Capítulo 43
Hoy no he podido cerrar los ojos ante mi atenta mirada de tu cuerpo inerte en el hospital. Ni siquiera podía pensar en todas las cosas de las que debía ocultarme ahora, pero algo si entendía. ¿Sería este mi castigo por darles muerte a tantas personas a lo largo de la mafia?
¡Maldita sea la vida!
Atormentada nuevamente me quité el jodido velo y dejé caer mis ondas sobre su pecho, quería oír aunque fuese mi imaginación sobre su pecho una vez más antes de que se lo llevasen, necesitaba hacerle saber que mi alma se iba con la de él y que probablemente me quedase aquí solo para ver a Mirán crecer. Levanté mi mirada acuosa y acaricié su cabello, bese sus pómulos y cuando pensé que no podría abrir la boca más que para sollozar, le he dicho aun si ya no me oía:
—Mira viejo maldito, te atreviste a dejarme sin siquiera dejarme cogerte una vez más. —Sonreí levemente, sé que él hubiese sonreído— Espérame un poco más, ¿Sí?, solo tengo que cuidar a Mirán unos años más... hasta entonces ogrito.
Con el corazón destrozado me he acercado a Abraham que estaba en la sala de esperas, y cuando he negado, me ha abrazado con todo lo que pudo, sabía que ahora mismo, se nos iba una parte de la vida con Mohammed, que, al ser enterrado en el mausoleo de mármol de los Alauî, nos convencíamos, había mucho que se fue.
Quizá ahora esté con Mandira, quizá ahora pudo decirle a Zein todos los sapos que quiso decirle en su momento. Lo que sí es lógico es que ahora mismo, no quiero despegarme de su lápida, no quiero dejar de ser su esposa y no quiero dejarlo ir.
Los malditos meses pasan por mis ojos como un aguacero permanente, insisto en creer que se acabará este periodo de depresión, porque sigo viendo a Mirán y sigo deshaciéndome en llanto. Cada vez que lo veo venir corriendo a mis brazos desde la escuela me detengo, creo que viene Mohammed a decirme que sea más cuidadosa. Enseguida estoy, abrazándolo y con rapidez subiendo al coche que nos lleva a casa. Hoy por hoy estoy sola, a tita ya no la necesito porque mis horarios los he ajustado de modo que pueda estar con mi hijo cuando el sale de estudiar. Abraham me visita de vez en cuando, nos tomamos un poco de jugo, porque de hecho ya no bebo, no quiero beber porque ahí también está Mohammed diciéndome aquello de: "Para ser tan pequeña no debería saber de estas cosas"
Bebimos cuando Mirán duerme, y una vez más me entrego a él tratando de buscar a mi esposo, le riego caricias como si fuera él y luego apagamos la luz para simplemente dejar volar la imaginación. No puedo negarlo, aun cuando el placer nos llega, estoy ida.
Hoy han pasado cuatro meses desde la muerte de mi esposo y he venido a dejarle flores otra vez, estoy inmersa en los recuerdos y cuando quiero irme, comienzo a parlotear a la placa de mármol:
— ¿Sabes?, Mirán ha aprendido a escribir, y te ha mandado algo... dice que quizá no puedas leerlo porque no te has llevado los lentes, pero yo le dije que te los traería. —Le dejé la carta al filo del lugar en donde dejé las flores y sonreí apenada— Oye, yo no sé deba de seguir viniendo... yo no sé si hago bien dándole más dulces a Mirán, O si te gusta que Abraham venga a casa... No sé si te gusta esto... —He deseado entonces morirme, estaba hecha dos océanos en frente de él— Oye, Mohammed, quiero que sepas, no puedo olvidarme de nada. Quiero recordarte... ¿No recuerdas la vez en que me compré la lencería y te la modelé por videollamada? —Le he soltado un golpecito a la lápida y con pesar retrocedí— Aun la tengo conmigo, pero sin embargo... no he podido modelar para Abraham, no puedo quitarme la ropa sin la luz apagada... ¿Qué fue lo que pasó conmigo? ¿¡Por qué no me dejas olvidarte!?
