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II.

Advertencia: Contenido adulto

Dedicado a Chantry-Sama   





―¡Anda, cabrón melindroso! ¡Di de una vez qué quieres comer en tu celebración!

―Basta, Aiolia. Te estás poniendo pesado...

―¡Qué observador regresaste de tus vacaciones, hermanito! ¡Claro que estoy pesado! ¡Porque este zoquete cabrón no dice qué quiere comer en el festejo de su cumpleaños!

―Lo que ustedes apetezcan estará bien, Simba. Pizza y cerveza, como de costumbre.

―Pizza y cerveza es lo que hemos servido en los últimos cumpleaños, desde el de tu marido.

―Bueno. Pues sirvan cerveza y ya está.

―¡¿Y de comer qué, estúpido?!

―Lo que ustedes quieran estará bien... no me hagas hablar, por favor...

―¡Perdón por hacerte gastar el aliento, majestad! ¡Di qué quieres comer en tu fiesta de cumpleaños!

Tú dirías, Keltos, que Aiolia se está dejando llevar por su vena de buen hermano y buen amigo. Que su necesidad de que todos a su alrededor nos sintamos bien y a gusto, lo está moviendo a ser tan... ridículamente insistente.

Y si bien es cierto que, especialmente en los aniversarios, Simba hace lo que puede para que el festejado se sienta feliz y a sus anchas...

¿Cómo te explico? ¡Es un fastidio! Al menos, ahora mismo lo es.

No puedo decirle que me da miedo abrir la boca y provocar... algo. Algo que no debería ser. Sé que tú sí me entenderías. Sé que no te sentirías incómodo si tan solo me quedo junto a ti, en silencio.

Sé que disfrutarías de compartir el silencio conmigo, porque sabes callar y estar bien con ello.

Pero Aiolia no lo entiende. Y Aiolos, que sí parece comprender... lo deja ser.

Estoy impaciente. No lo niego.

Se debe en gran parte a que te extraño. Mucho.

Han sido nueve días desde que te arrancaron del Santuario. Suena a nada, pero... me pesa de un modo atroz.

Ya no me siento tan horriblemente mal como al principio. Pero sigue siendo doloroso. Trato de que mi desánimo no se contagie o reverbere en nuestros hermanos.

Pero es difícil.

Y con Aiolia, más.

Justo a él, que lo pasó tan mal en los días anteriores, no quiero contagiarle mi tristeza.

Es casi medianoche.

Como en cada uno de nuestros aniversarios desde que ocurrió tu accidente, Kyría nos ha convocado a su templo, para que observemos juntos el momento exacto en que la constelación en turno, hará honor a su guardián.

En esta ocasión, será Escorpio quien brillará más que de ordinario, para celebrar mi vida.

La rojiza Antares se volverá más vivaz. Será como un corazón que late.

Y no estarás conmigo para contemplarla.

Cuando llegamos a la explanada del templo, ya se ha reunido la mayoría de nuestros hermanos. Y no sólo ellos. La guardia de Poseidón nos acompaña. También Kanon ha venido y ha traído a sus nuevos compinches con él. Kanon y Rhadamanthys se la pasan refunfuñando y sentenciándose mutuamente a muerte, pero la realidad no pueden ocultarla: se adoran, y destrozarán a quien ose dañar a uno o al otro.

Un poco apartados del resto están Saga y Kiki. Kiki está muy crecido: a Mu le llega a los hombros.

Saga es, en este momento, algo así como su tutor improvisado: al aspirante lioso a borreguito lo han involucrado en un certamen de lógica en su bachillerato, y aunque es muy bueno, Saga se acaba de adjudicar la labor de entrenarlo. Aunque seguro no lo hace del todo bien, al menos no con Kiki, cuya mirada se posa con sospecha sobre nuestro antiguo patriarca advenedizo.

Sin embargo, por mucho que nuestro expsicópata favorito desee dar curso a su vena de maestro, nada puede hacer cuando su atención es atrapada por Aiolos.

Aiolos, que viene junto a mí, ni siquiera intenta ocultar su alegría cuando divisa a Saga desde lejos. Pareciera como si una presencia llamara a la otra, como si tuvieran un radar que les permite apercibirse uno del otro en la inmediatez.

Saga encuentra con la mirada a Aiolos y sonríe, relajado. Deja sin miramientos a Kiki, cuyos pulmones parecen soltar el aire contenido en cuanto se queda solo.

Cuando Saga está junto a su nerd, como ha dado en llamarlo ahora, lo abraza sin pensárselo y se lo lleva, apresado por los hombros.

Fue apenas ayer que Katsaros le dio el alta a Aiolos, con mil recomendaciones. Ahora que ha declarado sus sentimientos e intenciones al Universo, y sobre todo, a Aiolos, a Saga le cuesta lo indecible no estar encima suyo, midiéndole los pasos y tomándole el pulso cada cinco minutos.

Simpatizo con él: así me sentía yo respecto a ti cuando recién te liberaste de tu letargo.

De tu secuestro.

En cuanto Saga se retira con Aiolos, Kiki recibe al maestro más insospechado de todos... Hades.

Kiki se le queda viendo al principio con temor, y luego su vena maliciosa se sobrepone a la situación: deja que su mirada límpida y retadora se fije en el Señor del Inframundo y espera a que éste le dirija la palabra.

―¿Qué intentas estudiar, muchacho?

―Lógica... señor.

―Eres discípulo del guardián de Aries, ¿no es así? En cierta forma, también del Patriarca.

―Lo soy, sí. Estoy bajo el cuidado de Mu. Pero digamos que el señor Shion es...

―¿Tu abuelo?

―Sí. Eso es.

―No te imagino con dificultades con la lógica, entonces. En un descuido, acabas de Patriarca en el largo plazo.

―Espero que no. El señor Shion está siempre ocupado. Y en cosas serias. No me hace gracia la posibilidad.

―Ya. Y entonces, ¿cuál es tu problema con tus estudios?

―No entiendo del todo la lógica simbólica. Saga ha intentado explicarme, pero... no lo hace muy bien.

Monsieur Obscurité, como lo llamas tú, sonríe de manera casi imperceptible. Kiki toma la sonrisa al vuelo y su expresión taimada de duende travieso le domina el rostro.

―¿Sabes álgebra?

―¡Claro! ¡Es facilísima!

―Pues la lógica simbólica es como el álgebra: cada proposición debes representarla como variable. Y los símbolos, te indican la operación que debes ejecutar con tus variables, ¿me explico?

Kiki abrió la boca, genuinamente sorprendido. Luego se tomó el mentón, cavilando lo que acababa de escuchar.

―Ah. Entonces, ¿puedo hacer una operación a base de proposiciones?

―Sí. ¿Tienes un cuaderno, para mostrarte?

Veo que Kiki recupera una libreta con la que pretendió seguirle la explicación a Saga y se sienta en un escalón, junto a Hades.

¿Habrá sido así el Señor del Inframundo con Kyría, en algún momento del pasado remoto?

