
IV
Se escucha el rechinido de la puerta al abrirla. La oscuridad de la sala me da una "cálida" bienvenida al pequeño apartamento donde vivía con mi familia o los integrantes que una vez lo conformaron. Tire la vieja mochila en el sofá más cercano y me tire encima de él para descansar un rato las piernas de lo entumecida que quedaron de la salida que tuve hoy al pasear por todo un colegio, con la poca actividad física que tenía diariamente.
Observo el techo, la paredes y los muebles, al punto que lo miro todo borroso y me da ganas de tirarme una siesta a pesar que ya no estoy en edad para eso.
Escucho la puerta del cuarto de huéspedes abrirse, mi cuerpo se estremece de saber que lo voy a tener que ver y elimina toda sensación de adormecimiento que nadie me creería que hace un segundo estaba casi por dormirme y ahora estaba más despierto que nunca. Se escucha sus pasos como si pisara algo hueco y entra al baño. No me ve. Siento que retengo todavía el aire y me saco mis zapatillas para andar en medias hasta la cocina.
Desde que empezó a tomar papá, evito encontrármelo. Nunca me ha golpeado y menos me ha alzado mi voz pero él no es la misma persona de hace un año.
Se escucha la puerta del baño abrirse de nuevo y a los segundos otra puerta abrirse que se cierra con fuerza, puedo al fin que se regule mi respiración.
Me coloco las zapatillas y luego de lavar mis manos, saco un táper del horno que tiene algún guiso y lo pongo en la microonda. A los minutos lo retiro y me pongo a almorzar.
Teniendo el recuerdo amargo de que los almuerzos ya no son como antes.
"Bachata Rosa" una canción de Juan Luis Guerra sonaba y el olor a café inunda mis fosas nasales antojando un capuchino express cuando entro al lugar donde trabaja mamá. La observó en la repisa secando unas tazas con su característico mandil con el logo del local. Me ve al instante y puedo ver como se le forma un hoyuelo en su mejilla izquierdo al sonreír. Acostumbraba pasar todas las tardes luego del colegio con ella en una de las mesas de al fondo pero ahora estaba en una semana de vacaciones y solo iba a pasar a saludar y regresar a casa a pesar que no me apetecía la idea.
—Ma —coloco mi mano en el mostrador. Retiro lo que dije, no solo quiero un buen café sino también un postre.
—Cariño, —se acerca. —¿Cómo va tu día?
—Bien, he salido en la mañana con Fran.
—Seguro van a tener bastante gente en el curso.
—Eso dice también Fran.
—Ese chico... dile que traiga a Elly, tengo su postre favorito—Elly era la hija de Fran y era la cosa que más adoraba después de mi, por supuesto.
Se retiró con las tazas secas y trajo una de esas máquinas para hacer café con un trapo.
—¿Has visto a tu papá? —pregunto. Siempre se preocupaba por él, ojalá mi padre también lo hiciera por ella.
—Está durmiendo —contestó escuetamente. Vi el dolor en su mirada, y me amoneste internamente por no ser un poco más sensible con ella. Que durmiera en pleno día era que ni siquiera había logrado conseguir un trabajo provisional.
—¿Puedes hacerme un favor? —me sorprendió con su pregunta.
—Tengo la tarde libre. —Le aclaré.
—Quería que hicieras la compra de esta semana, no voy a tener tiempo para ir al mercado.
—¿Vas a realizar horas extras? —eso era obvio pero escucharlo de ella confirmarlo era... era saber que nuestra situación actual estaba más complicada. Ella se negaba a que trabajara a pesar que yo le insistía, solo me quedaba pedirle en la noche que yo me encargara de la preparación del almuerzo.
—Solo esta semana y por esa carita que tienes mi respuestas es no. Solo lo hago para tener un dinerito extra que siempre es bueno para algunos gustos. —toco mi nariz. No me gustaba que lo hiciera y mamá lo sabía. —Eres un amargado Edu. —Si, quería hacerme enojar y por la carcajada que contaría yo iba por el camino de su objetivo.
—¿Tienes la lista, ma? —Sacó un papel de su ficha donde colocaba los pedidos y me lo dio, junto con dos bolsas de compra.
—Toma, esta los kilos con alternativas. Ya sabes si las arvejas esta cara compras vainitas y si las vainitas esta cara compras arvejas.
—Y si el tomate está caro, comprar pimentón y si el pimentón está caro compro tomates. —Mamá asintió satisfecha.
Diecisiete años con una de las mejores personas en la gastronomía peruana (y la más ahorrativa) tiene que tener sus frutos ¿No?
