Mientras Yosuani estaba caminando y llorando, un hombre chocó con ella.

Gustavo: ¡Perdón!

Yosuani: No pasa nada. (Dijo sin mírale a los ojos).

Gustavo: ¿Le pasa algo? (La miró preocupado). Si quieres podemos sentar y platicar.

Yosuani: Sí, me haría bien platicar con alguien.

Los dos se sientan en un café cerca y empiezan a platicar.

Gustavo: ¿Puedo saber por qué una mujer tan hermosa estaba llorando?

Yosuani: Mi marido me echó de la casa después de que los sorprendí juntos en la cama y estaba tan mal que no traje conmigo nada de mis cosas.

Gustavo: No puedo que creer que te hayan hecho algo así.

Yosuani: Lo hecho, hecho está.

Gustavo: Me gustaría ayudarte, si me permites.

Yosuani: ¿Por qué haría algo así? Usted ni siquiera me conoce.

Gustavo: Porque no voy a permitir que una dama esté en la calle.

Yosuani: Es usted un buen hombre.

Gustavo: Solo hago lo correcto. (Sonrió). Soy Gustavo.

Yosuani: Y yo soy Yosuani.

Gustavo: Es un gusto conocerte y poder ayudarte.

Gustavo llevó Yosuani a su casa y ella vió lo grande que era la residencia de él.

Yosuani: Está grandota su casa.

Gustavo: Me puedes tutear, Yosuani.

Yosuani: ¡Vale!

Gustavo: Como ya lo dijiste, la casa está muy grande y yo vivo solo.

Yosuani: ¿No tienes familia?

Gustavo: Tengo, pero los dejé cuando me casé hace tiempo.

Yosuani: ¿Y tu esposa?

Gustavo: Se murió en un accidente cuando estaba embarazada de nuestro primer hijo.

Yosuani: Debe haber sido un dolor inimaginable.

Gustavo: Sí, mi vida perdió el sentido después que los perdí, pero creo que con tu amistad puedo seguir adelante.

Yosuani: Cuenta con ello.

Gustavo: Gracias, Yosuani.

Cuando anocheció, Yosuani preparó algo rico para Gustavo, pues quería agradecerle por lo que él hizo por ella.

Gustavo: Huele muy rica esa comida.

Yosuani: Gracias, es mi manera de agradecerte por haberme ayudado.

Gustavo: No hay nada que agradecer y quiero que me acompañes en la cena.