Kyría conversa con Mu y Shaka antes de tomar la mano de Poseidón para apartarse unos pasos con él. Aún me molesta que el tipo pase tanto tiempo aquí, como si no tuviera su propio templo y sus propios asuntos qué atender. Pero Kyría es tan feliz, que no me atrevo a mostrar mi desagrado... que por lo demás, es del dominio público.

Hay una mesa provista de copas de vino y bocadillos. No es todavía mi celebración de cumpleaños, pero digamos que estamos en el preludio de ella.

―¡Ah, ya estás aquí, Milo! ―ha exclamado Kyría, con su amoroso entusiasmo de siempre, al verme― ¡Anda, acércate, para que esperemos el saludo de Antares! Cuando Escorpio dé su beneplácito, iniciará oficialmente tu festejo. Que será mañana por la tarde, por supuesto.

―Mientras eso sucede, señor escorpión ―dice Poseidón con una sonrisa torcida en los labios―, será de buen gusto que nos acompañes a celebrar tu existencia. Ven por una copa: brindemos por ti.

No es que me sienta entusiasmado, pero creo que, como acaba de decir... ¿cómo lo llamas? Monsieur Tsunami ? Bueno, pues como dice don Maremoto, será de mal gusto rechazar un brindis.

―Agradezco su cariño y acompañamiento, en verdad.

Pretendo que mi discurso sea firme, pero se me escucha un balbuceo. Quiero explicarles lo mucho que aprecio su deferencia ahora que mis ánimos están por los suelos... pero ¿para qué aguarles el espíritu? Sonrío lo mejor que puedo y continúo con mis palabras torpes.

»Y pues... nada... que soy muy afortunado de que sean ustedes mi familia. Gracias...

Veo un brillo de melancolía en los ojos de Kyría. ¡Oh, Kyría! Lo que daría porque no estés preocupada por mí. Pero, ¿es realmente posible ocultarte mi desasosiego?

Te sonrío con toda la alegría que puedo reunir, Kyría, y tú me sonríes es respuesta. Me extiendes la diestra, que no dudo en tomar, y la llevo a mis labios.

―¿Brindamos, Milo? ―dices, mientras me ofreces una copa.

―Como quieras, Kyría. ¿Tú diriges el brindis?

Me miras con serenidad, pero sé que no he dicho lo que deseas escuchar. Ah, Kyría. En verdad, no estoy de ánimos para fiestas. Pero me esfuerzo por ti, ¿entiendes? No me atrevería a rechazarte una sola atención después de los días que hemos vivido en el pasado inmediato.

―¿No quieres ser tú quien brinde, Milo? ¿No quieres ser tú quien enuncie tu buena fortuna?

Guardo silencio. No pretendo que sea ominoso, pero justo eso consigo. Aunque tu gesto no se turba, Kyría, veo en tus ojos una tristeza que no puede esconderse del todo. Sabes, aunque yo no lo diga abiertamente, que tengo miedo de mis propias palabras.

En los últimos días has visto cómo me he vuelto parco. Conoces de sobra la razón, y aunque la respetas, sé que te gustaría que fuera el mismo tipo de siempre, que no se contiene para decir la primera tontería que le viene a la cabeza.

No puedo. No me atrevo.

―Me sentiría honrado de que tú brindes, Kyría.

―De acuerdo ―respondes con llaneza.

Poseidón hace tintinear su copa con una cucharilla para el postre. Todos quienes escuchan empiezan a acercarse. Para cuando me doy cuenta, estamos rodeados de una respetable multitud.

Siento una mano alborotándome los cabellos: es Aiolia, que me sonríe de esa manera prístina que sólo es suya. Marín, a su lado, me dedica una mirada bondadosa.

El brazo derecho de Kanon me rodea los hombros y me estruja con cariño. Rhadamanthys me dedica un gesto amable con la cabeza y toma la mano izquierda de nuestro gemelo renegado. Quiero reírme de la posesividad de Wyvern, pero se lo tomará a mal. Y sé que Kanon se comporta exactamente igual con él.

Hay mucha gente, Keltos. Mucha. No sólo están nuestros hermanos, Shion y Dohko.

Kyría ha invitado a participar de esta celebración a todos los integrantes de su ejército que se encuentren en el Santuario. Están las amazonas y algunos de nuestros hermanos de la orden de plata. Está Misty, ¿tú crees? Lo acompañan Auriga, Cerberus y Perseus.

También vino Albiore, sospecho que para ver a June y Andrómeda, quien no se separa de Cisnito.

Krishna, Sorrento e Isaac forman un pequeño grupo que conversa con Aldebarán y Shaina. Vinieron los jueces, que sólo se mezclan con Kanon.

Y también están, por supuesto, el Señor de los Maremotos y el Tío Gótico de nuestra damita.

¿En qué momento nos convertimos en una familia tan... variopinta?

―Acérquense, queridas y queridos, por favor.

Con un gesto, Kyría nos invita a todos a tomar una copa de la mesa. Cuando Kiki se acerca, Mu lo toma de la mano y le lanza una mirada de advertencia. El muy truhán sonríe, travieso, y le dice:

―¡Vamos, maestro Mu! ¡Sólo será un sorbo!

―No, señor. Tú brindarás con agua...

―¡Pero maestro! ―se emberrincha el aprendiz de borreguito.

―Dale, dale, Mu; vos dejá que el pibe beba ―interviene Albiore, con una sonrisa cómplice en los labios―, comprendé que el pendejo quiere probar. ¡Vos aflojá! ¿Vos sabés que brindar con agua es de mala suerte? *

Mu tiene el desacostumbrado gesto de fruncir las cejas. Es un hecho que le quiere responder una gracia a Cefeo, pero se contiene.

―¿Tú permitías que tus aprendices bebieran cuando eran menores de edad? Me haces poner en duda tu impecable fama de maestro...

―Vos sabés que podés hacerle la gauchada al pibe, carnero y tranquilizate, chabón. ¿Cuándo bebería con los pendejos, si todo se fue a la miércoles antes de nada? *

Athena disimula una mueca de exasperación: interviene antes de que estos dos se trencen en una retahíla que acabará en golpes.

Ambos, Mu y Albiore, se dedican miradas un tanto torvas, pero recobran la buena actitud y siguen con lo que hacían antes de hacerse de palabras.

―Pedí que trajeran sidra sin alcohol también, querido Mu. No te preocupes: Kiki no beberá nada que le haga daño, ¿verdad, pequeño?

Veo el gesto de Kiki contraerse un poco ante las palabras de Kyría: la mira hacia abajo, porque es más alto que ella. Luego, su rostro se ilumina con una de sus sonrisas tiernas (más escasas que las pícaras) y acepta la copa que nuestra diosa le ofrece. Hace una reverencia grácil y se aparta un par de pasos.

Lo escucho lamentarse un poco.

―Creí que yo también sería parte de la celebración. Claro que es bonito ver a Escorpio encenderse pero...

―¿Encenderse?

Es Shaka quien se hace oír, porque si pregunto yo, moriré de risa.

»¿Encenderse, Escorpio? ¿Te das cuenta, duende del mal, que Escorpio es una constelación? ¿Que está configurada con estrellas y no con bombillas?

