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I.



Yo creo que si pudiera observarnos desde lejos, lo que se presentaría a mis ojos sería un vasto territorio desolado, matizado de hielo y tierra muerta en apariencia.

¿Podría convencer a otros de que hay una belleza imposible de describir en este paisaje que aparece sin actividad?

La mayoría diría que es triste de contemplar.

Unos cuantos, sin embargo, entre los que nos contamos los dos que llevamos la sangre de mon père en las venas, podríamos opinar distinto.

Diríamos que tanta soledad es el único contenedor posible para los vientos que mantienen la salud de Gaia.

Que el frío paralizante es un remanso necesario para que nuestra madre común recobre las fuerzas.

Que la tierra yerma que guarda el hielo perenne está ahíta de vida insospechada.

Tan valiosa, que requiere guardianes dignos de ella.

Guardianes, Sestra, que resultamos ser tú y yo.

Y de entre nosotros, no me consideras aún digno de ser llamado guardián.

Y gran razón tienes, por cierto.

No soy más que un niño si me comparo con la inabarcable experiencia que llevas en el cuidado de nuestro legado sacro.

Un triste niño que, aunque inexperto, se esfuerza por enorgullecer a notre père.

Y a ti.

Pero eso jamás te lo diré.

Si así, sin saberlo, eres insoportable... imagínate que me escucharas decirlo.

Y aunque tengo poco derecho para pedírtelo, debo porfiar por obtener un grano de tu confianza.

Mi sýzygos lo pasará mal si no intento al menos ganarte para mi causa.

Tan solo han transcurrido nueve días desde nuestra separación, y quiero enloquecer de desesperación. Si supiera que él está bien, podría soportarlo. Pero él sufre. Puedo sentirlo.

Y yo sufro con él.

¿Puedo enternecer tu corazón de hielo si te expongo el mío, que no deja de sangrar? ¿Si te muestro el de Milo, que, por mucho que se esfuerza, zozobra todo el tiempo?

¿Cómo puedo convencerte de que necesito verlo? Verlo ahora. Por mi necesidad y por la suya.

Chego ty zhdesh', Rebenok? Ty nadoyel mne! ―me gritas rabiosa luego de hacerme morder, otra vez, el suelo―. ¿Cómo esperas mejorar si te sigues comportando como niño mimado? (1)

En verdad, Sestra, pocas cosas en mi experiencia me resultan tan frustrantes como tu desprecio, fingido o real. Aunque, por lo que tus acciones me permiten atisbar, veo que tu desdén no tiene nada de falso.

No me lo perdonas, ¿no es cierto? Que notre père haya declinado a mi favor.

Tampoco yo me lo perdono, si me preguntas.

Pero sé que no tratarás de averiguarlo siquiera.

Para ti no soy nada más que una carga.

»¿Qué esperas, Rebenok imbécil? ¡La habilidad no te llegará por arte de magia!

No te cuesta ningún trabajo pasar por encima de mí. ¿No se supone que la nieve vuela llevada por el viento? ¿Cómo es posible entonces que seas tú quien me aplaste?

Lo consigues con una facilidad que me asombra: que recupere mi materialidad en un segundo mientras me mueles a golpes.

Tu piel fría y pura como la porcelana se vuelve fuerte como armadura de combate cuando luchas: vista desde lejos debes parecer una doncella delicada. Pero no recuerdo un varón que te iguale en fuerza. Sobrepasas a todos en habilidad y fiereza.

Eras el orgullo de mon pére, ¿verdad?

Me has hecho desnudarme desde que me tomaste bajo tu cuidado.

Me has hecho entrenar desnudo.

Me has hecho volverme uno con los hielos eternos.

Así, tu ser de mármol pulido se abate sobre el mío, que posee las mismas características que el tuyo.

Si Milo nos viera moriría de celos, porque, ¿cómo es que su sýzygos se atreve, ya no a ver, sino a vivir en desnudez compartida con una mujer a la que ni siquiera conoce?

Y aunque te conociera, nada evitaría que arrojara espumarajos por la boca en cuanto nos viera así. No entendería que nada en nuestra convivencia resulta placentero o sensual.

Me pongo en pie y te encaro. Abro los brazos para recibirte y resistirte. Tú me miras y te burlas de antemano de mi poca habilidad para contenerte.