Con toda la ira que me daba este silencio me deslicé de espaldas a su lápida y lloré con mi cabeza entre mis rodillas. Ni todo el dinero del mundo me hace falta si Mohammed no está.
—Maldito Ogro... —murmuré— Te mentí toda la vida... te dije tantas veces que te amaba y te mentí todas las veces... —Sollocé y me puse de pié para verlo de frente— ¿Sabes por qué?, porque lo que siento por ti es mucho más que eso.
Con los pies más pesados que nunca me dirigí a la salida del silencioso y frío mausoleo. Tras de mí, se ha caído entonces la carta de Mirán, le eché la culpa al aire que se colaba por la entrada de atrás, seguí caminando.
Al llegar al apartamento y ver a Abraham cuidando de Mirán que le tenía el cabello deshecho sonreí algo cansada de tanto llorar.
—Supongo que ya comieron.
A lo que Abraham asintió y apresurado corrió a traerme una carta que había llegado, me explicó entonces que probablemente Mirán al ser el único heredero vivo de Mohammed, podría heredar su fortuna a la mayoría de edad, por mientras podía hacerlo yo. Pero la verdad es que ni quería tocar el dinero.
—Gracias Abraham. Mañana... ¿Vamos a cenar fuera? —Propuse— con Mirán.
— ¿En verdad lo quieres así? —Preguntó algo preocupado por mis ojeras más que evidentes.
—Sí, es lo mejor. Después de todo, tengo que comenzar a... hacer cosas, por Mirán.
Abraham me dejó un beso en la mejilla y tras acariciar mi cabello se despidió del pequeño que unas horas después he tenido que llevar a dormir, aun cuando no quería hacerlo, tenía que dormir.
— ¡Pero es que no quiero! —Protestó tirando el cobertor lejos.
— ¿Qué? ¡Pero tienes que dormir! —Me quejé tapándole de nuevo.
—No quiero.
—Mirán, tu papá no era tan ogro como tú. —Comenté divertida al ver que fruncía el ceño.
— ¿Y mi carta? ¿¡La leíste!? —Preguntó ofuscado cruzándose de brazos.
— ¿Quién me crees?, ¡Claro que no la leí!
—Mmmm.... ¿Y qué dijo él?
¿Qué le respondía a eso? Ni yo sabía si Mohammed lo sabía. Simplemente trate de dejar pasar aquello y le revolví el cabello.
—Creo que le oí decir que eras muy pesado con mamá.
— ¿De veras? —Sus ojos dejaron su ceño fruncido y rápidamente dejo su parada de alerta para mirarme con atención.
—Sí, además, comentó que espera mejores calificaciones, no le gustaron nada las últimas.
Así nos llevamos un buen rato con Mirán, hicimos la última oración y cuando vi que estaba con Orfeo, me dirigí a la habitación en que en los últimos meses de vida de Mohammed nos deshicimos en lo que nos quedaba de pasión y amor reprimido. Tirar los tacones por donde cayeran, quitarme el vestido y nada. Aquí estoy mirando mi cuerpo al espejo de mi habitación... Estoy demacrada, incluso creo que subí unos kilos. La mafia es agotadora, aun cuando delego mis responsabilidades, estoy al filo de todo, siempre pensando que nos hallarán, de Dubai a Marruecos, de Marruecos a Italia, y en estas, nuestras mejores fechas, en Estocolmo, donde habría deseado venir Mohammed para nuestra luna de miel.
Aquí Mirán tiene amigos, así que lamentablemente aquí me quedo por otro largo año.
Me recosté y comencé rápidamente a cerrar los ojos, estaba agotada.
— ¿Qué fue eso de que quería mejores calificaciones?
La voz de Mohammed me hizo despertarme en medio de la habitación, y cuando pude entender de qué se trataba, sonreí con el alma a punto de llorar.
—Es que... tengo miedo de que no pase este año de promoción...
Mohammed ha rodeado la cama y se ha estirado a mi lado observando mis ojeras con el enojo habitual.
—No me has leído la carta, ¿Tengo que ser más evidente? Que de este lado no es que pueda mover las puertas como en la película de Ghost. —Se quejó
—Yo... de verdad que no lo pensé así. —Articulé aun con el corazón a mil y más.
