Capítulo 25
¿Había dicho que sí?, ¿De verdad había fallado en la respuesta que tanto pensé anoche?
— ¡NO! —Grité antes de que el mundo aplaudiese— No quiero casarme contigo Mohammed.
—Agatha... está todo el mundo aquí, y tus padres...
—No, Mohammed. No quiero casarme contigo así. —me voltee a ver a la salida, y luego he devuelto la mirada a mi amor— Yo no te conocí siendo un occidental, es más, puedo asegurar que me enamoré de tus malditas costumbres.
—No las maldigas.
— ¿Ves?, de eso se trata. —Sonreí algo triste— No quiero casarme siendo Agatha Kellerman y seguir siendo, Agatha Kellerman. Quiero casarme como lo que eres tú, quiero convertirme y creer que el amor que siento por ti me va enseñar a rezar todos los días hacía la mezquita, que me va a decir qué hacer. No quiero ser Agatha Kellerman, quiero ser la señora Alauî cada vez que alguien me llame... Y si para ti esto representa un problema, entonces no nos casemos, porque simplemente esto no es lo que yo quiero, quizá para muchas lo es, pero para mí no.
La iglesia se ha quedado perpleja, Mohammed frunció el ceño, pero mis labios se curvaron. Vale, esta es la señal, me ha levantado una ceja, ahora podría enfadarse y mandar todo a volar otra vez. Pero contradictoriamente ha sonreído y me ha tomado de la mano.
— ¿Cuántos problemas más tengo que aguantar para poder hacerte feliz? ¿Tienes algún tope?
Todos han reído, incluso David que yacía a mi lado tomando las argollas devueltas.
Pasó cerca de un mes para que nos encontrásemos en la misma posición, pero esta vez Khadija me enseñó un poco de lo que me faltaba. Lo más difícil era el velo en el cabello, pero siendo franca, era el accesorio perfecto para usar los aretes de oro.
En este último mes me he puesto de cabeza a aprender algunas de las danzas más icónicas de esta cultura, he estado dejando de lado algunas de mis prendas más preciadas, no importa todo lo vale. Estando aquí, me he percatado de tantas cosas nuevas, y es que ahora entiendo qué me quiso decir aquel día Mohammed, se refería a su ex esposa, la he visto en un cuadro en la habitación de Zein aquí en Marrakech, el parecido era quizá mucho, pero los ojos de ella eran increíblemente verdes, era muy linda. Soy consciente de que él me ha dado mi lugar, y que ha hecho todo lo posible para que yo no viva en la figura de esposa, es por eso que he aceptado este matrimonio.
—Ahora que serás mi madrastra tendremos muchas cosas de las que enterarnos... ahora que papá te estrenó sabrás moverte mejor. ¿Cierto? —Habló Zein tras de mí, Khadija estaba aquí, me sorprendí en demasía de su silencio ante lo que su esposo decía.
—Zein, seré tu madrastra, y aun cuando me lleves un par de años encima te aseguro que si de mí depende, vas a tratar muy bien a Khadija.
Zein ha dejado su posición recargada en el umbral y se me acercó para dejarme un beso en el cuello que de hecho, no vi venir, pensé que me empujaría para tomar a Khadija pero no fue así.
—Mantente al margen pequeña Agatha, recuerda que aquí se paga muy caro cuando la mujercita ya no es virgencita. ¿Qué harás cuando no sangres? Te conviene tenerme de tu lado.
Ofuscada lo aparté y cerré la puerta.
—Sepárate de él, lo único que conseguirás será que te pegue quizá que enfermedad, te aseguro que podremos hacer algo, yo no dejaría que él se quedase con tu hijo Khadija.
—Tú... no conoces como es aquí... pronto te enterarás... —Murmuró al borde del llanto la marroquí de linaje.