―¡Anda, Sestra! ¡No me hagas perder el tiempo!

―¿Yo, hacértelo perder? ¡Más bien es lo contrario, Rebenok inútil! ―gritas sin pensártelo.

Y te ciernes sobre mí como vendaval embravecido.

Y aunque yo mismo soy vendaval furioso, me veo opacado por la fuerza de tu embate.

Otra vez estoy en el suelo. Frustrado, vestido de mi fría piel. Tú llegas y te sientas, desdeñosa, a un lado mío.

No hablas. Sólo miras el horizonte.

»Me cansa que no seas capaz de contenerme, Rebenok. ¿Cuándo serás tú el que me guíe?

―No lo sé, Sestra. Tal vez nunca ―te respondo con auténtica desolación.

Me cubro los ojos con un antebrazo, como si estuviera cansado. En realidad estoy a nada de romper en gritos de desesperación, en llanto.

Pero ya no soy Camus, Santo de Acuario. Ahora soy Bóreas.

O pretendo serlo.

No puedo darme el lujo de quebrarme. Y menos delante de ti.

―Ya basta, Rebenok. ¿Cuánto tiempo más vas a fingir que estás bien? ¿Cuánto más tratarás de hacerme creer que no estás roto, si languideces de añoranza?

Descubro mi mirada y la fijo en ti.

Tus ojos vagan por el blanco inmenso que nos rodea, pero se niegan a reparar en mí.

Tal vez nos parecemos más de lo que creo. Tú tampoco te avienes a mostrarme el corazón.

»Otets nunca ocultó su desazón. ¿Cómo puedes dominar tus emociones si no las reconoces, si no les pones nombre? Así nunca avanzarás... (2)

Tus palabras se quedan resonando en mi mente una y otra vez, en un loop interminable.

―¿No me decías hace poco que debía dominar mi espíritu, tranquilizarlo...?

―Eso es lo que debes hacer. Pero tu espíritu es un mar turbulento. Tienes las emociones revueltas, descontroladas. Tienes que reconocer con todas sus letras lo mucho que lo extrañas, tienes que soltarlo...

―¿Quieres... quieres que hable de Milo contigo...? Pero si lo detestas...

―No tienes que hablarme de él si no lo deseas. Siendo sincera, no deseo escucharte hablar... pero no me negaré a ello tampoco.

»No detesto a tu sýzygos... demasiado. Lo que detesto es que justo en eso seas tan parecido a nuestro padre. Siempre sintió nostalgia por alguien. Primero por mi madre. Luego por mis hermanos. Luego por los hijos que engendró para el ejército de Korítsi. Al final, por tu madre y por ti...

»Su corazón nunca fue enteramente suyo... Creo que eso lo debilitaba. Y lo fortalecía, al mismo tiempo.

―¿Y nunca se sintió así por ti, Sestra? ―quise averiguar en un rapto de temeridad.

Sonreíste. Y tu sonrisa no fue despiadada ni sangrienta.

Tampoco irónica.

Fue nostálgica. Como las pocas que vi esbozar a notre père.

―A él le hacía daño que yo no quisiera amar. A mí me basta con ser quien soy y cumplir mi misión.

―¿No amas a nadie, Sestra?

―Amo a mi padre... y por lo tanto, llegaré a amarte a ti. Si te esfuerzas en no ser un completo inútil.

―¿No tienes muzh...? ¿O zhena...? (3)

Durante un breve lapso, tu rostro demostró muchas emociones, Sestra. Primero, resplandeció con un recuerdo atesorado. Lo sé, porque el mío tiene la misma apariencia cuando recuerdo aquello que es caro a mi corazón.

Luego frunciste el ceño, con una mezcla de dolor y furia. Y al final, te quedaste en blanco, como si tu corazón fuera una roca insensible, que ve pasar los eones con indiferencia.

¿A quién perdiste, Sestra, además de tu madre y tus hermanos? ¿A quién perdiste además de notre père?

¿Alguna vez me lo contarás?

―No tengo esposo ni esposa, Rebenok. Y si los tuviera, no sería tu asunto. Ni hoy ni nunca.

Hay silencio entre nosotros. No puede haber otra cosa luego de que te permitieras la debilidad de mostrarme un atisbo de tu corazón.

