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22

—Toto me va a matar, ¡me va a matar! ¡Y si queda algo de mí, Vasseur terminará con lo poco que haya!

Charles me aprieta la mano para tratar de calmarme, ya que estamos prácticamente corriendo por los pasillos del hotel como ninjas ocultos de la sociedad y no podemos parar para abrazarnos.

—Nadie va a matarte, ma chérie, tranquilízate. Solo va a haber que tomar algunas decisiones importantes, pero los únicos que van a perder algo más que la vida son los responsables de que esas fotos hayan visto la luz. Prácticamente todo lo que han hecho es ilegal, desde meterse en la parte privada del paddock hasta tomar y publicar fotos de índole privada asumiendo algo tan íntimo como una relación entre alguien anónimo y George. Sé que tanto Toto como Frédéric se encargarán de matarles a pleitos, pero si no me parece suficiente castigo, yo seré el que les saque hasta el último céntimo que hayan ganado en sus míseras vidas.

—Todos vamos a ir contra ellos —asegura George, girándose para mirarme un breve antes de seguir en la delantera—. No es que me ofenda que me hayan emparejado con una mujer tan espectacular como tú, al contrario, pero lo que han hecho es una guarrada y no puede quedar impune. Y, por supuesto, la última persona que podría tener la culpa eres tú, preciosa.

Las palabras de ambos me hacen respirar hondo con más facilidad, aunque en cuanto llegamos a la puerta que da a la sala privada donde nos han citado los jefes de prensa y equipo, mi respiración vuelve a ser presa del nerviosismo. Ahora que estamos quietos, Charles rodea mi cintura con su brazo y me aprieta contra su cuerpo, dirigiéndome una mirada que deja más que claro que no piensa soltarme hasta que todo esto termine.

George suspira y llama a la puerta, entrando apenas un segundo después cuando nos lo indican desde el interior. Un grupo de seis personas se sientan alrededor de la mesa redonda, entre los que reconozco a Toto Wolff, Frédéric Vasseur y la jefa de prensa de Charles. Deduzco que los desconocidos serán las abogadas y el jefe de prensa de Mercedes.

—Sentaros, por favor —indica Toto y hacemos lo que dice, aunque yo no puedo evitar temblar ligeramente mientras aprieto la mano de Charles como si quisiera romperla—. Antes de nada, quiero que sepáis que ninguno de vosotros ha hecho nada mal, ni mucho menos estamos enfadados con vosotros. Sois las víctimas de esta situación y no os culparíamos por nada de lo ocurrido en absoluto. Especialmente tú, Atenea. Al ser anónima, exponerte de esa manera al mundo es una completa locura, además de ir contra la ley.

—Lo siento mucho, de verdad. No debería haber sido tan descuidada, todo esto es culpa mía. Siempre que voy al paddock intento pasar desapercibida para la prensa, pero no vi a nadie y me confié demasiado...

—No, Atenea, en absoluto. La prensa no tiene permitido entrar en esa zona del paddock y mucho menos tomar fotos de los pilotos y acompañantes en sus lugares de descanso. Vamos a ir a por todos los responsables de esto, desde aquellos que permitieron esa brecha en la seguridad, hasta los que han sacado y publicado esas fotos.

Las expresiones de Toto y Frédéric al dirigirse a mí terminan por relajarme en cuanto a su posible enfado conmigo se refiere, pero sigo histérica por todas las consecuencias que puede tener para Charles y George la noticia. Solo sentir el móvil contra el bolsillo de mi pantalón me arde con todo lo que debe estar pasando en mis redes sociales.

¿Y mi familia? Todavía no le había dicho a nadie que estoy saliendo con Charles. De hecho, se pensaban que Bibiana y yo nos habíamos ido de vacaciones a Italia para celebrar el fin de las clases, y planeaba decírselo en cuanto volviese a casa. Ahora entrarán en cualquier red social o encenderán la televisión, me verán con George y no quiero ni pensar en las conclusiones que sacarán a raíz de lo que ponía en la noticia.

—Sí, pero además de todo eso... —Mi respiración se acelera por el agobio y mi voz se entrecorta ligeramente, y Charles acaricia mis nudillos a pesar de que estoy agarrando su mano tan fuerte que no me sorprendería si empezase a gangrenarse—. Esas fotos dan a entender que George y yo estamos juntos... Y, bueno, yo estoy con Charles, ustedes ya lo saben, claro. ¿Qué... podemos hacer con respecto a eso?

