XVIII
Habían pasado dos semanas desde que mis padres anunciaron ese viaje a Huaraz y dos días desde que se fueron dejándome con la abuela. Hace media hora les llamé y hablamos un rato hasta que se cortó por la señal en la caminata que realizaban a tempranas horas para llegar a su destino.
La abuela se lo pasaba en su laptop casi todo el día, dejándolo solo a la hora de los alimentos por su teléfono. Disfrutaba que su atención fuera otra cosa y yo no, la verdad. Hasta el momento solo unas cuantas palabras cruzamos como la llamada para las comidas donde luego de años probaba sopa instantánea. Esta mañana me levanté más temprano de lo normal para poder ir a comprar pan fresco a la panadería harta de comer un par de días consecutivas pan de molde envasado, al regresar tuve que rebuscar entre todos esos alimentos precocidos que nunca había en mi casa pero milagrosamente existía con mi abuela presente, encontrándolo luego de minutos. Puse una olla y un cucharón de harina de maca a hervir logrando como toda adolescente funcional derramar la mitad del desayuno en la hornilla. A lo restante que quedó le dejo hervir unos minutos, le hecho azúcar al apagar y lo serví en un taza acompañándolo con un pan con cinco aceitunas que saque del envase donde se remojaba.
Definitivamente esto no se podía comparar con la avena instantánea. Era más delicioso a pesar de no tener ese sabor que tenía lo que preparan mis padres.
No llegue tarde al colegio pero llegaría tarde al preuniversitario si me ponía a cocinar al llegar a casa. Todas esas propuestas en mi mente de "comidas para vagos pero saludable" como decía mamá a comidas que no eran arroz a la cubana se nublaron cuando entré a la casa y olí el olor a comida que no era el clásico sopa instantánea, al entrar la abuela estaba sentado con dos platos de comidas servida en envases desechables sin la presencia de su teléfono. Eso no presidia algo bueno y hubiera querido la sopa de ajinomen cayada si hubiera evitado esta situación. La abuela me miraba meticulosamente como si buscara un error, recordándome que a la salida no me peine y debería tener una enredadera en la cabeza que sumaría un punto menos en su lista de razones por la que soporto a mi nieta, a pesar de ser la única. Comimos tranquilos un momento hasta que la abuela dejó a un lado su cuchara sin terminar su comida. Se limpió la boca con una servilleta con una delicadeza que mostraba el refinamiento con lo que fue criada para ser una mujer de alta alcurnia en el siglo XX. No se para de su asiento sino saco un folder debajo de la mesa con una portada del logo de la empresa familiar. Cerré los ojos, no otra vez. He tenido esta conversación varias veces con mi abuela tanto de manera presencial como por teléfono.
—Olympia, escúchame porque no quiero volver a tener esta conversación contigo. —Eso siempre me decía cuando bajaba un punto de mi promedio en el preuniversitario —No quiero contradicciones, solo te estoy informando de mis voluntades.
—Abuela, voy de justas al preuniversitario.
—Ya los llame de tu tardanza, el profesor de la primera clase te va ha dejar el material en la oficina de atención —Respondió la abuela. Olvidaba a veces que ella pagaba el preuniversitario.
—Quiero tener esta reunión contigo porque sé que luego te vas a escabullir y negar tus responsabilidades —Así llamaba a la empresa textil cuando entraba mi nombre en la oración.
—Abuela... —ella levantó la mano.
—He pasado años rogándole a tu padre que se haga cargo de la empresa y se ha negado, contigo no voy a hacer lo mismo. Esto es sencillo, me vas a tomar el examen de admisión para la San Marcos en Agosto con la carrera de Administración, tu asesor del preuniversitario me ha informado de tu desempeño y ya estas preparada para ese dichoso examen, en los meses siguientes vas a tomar mas exámenes simulacros a la semana para los últimos detalles, yo estaré al tanto de cuando la universidad abre su convocatoria para inscribirte, lo tomas, ingresas, estudias, te gradúas, te haces cargo de la empresa y asunto arreglado.
No, no, no.
Esto no podía pedirme, diré exigirme. Hice todo lo que quiso ella en estos últimos meses, hasta voy a estudiar una carrera que no quiero para complacerla pero no, el proyecto del colegio va ha ser presentado por la quincena de Agosto y voy a estar concentrada al cien en el. Ella y yo sabemos que lo puedo tomar en diciembre o abril como también que este proyecto me tiene muy comprometida, lo sabe, sabe que eso es muy importante para mi, quiere que renuncie a él y lo curioso es que yo voy a caer en su emboscada voluntariamente y bien consciente porque sabe que no soy capaz de ver frustrado a mi padre de no ser el hijo que su familia siempre quiso y con un cigarrillo en los labios a mi madre.
—Claro abuela. —respondí.
Me levanté de mi asiento y así con el uniforme me fui al preuniversitario que era un fiel recordatorio de que no podía soñar con otra carrera.
En el camino, intente no pensar mucho en las palabras de la abuela. Más bien, me cité a mi misma ejemplos de personas que renunciaron a una vida por otra para un bienestar físico, mental, psicológico, emocional, etc.
No era la primera, ni la última que hacía eso.
Le pedí a Liliana que venga a casa el sábado. Ella llegó por la tarde con unas bolsas de tienda que las tiró en mi cama, había venido de comprar ropa directo a casa. Luego de los clásicos besos en la mejilla, se tiró en la alfombra negra que había en el piso y yo junto a ella. Era una costumbre de Liliana que cuando tenía calor se tiraba en el piso y cuando tenía frío en la cama, tendía a acompañarla.
—Dime que te aturde —empezó a hablar luego de estirar sus extremidades como haciendo angelitos de arena.
—Mi abuela.
—Sigue con la idea que estudies administración.
—Ahora no solo es una idea, quiere acciones. Me ha dicho que tome el examen en Agosto. —Liliana me miró como si buscara un grado de locura en mi mirada.
—Vieja entrometida. —pronunció al final.
—Liliana —le regañó.
—No te quejes, estas semanas no has hablado con ella. Pero las otras veces te ponías muy mal cuando terminabas de hablar con ella, yo no se porque no le explicas a tus padres de la situación.
—Ya tienen suficientes problemas.
—Uno más, no les va ha hacer daño.
—Uno menos para ellos es un respiro.
—Mujer, que no puedes ser el mártir de nadie, especialmente si la dirección de tu futuro está en medio por algo que pasó hace un año. Tu tío mismo te explico —hablaba del mejor amigo de mamá —con las terapias que va con regularidad y el compromiso de tu madre en su tratamiento es difícil que caiga otra vez. —Caer, ese verbo tenía tantos significados.
—Promete que vas a pensar primero en ti luego en los otros, se que parece un poco egoísta pero vas a ver que a la larga va ha tener consecuencias positivas en ti y en él los demás.
—Prometido.
—No, Oly. No te comprometas hacia mí. Comprométete a ti misma.
En silencio me dije que iba a tomar mis propias decisiones y que estos no se iban a influir por lo que otros querían, aunque quede en medio de ese compromiso al rememorar esa tardes cuando papá apaga el teléfono y mamá se había fumado tres cigarrillos en toda la llamada.
—Gracias. —le dije a mi amiga. Ella no me respondió, ni cambió de tema. Se perdió en su pensamientos por largos minutos, haciendo que también divague en que ese mensaje no era solo para mi.
AHHHHHHH.......
Extrañe actualizar esta historia.
Nos vemos el jueves?
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