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Capítulo 3. Soborno

Me despierto con un dulce y delicioso aroma. Doy varias vuelta en mi cama, hasta que en mi mesita de noche veo un plato con pancakes y un bote de nutella. "¿Qué se cree, qué me va a comprar con comida?", pienso. Pero igual cojo el plato. Comienzo a comer.

— ¡Me lo voy a comer, pero quiero que sepas que me indigna muchísimo! —grito con la boca llena para que mi madre me escuche desde abajo. Me la puedo imaginar rodando los ojos.

Luego de terminar ese espectacular desayuno —conste que aún sigo estando un poco molesta—, miro mi reloj y veo que son las 11:35 am. Me levanto y voy a mi cuarto de baño, me cepillo los dientes y me hago una coleta en el pelo.

Salgo y me pongo unos jeans y una sudadera roja —amo el rojo—. Bajo a la cocina para dejar el plato sucio y tirar el bote de nutella a la basura. Tomo un vaso de agua y salgo al salón. Y ahí esta mi madre sentada, supongo que esperándome.

— Buenos días, cariño —da unas palmadas a su lado, indicándome que me siente.

— Buenos días, mamá —hago lo que me indica.

Me mira durante unos segundos y luego al fin habla:

— Fallon, no quiero estar peleada contigo. No quiero que estés molesta, cielo.

— Yo tampoco quiero estarlo. Solo me alteré por la noticia y... perdóname por gritarte, por favor —me pongo a llorar.

Mi madre me abraza y me besa el cabello, mientras me acaricia la espalda y los brazos.

— Te entiendo cariño y claro que te perdono. Tu eres quien debe perdonarme a mi, debí decírtelo antes. Desde el primer momento debí hablarlo contigo.

— No te preocupes —le digo.

— Solo quiero que arregléis las cosas, porque se que te afecta y no quiero que nada te afecte —me toma de la barbilla con delicadeza para que la mire— Además de que las playas de California son magníficas.

— Oh mamá —nos reímos— Te quiero mucho.

— Y yo a ti mi pequeña. Solo quiero pedirte una cosa —la miro espectante— No te pelees mucho con tu padre, tienen el mismo carácter y será inevitable que discutan. Pero trata de sobre llevarlo. ¿Si? —me observa con una ceja enarcada.

— Bueno... no prometo nada... —me lanza una mirada de advertencia— Ok, ok, pero si me saca de mis casillas no me voy a quedar callada.

— Con que lo intentes me basta —nos volvemos a abrazar.

Nos levantamos luego de unos minutos para preparar algo de comer.

— Deberías ir a hacer la maleta, mañana salimos temprano hacia el aeropuerto —asiento, pero antes de irme habla nuevamente— Oh y llevate poca ropa. Tu padre me dijo que te compraría cuando estuvieras allá.

Vuelvo a asentir, me doy la vuelta y subo a mi habitación. Me apoyo en la puerta y me dejo caer hasta el suelo. Suelto un suspiro. "Y ahora también quiere comprarme ropa", pienso. Bueno, hay que resignarse.

Saco una maleta de debajo del armario y la dejo abierta sobre mi cama. Empaco mi ropa interior —eso si que me lo llevo—, varias de mis queridas sudaderas y jeans. Chanclas y tenis. Mi neceser y algunos libros.

Sigo empacando algunas cosillas que creo que pueden ser importantes. Cuando termino, me quedo boca abajo en mi cama para descansar un poco.

Y no se en qué momento me quedé dormida, pero unos golpesitos en la puerta de mi habitación me sacan de los brazos de Morfeo.

— ¿Fall, puedo pasar? —me habla desde el pasillo la calmada y dulce voz de Teffan.

— Claro, adelante —hablo aún un poco adormilada.

Abre la puerta, entra y la cierra nuevamente detrás de él. Me da una media sonrisa, camina hasta mi cama y se sienta en ella, a mi lado.

— Anoche cuando llegaste ya me había dormido y no puede platicar contigo con respecto a... ya sabes, el viaje —me dice , me gusta mucho su manera de comunicarse, por algo es pediatra.

— Si , pero no te preocupes. Ayer hablé con mi mamá y... —me interrumpe.

—Ya me imagino como hablaron —se ríe.

— ¿Por qué lo dices? —pregunto frunciendo el ceño.

— Porque no se cuál es más terca de las dos. Por eso es tan difícil que lleguen a un acuerdo —me explica.

— Bueeeno, pues si llegamos a un acuerdo. Como te iba diciendo, ayer hablamos y hoy también lo hicimos luego de que me dejara un plato con pancakes y un bote de nutella de desayuno.

—Oh, la táctica de sobornarte con comida —suelta una carcajada— Tenía que ser tu madre.

Nos reímos los dos.

— Entonces, si voy a ir a California, que remedio. Y me hizo prometer que no me pelearía mucho con mi padre, ya sabes —termino de contarle.