—Creemos que lo mejor para eso es que sencillamente publiquéis un vídeo o un mensaje en el perfil de Charles y George explicando la verdad. No habéis hecho nada malo y la gente entenderá que todo ha sido un malentendido y una violación de vuestra intimidad. Que sea lo más natural posible, para que la gente vea que no hay tanto bombo como les han querido hacer creer.

En cuanto el jefe de prensa de Charles menciona decir la verdad, la sangre asciende a mis mejillas a velocidad de vértigo y si un agujero se abriese ahora mismo bajo mi silla y me succionase, lo agradecería eternamente. Claro, porque la mejor opción es decirle al mundo: "veréis, es que George acababa de follarme en la sala de descanso como venganza por calentarle durante todo el fin de semana y por eso estábamos tan cariñosos. Ah, pero no es mi novio, no. Mi novio es Charles Leclerc, el mismo que propuso la apuesta que me empujó a zorrear con George Russell, convencido de que él no aguantaría sin follarme contra cualquier superficie cercana. ¿A que ahora se entiende todo mucho mejor?"

No, definitivamente la verdad no es la mejor opción.

—¿Tiene que salir Atenea a dar explicaciones conmigo? —pregunta Charles inmediatamente, frunciendo el ceño y apretándome la mano con cariño mientras me mira con más ternura que al resto de miembros de la mesa—. Ma chérie, no tienes por qué salir en ningún lado ni decir nada, ¿vale? Si quieres seguir siendo anónima, nosotros nos encargamos de luchar para que nadie te saque sin permiso. Nadie aquí va a obligarte a hacer nada que no quieras hacer. Mi prioridad eres tú, mi amor.

Charles ni siquiera da tiempo a los miembros de la mesa a rebatir sus palabras, si es que quieren hacerlo, porque les dirige una mirada dura, retándoles a llevarle la contraria. Escuchar cómo me defiende delante de sus jefes y compañeros me hace sonrojar y aguanto las ganas de esconder la cara contra su brazo por la vergüenza. Por mucho que quisiera ser anónima y por mucho que luchase Charles, después de esto ya es misión imposible. Además, no quiero pensar en mí, sino en lo mejor para su carrera e imagen pública.

—Si es mejor para ti que salga, lo haré. No quiero esconder mi relación contigo porque no tengo nada que ocultar, al contrario; te quiero y si pudiera, se lo gritaría al mundo entero. —Todavía avergonzada, miro a los dos jefes de prensa de los pilotos, algo intimidada—. ¿Qué sería lo mejor para Charles y George? Por mi parte, estoy dispuesta a hacer lo que sea.

—Bueno, creemos que lo ideal sería que grabaseis un vídeo los tres explicando la situación de forma distendida, sin hacer una montaña de un grano de arena como están tratando de hacer los medios de prensa rosa. Decid la verdad, que Charles y tú acabáis de empezar y planeabais hacer vuestra relación pública en cuanto llegasen las vacaciones, pero os han estropeado la sorpresa. Así usáis esa invasión de vuestra privacidad contra los propios responsables.

Nosotros asentimos y los jefes de prensa nos apuntan en un papel las principales cosas a mencionar en el vídeo. Mi nivel de nervios sube y baja descontroladamente a medida que voy imaginándome cómo será el vídeo, pero sobre todo, las reacciones de los fans. Sé que mucha gente, al tratarse de fotos con un hombre que no es mi novio, buscará cualquier mínimo detalle para pensar lo peor de mí y hacérmelo saber a través de esas misma redes, y me avergüenza lo que puedan decir.

Especialmente porque la mayoría de cosas que digan no serán mentira.

—Muy bien, pues creo que ya estaría todo. Nosotros nos encargaremos de los problemas legales y en cuanto sepamos novedades, os las haremos saber —dice Toto Wolff levantándose, seguido por el resto. Cuando atravesamos el umbral de la puerta, pienso que mi vergüenza de cara a dos de las figuras más importantes de la Fórmula 1 ha terminado por fin, pero entonces escucho de nuevo la voz del jefe de Mercedes—: Por cierto, una pregunta, por mera curiosidad... ¿Qué hacíais vosotros dos solos en la sala de descanso de George mientras todos se habían marchado ya?

Mis mejillas se calientan tanto que siento que van a explotar en cualquier momento y deseo que me trague la tierra ya mismo. Ahora sí que estoy agarrando la mano de Charles con tanta fuerza que no me sorprendería arrancársela de un momento a otro. Ni siquiera soy capaz de mirar a Toto Wolff y solo espero que alguien le responda con cualquier mentira para salir corriendo de vuelta a mi habitación.