―Sí, sí, ya sé que son estrellas y no foquitos... ¡Pero qué malhumoroso eres, Shaka!

Nuestra virgen que ya no es virgen tuerce la boca, con evidente enfado.

Anda, Shaka, no me decepciones e invoca el Tenbu Hōrin: ya quiero ver a Kiki sufriendo la pérdida del primer sentido.

»Justo por tus modos le digo a mi maestro que tiene un pésimo gusto, que debería buscar una pareja menos neurótica. Me extraña que esté contigo, si ha recibido el hermoso ejemplo de mis abuelos...

Ahora no es sólo la boca: se le salta una vena en la sien.

¡Vamos, Shaka, te estás tardando! ¿Dónde están los Seis Samsara? ¡Pérdida del segundo sentido!

»Mi maestro Mu es tan tratable y tú... ¡eres un limón! No lo mereces...

Oh, bueno. Ahora sí podemos despedirnos del borreguito menor: ¡pérdida del tercer sentido! ¿O no...?

―Silencio, duende...

La voz de Shaka chirría entre dientes. En serio lo ha irritado el pequeño necio.

―No soy duende, soy Kiki. Tu hijo postizo... ¡Iughhh, qué horrible! ¡Maestro, exijo que me busques un mejor padre de relevo! ¡Éste no me gusta!

Veo que Mu se ríe sin mucha discreción y que Shaka echa chispas por los ojos.

En serio, no puedo evitarlo, Keltos. Antes de que me dé cuenta, ya solté la lengua.

―Caray, Shaka. Por mucho menos que esto nos quitabas los cinco sentidos. A mí alguna vez me dejaste ciego, sordo y mudo... Te has ablandado...

―Lo han ablandado a cogidas.

Shaka, Mu, Kiki y yo hemos vuelto la mirada a la fuente de esa voz. Ha sido Krishna de Chrysaor, que ha hablado sin inflexiones en la voz. Y sin miramientos.

¿Y éste? ¿A qué hora abandonó a su pandilla original para venir a dar con nosotros?

Parece que hubiera comentado el clima. ¿De dónde ha sacado este tipo tremenda desfachatez? Yo lo hacía solemne como sepulturero...

Ahora será solemne como cadáver.

―¡No retes mi paciencia, Chrysaor! ¡Mira que te tengo consideración por nuestra cultura común... y porque no quiero una nueva Guerra Santa!

―Ah, vaya. Pues no quise ofenderte. Aunque no he dicho más que la verdad. Y la verdad no debería ofender a nadie, dicho sea de paso...

Antes de que sea Krishna quien pierda los sentidos, Kyría llama nuestra atención de nuevo haciendo tintinear su copa.

Estoy seguro de que Shaka se ha tenido que autoaplicar el Rikudou Rinne para no matar a tarascadas a Krishna.

―Acérquense, queridos y queridas. Dentro de escasos minutos será 8 de noviembre, el aniversario de nuestro Milo. Escorpio lo honrará brillando más que de costumbre, y nosotros lo acompañaremos a contemplar su merecido homenaje.

Kyría levanta su copa. Con ella levantamos las nuestras, incluyendo a Poseidón y a Hades, un poco alejado.

»Que tu vida sea venturosa, Milo queridísimo. Que siempre tengas amor para dar y para recibir. Que tu camino y el de tus amores sea el mismo. Y, aunque sé que en estos momentos sólo ves nubes en tu horizonte, debes saber que la felicidad está más cerca de lo que te imaginas.

―¡Salud! ―dice, entusiasta, Poseidón.

Escucho que todos corean en respuesta. Kyría entrechoca su copa con la mía y todos bebemos unos sorbos.

Y cuando volvemos los ojos al cielo, para mirar a Escorpio destellar...

Hay nubes.

Nubes repentinas.

―¡Hey! ¿Quién apagó Escorpio? ―se desgañita mitad en serio y mitad en broma Kiki―. ¿Ya ves, padre postizo? ¡Aunque esté conformada por estrellas, a Escorpio le acaban de cortar la electricidad!

―¿Qué broma es esta? ―masculla Poseidón de mal humor.

Pero Kyría está quieta. Y serena. Y una sonrisa sutil se le dibuja en su boca de nena bonita.

En el momento en que ella sonríe, yo ya he tenido el signo claro de lo que sucede.

Un viento helado hace bailotear el faldón de mi camisa. Me alborota el cabello.

Acaricia mi rostro.

¿En serio eres tú, mon coeur?

Por si hay dudas de ello, el viento se vuelve más constante y gélido. Veo a nuestros hermanos abrazarse a sí mismos por instinto. Y a quienes aman.

Shaka y Mu miran como hipnotizados el torbellino de nieve, al principio sutil y luego poderoso, que se forma frente a mí. Shaka, que tiene a Mu abrazado por la cintura, estrecha a Kiki contra sí, sin darse cuenta y para protegerlo.

De un momento a otro hay copos de nieve sobre todos nosotros. Está nevando.

Y apareces tú.

Tú. Glorioso e inasible, como eres ahora.

Tú, disgregado, insinuado por los millones de briznas heladas que bailan al son del viento.

Que bailan contigo, mi amor.

La nieve revolotea, como si fuera una miríada de mariposas.

Mariposas de hielo.

Y forman tu figura, danzante. Cambiante.

Tu cabello, que aún no es tal, flota en la corriente de aire. Tu rostro añoradísimo se forma y me sonríe.

Tus dedos de viento y agua me tocan apenas la piel de la cara.

Estoy tan feliz y sorprendido.

Estás aquí. En tu presencia de viento. De hielo.

Por un momento te materializas. Un segundo apenas.

Sonríes.

Y musitas algo que sólo yo escucho.

Luego te vuelves nieve otra vez.

Y te disipas.

Igual que las nubes.

Que el frío.

Y, de nuevo, ahí está Escorpio. Antares, la bella. Brillando furiosa. Suntuosa.

En mi honor.

Qué regalos tan inmerecidos acabo de recibir.

Hay silencio, apenas roto por el leve soplo del viento.

Siento una presencia junto a mí. Es Hades. Observa melancólico el camino en descenso que marcan las escaleras de las Doce Casas.

Me mira y una sonrisa muy tenue se le dibuja en los labios.

¿En qué momento nuestro viejo enemigo se ha convertido en soporte?

―Deberías reunírtele. Los ciclos... son rigurosos consigo mismos. No es regular que Bóreas se salte el deber por un afecto personal.

―¿No... no lo es?

―No. En absoluto.

Aún mira con un dejo de tristeza el camino que baja.

»Aprovecha el momento, Milo. Y atesóralo. Ésto es amar a un dios cíclico. El tiempo compartido... es lo que te da fuerza para soportar la ausencia. Para soportar la sequía.

Sin decir una palabra más, me quita la copa que aún sostengo en la mano y se retira unos pasos. Kyría me sonríe.

Nuestros hermanos me sonríen.

Yo mismo sonrío como idiota.

―Mu. Shion. Por favor...

―Nadie pasará por Acuario, Milo ―me responde Shion―. Teletransportaremos a quienes necesiten llegar a sus templos.

