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Now I've got that feeling once again
I can't explain, you would not understand
This is not how I am
Después de tanta tensión, mi cuerpo rogaba un poco de calma. Y solo conocía dos formas de conseguir mi dosis tranquilizante: tocándome, o con un porro. Con todo lo que había pasado, no me entusiasmaba buscar esos segundos de placer en mi cuerpo, por lo que solo me quedaba una opción.
Habían pasado meses desde la última vez que había fumado. En la residencia de Servicios Sociales en Londres lo había intentado varias veces, pero siempre me atrapaban antes de que siquiera pudiera prenderlo. No me imaginaba pasando todo el tiempo en Texas sin fumar siquiera una sola vez. Necesitaba con urgencia sentir que mis problemas no importaban tanto, que todo era más ligero, gracioso y feliz de lo que realmente era.
Me puse a buscar a alguien que vendiera en la Academia. Me tomó un rato, pero finalmente lo encontré. Estaba en la biblioteca leyendo un libro con una elegante portada que rezaba "420".
«Vaya forma de ser sutil» pensé con ironía. El chico tenía un amplio catálogo de "tranquilizantes", donde lo más suave de la escala comenzaba con la María, y terminaba con aquella droga blanca que transformaba a la gente en violentos toros.
Me costó unos buenos dólares, pero con la tarjeta bancaria de Rick no tenía por qué recatar en gastos. Y ni siquiera preguntaba cómo gastaba el dinero que me daba.
Tuve que fingir mi entusiasmo al llegar a casa, y cuando encontré un momento a solas, trepé al techo desde mi pieza para fumar en paz. La caída de esa altura era de varios metros, pero si me quebraba el cuello de seguro estaría más relajado de lo que estaba en ese momento.
Lo prendí con impaciencia.
Desde el tejado podía ver el sol ocultarse en el horizonte y pintar con una cálida paleta el cielo, como si una obra de arte se estuviera creando frente a mis ojos. Era un espectáculo increíble para acompañar el viaje. Con solo unas caladas comencé a sentir mi cuerpo más ligero.
Había comenzado a fumar hace casi un año, y aunque al inicio me había costado tomarle la gracia, pronto me di cuenta que las cosas me importaban menos cuando estaba volando. Y sí, a veces la marihuana hacía más fuertes las voces en mi cabeza, pero al menos sonaban como un ruidoso eco ilegible, por lo que realmente tampoco podía entender lo que me decían.
Y así todo era mejor.
—¡¡¡Marcus!!!
Di un salto tan fuerte que estuve a punto de caer del tejado. Oculté rápidamente el cigarro en la suela de mi zapato, y aleteé en pánico para despejar un poco el aire, mientras buscaba de dónde diablos venía la voz.
—¡¡¡Marc!!! —insistió.
«Mierd- ¿espera, es esa la voz de... ? ».
—¿Bryan? — pregunté, asomando mi cabeza desde el techo. Bryan estaba debajo de mi ventana, buscándome desde el patio. Soltó un suspiro aliviado cuando me encontró en el tejado.
—Apúrate con eso. George te está buscando para salir— su voz era un susurro ahogado.
«Diablos, la junta de la Iglesia».
Suspiré, y con eso expulse todo el humo que había guardado en mis pulmones. Bryan soltó una risa. Era evidente que estaba fumando hierba.
—Gracias— dije un poco avergonzado.
Él me sonrió, cómplice, y me guiñó un ojo.
—Buen viaje.
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