—Estábamos solucionando una apuesta... Atenea había perdido y yo me tenía que cobrar el premio y todo eso. Solo eran cincuenta pavos, nada importante, jefe, ya sabes... —responde George, sonriendo de esa forma tan encantadora, aunque su expresión rezuma puro nerviosismo.

—Así que una apuesta, ¿eh? —Toto y Frédéric nos miran con una ceja alzada y medias sonrisas, indicándonos con ese sencillo gesto que pueden imaginarse perfectamente lo que ha sucedido—. Bueno, pues en un futuro, deberíais tener cuidado con dónde decidís resolver vuestras apuestas. Ya sabéis que estos indeseables pueden estar en cualquier parte y en cualquier momento y, aunque sois libres de... apostar donde y con quién queráis, son capaces de violar vuestra intimidad para exponérsela al mundo sin que les tiemble el pulso.

—Lo sabemos, Toto, no te preocupes. Esta vez ha sido culpa mía, pero no volverá a pasar, te lo prometo.

Los jefes de escudería asienten una última vez antes de caminar hacia los ascensores, lo cual me tomo como un milagro. Ser consciente de que Toto Wolff, uno de los hombres que más admiro en este deporte, sabe que me he acostado con varios pilotos —uno de sus protegidos entre ellos— me hace sentir que estoy a punto de morirme de la vergüenza. Cuando desaparecen de nuestra vista, Charles intenta tirar de mí con gentileza, pero yo estoy demasiado ocupada tratando de no desmayarme. George y él dejan escapar una risa y el monegasco termina alzándome en brazos para llevarme como si fuese un bebé.

—¿Qué te pasa, ma chérie? ¿Es que estás preocupada por el tema del vídeo y las fotos que os sacaron esos idiotas? ¿Has cambiado de opinión? Porque puedo llamar a Frédéric y Toto y...

—¡No, no, no les llames, por Dios! —interrumpo en forma de quejido, escondiendo la cabeza en la curva de su cuello para ahogar mi vergüenza de alguna forma—. Toto Wolff, uno de los hombres más icónicos de la Fórmula 1, sabe que me he tirado a George en el paddock mientras estoy saliendo contigo. ¿No te parece razón suficiente para morirme siete veces por lo menos?

—El que se va a morir soy yo porque entre Lewis, que desde que hablasteis el otro día no para de tocarme las narices con todo esto, y ahora Toto sabiendo que he estado con la novia de un compañero, no me van a dejar tranquilo jamás.

—Es el karma por haber engañado a mi chica para tu estúpida venganza. Te mereces que lo sepa toda la parrilla, las escuderías y hasta sus abuelitas, pero no me apetece que más gente se entere de que mi novia se ha acostado con un feo. Taparé esa mancha en su historial como sea necesario.

—Ha sido el polvo más caro de mi vida... —se lamenta George dramáticamente.

Con un bufido, le doy un manotazo a cada uno en la cabeza lo suficientemente fuerte como para que suelten un quejido.

—¡Dejad de ser idiotas durante medio segundo de vuestras vidas y pensad en lo que he dicho! Os juro que me he mareado cuando ha mencionado la apuesta, estaba convencida de que me iba a dar un ataque al corazón ahí mismo, ¡así que dejad de reíros!

Ma chérie, no te preocupes, nadie te está juzgando. Te aseguro que todas las personas de esa sala que supieran lo que pasó entre George y tú no le van a conceder importancia, y mucho menos Toto. Ya le has visto, le ha hecho gracia la situación, pero no le importa lo que hagamos mientras no nos metamos en líos. De hecho, George y yo vamos a sufrir bastantes más burlas que tú. Bueno, ya las estamos recibiendo —responde Charles con una sonrisa, posando un suave beso en mi sien al entrar en el ascensor—. ¿Es que no te has dado cuenta de lo mucho que te adoran todos los chicos? Si algún día rompiésemos, me darían la patada y tú serías el nuevo fichaje de Ferrari.

—Pues claro que lo haríamos, ¿estás de coña? ¿Deshacernos del pijo de Mónaco y ganar a la princesa de España? Lo firmaría ahora mismo —añade George con una sonrisa de niño pequeño.

Las reacciones de los chicos me hacen reír y relajarme notablemente, especialmente gracias a la verdad que esconden sus bromas. Es cierto que ninguno de los miembros de la reunión parecían escandalizados al saberlo; es más, he sido yo la que ha reaccionado de manera más exagerada. No sé si será porque les resulta habitual o normal, o si sencillamente no se han parado a pensarlo porque les da igual, pero tampoco importa. Cuanto más piense en ello, más vergüenza me dará y es lo último que quiero ahora.