El primer lugar donde me dan amor es mi familia (aunque ahora más mamá) y el segundo es el mercado y creo que a muchos también les pasa lo mismo. Ni bien pongo un pie en este lugar los vendedores de ambos géneros (para aclarar) llaman para que te acerques a sus puestos con los apelativos de caserito, cariño, bombo, terrón de azúcar, guapo, amor y otros que suben tu autoestima a mil. Las palabras de mamá resuenan en mi mente al ver unas mandarinas gigantes que parecen deliciosas a simple vista. Y debo recordarme que no los compres porque:
1.-Deben ser transgénicos y no se deben comprar para evitar incentivar su producción y sus secuelas en nuestra salud y eso lo sabemos porque se menciona que está sin pepas y ya está finalizando su temporada.
2.- Su precio es un poco elevado.
3.-No puedo comprar un alimento en el primer puesto que encuentro.
Cuando llego a ver una zanahorias me pasa lo mismo y debo preguntar a la señora de donde es su zanahorias porque las que son de la capital se malogran rápido y de la sierra dura un poco más y al ver un puesto de sandías debo tocar y si el golpe que le de doy hace que la fruta se escuche hueca no debo comprarlo.
Llegó a un puesto donde venden plantas, todas ellas están en una plataforma estilo escalera que le da una vista completa de las flores especialmente. Mamá no tiene una buena mano para la jardinería y eso lo sé porque en todo estos años le he visto con una orquídea en la mano que moría al mes de su llegada a casa. No lo diviso en ningún lugar y eso que hay un montón de flores y plantas que no sé ni sus nombres. A cambio una que esta en el medio de la primera escalera llama mi atención por su flor en forma de corona de color amarillo que contrasta con los pétalos blancos que la cubren. Es hermosa, eso no se discute. Me recuerda a aquel chico que soy cuando subo al escenario y se cree el dueño del lugar por esos segundos.
—Es la favorita de mi hija. —La voz de un hombre hace que recién me de cuenta que tocaba la planta, sacándolo inmediatamente y escondiéndose detrás de mi espalda.
—Hola —dijo tímidamente. No parece enojado y eso en vez de calmarme hace que ocasione algo en mi sistema que pocas veces me sucede, me pongo nervioso.
—¿Te conozco? —pregunta, escaneando sin disimulo.
—No, no creo. —Observó que relaja la mirada.
—Perdone el trato, hay veces que confundo a las personas.
—No pasa nada —Manifestó. Es mi parecer o el ambiente parecía menos tenso ¿Es que así estaba?
—¿Buscas algo en particular o ya te decidiste? —pregunta. Observó la flor con corona. No sé su nombre, recuerdo.
—No creo que tenga la planta que deseo.
Eso parece ofenderlo.
—¿Tienes el nombre?
—Orquídeas.
—Cierto. No es su temporada.
—¿Qué cosa?
—Su estación. Ellas florecen mayormente en primavera y estamos entrando en invierno. Ahora en el invernadero solo tengo la planta sin flor. A pesar que ellas pueden florecer hasta en estos tiempos con un cuidado especial ya no dispongo de ese tipo.
—¿Puede traerme? —una idea se me había acabado de ocurrir.
—¿Qué parte de que no es tu estación, no entendiste?
—Que muera la flor no significa que deje de ser planta de orquídea —esa respuesta le gusto que una sonrisa se le formó en el rostro de esos cuando se te ocurre una idea.
—Por fin alguien aprecia a una planta por ser ella y no su flor. —sus ojos se dirigieron a todas las plantas y luego en mi.
—Dame un motivo por el que quieres la planta y te la dejo a mitad de precio.
—Hecho. —Lo dije tan decidido que me asombre del tono de mi voz internamente. Y es que al contar esta historia estaría abriendo una parte de mi que lo escondía de otros.
Esa tarde salí del mercado con dos bolsas de compras llenas, un vuelto y el número telefónico del hombre del puesto de plantas por donde coordinaremos el encuentro para la entrega de la planta.
Hola, que les pareció estos capítulos?
Lo esperaban??
Aquí todavía es Lunes y mañana no iba a darme tiempo de actualizar.
¿Son como Eduardo que les dice un montón de apelativos en el mercado?
Pd. No se como es en su país pero aquí en un mercado puedes encontrar a un zapatero, costurero, florista, jardinero, etc. En un mercado grande se pueden ver dos o tres puestos de cada tipo y en pequeños uno o dos.
Espero que disfruten de la lectura.
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