— ¿Te lo hizo prometer? —asiento— Y supongo que no cruzaste los dedos, ¿no es cierto?.

— No, no crucé los dedos. Pero si le dije que si me busca un poco las cosquillas no me voy a quedar callada —me sonríe de lado.

— Ya sabía yo. Bueno, vamos a cenar que ya es tarde.

— De veras que no recuerdo en que momento me dormí. ¿Estaré desarrollando demencia tan rápido...? —bajamos las escaleras riéndonos de mis ocurrencias.

En el comedor ya nos esperaba mi madre con la cena lista. Rico y sabroso pastel de carne. Comemos entre risas y bromas. Mi mamá me comenta que saldremos temprano, ya que mi vuelo es a las 9:00am.

Cuando terminamos, ayudo a mi madre a lavar los platos y cubiertos, y a dejarlo todo en su sitio. Me despido de ambos y subo a mi habitación.

Les envío un mensaje a mis amigos, ya que hoy al final no nos vimos, diciéndoles que mañana temprano nos vemos para despedirnos.

Voy al cuarto de baño, me quito la ropa y me doy una ducha casi fría —no soporto el agua caliente—, me seco y me pongo mi pijama rojo con patitas de perro blancas. Muy tierno, ya se.

Me acuesto y antes de que pudiera decir "pizza con doble de queso" ya estaba dormida.




[...]




Me despierto con el estridente ruido de mi despertador. Le doy un puñetazo para que se calle y me deje dormir un poco más. Pero como los dioses están en mi contra...

—¡¡Fallon, levántate ya de esa cama!!¡¡Tienes que prepararte!! —grita mi madre desde la planta baja. Ok, bye bye sueñito reparador.

Me levanto como un zombie y voy arrastrándome hasta el baño. Tomo una ducha y decido no lavarme el cabello, me da pereza. Salgo envuelta en una toalla y me quedo un segundo frente a mi armario. Me decido por una sudadera gris y...

— Fallon , no te vayas a poner una sudadera , que te conozco. Ponte algo más... lindo. Por favor —miro al techo en busca de paciencia. Bye bye sudadera.

Guardo mi hermosa y cómoda sudadera y vuelvo a mirar, pensando en qué ponerme. Luego de varios minutos tomo una falda negra que me queda a medio muslo, con un top blanco que se abrocha por una cremallera que lleva delante y un par de botas también negras con tacón.

Ni idea de cuando me compré esto. Debería prestar más atención en la vida. Me dejo mi pelo rubio suelto con mis ondulaciones naturales. Y para completar me coloco el collar de plata que me regaló Teffan en mi cumpleaños 16. Tiene una F muy hermosa con varios diamantitos pequeños.

Mi miro una vez más en el espejo, agarro mi maleta y salgo. Cuando estoy guardando mi maleta en el coche, siento que me tocan el hombro.

— Pero que mejor amiga tan sexy tengo —se burla Cam cuando me doy la vuelta y ve lo que llevo puesto.

— No me digas nada, mi madre me obligó —me quejo cruzando los brazos.

— No te estés quejando, te vez hermosa —me abraza Zoei—. Supongo que ya hay que despedirse.

Nos abrazamos los tres a la vez. Los voy a estrañar mucho, se que son solo unos meses, pero es que no puedo vivir sin ellos.

Ok, eso sonó muy dramático.

Nos separamos.

— Me envían fotos y no dejen de llamarme. ¿Ok? —les digo.

— Lo mismo decimos. Disfruta y no le des mucha guerra a tu padre —responde Cam apuntándome con un dedo.

— Pero si yo soy lo más bueno que hay en este planeta. Un ángel, un pan de Dios, un... —me cortan.

— Si, si, si y yo vuelo —pongo los ojos en blanco—. Te queremos mucho.

— Y yo a ustedes —le doy a cada uno un beso—.  ¡¡Nos vemos prontooo!!

Me doy la vuelta y me subo al coche. Saludo a mis amigos por la ventanilla y ellos hacen lo mismo con efusividad.

— ¡¡Vas a enamorar a todos los californianos!! —me grita Zoe y yo sonrió y levanto los pulgares.

— ¡¿QUÉ?! ¡¿FALLON MILLER NO TE ATREVAS A BUSCARTE NOVIO?! —se pone a gritar como un loco Cam—. ¡¿QUE NO SE TE OCURRA, TE MATO, OISTE, TE MATO?!

Todos dentro del coche soltamos una carcajada, no puedo ni hablar de tanto reír.

— No te preocupes Cam —él suspira aliviado—. Te lo presentaré cuando vuelva —eso hace abra de nuevo los ojos. Todos reímos como simios locos.

Vuelvo a saludarlos haciendo movimientos con las manos, mientras Teffan acelera, dejando a mis amigos atrás. Y dando comienzo a lo que será un verano diferente.

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