―O sea, a todos ―gruñó Angelo―. Bueno, Shura y yo podemos quedarnos en Piscis.

―Ni de chiste quiero escuchar lo que pasará esta noche en Acuario ―refunfuñó Afro―. Nos vamos a tu templo.

Una alegre algarabía se levanta alrededor. Escucho frases sueltas de nuestros hermanos que discuten dónde pasarán la noche. Cisnito y Andrómeda se sientan en las escaleras para observar las estrellas de Escorpio. Están tomados de las manos. Kraken conversa, algo desinteresado, con Sorrento.

Aiolia me alborota el cabello y me da las buenas noches. Los veo a él y a Marín retirarse con rumbo al refugio de las amazonas.

Volteo un momento para ver a Kyría y me hace con la mano la señal para que me retire.

No espero más.

Empiezo a descender las escaleras.

Hacia Acuario.

Hacia ti.

Oh, mi amor. Estoy tan sediento de ti.

Quiero saciarme.

Y que te sacies.

Quiero que la sequía se termine. Que no vuelva nunca.

Pero no sucederá.

Así que, como Hades acaba de decirme: Carpe diem.

Aprovecharé el día. La noche.

Y mañana... mañana me quedará el gusto de la miel de tus labios.

No pido más.







En el Templo de Acuario reinan las sombras. No hay luces encendidas que faciliten el acceso: un extraño se dará de bruces con alguna columna, o no medirá la distancia y se sentirá perdido en sus recovecos.

Para mí, sin embargo, son amigas benévolas.

Hace tiempo que Acuario es también mi morada.

Me atrevo a decir que lo es desde que iniciamos esta travesía que es nuestra vida en común, con sus días felices, sus días amargos y aquellos que, con mi intervención, han sido peores.

En los últimos años, y más en las últimas semanas, se ha vuelto mi casa todavía más que mi propio templo. Es aquí donde estudio, donde he pasado mis horas en tu compañía.

Donde te esperaba cuando ibas a Siberia, a entrenar con tu padre y nuestros niños.

Donde pasé, bajo tu cuidado, mi recuperación.

Tu cama es mi cama.

El sucedáneo con el que invoco en mi memoria el perfume de tu piel.

Mis pasos resuenan leves, acogidos por estos rincones que también me pertenecen.

Hay música sonando en tu estudio. Supongo que lo primero que has hecho al llegar es ir por tu vejestorio y echarlo a andar.

¿Te he dicho que casi lo he tomado como de mi propiedad? Lo sé, es de mal gusto por mi parte, porque yo te lo obsequié. Pero es uno de mis nexos más fuertes contigo.

Cuando escucho tu música desde tu viejo reproductor, te siento más cerca.

Me quedo en el dintel, en la entrada de tu salón de baile.

Las penumbras están rotas por la luz clara de la luna, que se filtra en los ventanucos y se fragmenta en los espejos.

Ahí estás, en el centro del salón.

Tu padre dijo una vez que ta maman, i mitéra sou, era una sílfide cuando bailaba. (1)

¿Cómo puedo describir lo que veo ahora mismo?

Te he visto dos o tres veces convertido en gigante. Fugazmente.

Como si fueras una alucinación de la que no debo fiarme.

Para mí, aún eres el ser bellísimo que me hechizó desde que éramos pequeños.

Etéreo. Perfecto. Inasible. Como el viento susurrante.

Ahora lo sé, como en una revelación: siempre has sido brisa.

Eso eres ahora.

El chico esbelto y esculpido en mármol, con la cabeza coronada de hilos de rubí y diamante.

Vestido tan sólo de tu piel incomparable.

Desnudo.

Glorioso.

¿Cómo puede el marfil cobrar vida en tu piel, en tu carne inefable, cuando te mueves?

¿Cómo es que cobra tibieza el hielo para dar lugar a ti, a todo lo que eres?

Las pecas que te salpican son como estrellas en el cielo.

¡Ah, mi galaxia amada! Llevas los astros en el cuerpo, bocetados por el artista más talentoso del universo.

¿Encontraré diseñadas las constelaciones en tu piel si las busco?

Te mueves como un junco acariciado por el céfiro.

Has generado un asta de hielo flexible, que baja desde el techo: algo que oscila entre cuerda y barra.

La usas para bailar alrededor, tomado de ella.

Giras. Te flexionas. La trepas. Te enredas en ella.

En este momento, eres tantas cosas a la vez: atleta, bailarín, manchón de agua, soplo de brisa.

Eres un sortilegio hecho carne.

Diente de león levantado por la corriente de aire, llevado a la deriva, hacia su destino final. Así pareces flotar.

Enredas tus piernas celestiales en la barra y giras de cabeza.

No hay esfuerzo en tu danza. Te limitas a ser.

Eres movimiento.

Me miras a través de tus pestañas, de tus cabellos que caen como lluvia.

Tus ojos de zafiro y tus labios de grana me sonríen.

Todo tú, con tu alma, tu piel, tu cuerpo por entero, me saludas.

¿Qué puedo hacer, sino responder a tu invitación?

Me aproximo un par de pasos: una de tus piernas está trabada en el asta, apuntando hacia el techo, mientras la otra se abre en un perfecto ángulo llano, hacia el piso.

Tu mano izquierda se estira hacia arriba, intentando alcanzar la punta de los dedos de tu pie, y tu torso ondulante se eleva.

Te prendes de la barra con la mano y tu pierna se desliza hacia abajo, acompañando a la otra: ahora doblas ambas piernas y parece como si estuvieras sentado en el aire.

Te cuelgas con ambas manos de la barra y mantienes tu tronco derecho, como el asta de una flecha: abres las piernas en una perfecta uvé.

Vuelves a enredar tus piernas, ondulantes como serpientes. Giras, cabeza abajo, y me miras desde una espiral que me hipnotiza.

Qué seductor eres, mon coeur.

Chouchou.

Agápi mou. (2)

Pones un pie en el suelo.

Con la misma delicadeza con que una mariposa descansa en un pétalo.

Sueltas la barra. Y en ese momento se desvanece.

Se evapora.

―Chrónia pollá... Joyeux anniversaire... Mon coeur. Mon amour. Mon soleil... (3)

Y tu voz es una caricia que me roba el aliento.

Que me debilita las piernas.

Estoy... aturdido de felicidad. Juro que me desmayaré.

Y cuando estoy esperando el golpe de mi masa contra el piso, cuando espero mi desfallecimiento, lo que siento es mi cuerpo chocando contra el tuyo, desesperado. Hambriento.

Mis labios degustan los tuyos con urgencia.

Mis dedos se enredan en tus cabellos. Acarician tu rostro, delinean tu nariz y tu mentón.

―¡Viniste! ¡Viniste, mon coeur! ¡Creí... creí que te vería hasta el invierno!

Je suis là, je suis là ! Je ne pouvais pas me permettre de ne pas être avec toi ! (4)

Te beso. Paso las manos por tu cuerpo en una caricia impaciente, que desearía no terminara jamás. Tu piel se estremece, se pone de gallina, tiembla.