Mohammed negó y me hizo prometer que iría a leer la carta que él de hecho no podía abrir.
—Debes de arreglarte, casi parece que no estoy aquí.
— ¡Pero si no estás! —Siseé enfadada.
Entonces, su enfado subió de categoría, y cuando pensé que nos diríamos cosas hermosas me quiso tomar la mano y sonrió.
—Bailemos esa cosa que te gusta a ti, después de todo, ya nadie nos ve.
Atontada por lo que dijo asentí, y como si fuera la primera vez, la vez en que paseamos por Santo Domingo, he puesto lo que para mí significaba nuestros primeros encuentros.
— ¿La recuerdas? —Pregunté con la esperanza de que así fuera.
Mohammed me ha rodeado por la cintura y me ha pegado a él para murmurar:
—Es "Quiéreme" de Johnny Sky.
Sorpendida por que recordara aquello que detesta nos balanceamos mientras solo él cantaba bajo lo que yo creí no se habría aprendido nunca.
—Tú dices que no... que mejor nos quedemos tranquilos, en cambio yo estoy, apostándolo todo contigo...
— ¿Cómo es que te la has aprendido? —Pregunté bajito
—La escuché todos los días desde que te fuiste.
Enseguida he vuelto a sollozar, con el nudo en mi garganta, no me perdonaba no haber estado.
—Dame un beso que no sea de amigos...
Hice exactamente lo que me pedía, quería besarlo, aun cuando la canción estuviese influenciándonos.
Sobresaltada desperté con los auriculares puestos en los que se reproducía "Quiéreme" Mohammed... se habría vuelto a ir... ¿Sólo fue un sueño? ¿No es así?
13 AÑOS DESPUÉS
Hoy, Mirán se gradúa para dar paso a su vida adulta, aun no cumple sus dieciocho, pero por Alá, su rostro, sus manos, sus piernas. Bueno todo, es de Mohammed, aun con mi poca suerte solo su cabello le ha salido de mi castaño. El jodido tiene una sonrisa que soy consciente, trae de babosas a unas cuantas, pero ¿Saben qué?, Azeneth, la hermana de Mirán, le termina espantando a todas y cada una de las chicas que vienen a su lado.
Descubrí que estaba embarazada de Azeneth, justo después de aquel sueño con Mohammed, allí mis kilos demás tomaron algo de relevancia, y mi depresión tuvo que pasar a segundo plano aun cuando no quisiera. Azeneth tiene trece años, está a punto de cumplir catorce, pero casi es como yo a mis diecisiete, se comporta como una tonta cuando un chico se le acerca, comienza a ponerse como un tomate y ruega que no le caiga la gota por el cuello. Claro que, como ya es más que obvio, sus enojos son un tornado Alauî que no deja nada a su paso. Niña caprichosa que se deja mimar por Mirán, quien hoy por hoy hace uso de la fortuna de Mohammed porque yo decidí entregársela.
Ni Mirán ni Azeneth saben a cerca de mi posición y trabajo en la mafia, tampoco saben de Angélica o Eric, simplemente saben de Mohammed, y cada vez que preguntan por ¿Quién es Zein y porqué está en el mausoleo?, yo digo que fue un gran tipo que su padre quiso mucho como para darle el apellido. ¿De Mandira?, solo digo que fue la esposa que falleció mucho antes. No entro en detalles.
Mientras Mirán conduce el Audi que de hecho ahora no es el R8, pone música, gracias Alá porque al menos uno de mis hijos heredara el gusto por la música, nos dirigimos a su graduación... quizá la última vez que los vea...
— ¿Por qué mierda tienes que obligarnos a escuchar al Fernández ese? —Comentó enfadada Azeneth desde atrás.
—Porque es mi deportivo y porque quiero. ¿Tienes alguna duda?, ¡Ah!, y es, Alejandro Fernández, no es "El Fernández" —Respondió Mirán que no despegaba la mirada del camino— Además a mamá le gusta.
—A mí me gusta solo esta canción. —Dije ahora disfrutando "Me hace tanto bien"
— ¿Por qué? —Preguntó Azeneth curiosa, mi niña no usa el velo... pero yo no la obligo, si de alguna forma se hace de un tipo como Mohammed, ella elegirá por amor.