Pronto llegamos a nuestra suite y la perspectiva de grabar el video anunciando nuestra relación al mundo vuelve a instalar un nudo de nervios en la boca de mi estómago. Charles parece notarlo, porque me abraza más fuerte y no me suelta ni cuando los dos chicos se sientan juntos en uno de los sofás.

—Cuando estés preparada nos lo dices, ¿vale, ma chérie? Mi prioridad es que estés todo lo cómoda y relajada posible.

Yo asiento, respirando hondo y separándome poco a poco de su cuerpo para sentarme entre ambos chicos. Tal vez no sea la mejor posición de cara a lo que pueda pensar el público acerca de la índole de nuestra relación, pero así me siento más arropada y relajada.

—Vale, ya estoy lista.

Charles me da un suave beso en los labios antes de colocar su móvil sobre la mesa, apoyado de forma que esté a la altura perfecta para grabarnos. Cogiéndome la mano y entrelazando sus dedos con los míos, pulsa el botón rojo y esboza una sonrisa profesional que George imita a la perfección.

—Hola, chicos —saluda George, tomando la iniciativa al ser uno de los protagonistas de las fotos—. Me paso por aquí para hablar acerca de las fotos que se han publicado en las que salgo con una chica, chica que, por cierto, nos ha hecho el enorme favor de acompañarnos en este video. Como veis, también está Charles, que aunque no aparezca en las fotos, tiene mucho que ver con esta situación.

—Hola a todos. Si habéis visto esas fotos, que han sido tomadas de forma ilegal y publicadas sin consentimiento, probablemente os preguntaréis qué pinto yo aquí. Como bien ha dicho George, no aparezco en dichas fotos, pero todo tiene una explicación. —La sonrisa de Charles se ensancha cuando me mira y choca su hombro con el mío de forma cómplice, ayudando a que me relaje—. Esta es Atenea, la chica que sale en las fotos, y no, no es la novia de George, ya quisiera él. Es mi novia.

Siento que una sonrisa tímida se asoma en mis labios y agradezco que sea un vídeo en lugar de un directo, ya que la intimidad me hace sentir como si solo nosotros tres fuésemos a ser conocedores de lo que digamos.

—Hola, soy Atenea y lamento haberme presentado así. A Charles y a mí nos hubiera gustado contarlo cuando empezasen las vacaciones, de una forma mucho más agradable, pero nos han robado la oportunidad. No habíamos contado nada antes porque empezamos a salir hace unas pocas semanas. George y yo solo somos amigos, como el resto de los chicos, y la prensa se ha colado en el paddock para sacar esas fotos e inventarse lo que han dicho. Espero que esto sea un problema aislado y no se vuelva a repetir, especialmente cuando se trata de alguien que no era público hasta ahora, como yo.

—No os vamos a pedir que no compartáis ni miréis las fotos porque ya es imposible que eso ocurra, pero sí quiero pediros como favor personal que respetéis la anonimidad de Atenea en la medida de lo posible —dice Charles con expresión más seria, acariciándome los nudillos con sus dedos—. Es una chica normal que no ha elegido ser pública y aunque sea mi pareja, nada de esto ha pasado como hemos querido. Si me respetáis a mí, por favor, respetad también a mi chica.

Las mariposas empiezan a volar descontroladas en mi estómago cuando le escucho llamarme 'mi chica' y protegerme de lo que se me va a venir encima. Yo sonrío a la cámara y luego a él, incapaz de no mirarle con todo el amor del mundo.

—Ahora que hemos aclarado todo, nosotros nos vamos a descansar, que ha sido un día agotador y nadie me ha dejado disfrutar de mi segundo puesto —bromea George con una sonrisa, chocando su hombro suavemente con el mío—. Espero que nos comprendáis y respetéis. Buenas noches, chicos.

Charles y yo nos despedimos con sonrisas cansadas y cuando el monegasco para el vídeo, terminando así con nuestra labor de cara al público para aclarar esta situación, sé exactamente lo que toca ahora obligatoriamente. Y creo que me aterra más que enfrentarme al mundo entero tras esas fotos.

—Charles, creo que ahora deberíamos llamar a mi familia para contárselo todo.

¡Holita!

Primero de todo, hay que celebrar que mi novela "Cuando se encuentren las estrellas" ha quedado finalista de los Wattys este año WIIIII 🥳🕺✨

Y ahora, después de este capítulo que sorprendentemente para este fanfic NO TIENE 🌶️ (se siente raro eh? sldksks es broma), ¿cómo creéis que reaccionará la gente? ¿Y la familia de Atenea?

Os leo! ❤️

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