
VII
Lo que crei que encontraría cuando las dos personas mas importantes de mi vida cruzaran la puerta era a una mujer cansada pero con una sonrisa en el rostro y a mi papá a lado con comida china para cenar. No a ella con lentes oscuros y a él, nervioso dándole masajes en la espalda. Lo bueno es que mamá no tenía un cigarrillo en la mano aunque eso no debería contentarme ya que podría haberlo tirado antes de entrar a la casa.
—¿Tan malo fue el trabajo? —pregunte luego de los saludos cotidianos.
—No cariño todo estaba bien.
—¿Y los lentes?
—Los extrañaba usar. —respondió como si fuera algo banal. No le creí y más porque ya eran más de las siete de la noche.
—¿Qué quieren comer para cenar las dos mujeres de mi vida?
—Una taza de café, por favor. —respondió mamá.
—Eso no es comida, —dijo vacilante como si así cambiará la tensión del ambiente. Mamá no dijo nada y ella sola se sirvió una taza de café de la cafetera.
—No voy a bajar a cenar, cenen los dos. —papá iba a refutar pero ella levantó la mano para que se callara y se retiró al cuarto donde tenía su estudio por el sonido del golpe que le dio a la puerta cuando cerró, que era la del cuarto más cercano a la escalera. Cuando entendí que ella en verdad no iba a bajar, observé a papá y con esa mirada que sin decir nada pides todo, el desembucho.
—Libre —fue la única palabra que pude decir al final de su relato, derramando una lagrima que acompañó a otros invadió mi rostro.
Mamá cambio de rutina desde esa noche, papá me pidió que le demos su espacio y eso lo había hecho. Se lo había pasado todo este fin de semana en su estudio saliendo solo en las comidas a la mesa por amenaza de papá que si no lo hacía lo iba a contar todo a Alexander, el amigo de mamá que para mi era un tío. Cuando le pregunté a papá sobre esa amenaza solo dijo que hasta dar espacio a una persona debía existir límites. Ayer había recibido un mensaje de Liliana que avisaba de su llegada a Lima con un emoji de una carita congelada. No tendemos a reunirnos los domingos pero al cancelarse la salida mensual que tenía con mi familia, le invité a visitarme en la tarde para ponernos al día. Luego de los abrazos que cortan la respiración pero que dicen lo mucho que nos extrañamos nos tiramos en mi cama calladas por varios minutos sin decir nada. Yo observaba el techo de color negro y ella seguramente también, hasta que en un momento cruzamos miradas y se asoma una sonrisa discreta de las dos partes para luego matarnos de la risa.
Esa era nuestra rutina.
Hablamos como dos horas des de el nuevo grano que nos salió en la cara hasta porque nos caía mal el actual presidente del país, contamos los momentos únicos que vivíamos y los que quisiéramos vivir, nos recordábamos nuestro periodo de regla o algo vergonzoso que vivimos, comentamos sobre la pagina de mamá que tenia en el Instagram o la constructora que quería contratar su padres, discutimos sobre porque el narciso no congeniaba con la lavanda o otras cosa que salen, sin querer.
Extrañaba a mi amiga y no verla una semana fue eterno.
—Sabe que me gustan las aceitunas.
—Eso lo sabe hasta mi vecino.
—No es cierto.
—Tú eres una mujer de rutina, Olympia. Todos los días llevas un bendito pan y te quedas en el recreo en el aula.
—Quizás... pero se fijó en ese detalle.
—Cuando uno está dividido en conquistar a alguien se fija hasta en los mínimos detalles.
—¿Crees que me va ha pedir salir?
—Lo dudas, se ve que esta decidió en eso. —siento que me sonrojo.
—Oye, no puedes sonrojarme cada vez que hables con él.
—¿Por qué?
—No le des ese poder. Te puede gustar y todo pero primero estás tú, él no es superior a ti. Que te de unos minutos de su tiempo y sea uno de los chicos guapos que viste en tu vida, no puede saber que tiene cierto poder sobre ti.
—Él no tiene ningún poder sobre mí.
