25
La mañana siguiente llegué a clases con un bolso de dudas colgado al hombro. Fingí calma ante el resto del grupo cuando crucé mirada con Ben. No encontré un momento tranquilo a su lado para confirmar si fue él quien llamó a papá, y si de verdad le perdonó la deuda a mamá, antes de que tocaran la campana y tuviéramos que ir a Química. Esa sería la última clase que tendríamos en la Academia antes de irnos a Canadá, todo porque el estúpido vejete no quiso ceder con la evaluación de ese día.
Traté de ser listo y poner algo de atención en mi examen, pero la verdad es que no había manera de mantener la cordura ante el chico de ojos azules.
Me volvía loco. Su aura era suficiente para quitar la razón de mi cabeza, y todo lo que podía pensar estaba cubierto con la imagen de Ben. Mi mente no podía concentrarse en otra cosa, más que en la sensación de sus carnosos labios contra los míos, y lo maravilloso que era besarlo.
—Necesito su completa atención en este paso...— la voz del profesor apenas era un murmullo en mi cabeza.
Benjamin llevó su mano a su boca y mordió su dedo mientras escribía en silencio. En ese punto, me convencí de que lo estaba haciendo a propósito. Que disfrutaba provocarme y verme sufrir de no poder tocarlo ahí, ya. Los dedos en sus labios dibujaron una sensual curva, antes de morder la punta. Acomodé mi pantalón en un movimiento sutil, intentando ocultar mi erección. Ben me miró de reojo y notó mi gesto. Me sonrió, victorioso, con una cara que solo logró encenderme aún más.
Mi estómago hervía de las ansias de saber que solo faltaban unas horas para por fin tenerlo a mi libertad y deseo. Pero no podía juntar dos neuronas ni para contar los segundos que faltaban. En mi cabeza solo tenía una cosa en mente, y no era ningún misterio lo que acechaba mis pensamientos.
Me ruboricé y quité la vista.
—Holly, necesitas comenzar a vaciar el tubo— llamó el profesor con una voz muy severa.
Había llegado a mi lado y yo ni siquiera comencé el estúpido experimento por mirar a Ben.
Mierda...
—S-Sí... Claro.
Respiré profundo e intenté con todas mis fuerzas bajar mi erección antes de acercarme al experimento. Aproveché el mesón de química para esconder mi cadera.
—¿Qué estás esperando?
El profesor me señaló el tubo de ensayo con un líquido negro viscoso que estaba frente a mí. Joder. Estaba muy seguro de que exactamente lo que tenía que hacer apenas lo había dicho, pero todos los últimos minutos estaban nublados en mi cabeza con la imagen de Ben, sonriéndome desde el otro lado de la sala.
Así que miré indeciso el tubo, y solo lo tomé. El tubo de ensayo, se resbaló de mis dedos y de inmediato el líquido en su interior regó la piel en mi muñeca derecha.
El profesor me empujó rápidamente, evitando que el resto del líquido cayera sobre mí, al tiempo que exclamaba espantado.
—¡POR QUÉ NO USASTE LAS PINZAS!
«Porque soy un imbécil, claramente».
La piel no me dolía, pero el líquido había dejado una horrible mancha oscura. Con el estruendo y el escándalo, la calma de la evaluación pronto perdió sentido. Todos los ojos estaban posados en mí.
Para mi suerte, al menos la evidencia de mi emoción también se esfumó en mi pantalón.
—¿Es peligroso?
—¡Hay que llevarlo a enfermería!— exclamó un estudiante.
—¡Vuelvan a sus exámenes!—gritó el maestro intentando controlar el gallinero que se armó en clases.
Por mi parte estaba viviendo mi propio caos, mientras intentaba, sin éxito, quitarme la deforme mancha negra de la piel. Parecía un tatuaje mal hecho.
—Holly, deja eso, no te pasará nada.
—Claro, porque usted no tiene una horrible mancha en su brazo.
El profesor me miró agotado, como si realmente no pudiera creer al crío que estaba frente a él.
—Es temporal, pero ve a enfermería, quizá tienen un exfoliante que ayude a quitarlo ¡Jóvenes, vuelvan a sus lugares!
—¿Y dónde queda enfermería?
Me dedicó una mirada de hastío que me dejó en claro que no estaba haciendo preguntas inteligentes.
—Yo lo puedo guiar, ya entregué mi evaluación— se ofreció Ben, trotando a mi encuentro.
El profesor pellizcó el puente de su nariz e hizo un gesto de aprobación. Antes de que se arrepintiera, trotamos como dos rayos fuera del salón.
Una vez estuvimos a solas en el pasillo, sentí a mi corazón agitarse en mi pecho de la emoción. Detuve a Benjamin.
—¿Qué crees que haces?
—Podemos ir a ese armario— respondí con una sonrisa.
—¿Es un chiste? ¡Mira tu mano!
—Es temporal, tú mismo escuchaste al profesor.