Un gemido ronco se escapa de tu garganta. Reverbera en el interior de mi boca.

Me enardece.

Te levanto un poco y entiendes al momento. Me enredas las piernas en la cintura.

Mis manos se van sin que me entere apenas sobre tu trasero sublime. Jadeas al sentirlas.

―¡Bájame, mon soleil! ¡No quiero que te esfuerces!

Ni loco voy a bajarte.

Te tengo arrinconado contra los espejos de la pared. Mis labios se dirigen por cuenta propia a tu cuello exquisito. Lo pruebo primero con besos, y tu suspiro me calienta la sangre.

Más de lo que ya estaba.

Así que mis dientes trazan el trayecto de tu garganta hacia tu pecho.

Estrujas mi cabello y sostienes mi cabeza. La diriges hacia la clavícula: sé que eres sensible en esa zona, así que te mordisqueo con suavidad.

Ahhh, Hellenoi ! Mon coeur, mon coeur...

Te aferras a mi cuerpo con brazos y piernas. Y yo te estrecho también, en respuesta.

No han sido más que unos días. Pero te he extrañado tanto.

Quiero establecer un paralelo con nuestras separaciones en el pasado, que llegaron a durar meses.

Cuando recién empezaste a entrenar a Isaac y a Hyoga, pasamos casi un año sin vernos.

Nueve días, chouchou. Keltos. Nueve días.

Y me han sabido a condenación.

Siento cómo tus piernas enloquecedoras abandonan mi cintura. Tus pies se afianzan en el piso.

Acaricias mi rostro con tus dedos de alabastro. Los retengo con mi mano y los llevo a mis labios, para besarlos.

Luces como siempre.

Tus uñas lacadas en rojo. Tus pómulos que han sido lienzo de un pintor abstracto, salpicados de pecas.

La cicatriz de tu cirugía, asomándose tímida desde tu cuero cabelludo.

La beso con parsimonia y dejas que tu aliento se deslice, lánguido, desde tu boca deliciosa.

―¿Cómo es que sigue ahí...?

Mis manos se demoran en tu cara. Te hago alzar un poco el mentón para devorarlo lentamente. Gimes con sutileza.

―Siempre... siempre seré el mismo para ti... ya te lo he dicho...

Es cierto... incluso eres un poco más bajo que yo... como antes de que tu padre te entregara su legado.

Mi amor. Mi amor...

Mis dedos se deslizan por tu torso, reconociendo el territorio que les pertenece.

Acarician tu pecho. Viajan al sur.

Encuentran el remanso que he añorado con desesperación.

Suspiro satisfecho.

―Me has traído un regalo ―digo lascivo.

Ah, mon coeur. Siento decepcionarte. Yo soy tu regalo...

Lo dices con un tono de disculpa que no viene a cuento.

―Eres todo lo que quiero. Todo. Para la vida entera. No quiero más regalos que tú mismo...

Abres los ojos sorprendido y tus mejillas de melocotón se colorean un poco.

Dioses. Eres tan tierno.

¿Quién se creerá que eres el viento furioso? Yo no, por cierto.

―Vamos a la cama, mon coeur. Vamos, para que tomes tu regalo.

―Ah, sí... ya ardo en deseos de que me devores...

Quoi ? Eh bien non, mon amour... C'est ton tour. La dernière fois, c'était moi. C'est à toi. (5)

Cierto. La última vez tú me hiciste los honores. Es mi turno.

Mi turno.

Y mi cumpleaños.

Acerco mi rostro al tuyo, sin llegar a tocarlo. Cierro los ojos. Paso mi nariz por tu cabello, para deleitarme con su aroma.

Huele a ti, a tu fragancia. Y a musgo. A pino. A prímulas. A narcisos.

Te siento erizar cuando mis labios finalmente se posan sobre los tuyos. Deslizo mis dedos a tu entrepierna. Jadeas contra mi oído.

―Vamos a la cama. Pero primero, baila un poco más para mí, ¿quieres?

Una sonrisa tímida se insinúa en la línea elegante de tus labios.

―¿Bailar... te? Como... ¿Como un striptease? Es... ¿una nueva parafilia o algo así...?

Las risas de ambos son la respuesta a tu pregunta, y resuenan en los rincones del estudio, como si fueran trinos de aves.

Sonrío como idiota.

No lo había pensado. Tal vez sí sea una nueva parafilia.

―No lo sé. Depende de cómo lo hagas.

Bajas un poco la mirada, entre apenado y lascivo. ¿Qué estás pensando?

―Bien. Iré a vestirme, a ponerme las zapatillas.

Estás de broma, ¿verdad?

―Oh, no... por ningún motivo. Así, como estás... dame el placer de verte bailar desnudo. ¿No bailabas así hace un momento?

Mon soleil... Estaba reconociendo mi estudio mientras te esperaba... Estaba calentando...

Sé que mi sonrisa es descarada, porque así me siento: descarado. Acaricio tus labios con mi pulgar, los separo un poco. Te beso con parsimonia, deslizando mi lengua hacia la tuya. Mientras profundizo el beso y me veo premiado con un suspiro húmedo, mi otra mano ataca tus bastiones y estruja lentamente el largo de tu sexo.

Un gruñido que asemeja el de una fiera en acecho es la respuesta a mis avances. Cuando hablo, es un jadeo y no mi voz firme lo que se escucha.

―Sí, sí, chouchou. Mon coeur, mon amour... Doy fe de ello. Me calentaste un montón.

Tus dedos aferran mi nuca y me estampas un beso posesivo, violento. Acabas de perder la timidez. Sonríes con una seguridad que desarma. Con altivez. Con sensualidad. Con lujuria.

Me deseas. Tanto como yo te deseo a ti.

Permites que tu mano se arrastre desde mi nuca por mi cuello, mis hombros, mi pecho. Me arrancas un suspiro febril.

Das un paso atrás. No separas tus ojos de los míos.

Te alejas del espejo. De la barra. Tomas postura de inicio.

―Elige la música, s'il te plaît.

Y te quedas así, con un pie asentado firmemente en el suelo y la otra pierna flexionada, sin esfuerzo. En espera.

Tus brazos elegantes, forman un arco lánguido sobre tu cabeza. Cierras los ojos.

Escuchas el silencio a la caza de una melodía que te guíe.

Voy pasando de canción en canción con el botoncito de tu MP3, de tu reliquia. Veo desfilar los nombres en la pantallita.

Hago mi elección. Y en cuanto pulso el inicio, mis ojos se clavan en tu silueta.

Las contundentes notas de un piano se dejan oír en el estudio. No son demasiadas, porque el prólogo es corto.

Antes de que las palabras se deslicen desde la bocinita, tú ya estás bailando. Grácil, como hoja llevada por el viento.

"What would I do without your smart mouth?

Drawing me in, and you kicking me out

You've got my head spinning, no kidding, I can't pin you down

What's going on in that beautiful mind?

I'm on your magical mystery ride

And I'm so dizzy, don't know what hit me, but I'll be alright

My head's under water

But I'm breathing fine

You're crazy and I'm out of my mind"

Tus pies se deslizan sobre el piso de una manera tan suave, que no parece que estén tocándolo. Tus manos dibujan un intrincado arabesco sobre tu cabeza y se desplazan, sinuosas, hacia tus piernas, sólo para volver a subir.