No te culpo ni te reprocho. Me sorprende que no estés furiosa.

»Quieres ir a verlo, ¿verdad?

―¿Tiene caso negarlo?

Net, eto ne imeyet smysla. Eres tan transparente... (4)

―¿Cuándo podré verlo? ―pregunto con la voz falsamente entera.

Te escucho suspirar.

―Cuando el invierno llegue a la tierra de Korítsi. Entonces podrás visitarlo. Aunque no podrás permanecer todo el tiempo con él. La misión es primero.

―¿Por eso nuestro padre no nos visitaba?

―Eso lo sabes perfecto. Tienes las memorias de nuestro padre.

Veo cómo el yermo refulge en su soledad. Sé que desde la lejanía así destellamos tú y yo. Cualquiera nos confundiría con el paisaje.

Sin querer detenerme en ello, me hago consciente de que, en efecto, los recuerdos de mon père son ahora míos también, hasta el punto en que quiera profundizar en ellos.

Y una cuestión me salta a la vista.

―¿Cómo es que nuestro padre... visitaba el Santuario en temporadas ajenas al invierno?

Te veo sonreír de lado. No pronuncias palabra, pero tu silencio es una invitación para que sea yo quien hable.

»El vínculo de padre con Korítsi... ¿Tan poderoso resulta?

Korísti era amiga de padre. Una amiga carísima. El juramento que lo unía a ella era lo bastante fuerte para hacerlo visitar el Santuario de manera breve. Apenas unas horas y nada más.

―Y... ¿yo...? ¿No estoy acaso yo atado por ese juramento punto por punto?

Tus dientes deberían ser alabados en poemas laudatorios, Sestra, pues son blancos como el alabastro y bellos como las perlas. En verdad, no creo que haya un himno capaz de hacerle justicia a tu hermosura...

Pero resulta que la belleza de tu sonrisa da más miedo que ternura.

―Pequeño... Rebenok pequeñito... el juramento de padre te ata a Korítsi punto por punto... también en la cláusula que dice que debes dar protectores a la Casa de Acuario...

Me ves tragar saliva y sé que en tu interior hay una fiesta porque me has hecho sentir incómodo.

»No sé cómo harás para engendrarle hijos a tu sýzygos, cuando es tan evidente esa imposibilidad. Ya te arreglarás con ese asunto.

»Y sí... podrías ir y visitar el Santuario... por unas escasísimas horas... Digamos que las suficientes para que vayas y te comas por todos lados a tu manzana...

Quisiera que lo que mi rostro refleje sea enfado por la confianza grosera con que te refieres a mí y a Milo. Pero, aunque desee ocultarla, es alegría lo que trasluce por cada poro de mi piel.

También sé que me venderás caro cada ápice de felicidad.

»Te dejaré ir a verlo. Doce horas. Ni un segundo más, a riesgo de que yo misma me presente en el Santuario para congelar las bolas de tu amorcito y de cada uno de tus bobos hermanos.

»¿Te imaginas? Doce horas, Brat, en las que podrás retozar con él hasta que se harten... pero primero, vas a tener que vencerme. Vas a tener que dominarme. (5)

»¿Tienes huevos para eso, Rebenok, Brat? ¿O aún esperas que la habilidad llegue a ti por arte de magia?

Cuando tus ojos, de un azul translúcido, brillan feroces, sé que has decidido abatirme para retenerme contigo.

Simplemente porque puedes hacerlo. Simplemente porque puedes negarme la pizca de felicidad que significa estar con mon soleil.

Mi mente lo evoca, taciturno por las noches, dando vueltas en mi cama.

En mi cama, no en la suya, porque es en la mía en la que tiene alguna esperanza de conciliar el sueño.

Lo veo desganado, comiendo maquinalmente el desayuno que Hyoga le procura. Hyoga. Porque él se ha desentendido de sí mismo en gran manera.

En el entrenamiento, se abate con furia sobre nuestros hermanos e hijos, para liberarse de la sensación de soledad espantosa que lo aqueja.

Cuando quiere sentirse cerca de mí, escucha mi música.

Milo no es así, Sestra. Ni por accidente.

Mon soleil es vital e incapaz de mantenerse quieto. Es quien mantiene el ánimo de la orden completa.

