XV
Existen personas que son como tornado y arrasan con lo que encuentran. Lliana se podría decir que era de esas personas en el buen sentido de la palabra al atraer a las personas a su presencia y salvar a chicos como yo por ese poder suyo, irónicamente para alejarme de ella.
Escuche las exclamaciones de Aysel y Tristan (compañeros de mesa) justo en el momento que chocaron con Liliana a solo pasos de la mesa de donde estaba sentado. Obviamente, al escuchar su nombre busqué de dónde venía y al observarla, ella me lanzó esa mirada "tu eres mi siguiente objetivo" , no necesito decir más o mandarme otra clase de mirada para empezar a escapar y salvarme de bailar alguna canción de Ed Sheeran que soltaban desde la salida de los Mariachis.
En el arco de tela de la entrada estaba Raquel, le pedí la ubicación del baño. Era ese sitio si o si, porque afuera Liliana podría hacerme regresar adentro y en el baño podía encerrarme hasta que mamá me recogiera, lo cual no tardaría mucho.
Al pisar el cuarto, me di cuenta que no estaba solo y lo peor es que desde el lugar donde estaba parado se miraba el espejo que tenía la vista de dos cubículos y en ella, una chica tenía la mirada afligida inconscientemente, hasta que me miro o bueno, el reflejo.
Y vi a Olympia.
La posición del chico, daba la idea que lo abrazaba, pero ¿y si no lo hacía? Podía estar ahorcándola, por eso el gesto de dolor o algo que ella no deseaba. No podía enfrentármelo, perdería aunque él fuera más bajo al no saber pelear. Realicé una lluvia de ideas y la única que me pareció coherente fue una donde no usaba los puños.
—¡Policía! ¡Policía! ¡Ha rodeado el lugar! —grité al ingresar de nuevo al espacio. —¡Todos escóndanse!
El lugar estaba silencioso y al ver el espejo no había el reflejo de otra persona, ingrese más y observe a un joven tirado en el cubículo del medio y a la chica agarrando la cabeza como almohada.
—¿Qué has hecho? —fue la pregunta que salió de mis labios. No podía creer que me haya demorado tanto.
—Solo está durmiendo. —respondió. Movió la cabeza a un lado, poniéndolo con delicadeza en el piso.
—Voy a hacer una llamada, cierra la puerta —dijo, señalando donde el chico estaba tirado yo seguía anonadado. Hay solo con el cuerpo inconsciente, su rostro me fue familiar y lo conecte con el chico que me dio la encuesta ese día que fui al Rosa Campuzano.
A los minutos unos pasos se escucharon, entraron dos personas.
Era la chica y a su lado estaba Liliana.
—¿Eduardo? —pronunció en voz baja "ardilla escurridiza", sabía que iba dirigida a mi. Observo a la chica, Olympia, la novia de Hansel.
—¿Olympia que hace en el baño, Eduardo?
Abrí la puerta que antes había cerrado y Liliana soltó un chillido, al ver el cuerpo tirado.
—¿Lo han matado?
—Está durmiendo.
—¿Cómo llegó aquí?
—Le traje aquí para lavarle la cara para irnos a casa y ahí me abrazo y se quedó durmiendo en mi regazo —explicó Olympia.
—No lo podemos dejar tirado. —dijo la chica con traje charro.
—Lo sé —ella dijo. —No lo va a poder llevar mi mamá —miro a Liliana con una intensidad que era correspondida.
—Mi mamá va ha venir en cualquier momento, lo puedo llevar si lo acepta con su dirección.
La llamé, escuchar su voz me tranquilizó del escenario en que me encontraba. Le expliqué la situación un poco en frente de las chicas cambiando algunas partes de la historia. Mamá confirmó que podíamos llevarlo y que llegaría en unos cinco minutos.
—Gracias Eduardo —era la voz de Liliana.
—Su hermana iba a esperarlo, le voy a decir que esté al tanto. —se sentó en el piso y busco algo en el bolsillo del chico, logrando sacar un teléfono. Tecleo en el móvil.
—Listo, ya le avisé. Y me envie su numero.
Recordé.
—¿Me puedes enviar la dirección y el número de la hermana?
—Claro, dame tu numero.
—Ya lo envié —anunció, luego de unos minutos donde le repetí mi numero y ella lo grabó.
Mi celular sonó, era un mensaje de mamá diciendo que estaba en la puerta.
—Ya está aquí—les informe.
—Dime la hora —pidió.
—Dos y cuarto, —dije, observando mi reloj.
—Mi mamá viene a las dos y media, podemos salir tranquilos.
—Salgamos pero sin que este chico parezca muerto. —Ordenó Liliana. —No queda más que cargarlo —siguió diciendo. —Tú —me miró —Eduardo eres el mas fuerte del equipo, hazlo parar y pobrecito digas algo sobre la equidad que busca el feminismo —No iba a decir nada, hice lo que pidió sin contradecirla, colocando su brazo alrededor de mi cuello y rodeándolo con el mío su espalda poniéndolo lo más erguido posible que se puede hacer con una persona borracha. Cargar las bolsas de compra tiene su beneficios si logre parar a una persona que pesaba lo mismo de mi propia masa.
—Olympia, ayuda a sostenerle del otro brazo —Ella lo hizo.
—¿Tu que vas a hacer? —le pregunto a Liliana.
—¿No les estoy liderando? —interrogó —Empiecen a andar o les dejó solos, por quejosos —iba a reclamar, yo no me quejaba y me había agrupado en el mismo grupo.
Empezamos a caminar coordinados, Liliana detrás siguió dando órdenes y cuando alguien se acercaba nos parábamos e intentamos ocultar al chico inconsciente.
En un momento nuestros brazos se rozaron en la espalda del joven, cosquillas me recorrieron todo el miembro superior, lo alejé más abajo y puedo prometer que ella también lo hizo.
—Caminen más erguidos —exige Liliana, di un respingo al estar un poco perdido en mis pensamientos, me di cuenta que cruzábamos la puerta a la salida y el mismo guardia estaba en su sitio.
A unos metros, mamá estaba afuera de un auto; le saludé con mi mano libre y ella lo correspondió. Nos ayudó a acomodar al chico en los asientos detrás, colocando sus piernas al aire para que yo pudiera entrar. Cuando me senté, coloque sus piernas en las mías y vi a las chicas afuera.
—Ya me voy —dije, ya que parecía que ellas no empezarían.
—Gracias Eduardo por esto —dijo mi compañera de clase.
—Te envié la dirección y el número de su hermano —mencionó su amiga.
—Y llamas Eduardo, cuando llegas —señaló Liliana. Solo le sonreí.
Cerré la puerta, ellas se despidieron y el auto empezó a alejarse, centrando toda mi atención a mamá, observándola por el retrovisor. Tenía la mirada serena aunque sabía que por dentro se rompía preguntándose como siempre ¿Y si...? como hace dos años y lo sabía porque también yo lo hacía.
Aquí viendo como Olympia y Eduardo utilizan metáforas para referirse a Liliana.
Nos vemos la siguiente semana:)
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