"'Cause all of me

Loves all of you

Love your curves and all your edges

All your perfect imperfections

Give your all to me

I'll give my all to you

You're my end and my beginning

Even when I lose, I'm winning

'Cause I give you all of me

And you give me all of you, oh-oh"

Giras sobre ti mismo. Realizas una rutina clásica que te conozco de años. Pasos básicos que se van complicando cada vez más: círculos, arabescos, cruzados. Sin que haya aviso de por medio, empiezas una serie de cabriolas y piruetas que derivan en jetés.

No hay orden. Al menos, no uno que yo pueda rastrear. No soy experto en ballet. Aunque quiero pensar que soy experto en ti, y sé que bailas como lo dicta tu inspiración. La música que te he elegido no tiene nada qué ver con la que tú acompañarías una práctica.

Y aun así, luces majestuoso, como siempre.

Entre giros y saltos, tu sonrisa prístina se asoma por entre la cortina de tus cabellos. Extiendes una mano y me invitas a acercarme.

¿Cómo podría desoír un llamado tuyo, mi amor?

"How many times do I have to tell you?

Even when you're crying, you're beautiful too

The world is beating you down, I'm around through every mood

You're my downfall, you're my muse

My worst distraction, my rhythm and blues

I can't stop singing, it's ringing in my head for you

My head's under water

But I'm breathing fine

You're crazy and I'm out of my mind"

Antes de detenerte ante mí, efectúas un último salto, todo gracia y potencia: los brazos extendidos, uno hacia el frente y otro hacia atrás; las piernas en tijeras, abiertas casi por entero.

Tomas tierra con elegancia absoluta. Tus piernas, flexionadas, alcanzan la verticalidad; uno de tus pies está grácilmente plegado detrás del otro, de manera que permaneces un poco inclinado, como haciendo una breve reverencia.

Tus brazos permanecen extendidos, una mano hacia atrás y la otra, hacia adelante, aletea suave hacia mi rostro: me acaricia. Entonces levantas la vista y me sonríes: eres todo seducción.

»Qu'est-ce que tu veux, mon soleil ? Que désires-tu ? Dis moi et je le ferai pour toi... (6)

No digo una palabra: estoy embobado. No puedo despegar los ojos de ti: de tu mirada brillante y tus músculos tensos. Parece como si no estuvieras haciendo la gran cosa, pero...

Mi amor... mi amor...

―Pareces una estatua de Fidias ―te digo sin darme cuenta, como idiota―. Una escultura viviente...

―¿Una estatua...? ―repites con voz acariciante. Sonríes y tu gesto me estremece, porque es inocente y lúbrico a la vez―. C'est ça que tu veux ? Une sculpture ? (7)

"'Cause all of me

Loves all of you

Love your curves and all your edges

All your perfect imperfections

Give your all to me

I'll give my all to you

You're my end and my beginning

Even when I lose, I'm winning

'Cause I give you all of me

And you give me all of you, oh-oh

Give me all of you, oh

Cards on the table, we're both showing hearts

Risking it all, though it's hard"

Tu brazo derecho se desplaza en el aire con una naturalidad que hipnotiza y lo detienes a la altura de tu hombro. El izquierdo, en cambio, se extiende hacia las alturas. Tus dedos permanecen en reposo, como aletargados, con las yemas apuntando hacia el suelo. Tu pierna derecha se ancla firme en el suelo, y la izquierda se eleva, recta y perfecta, hacia el techo.

Tu impecable desnudez me lo roba todo: las palabras, el raciocinio, el aliento.

La línea de tu torso, un poco inclinado hacia un costado, forma una deliciosa curva que alcanza la perfección en tu cuello. Tus ojos permanecen cerrados y una sonrisa tenue asoma a tus labios. Tu barbilla se levanta, orgullosa.

Quiero decirte algo provocador. Algo inteligente. Pero de mis labios brota un balbuceo.

―¿Amor...? Mon coeur... ? ¿Qué... qué haces...?

No contestas. Pero tu sonrisa se extiende un poquito más.

Aguardas.

Y yo, que no sé qué hacer, o por mejor decir, lo sé a la perfección, me acerco un paso hacia ti, de manera que tu mano preciosa roza uno de mis hombros.

No te mueves. En absoluto.

Eres una bellísima, adorable estatua.

Perfecta. Deseable.

Me aventuro un poco en tu inmovilidad. Acaricio tu rostro de mármol con mi diestra. El hálito candente de un suspiro choca contra mi piel.

Mi escultura vive.

Y mi piel... Mi piel hierve.

»Mon coeur, mon amour... Quiero que sepas... que te ves bellísimo. Que siempre eres, has sido y serás lo más hermoso que mis ojos contemplarán... Pero justo ahora... Mi amor... Estás sacando al pervertido que vive en mí...

Tus párpados siguen velando tus ojos divinos. Tus labios no articulan una sola palabra. Pero igual te escucho.

Tu voz resuena, leve, en lo recóndito de mi consciencia.

"J'y compte. Avec révéler ton côté pervers." (8)

Apenas lo dices y mis manos han cobrado vida.

Se deslizan por tu cuello flexible y lo acarician. Voy siguiendo con el dedo índice el camino de tus venas, de tus tendones. Otro suspiro lánguido es el premio de mis haceres.

Me vuelvo más osado. Mi mano viaja por tu pecho y se dedica a dibujar el contorno de tu pezón. Con mi brazo izquierdo ciño tu cintura. Permaneces inmóvil, pero siento que tu epidermis anhelante vibra y eso me excita.

Mis caderas, vestidas, se rozan con las tuyas, desnudas.

Ambos temblamos. Un jadeo suavísimo se gesta en la profundidad de tu pecho. No puedo evitarlo: no quiero. Otra vez estoy acariciando tu hombría enhiesta mientras mordisqueo el lóbulo de tu oreja.

Siento cómo casi sucumbes, pero te mantienes quieto.

Con movimientos seguros, te abandono un momento para deshacer el ajuste de la hebilla de mi cinturón y abro los botones de mis pantalones.

Caen al piso, desmayados, con mi ropa interior. Los aparto con un breve movimiento de mis pies.

Mi brazo izquierdo vuelve a tus caderas, las rodea. Mi mano baja para modelar la suave sinuosidad de tus glúteos. Son tibios y su redondez calza con exactitud en el hueco de mi palma. Los estrujo un poco mientras mis labios se posan a la altura de tu esternón.

Recorro con mi nariz tu garganta, en ascenso. Sigues inmóvil, pero veo que tus pestañas se estremecen por un instante.

Beso tu mentón. Llevo mi mano derecha a tu rostro y lo perfilo. Introduzco mi lengua en tu boca y te arranco un gemido profundo. Cuando corto nuestro beso, acaricio tus labios con mis dedos: los saboreas con tu lengua y los succionas con sensualidad.

He sido yo quien ha pretendido seducirte con ese gesto, pero eres tú quien me derrite.