—Marc, debo llevarte a esa enfermería.
—Un minuto en ese armario y vamos— supliqué, tomando su mano y acortando nuestra distancia.
Ben sonrió de medio lado y bajó la vista, en un gesto de incredulidad.
—Sabes que nos veremos en unas horas ¿Cierto?— susurró, mientras miraba a ambos lados del pasillo.
Estábamos solos.
—Y quizá no nos alcance el tiempo— respondí con una sonrisa.
No podía desperdiciar esa oportunidad de estar a solas con Ben. Aunque me prometieran una semana completa junto a él, nunca sería suficiente. Lo quería siempre.
Arrastré a Ben dentro del armario y cerré la puerta, abalanzándome a capturar sus labios. Mi pulso se aceleró de inmediato, y en cuanto sentí su lengua entrelazarse con la mía, mi cuerpo se volvió a encender y a necesitarlo como si fuera una droga.
Absolutamente, todo en Ben me encantaba. Todo lo que él hacía me sacaba de este mundo. Ante él me convertía en un títere de su deseo.
Atrapó mi labio inferior entre sus dientes y me mordió con delicia. Se apresuró a tomar mi mano manchada para alejarla de nosotros, mientras se acercaba a besar mi cuello y dejar su saliva en un rastro maravilloso. Miré hacia el cielo del armario, tratando de concentrarme en la textura del techo mientras sentía a Ben bajar por mi camisa, besando todo mi pecho hasta quedar arrodillado frente a mí.
Mi respiración se cortó por completo y me mordí la lengua para no gritar de sorpresa.
—Ben ¿es en...
Los labios de Ben se acercaron a mi pantalón y besaron el bulto por sobre la tela. Mordí mi lengua con más fuerza, intentando controlarme y no irme en ese mismo segundo... casi podía sentir el sabor a sangre en mi boca.
—¿Acaso no quieres? — dijo en un susurro que estremeció cada una de mis células.
Su mano la llevó al cinturón e intentó desabrocharlo, cortando aún más mi respiración.
Carajo. Claro que quería. Era francamente un imbécil si me negaba, pero... Mierda. Ben me gustaba mucho. Quería hacer al menos una cosa bien.
Tomé la mano de Ben y le detuve, mientras cerraba mis párpados y trataba de ignorar que el chico de ojos azules estaba arrodillado frente a mí.
—Sí quiero... Pero no debería ser así.
Ben se levantó lentamente, y se alejó un paso de mí, extrañado.
—Yo no sé...— comenzó a excusar Ben.
Le atrapé en un gesto desesperado, antes de que pudiera irse de mi lado.
—Me refiero a que te amo demasiado como para que hagamos esto encerrados en un clóset.
Las palabras las dije sin pensar, brotaron desde lo más profundo de mi conciencia ante el miedo de perder a Benjamin. Sin razonar. Sin meditar. Se escaparon de mis labios antes de que pudiera dimensionar la confesión que estaba realizando, y a medida que las pronunciaba pude sentir a mi corazón saltar por mi boca, y quedar allí, palpitando desnudo frente al chico de ojos azules.
Porque sí, lo amaba. De eso no me cabía duda. Solo su rostro orbitaba mi mente, y solo con él sentía que me faltaba la respiración. Solo por él era capaz de creer en hacer las cosas "bien" una vez en la vida.
Pero eso no significaba que él estaba dispuesto a hacer lo mismo por mí.
Me había lanzado al vacío sin paracaídas, y por unos segundos sentí mi estómago revolverse ante el silencio de Benjamin. No me atrevía a mirarle como para tratar de averiguar en su rostro si es que atraparía mi caída. Estaba punto de estrellarme con el suelo. La había cagado. Mierda.
—Yo también te amo, Marc— dijo por fin, antes de atraparme entre sus labios y devorar mis miedos.
Sus palabras se sintieron como un gran colchón que me evitó reventar contra el suelo. Me había salvado. Estaba en tierra firme, al menos. Y estaba ahí él del otro lado, dispuesto a tomar mi mano y regalarme otro beso para robarme el aliento.
No podía creer que me había confesado ante Benjamin, y que había salido vivo de ello. Estaba bailando entre las nubes, podía sentir mi pecho palpitar junto al suyo y por un momento estuve tentado de quedarme allí por siempre. Perderme entre su calor y cariño. Alimentarme solamente de sus besos y caricias.
Sonaba como lo que haría por el resto de mi vida, hasta que Benjamin llevó la atención otra vez a mi mano. Me importaba un diablo vivir con esa mancha ahora, por mí podrían cortarme la piel y seguiría siendo feliz.
—Vamos a que te quiten eso— ordenó Ben.
Solo fui capaz de asentir y seguir en silencio su dirección. Si él me hubiese pedido saltar de un puente, lo habría hecho. Todo lo que él me pidiera, yo lo haría... porque estaba perdidamente enamorado de Benjamin II Kingsman.
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