—Si lo tiene, y no es malo. Pero cuando él sabe de eso puede utilizarte para manipularte y eso si es que malo.
—Él no lo haría, lo conozco.
—¿Quién le dice a Olympia enamorada a la que piensa con la cabeza fría? —si tenía razón.
—¿Entonces no debo sonrojarme cada vez que hablo con él?
—Quizás un poco, para que se de cuenta que no le eres indiferente y crea que eres tierna. —ella me miró con malicia —aunque tu y yo sabemos que no lo eres —me guiño un ojo —Lo que tienes que hacer es controlar lo que provoca en tu cuerpo.
—Ya.
—Sabes que lo digo para tu bien, y experiencia propia. —si, Liliana había estado con varios chicos por lo que sabia mas de la materia.
—Y te lo agradezco.
—Lo sé, Oly.
—¿Me vas a presentar a Hansel?
—Te dije que no se puede. —Volvía traer ese tema a colación.
—Hay veces creo que no quieres hacerlo... —lo dice ofendida.
—Ya te dije que él no quiere y yo respeto su decisión, sabe quien eres y lo importante que eres para mi. Yo más que nadie quisiera que se conocieran porque son a la vez opuesto pero que encajaría sus personalidades.
—Oye, deja de idear cosas en tu cabecita.
—Es que es verdad, tú eres desordenada y ordenada, prefieres improvisar y preparar cada detalle, hasta cuando converso con ustedes uno de ustedes me dice que me lance con todo y el otro que retroceda.
—¿Como el angelito y diablito que aconseja a una persona?
—Diríamos que sí. —recordé lo que pasó esta semana. —el cree que me ofendió lo que hizo un chico y tu dirias que me importo un comino lo hizo ese chico y solo es la vena chismosa.
—¿De que hablas y porque todavía no lo has soltado Olympia Geraldine Rodriguez Flores?
—No es nada importante.
—Suelta. —Le cuento todo lo que pasó esta semana aunque no le digo el nombre de la persona principal, ella tampoco pregunta, pareciera que solo le interesa la trama y eso es perfecto para mi.
—Me voy una semana ¡una semana! y me encuadro que estás en medio de un drama —se calma y luego de inhalar y exhalar para regular su respiración creo que se va a calmar.
—Solo tengo dos cosas que decir —se levanta de la cama —primero, amo a Hansel —luego de ver la mueca en mi rostro —bueno quizás admiración a Hansel, ese chico es todo un amor. Lo que hizo por esa niña es lo más tierno que creo escuchar realizar por un adolescente. —tenía razón, cada día la admiración por mi amigo crecía.
—-Segundo, debo conocer a ese chico —le iba a detener, no podíamos ir de nuevo a ese tema. —No, no Olympia no hablo de tu amigo, es de ese otro, el que es orador.
—Tampoco. —negué con la mano. Escuché que la puerta estaba tocando.
—¿Quien?
—Acabo de escuchar una declaración de amor, chicas —era la voz de papá —les debo recordar que las citas con chicos son después de los cuarenta y nueve años.
—¡Papá!
—¡Señor Rodríguez, estábamos practicando como íbamos a declararnos a los hombres a los cuarenta nueve años!
Papá se fue de la puerta, diciendo niñas como si no supiera cómo somos.
—Deja de gritar, Lily.
—Voy a hacerlo, si me prometes que me lo presentaras.
—No lo voy a hacer. —Refute.
—Vamos, y dejo de molestarte que me presentes a tu amigo.
—No, yo no voy a volver a ese lugar.
—¿Solo porque te dijo guapa?
—Hay personas que solo se te cruzan una vez en la vida o quizás dos. Sabes que soy fielmente creyente que la vida es un juego de probabilidades y sabes que pasa cuando hay un juego —me respondo sola. —Hay reglas, y cuando las probabilidades están en juego una de las reglas es que sabiendo los porcentajes de probabilidades tu elijes cual opción elegir.
Yo había elegido.
Miro como finalizo este capítulo y me siento un poco orgullosa.
Estaba emocionada de mostrar a Liliana y desde este punto lo vamos a ver más seguido.
Todavía hay un capitulo.... más....
:)
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