Conforme pasaron las horas, papá y Mohammed estaban en una habitación cerrando el trato bajo las leyes de Alá, mientras que las mujeres permanecíamos en otra habitación. Aquí ha llegado un Sheik a preguntarme en su lengua nativa si deseaba casarme de acuerdos a los preceptos de Alá que le fueron revelados al profeta, y por supuesto he dicho que sí. Enseguida todas han aplaudido y me han dado de comer dos cubos de azúcar, disque para que mi vida en pareja fuese dulce, y lo dudo. Con lo ogro que es mi cuarentón, tendré cabello blanco a los veinte.
Nos hemos reunido entonces en la habitación de los hombres y con una sonrisa he dejado que fuese él quien me indicase todos los pasos que debía de seguir con respecto al como bailar, Khadija me instruyó pero... ¡Que va! ¡Se me olvidó todo!
Papá estaba por un lado riéndose como animal, y por otro mamá estaba tratando de embaucarse con algún empresario de por aquí, todos disfrutaban, pero en un momento dado Mohammed me tomó la mano y me dijo:
—Ahora nos vamos a alejar de la fiesta, debemos de ir a demostrar la pureza de la esposa.
— ¿¡Cómo!? Pero Mohammed yo...
—No digas nada, lo tengo todo bajo control. —El ogro me hizo sonreír, esa barbita de 2 días me tenía loca.
Nos hemos levantado, y todos los marroquí lo entendieron, se han puesto felices como quién les regala unos millones a ellos. Mohammed en todo momento se ha mostrado calmado, pero para mí no era nada normal venir a tener sexo mientras todos afuera celebran. ¡Qué borde son!
Cuando hemos estado a punto de entrar al apartado, Zein me ha sonreído desde su posición, el infeliz sabía que si le decía a Mohammed probablemente habrían problemas, pero en este punto no los quería, solo quería disfrutar de la compañía de mi ahora esposo.
Al entrar me encontré con una hermosa cama decorada, pero lo que realmente me hizo amar este apartado y olvidarme del mundo fue el aroma a inciensos que se expelen en toda su extensión.
— ¿En verdad quieres que siga todas las costumbres?, porque no pretendo detenerme a lavarte los pies si al final de todo no los voy a usar.
Alauî se ha mofado con una risita insinuante y finalmente he sido yo la que lo ha empujado a la cama.
— ¿Quieres ver algo interesante?
—Y tocar también. —Comentó con su característica altanería.
— ¡Oye! —Me he quejado avergonzada, después de todo, en estas fachas me sentía bastante poco sexy, estar envuelta en telas era algo nuevo.
Me he quitado los velitos uno a uno, se los he dejado caer a los lados, ¡Y a la cara!, ¡Por que sí!
Debo de admitir que tomando las clases de danza árabe me divertí mucho y que parecía demasiado fácil, pero estando aquí en su presencia me siento hasta intimidada. Oh vamos, luche tanto por este ogro que ahora debía de retenerlo. Me he apartado unos minutos para ponerme el conjunto de baile y cuando lo desee salí jugando con mi cadera al ritmo de la música, ¡Joder!, ahora que me come con la mirada no puedo dejar de desear que me posea tal y como la otra noche, deseo que me ponga al revés de tanto él y que al final me haga revivir en sus brazos.
La sensualidad de los movimientos, suaves a ratos, sobre él y luego lejos, nos han sometido a un juego difícil, el autocontrol reinaba, ninguno quería atacar pero esto no duraría mucho.
Con todo lo que me provocaba me he lanzado a sus brazos y él rápidamente me ha dejado debajo.
— ¿Estás lista señora Alauî?
— ¿Por qué me lo preguntas así? —Pregunté agitada.
—Porque esta noche, lo quiero todo de ti.
Su frase detonó en un remolino de caricias, me he dejado hacer mientras me sostenía por la espalda. Cuando pensé que sería igual que la otra noche él me ha sorprendido levantándome para quitármelo todo y pedirme al oído:
— ¿Recuerdas que te dije que te enseñaría de mi mundo?
—Sí...
—Hoy vamos a practicar...