—Porque cuando lo piensas con detención, ustedes son mis mayores miedos, si los pierdo me muero, y luego de eso, es que... —De un momento a otro mis mejillas se colorearon y sonreí— Su padre es como la hoja que vuela a mi alrededor, es mi luz y sobre todo es el cuerpo que me ¡Ahh! Me volvía loca.
Mirán descompuso su semblante y Azeneth se echó a reír a carcajadas ante la actitud de su hermano que no podía tranzar lo que había oído.
— ¡Ya no seas tan jodido hijo! ¿¡Qué crees que no sé qué llevas a las chicas a comer y luego al mirador aquí mismito!?
— ¡Ooh! ¡Esas sí que son fuertes declaraciones por parte de la niña Agatha! —Gritó Azeneth echándole leña al fuego, el fuego es por supuesto Mirán que estiró sus labios en una fina línea. ¿No les recuerda a alguien en la bodega?
—Bien, y ya que dejaste mi vida privada en evidencia, ¿Nos cuentas como lo sabes?
Frente a eso me mofé del instinto de madre y finalmente reí. No le iba a decir nada, aun cuando él sospechase.
Mientras Mirán estaba ya sobre el escenario con todos sus compañeros, yo estaba con Azeneth en el público mirando mi reloj, pronto debía irme, me estaban esperando, hoy precisamente venía alguien que no podía esperar... o eso me han dicho.
Cuando han dicho el nombre de mi hijo salte aplaudiendo a riesgo de parecer una loca, y lastimosamente si di la impresión, asi que me senté y me limite a oír su discurso, vi sus ojitos café clarito humedecerse, y rápidamente los míos también. Pero vamos... Aquí me limitaba de nuevo, tengo que irme...
Cuando Mirán ha bajado me he deshecho en abrazos y besos en él y le dije:
—Quiero que desde ahora seas consecuente, olvídate de las mujeres, y piensa bien en cómo gastas el dinero, recuerda que sólo tienes una mamá... y una hermana. Y que desde ahora debes de protegernos.
—Claro, mamá, me lo has dicho muchas veces, y todas las veces, te he dicho que voy a hacerlo mejor que papá, me encargaré de todo, incluso del hotel en Dubai.
— ¿Y yo qué? —Se quejó Azeneth con una sonrisa antes de abrazar a Mirán— Felicitaciones Ogro menor, te aseguro que desde ahora tengo una raqueta para exterminar zorras.
—Espero que no sea yo el que use la raqueta. —Dijo Mirán mofándose con ese sarcasmo que solo él tenía— Pero creo que no, con lo fea que eres niña.
Reí junto a mis hijos y finalmente les revolví el cabello a los dos.
Juntos visitamos a Mohammed. h de estarlo volviendo loco, están gritándole mil cosas que han hecho, y yo a un lado en segundo plano le comento en mis pensamientos que hoy, tengo que ir a dar el tiro de gracia a un viejo conocido. Ambos, sabíamos de quién se trataba.
Me despedí de mis hijos cuando me han dejado en casa y ellos se han ido juntos a la fiesta de graduación de Mirán. Azeneth no la dejaría ir solo... ¡Esa niña parece su madre y eso que yo la soy!
Cuando entré en el apartamento recogí mi collar de diamantes, aquel que me dio Mohammed junto a los aretes de oro, me he pintado los labios con rojo, y cuando me sentí empoderada, usé mis tacones oscuros. Hoy es el día de rematar todo lo que me deben.
He llegado en mi Jeep a una estancia vacía, una bodega que estaba lejana cerca del campo. Al descender mis hombres me esperaban y decidida cargué el revólver, solo al entrar, he visto a Eric que está sentado en una silla, amarrado y sin muchas ganas de decirme nada.
—Veo que los años te pasaron por encima con muchas ganas... mi viejo amigo y pareja Eric.
—Veo que sigues igual de zorra. ¿Qué te pasó que no está aquí tu viejo? ¿Ya te dejó?, claro... con lo aburrida que eras no me extrañaría.