Y ahora está reducido a mendigar la sensación de cercanía con son époux ausente.

¡Cómo odio esta situación!

Y cómo odio que seas justo tú quien la complique más.

Ni siquiera veo cuando vienes, tan sólo te siento sobre mí, atosigándome con tu presencia insoslayable. Te siento avasallarme, golpearme, zarandearme.

Te escucho reír. Burlarte de mi desdicha.

»¡Qué poco vale tu estúpida manzana, que no merece ni el esfuerzo de hacerme frente! ¡Tiene que ser el más mediocre del universo, apenas a tu altura!

»¡Vergüenza es lo que deben sentir el uno por el otro, ya que no son capaces de sobreponerse ni a la ausencia ni a la dureza del entrenamiento!

No me gusta, Sestra. No me gusta que hables con tanta ligereza de lo que no sabes. De lo que no entiendes.

Me trago los insultos que me dirijas a mí. No me importa: bien sé que piensas que los merezco. Y yo no estoy enteramente en desacuerdo contigo al respecto.

Pero que hables de Milo sin saber...

Deberías tener cuidado.

Y no. No lo tienes.

»¡Barreré contigo, Rebenok! ¡Te destrozaré! ¡No me agradas en absoluto! ¡En lo que a mí respecta, eres un error! ¡Te destrozaré! ¡Y cuando lo haya hecho, iré al Santuario de Korítsi y buscaré a tu estúpida manzana!

Una ira aguda y amarga me envuelve, Sestra. Así como me envuelves tú: por todos lados, como si fueras un cerco metálico que se cierne sobre mí. Así me siento invadido por el despecho que me provocas.

¿Por qué no te callas? ¿Por qué no dejas de hablar estupideces?

»¡Lo buscaré, Rebenok! ¡Lo encontraré! ¡Y me lo follaré! ¡Me lo follaré antes de congelarlo! ¡Será una bonita estatua de hielo, que habrá conocido la verdadera felicidad antes de su muerte! ¡Y por las noches, en su sueño eterno, le susurraré al oído que su estúpido sýzygos fue incapaz de luchar por él!

Tais-toi, Soeur ! Laisse-le tranquille ! (6)

Je t'ai dit que ne me parle pas en français, connard ! (7)

Je te parle comme je veux, putain de merde ! (8)

―¡Seré muy puta y por eso me lo cogeré, estúpido niño mimado! ¡Ya vendré a contarte qué tan jugosa me pareció tu manzana antes de exterminarla!

Cuando siento que tu risa es omnipresente, como la nieve que es tu verdadero ser, me terminas de enervar.

Estallo.

Por un momento te rodeo. Te tiro al piso.

Cuando recupero la materialidad, te tengo debajo de mí, con las manos apresadas contra el suelo.

Tu mirada es tan enigmática. Lo único claro en ella es la furia.

Te miro y lo que siento es un desconsuelo inmenso. ¿Por qué deben ser así las cosas entre nosotros, hijos de nuestro padre?

―No te lo creo... ¡No te lo creo! ¿Cómo podrías ser tan malnacida de hacerle daño a Milo, si no lo conoces? ¿Cómo puedo creerte capaz de hacerle daño? Tu es la fille de mon père, et mon père l'aimait bien ! (9)

El cielo encapotado me cubre ahora. El cielo y tus cabellos puros, blancos como la luna, brillantes como la plata. Mis manos son estrujadas con violencia por las tuyas, tan delicadas en apariencia y más fuertes que grilletes.

Sé que hay lágrimas de rabia en mis ojos. También sé que se me han congelado antes de fluir.

Tu mirada me lastima. Me lastima mucho, porque no la comprendo. ¿Me odias, sientes lástima por mí? No sé qué me parece peor...

―Va, no me lo crees... La fe que al final tuviste en nuestro padre, te nubla la realidad que pesa sobre mí. Es decir, que no soy nuestro padre...

»Puesto que te niegas a creerme capaz de vejar a tu esposo y de hacerle daño, piensa: ¿Por qué sigues intentando vencerme en lugar de hacerlo de una vez? Soy lo único que se interpone entre Milo y tú.

»Mientras tú sigas aquí, atascado conmigo, Milo seguirá con su corazón a la deriva. Y tú también. ¡Bien estaremos así! ¡Un destino enloquecido y un Bóreas que no hace lo que debe!