En ningún momento abres los ojos. En ningún momento pronuncias palabras.

Dejas que mis dedos inquietos escapen.

Y buscan otro refugio.

Tus párpados se abren de golpe y contemplo tus zafiros. Te estrecho con más fuerza: aunque permaneces inmóvil, el vaivén de mis caderas permite que nuestros sexos se encuentren. Un rubor suavísimo se apodera de tu piel y jadeas con dulzura para mí. Mi mano izquierda acaricia tu espalda mientras los dedos de mi diestra hurgan en tu interior.

Tus rodillas se debilitan.

Ni así relajas tu postura.

Pero es imposible que tu cabeza no dé vueltas. Cierras los ojos y la dejas caer suavemente hacia atrás, confiado en que te sostengo.

Tus gemidos son un acompañamiento perfecto para la canción.

"'Cause all of me

Loves all of you

Love your curves and all your edges

All your perfect imperfections

Give your all to me

I'll give my all to you

You're my end and my beginning

Even when I lose, I'm winning

'Cause I give you all of me

And you give me all of you

I give you all of me

And you give me all of you, oh-oh"

"Abre los ojos, mi amor, mon coeur... Déjame ver los zafiros en tus pupilas mientras te hago delirar..."

Obedeces y me miras, todo rubores y estremecimientos. Los jadeos y suspiros que escapan de tus labios me enloquecen.

―Milo... ―musitas lánguido, en un ronroneo sensual.

"¿No me abrazas, mi amor? ¿Qué debo hacer para que me abraces, para que me acaricies...?"

Cuando retiro mis dedos frunces un momento las cejas, en muestra de contrariedad.

"¿Qué sucede, mi amor? ¿Hay algo que añores?"

"Oui mon amour... Oui. Toi. C'est toi qui me manque, dont j'ai besoin..." (9)

"Aquí estoy, mon coeur... Aquí estoy, para ti..."

Una exclamación de azoramiento escapa de tus labios cuando me sientes llegar, cuando te embisto con la fuerza y el hambre que he acumulado en estos escasos días de abstinencia.

Y luego, no es un gemido, sino un grito de sorpresa lo que tu boca, abierta en una perfecta "o", ha soltado sin pudores.

―¡Milo...!

Y ya no puedes mantener la inmovilidad.

Tus brazos se aferran a mis hombros y cuando tratas de bajar la pierna, la atrapo con mi diestra y la mantengo en el aire. Te retuerces contra mí, desesperado por liberarte.

Milo ! S'il te plaît... ! ―gimoteas en un tono que bordea el éxtasis, la enajenación.

Dioses... Cómo me calientas con eso...

―¡Ah, mi amor! ¡Pídemelo de nuevo, pídemelo de nuevo...!

Pero no hay nada que puedas pedirme porque me estoy comiendo tus labios, y los gemidos que hacen eco en el estudio son los de ambos.

No sé cómo ha sucedido, pero te tengo recargado contra la pared de espejos mientras te embisto una y otra vez. Si bien he mantenido tu pierna levantada, la otra ya no está afirmada en el suelo, sino alrededor de mi cintura.

Ah, mon soleil... mon soleil ! Baise-moi, baise-moi si fort ! Je t'en prie...! Je t'en prie...! (10)

―¡Sí, mi amor! Comme tu aimes, mon amour, comme tu aimes...! (11)

Te siento... Es imposible no sentir el estremecimiento de tu carne, que repercute en la mía.

Tu piel, aunque conserva su blancura marfileña, se vuelve ígnea y me quema al contacto. Siento tus entrañas contraerse, devorarme, estrujarme. Veo que permites a tus párpados ocultar tus ojos, pero tomo tu barbilla y te obligo a mirarme.

Cuando ese gemido desgarra tu garganta y libera tu goce, me arrastra en un bucle intenso de sensaciones: nuestro calor se confunde, mi orgasmo vibra al unísono con el tuyo. Mi placer se vuelve tu placer.

Nos vaciamos el uno en el otro.

Nos robamos el aliento mutuamente.

No puedes más. Te derrumbas. Te desmadejas en mis brazos.

Y yo me permito la feliz debilidad de deslizarme contigo al suelo.

La música terminó hace unos minutos. Hay otra melodía rompiendo el silencio.

Te abrazo. Te abrazo porque, contra todo pronóstico, estás frágil, dulcemente aturdido después de este encuentro.

He soltado tu pierna y permitido que se deslice al piso: te mantengo sentado sobre mis caderas, conmigo invadiéndote todavía. No me apetece irme aún

Y tú permaneces laxo. Porque se te antoja quedarte así, pues ambos sabemos que no hay vulnerabilidad en ti, salvo que la desees. Y ahora mismo la deseas. Te aferras a ella.

Acaricio tu cara con suavidad. Te olisqueo. Te lleno de besos.

―¿Mi amor? Mon coeur ?

―¿Mhjm?

―¡Eres fantástico! ¡Me has...! ¡Me has recetado una cogida apoteósica!

Te siento suspirar y removerte con levedad. Levantas un poco la vista y me observas, dubitativo.

―Pero, ¿qué dices...? ¿Qué dices, escorpión necio? ¡Eres tú quien me ha follado como si no existiera el mañana!

Me río con suavidad, porque no tengo fuerzas para carcajearme.

―Que no, que no... que eres tú quien me ha follado. Me has calentado tanto que el mérito completo te lo adjudico a ti...

―¿En serio...?

Tus manos me acarician la nuca y se enredan en mis cabellos. Tus pupilas, aún dilatadas por el placer, se fijan en las mías. Me besas, muy despacio.

»Pues yo... he tenido que pasar por una muy desagradable revolcada con Ma Maitresse para poder venir aquí, contigo, a que me cojas como si fuera el fin del mundo... así que... tenemos hasta mediodía para que me folles de todos los modos que se te ocurran y cumplas mis expectativas... Tu comprends ? (12)

Mi expresión debe ser un poema, porque me miras con diversión.

Maitresse ? ¿Tienes una maestra?

Te encoges de hombros, con repentino desagrado.

―Sí, sí. ¿Recuerdas que tu tiíta dijo que en el Norte había quien me guiara? Pues eso. Tengo una maestra. Y es un grano en el culo...

Es inevitable. Has dicho algo que me suena a... blasfemia... Y el estómago se me revuelve de celos.

―Y... ¿Te revolcaste con ella?

Me miras con expresión entre reprobatoria y divertida.

―Pues sí, en la nieve. Tuve que vencerla para que me dejara venir. La grande pute avait l'intention de me laisser venir au bout de deux mois. (13)

―¿La... la muy... muy puta? ―tartamudeo impresionado de que insultes así a una mujer.

Hé bien oui. C'est tellement irritant, putain. (14)

Y antes de que puedas decir más barbaridades, me dedico a devorar tus labios. ¿Cómo voy a permitir que los emplees en insultar cuando puedes besarme? ¡Y más todavía si tenemos tan poco tiempo para compartir!

Sé bien que me lees el pensamiento. En lo literal y en lo figurado.