—Quizás sigo siendo aburrida, pero de mi esposo no me hables con tu boca inmunda canalla. ¿No te acuerdas que me debes algo?, estuviste a punto de joderme... cuando aun era una niña tonta.
—Tonta y aburrida.
Uno de mis hombres lo golpeo y yo ordené se detuvieran. Me acerqué a su rostro, y el infeliz me escupió.
—Tu osadía me sorprende. Veamos si eres tan valiente para dejar tu vida atrás.
Me apresuré y le puse el cañón del revólver en la frente y sin demoras, le sonreí.
—Maldita puta... aun si no me matas, igual ya te dejo el viejo, y con eso me doy por pagado. ¡Puta Agatha y Puto tu viejo de mierda!
Nada más, le he disparado y sin apuros le he soltado otra bala más abajo, en su insignificante pene flácido. Adiós puto Eric.
He vuelto a casa salpicada a medias, me limpié con unas tollas húmedas, pero eso no me quitó su maldito hedor. Me he duchado con todas mis fuerzas, necesitaba sacarme su sangre y su saliva en mi rostro.
Me he puesto mi bata de dormir rosa, hoy venía con mis ganas de beber, y beber aquello que Mohammed me enseñó a beber en Santo Domingo.
—Brindo por ti Eric. Y por tu puta muerte.
Dije al aire al tiempo que me daba el primer trago. El segundo, y el tercero. Pero la soledad no se esfumaba de mi apartamento, estaba sola. Mis hijos se divertían estaban ya mayorcitos, casi no necesitaban de mí. ¡Ni modo!
El timbre ha sonado entonces, y ofuscada fui a abrir.
Casi me he desmayado, luche con mi cuerpo para no caer. ¡Pero si era igual a Mohammed pero como con 20 años menos dese la última vez que lo vi!
— ¿Usted es Agatha Kellerman? —Preguntó el joven que repartía pizzas.
—Soy Agatha Alauî Kellerman. —Dije recalcando lo segundo.
—Ah, sí... bueno... ¿Pidió la pizza?, demonios no me diga que no, porque me he paseado toda la noche y ya no quiero tener que ir a otra dirección buscando a la tal Agatha.
Sonreí divertida, el pobre chico parecía tener más problemas que yo sólo por una pizza.
— ¿Cuánto es?
—Para ti nada preciosa. —Se mofó el chico y yo con mi edad le he devuelto una sonrisilla avergonzada.
—Déjate mocoso, ya dame la pizza y dime cuánto es.
—Pues, un té y un pedazo de pizza para mí y quedamos a mano.
Sorprendida por la osadía acepté, que chico más gallardo. Y que decir... más atractivo que el chocolate en barrita.
Nos hemos sentado aquí, y sin dejar de mirarme él ha dicho mientras tomaba su taza de té:
—Me parece que la conozco de alguna parte, pero por su acento intuyo que ni nos hemos cruzado también.
—Soy de Santo Domingo, pero vivo aquí, junto a mis hijos.
— ¡Vaya!, para ser mamá se ve muy joven. —El chico me delineaba con sus ojos café, y me hacía aquello que Mohammed hacía, sonreía de lado antes de beber.
— ¿De dónde eres tú? ¿Qué edad tienes? ¿A qué te dedicas además de ser repartidor?
—Soy Turco, tengo veinticinco , estoy creando mi propio negocio, estoy invirtiendo en unas aerolíneas que me permitirán crear no sé, quizá una joyería o algo así.
Escupí mi té sin poder creerlo, ¿¡Qué demonios era esto!? ¿Una cámara indiscreta?
Rápidamente el chico se apresuró a tomar una servilleta y limpiar mis labios, irremediablemente nuestros ojos han hecho click, nos hemos observado con devoción. ¿¡Por qué!?
Cuando quise alejarme, sentí como la atracción nos acercaba y sus labios terminaban moviéndose sobre los míos con efusidad. No quería alejarme, sus manos eran celosas, no querían dejarme escapar y lo sentía, lo presentía.
— ¿Cuál es tu nombre? —Dije separándome con calor.
—Mohammed.
¿Fin?
JavieraJames2604
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