»¡Vénceme de una vez! ¡Ve con él! ¡Y luego lárgate a hacer lo que te corresponde!

Sueltas mis manos y las llevas a mi cuello, amenazante. Aprietas. Estrujas.

Estrujas la piel que Milo ha llenado de besos amorosos.

Por un momento, pierdo el aliento.

Y luego recuerdo: ya no soy de carne.

No necesariamente.

Lâche-moi, mégère ! ―grito con todas mis fuerzas. (10)

Y mis fuerzas son muchas. Pero lo olvido casi todo el tiempo.

No ha sido mi voz la que ha partido de mi garganta. En el momento en que grité, ya no la tenía.

Es un bramido furioso que se libera como el vendaval en que estalla mi piel, mi carne, cuando al fin decido largarte de encima mío.

Al igual que yo, te fragmentas. Te pulverizas.

Por un instante fugaz, recordé a mon père modelando la figura de maman en la nieve.

Y te arrebato en mi furia, para hacer de ti lo que se me antoje.

Y es Milo lo que se me antoja.

La figura danzante de Milo se dibuja en la tormenta. Te obligo a tejer su forma. Te obligo a bailar tomando su efigie.

En el viento vertiginoso, te desplazas y danzas como la más sublime bailarina. Tu belleza se pone a mi servicio y me permite evocar la belleza de quien anhelo.

Cuando recobro la consciencia y la carne, te tengo atrapada contra el piso: estoy sentado sobre ti y tengo tus manos aferradas con las mías.

Soy un garfio.

Soy una roca.

Soy el viento.

Y te ordeno que me obedezcas.

Increíblemente, obedeces.

Y sonríes.

Y tu sonrisa... es una de las cosas más bellas que he visto.

Neuzheli eto bylo tak slozhno, Rebenok? Reconócelo: no fue tan complicado... y lo disfrutaste. ¿Verdad? (11)

Me confundes. Me confundes...

―Sí. Lo disfruté.

―Recuerda cómo se siente. Cómo te sientes. ¿Qué sentías? ¿Furia, libertad, felicidad sin límites? Eso se siente ser tú. Eso siento yo. Eso eres, eso somos.

Sí. Eso se siente. Furia. Libertad abrumadora. Felicidad sin límites, sin término.

Inhumana.

―Me pierdo...

Los ojos te brillan un momento. Tus ojos que son de agua, de hielo, de viento, de eternidad. Tan crueles y tan sabios.

―¿Te pierdes? ¿Cómo puedes perderte, cuando sabes quién eres? Lo que pasa es que te niegas a asumirlo. Esto eres. Íntegro. Lo que te gusta y lo que no. Mientras no lo aceptes, sufrirás. Y Gaia. Y Milo...

―¿Y tú...?

―Y yo... querré arrancarte las bolas. Así, desesperaré menos.

Suspiro. Me levanto y te permito recobrar el movimiento.

Te mueves con gracia de sílfide. Más que eso, porque eres mucho más que una sílfide.

Me sacudo la cabellera, que cae desgarbada en mi espalda. Veo con el rabillo del ojo que también sacudes tus cabellos.

Por un momento me parece que nos movemos al unísono, con la misma gracia y soltura.

Por un momento me parece que somos espejos. Que nos reflejamos el uno en el otro.

Me miras. La solemnidad de tu semblante me aplasta con el mundo de experiencia que cargas a cuestas.

»Te daré doce horas, Rebenok, Brat. Doce horas para que lo visites y se sacien el uno del otro. Doce horas para ayudarles a soportar la distancia.

Tu voz... es tan hermosa. Lo que aún hay de humano en mí se encandila con la melodía de tus palabras en el viento.

Suena tan dulce... que hechiza. Apuesto que quienes mueren congelados en la nieve se sienten bendecidos, si es tu voz la última cosa que sus sentidos perciben.

»Como no estés de regreso exactamente en ese plazo, iré al Santuario. Y debes entender que eso no será bueno. Hace milenos que no salgo de estas tierras: mi padre siempre me convocó para ir con él a cumplir nuestra misión, y mi potestad lo acompañó, pero yo no. No me gusta salir de aquí.

¿Por qué? ¿Por qué estás confinada aquí? ¿Qué hiciste? ¿Qué te hizo el mundo?