»Anda... vamos. Por favor... S'il te plaît... Llévame a la cama... Hazme el amor... Fóllame... Te necesito tanto que enloquezco...

Te estrujas contra mi pecho. Me besas el cuello.

Siento el calor de tu entrepierna contra mi piel.

Dioses. Estás listo de nuevo.

Me volverás loco...

―A la cama, mi amor, para nutrirme de ti. Para atesorarte. Para soportar la sequía. Vamos, que me falta tiempo para disfrutar mi regalo de cumpleaños.

Y a tientas, entre besos húmedos y caricias arrebatadas, nos dirigimos a tu habitación, a tu cama.

Carpe diem.

Carpe noctem. (15)

Voy a devorarte.

Hasta que el sol nos encuentre extenuados.

Entre tus sábanas, que ahora son también las mías.









Aclaraciones

Bienvenidos a la segunda actualización de este fic.

Y, by the way... ¡Feliz cumpleaños, Chantry-Sama

Bueno... Espero que les haya gustado el reencuentro entre Camus y Milo. A mí me gustó bastante XD

Y aunque parezca que este capítulo ha sido simplemente un pretexto para presentar el lemon (por favor, no piensen semejante cosa de mí), les aseguro que ha habido un motivo más allá de la mera refocilación de estos dos para ello.

De verdad: hay motivos más allá de lo recreativo.

En lo que imaginan qué motivación pude haber tenido para escribir un lemon tan curiosito como este, les dejo las aclaraciones.

Primero: habrán notado que Albiore de Cefeo anda por aquí, pasando el rato. Pues bien, el querido Albiore es argentino, como ya se sabe, y se ha hecho todo lo posible para que hable en lunfardo. Lector@s argentin@s, recuerden que soy mexicana y mis fuentes y yo hacemos lo mejor :P 

También habrán notado que ahora estamos en el punto de vista de Milo. Es que... necesitamos saber qué se trae en la cabecita loca notre soleil. Sí que sí.

Y ahora, lo usual:

1. H μητέρα σου, I mitéra sou (griego): Tu madre.

2. Αγάπη μου, Agápi mou (griego): Mi amor.

3. Χρόνια πολλά, Chrónia pollá / Joyeux anniversaire (griego/francés): Feliz cumpleaños, feliz aniversario.

4. Je suis là, je suis là ! Je ne pouvais pas me permettre de ne pas être avec toi ! (francés): ¡Aquí estoy, aquí estoy! ¡No podía permitirme no estar contigo!

5. Quoi ? Eh bien non, mon amour... C'est ton tour. La dernière fois, c'était moi. C'est à toi. (francés): ¿Qué? Pues no, mi amor... Es tu turno. La última vez, fui yo. Ahora sigues tú.

6. Qu'est-ce que tu veux, mon soleil ? Que désires-tu ? Dis moi et je le ferai pour toi (francés): ¿Qué quieres, mi amor? ¿Qué deseas? Dímelo y lo haré para ti.

7. C'est ça que tu veux ? Une statue ? (francés): ¿Eso quieres? ¿Una estatua?

8. J'y compte. Avec révéler ton côté pervers.(francés): Cuento con ello. Con revelar tu lado perverso.

9. Oui mon amour... Oui. Toi. C'est toi qui me manque, dont j'ai besoin. (francés): Sí, mi amor. Sí. Tú. Tú me faltas, eres a quien necesito.

10. Ah, mon soleil... mon soleil ! Baise-moi, baise-moi si fort ! Je t'en prie...! Je t'en prie...! (francés): ¡Oh, mi sol, mi sol! ¡Fóllame, fóllame duro! ¡Te lo ruego..! ¡Te lo ruego...!

11. Comme tu aimes, mon amour, comme tu aimes...! (francés): ¡Como desees, mi amor, como desees...!

12. Ma Maitresse / Tu comprends ? (francés): Mi Maestra /¿Entiendes?

13. La grande pute avait l'intention de me laisser venir au bout de deux mois. (francés): La gran puta tenía la intención de dejarme venir hasta dentro de dos meses.

14. Hé bien oui. C'est tellement irritant, putain. (francés): Y vaya que sí. Es tan irritante, putísima.

15. Carpe diem / Carpe noctem (latín): Aprovecha el día / Aprovecha la noche.

En esta ocasión, no hay imagen de portada, sino un video de All of Me, de John Legend, que espero les haya gustado tanto como a mí. Y a Camus. Y a Milo. Ya se habrán dado cuenta de que de esta canción salió el título del fic.

Busqué la traducción de la letra y la verdad es que lo que encontré no me terminó de gustar. La mejor versión que hallé es la de un video que anda por allí en YouTube. Aclaro que no es el mismo video que encabeza el capítulo. Aquí está la letra:

¿Qué haría yo sin tu inteligente boca

atrayéndome, y sin ti echándome a patadas?

Tengo la cabeza dándome vueltas, no es broma,

No te puedo precisar

¿Qué es lo que pasa por esa hermosa cabecita?

Estoy en tu viaje de misterio

Y estoy tan mareado, no sé lo que me golpeó,

pero estaré bien

Mi cabeza está bajo el agua

Pero estoy respirando bien

Tú estás loca y yo no estoy en mis cabales

Porque todo de mí,

ama todo de ti

Amo tus curvas y tus bordes

Todas tus perfectas imperfecciones

Dame todo de ti

Y te daré todo de mí

Tú eres mi principio y mi final

Incluso cuando pierdo, estoy ganando

Porque yo te doy todo de mí

Y tú me das todo de ti

¿Cuántas veces tengo que decirte

que incluso cuando lloras aún eres hermosa?

El mundo está tirándote abajo,

Y yo estoy pasando por aquí, pasando por cualquier estado de ánimo

Tú eres mi perdición, eres mi musa

Eres mi peor distracción, mi ritmo y mi blues,

no puedo dejar de cantarlo,

suena en mi cabeza por ti

Mi cabeza está bajo el agua

Pero estoy respirando bien

Tú estás loca y yo no estoy en mis cabales

Porque todo de mí,

ama todo de ti

Amo tus curvas y tus bordes

Todas tus perfectas imperfecciones

Dame todo de ti

Y te daré todo de mí

Tú eres mi principio y mi final

Incluso cuando pierdo, estoy ganando

Porque yo te doy todo de mí

Y tú me das todo de ti

Dame todo de ti

Las cartas sobre la mesa,

los dos tenemos corazones

Aunque sea difícil, lo estamos arriesgando todo

Porque todo de mí,

ama todo de ti

Amo tus curvas y tus bordes

Todas tus perfectas imperfecciones

Dame todo de ti

Y te daré todo de mí

Tú eres mi principio y mi final

Incluso cuando pierdo, estoy ganando

Porque yo te doy todo de mí

Y tú me das todo de ti

Yo te doy todo de mí

Y tú me das todo de ti

Y ya.

Gracias por su amabilidad al dedicar su tiempo de lectura a este cuento: lo aprecio mucho. Se agradece todo: lectura, comentarios, estrellitas, observaciones... 

Como siempre, el amor tiene vuelta. Abrazos para tod@s. 

Y otro más para la cumpleañera :D 

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