Pensé de todo, menos que me llevaría tras una cortina que me parecía de lo más normal unos metros más allá dentro del mismo cuarto. Tras ella había una cruz de porcelana negra, estaba completamente fría.
—Pégate de revés. —Exigió y yo obedecí algo ensimismada, ahora mismo poco me importaba mi integridad física, por primera vez sentía algo diferente.
Él se ha apresurado a atar mis manos y mis tobillos con cuerdas que de hecho era bastante cómodas, parecían terciopelo.
—Mohammed... yo
—Hablarás cuando yo te lo ordene.
He tragado bastante excitada, lo he visto de reojo verme toda la extensión y con descaro detuvo su mirada en mi trasero mientras se tocaba. El frío de la cruz me tenía en algún estado de euforia que no me era nada indiferente. Se ha levantado ya desnudo y ha pegado su erección a mi cuerpo mientras recorría con sus manos mis costillas, bajando lenta, muy lentamente hasta llegar a mi húmedo sexo que pedía más, se ha hecho de algún lugar en ella que me ha hecho chistar cada vez que le tiraba y jugaba dándole pequeños círculos.
Enseguida lo he visto bajar tras de mí, y sin importarle nada a volteado de una las cintas en mis manos y tobillos, girándome desde la cadera.
—Mohammed
Su mirada asesina y su sonrisa me hicieron estremecer. Me ha dejado sin aire cuando me dio un pequeño azote sobre los senos con un pequeño látigo de varias cuerdas.
—No hables.
El sexo sin hablar me tenía desquiciada, necesitaba gritar que lo necesitaba ya dentro de mí, pero él parecía tomarse toda la calma mientras de un segundo a otro volvía a posicionarse entre mis muslos para lamer mi estrechez. ¡Joder! Sentía como el frío se iba desapareciendo con todo el calor que emitía, finalmente no pude más y he dejado escapar un gemido que ni yo reconocía, complacido me ha masajeado las caderas y con suma precaución ha vuelto a colocarse el preservativo ¿Por qué seguía usándolo?
Nada. No me dio tiempo de pensar en la respuesta porque entonces me empaló de una y se fundió sin cesar en mí, me ha levantado desde los muslos dejando al fin libre mis tobillos para poder rodear su cadera. Mis gemidos se oían por toda la estancia mientras él bombeaba como si nadie nos escuchase.
Se ha bebido mis gemidos en un beso poco tímido y entre sus entradas y salidas he sentido como me contraía y entre temblores llegaba al cielo y él conmigo.
—Ahora eres completamente mía Agatha, nadie va a separarnos... confía en mí.
—Confió... confío. —Repetí agitada siendo desatada y llevada a la cama.
He visto como él se ponía la bata y tras eso tomaba una hoja de afeitar para pasarla por su brazo con un poco de profundidad.
— ¿¡Mohammed qué haces!?
—Cumplir con las leyes de nuestra tierra y matrimonio Agatha, no dejaré que nadie te señale.
Mohammed ha manchado entonces la sábana que suponía debía de manchar al perder la virginidad con su sangre. Rápidamente me apresuré y le puse un velo enrollado, esto que acababa de hacer, significaba todo, veía como era que me quería, que no solo era sexo y pasión, también era posesión y devoción.
Yo, me he vuelto devota de este hombre, con todo y sus artimañas.
Cuando tuvimos que salir, Mohammed ha enseñado la sábana y todos blandieron sus lenguas al unísono, felices, nuevamente como si les hubiesen pagado un millón a cada uno. Zein, enfadado ha soltado las manos y se ha acercado a Mohammed para "felicitarlo", pero cuando ha sido mi turno de recibir las felicitaciones he oído en mi oído:
—Será mejor que fijes tus ojitos en Zenaida. La secretaría de papá lleva años dándole lo que pide, y en cuanto se le pase el amor por ti... volverá allí. —Zein miró a la joven secretaría que de hecho...
Era espectacular...
JavieraJames2604
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