»Si me obligas a ir por ti debes dar por hecho que iré a buscarlo a él, a tu manzana, y no sabrás si será para conocerlo, para comérmelo o para congelarlo. No te gustará, en todo caso.

No. No me gusta la perspectiva, por cierto.

Me confundes tanto.

Te creo incapaz de hacerme daño.

Y al mismo tiempo, creo que me destrozarías si con ello consigues lo que deseas.

»Así que no me hagas enojar, Rebenok. Ve, recobra la paz y haz que él también la recobre. Y vuelve, para que entrenemos y vayas de una vez a cumplir tu deber, como es menester.

El deber... La misión...

¿Es lo único que hay para mí, para nosotros?

»Y sin importar lo que pase, no me hagas cabrear...

Sólo que fuera imprudente, Sestra.

Sólo que fuera imprudente...






Aclaraciones



Y hay quien no aprende y reincide una y otra vez. 

O sea, aquí estoy de nuevo.

¡Hola! XD

Bienvenid@s al primer capítulo de Todo de mí, el fic con el que continúa la historia iniciada en Al romper la aurora. 

Dado que No habrá paz fue... denso, por decir lo menos, la idea es que aquí nos aligeremos un poco de ánimo. 

Este cuento será ostensiblemente más breve que mi fic anterior, y espero, entretenido.

Procuraré actualizar con regularidad, pero para no hacer promesas que luego no podré cumplir, dejémoslo en que publicaré al menos una ocasión por mes.

No hace demasiado tiempo que concluí la publicación de No habrá paz. He puesto mis notas en contexto. Y aunque el final está a la vuelta de la esquina, digamos que no es tan fácil llegar a él. Así, esta historia es un inteludio, un puente que hará menos duro el paso hacia lo que queda por contar.   

En esta ocasión, y atendiendo a una observación de @Chantry-Sama, estaré colocando en comentarios el significado de las frases en otros idiomas. Espero que esta medida agilice la lectura :P

Sin embargo, la sección de Aclaraciones sigue cumpliendo su función inicial, y aquí están las traducciones de las frases en otros idiomas. 

Camus, como siempre, habla en francés. Pero su hermana lo hace en ruso y de ese idioma no conozco una palabra. Por favor disculpen las imprecisiones que con toda seguridad he cometido.

La expresiones más manidas en ruso serán Rebenok: niño, y Sestra: hermana.

Y ahora, viene lo más complejo:


1. Чего ты ждешь, ребенок? Ты надоел мне (Chego ty zhdesh', rebenok? Ty nadoyel mne,  ruso): ¿Qué esperas, niño? ¡Me aburres!

2. Отец (Otets, ruso): Padre.

3. Муж (Muzh), Жена (Zhena, ruso): Esposo, esposa.

4. Нет, это не имеет смысла (Net, eto ne imeyet smysla, ruso): No, no tiene sentido.

5. Брат (Brat, ruso): Hermano.

6. Tais-toi, Soeur ! Laisse le tranquille ! (francés): ¡Cállate, hermana! ¡Déjalo en paz!

7. Je t'ai dit que ne me parle pas en français, connard ! (francés): ¡Te he dicho que no me hables en francés, cabrón!

8. Je te parle comme je veux, putain de merde ! (francés): ¡Te hablo como me da la gana, puta de porquería!

9. Tu es la fille de mon père, et mon père l'aimait bien ! (francés): ¡Eres la hija de mi padre, y mi padre lo quería bien!

10. Lâche-moi, mégère ! (francés): ¡Suéltame, bruja!

11. Неужели это было так сложно? (Neuzheli eto bylo tak slozhno?, ruso): ¿De verdad fue tan difícil?)


Y ya.

En este fic estoy haciendo el experimento de emplear otras voces narrativas que nos permitan profundizar un poco más en cómo se siente cada personaje. Espero que no quede excesivamente bizarro.

Sobre la portada, no encuentro el nombre de su autor o autora, el crédito de la imagen es para él/ella, y le ha quedado fantástica.

Como siempre, agradezco su tiempo de lectura, comentarios, observaciones, pareceres, reacciones, y amor. Gracias por compartir esta nueva aventura conmigo. Espero que la experiencia resulte grata. 

Besos.

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