Me recordaba mucho a Tom, con ese cuerpo fornido de capitán de fútbol americano y la sonrisa encantadora que derretía a media escuela, además de la voluntad de recorrer media ciudad para ayudar a un amigo en problemas.
—Marc— llamó Bill, pidiéndome el porro entre mis dedos.
Terminé de fumar y se lo extendí. Me senté en el pickup de la vieja camioneta de Bill y me quedé mirando el atardecer.
—Chuck jamás me presentó a sus amigos de élite— dijo Bill, tomándome con la guardia baja.
Lancé una carcajada. Jamás había escuchado a nadie llamar "Chuck" a Charles.
—Tampoco soy de la élite, así que digamos que aún no te presenta a nadie importante.
—Déjalo en paz, Bill— pidió Charles, mientras calaba el cigarro.
Bill levantó sus manos por sobre su hombro y me extendió de vuelta el porro.
Habíamos pasado casi todo el día allí, solo fumando y mirando los aviones despegar uno tras otro. Bill en un momento fue por comida rápida y los paquetes vacíos yacían esparcidos por el maletero de la pickup.
Nos quedamos en silencio, mirando el siguiente vuelo despegar del aeropuerto de Houston. El cuerpo gigantesco de metal se elevó por los cielos en segundos, rompiendo el silencio y atravesando las nubes que se comenzaban a teñir con el color del atardecer. Mierda, cómo quería compartir ese momento con Ben.
Quería arrojarme de vuelta a su edificio, con el sol escondiéndose en el horizonte. Aquel día que me retuvo con sus besos y me confesó cuánto le gustaba. Quería volver a sentir que tenía algo de control sobre nosotros, y abandonar el miedo que se empezaba a acomodar en mi corazón, moviendo el amor que sentía por Ben para hacerse espacio.
—Marc ¿eres el niño chupa pollas?
—¡Joder, Bill! —exclamó Charles, casi lanzándose por sobre su amigo para callarlo.
La pregunta de Bill vino de la nada, y aunque en otro momento me habría molestado, me sacó tan repentinamente de mis pensamientos que no pude hacer otra cosa más que echarme a reír.
—¿Por qué? ¿Quieres una mamada?
Charles abrió sus ojos sorprendido y me miró impactado de vuelta, mientras Bill comenzaba a descojonarse de la risa. Le seguí, disfrutando del momento. Bill se acercó unos centímetros para darme unas palmadas en la espalda, aceptando la broma.
—Relájate, Chuck— bromeé, dándole un codazo en las costillas.
Charles sonrió distraído, mientras negaba con su cabeza.
—No me llames Chuck.
—¿Por qué no, Chuck? —Bill tomó a Charles del cuello y revolvió su pelo juguetonamente.
Charles se soltó de su agarre en un rápido movimiento y antes de que pudiera darle su merecido a Bill, el sonido de un celular lo detuvo. Nos miramos como idiotas hasta que Bill apuntó al bolsillo de mi mochila, en el maletero del pickup.
—Creo que te llaman a ti.
—Joder.
Había olvidado por completo mi nuevo celular.
—¿Tienes celular?— preguntó Charles, mientras yo me estiraba para alcanzarlo.
Lo desbloqueé rápidamente y me puse a leer el mensaje. Era de Bryan: "¿Qué haces aún en el aeropuerto?".
¿Cómo podía él saber que estaba allí?
Cuando papá me entregó el celular, designó a Bryan como mi enlace a casa mientras estuviera fuera. Claro que había prometido reportarme con él en cuanto "estuviera en el hotel de Canadá". Y por supuesto que con todo lo que había pasado, olvidé hacerlo.
—Mierda.
—¿Quién te dio ese celular? — preguntó Charles. Parecía repentinamente asustado.
—Papá, dijo que para llamarlo en el viaje...
No alcancé a terminar. Charles se apresuró a quitarme el celular de las manos y arrojarlo dentro de lo que quedaba de mi refresco.
—¡QUÉ MIERDA, CHARLES!
—Créeme, lo vas a agradecer.
—¡ESTABA NUEVO!
—¿Quieres que te descubran?— respondió calmado, mirándome serio. Su tono de voz contrastaba por completo con mi desesperación, y podía leer que eso era así por algo.
Quizá Charles sabía lo que estaba pasando entre Ben y yo. Y lo que teníamos planeado para esos días.
—¿Quieres que te descubran?— repitió aún más serio.
Bajé la vista y negué con la cabeza. Si algo tenía por seguro, es que nadie podía saber lo que sucedía con Ben, mucho menos ahora. Ahora sería incluso más patético confesar que la persona por la que había arriesgado todo, decidió que cualquier mierda era más importante que nuestros planes.
—¿En qué anda metido este?— dijo Bill, tratando de romper la tensión del ambiente.
Charles sonrió despreocupado y negó con la cabeza, tratando de quitarle importancia a lo que había pasado.
—En nada malo— respondió Charlie por mí.
Le sonreí, tratando de seguir la corriente. Recibí la cola del porro de Bill y le di una calada, tratando de mantener la calma. Sentí la mano de Bill encerrar mi rodilla, reclamando mi atención.
No lo había notado hasta ese momento, pero los ojos de Bill tenían un hermoso parecido con los de...
Dios, era guapo.
—¿Te gustaría andar en algo más "malo"?— preguntó él, sonriéndome.
Bill y Charles se lanzaron una mirada de complicidad que solo pude leer como la habilidad de una gran dupla, que es capaz de distinguir hasta lo que significaba el eructo del otro sin tener que mediar una sola palabra.
Por un momento pensé que Bill y Charles eran más que solo amigos.
—Marc, te voy a pedir que me acompañes ¿Podrías hacer eso por un hermano?
—Es decir, no es como que tenga más opciones.
—Mejor aún— replicó Bill, esta vez subiendo más su mano por mi muslo.
Les miré extrañado. Que yo no tuviera dónde diablos ir era una cosa, pero que a ellos les pareciera algo increíble era algo completamente distinto.
—¿Debería tener miedo?
Charlie sonrió bajo, como si mi pregunta fuese lo más estúpido que había escuchado en mucho tiempo.
—No te arrepentirás, Marc.
Lo miré confundido. Bill me guiñó un ojo y retiró su mano, para luego correr a encender la camioneta. No fui capaz de decir nada. Solo me subí. Charlie era lo más cercano a un amigo que tenía en toda Texas, y realmente en ese momento no tenía un plan mejor que seguirlo. ¿Cuáles eran las probabilidades que dos personas distintas me defraudaran el mismo día?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro