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5. El De Las Explicaciones

Al fin Manu y yo estamos solos, aunque sea rodeados de cientos de personas

     —Impresionante, ¿eres policía? —me pregunta sin creérselo del todo al ver mi uniforme. Además, le da la razón al dramático de Oliver cuando detiene su mirada en mi pantalón. Verás que pierde hoy la concentración.

     Muevo la cabeza afirmando, me veo incapaz de hablar.

     —Ni caso, señor Torres. Es la loca del otro día, ya no sabe qué hacer para llegar a usted —le dice Héctor riendo, como si yo pudiera haber comprado el uniforme para meterme en esta operación.

     Manu me mira sonriendo, ha captado el mensaje de mi compañero y la broma que conlleva.

     —No tienes que llegar a mí, Leire —me dice antes de acercarse más a mi oído—. Solo tienes que tirar los dados y ganarme otra vez.

     —¿Y con eso bastaría? —pregunto coqueteando abiertamente.

     Sé que no es apropiado con este uniforme, y mucho menos antes de un partido tan importante para él, pero necesito corroborar que no lo estoy imaginando.

     —Yo no saldré corriendo —se defiende con una sonrisa pícara que me gana por completo. Sí, él también coquetea conmigo.

     Oímos que lo llaman desde el autobús.

     —¿Volveré a verte pronto? —me pregunta mientras anota un número de teléfono en mi mano, como hiciera con su autógrafo del otro día.

     —Claro.

     Y Manu se va hacia el autobús, feliz por mi respuesta.

     La locura se desata entonces con los gritos de los verdaderos aficionados y yo despierto de mi ensoñación, he de coordinar a mi propio equipo de seguridad.

     —Gracias —le digo a Héctor cuando veo que Manu ya desaparece de nuestra vista.

     —No me las dé, no fue un favor. Lo hice por mí, oficial, si usted está de buen humor por follar con ese tío, yo podré trabajar a gusto.

     Hasta hace un momento esa respuesta le hubiera costado a Héctor una suspensión, ya no, he visto su última mirada y no solo me desnudó con ella.

     —Puedes decir lo que quieras, favor o no, si mojo esta noche, te lo deberé solo a ti.

     Y así, sin más, me marcho al furgón que nos llevará al Palacio de Deportes.

     Un deportista profesional debe mantener una imagen pública, pero un deportista profesional si quiere, puede también distorsionar esa imagen. Y no hablo de la saludable y estética, de cara a sus seguidores, porque eso ya se descubre luego con un bajo rendimiento deportivo, sino de la cara social. No está bien visto que se deje ver en pleno campeonato europeo, por ejemplo, frecuentando casinos por las noches.

     Manu Torres no difiere de cualquier otro deportista de élite y lo había podido hacer hasta la semana pasada, cuando era un completo desconocido para el país entero. Hoy ya no le es posible pasar desapercibido, hasta los empleados del hotel se hacen los despistados para pedirle un autógrafo al hombre del momento.

     En cuanto a mi trabajo, la selección de fútbol sala ha llegado completa a su hotel, no hay descarriados por mi parte. Lo que puede resultar difícil de controlar a partir de aquí, viendo la victoria tan ajustada ante Eslovaquia y las ganas de celebrar que el cinco/cuatro del resultado ha provocado en los jugadores. Pero eso ya es competencia de su entrenador o de la federación, no del ministerio del interior o de mis jefes inmediatos.

     A Manu desde luego se le da bien eso de jugar al despiste una vez que llega al hotel, porque uno de esos empleados, dispuestos a hacerle un favor a cambio de una foto suya, me detuvo antes de que regresara a la furgoneta al acabar el operativo.

     Ese hombre me dio la llave tarjeta de una habitación junto al nombre de Torres. Por un instante tuve dudas sobre aceptar o no, pero se esfumaron cuando recordé nuestra primera noche y que fue en la doscientos cincuenta.

     Así que he regresado al hotel en cuanto ha terminado mi turno y me he deshecho del uniforme.

     —¿De verdad que has dicho eso ahí abajo? —quiere saber Manu.

     Acabo de contarle lo que he tenido que decir en la recepción para que me permitieran subir. Yo misma he abierto con la llave que me hizo llegar.

     —Pues claro, ¿si no, cómo crees que iba a entrar?

     —Es la primera vez que escucho que puedan protegernos contra un ataque cibernético.

     —No me dirás que el entrenador y sus estrategias no son un objetivo fácil a dos partidos de la final.

     —Y claro, siendo así, España estaría en deuda contigo, ¿no, agente? —dice riendo mientras da un paso hacia mí.

     —Soy oficial —le corrijo sonriendo—. Y no te rías que me haces sentir mala persona y peor patriota.

     Manu se acerca más, ya solo nos separa un palmo. Yo por si acaso, antes de que se arrepienta, acorto la ínfima distancia.

     —¿Ah, sí?, ¿y eso por qué?, ¿por mentir? —Y aunque me lo ha preguntado, sé que no busca mi respuesta, prefiere acariciarme la nuca como inicio de nuestro beso.

     —No... Por... meterme en la cama del capitán... y bajarle dos tonos para el próximo partido —digo disfrutando de cada enredo de sus dedos en mi pelo. De cada suspiro que consigue arrancarme.

     Manu se ríe a carcajadas y yo me quedo sin mi beso.

     —¡Joder! ¿Dónde has estado toda mi vida, Leire? —dice cuando me coge en brazos para dejarme en la cama. Yo sonrío al verlo tan feliz encima de mí.

     Llevo ambas manos a su cara, quiero que me bese.

     —Te buscaba en mi suerte —contesto mirando sus ojos.

     Manu sonríe porque ha entendido la importancia que le doy a mi respuesta, sabe de mi obsesión por ella desde la primera noche en el Casino con mi tiro al Craps tan arriesgado.

     —Siento haberme ido así, soy menos estúpida que esa versión que te di de mí.

     —Empate, entonces. Yo me comporté como un capullo resentido, después —me tranquiliza él con un tierno beso, mientras sonríe.

     —No estuviste acertado, la verdad.

     —Es que yo tampoco supe qué hacer cuando no te quedaste, no es algo que me haya pasado nunca, soy yo quien se va —confiesa riendo.

     Lo cierto es que ambos tuvimos una reacción muy inmadura, yo por largarme sin una despedida, él por tomárselo como algo personal en su ego de macho.

     —Vale, lo entendí. Si pretendes hacerme sentir mejor, no funciona que hables de otras mujeres. Lo sabes, ¿no?

     —Contigo sé que funcionará esto mejor.

     Se agacha para poder besarme, para que nuestras bocas choquen con el deseo de un beso brusco.

     Y posiciona su cuerpo en el hueco que le dejan mis piernas abiertas.

     En pocos segundos el calor me alcanza y la ropa me molesta al sentir mi piel sensible. El beso de Manu está haciendo que me excite de veras.

     —Puedo quedarme hoy si quieres, para compensarte —le propongo cuando ya me deshago de mi camiseta.

     Él, de rodillas, me ayuda luego con los pantalones. Estos no le dan problema al sacarlos por mis tobillos. Me incorporo lo justo para hacer lo mismo con el cordón de los suyos.

     Le gusta mirar cómo intento desnudarlo y no tarda en agacharse para besarme, apoyando antes sus manos en el colchón junto a mi cabeza. Su chándal no puede contener las ganas que me tiene, puedo notar su dureza, casi me puede penetrar, y como yo tampoco me quiero contener meto la mano por dentro de su pantalón y ropa interior. Poco estímulo necesita, la verdad.

     De nuevo Manu me besa, se adueña de mi boca al tiempo que embiste mi mano marcando su ritmo, al igual que sus dedos hacen lo propio conmigo a través del lateral de mis bragas.

     —Sí. Quiero que te quedes conmigo, y que me despiertes de madrugada para hacerme tuyo, así podré compensarte yo.

     —Jura que será así —le pido, sonriendo por la caricias de esos dedos juguetones que ahora aceleran sus movimientos. Dentro con sus acometidas, fuera con sus frotes.

     Manu me deja respirar entre gemido y gemido que se me escapa cuando me besa, lame mi lengua o me muerde los labios. Agarro su pelo y lo retiro de mí, justo para exhalar un grito cuando me corro.

     Trato de volver a la vida con pequeños suspiros mientras disfruto de los pequeños besos que Manu me da por la cara. Mientras, él espera a verme totalmente relajada para decirme:

     —Ey, todavía no puedes dormir, te quedan seis más.

     Y es cuando me hace reír a carcajadas bajo la presión de sus manos en mi cintura por las cosquillas que me hace.


     Mi propósito de venir a la comisaría corriendo tendrá que esperar, además el ejercicio de anoche equivale a la quema de calorías que pudiera hacerme la carrera hasta aquí.

     Dejé el hotel de Manu, bien entrada la mañana, con el tiempo justo de pasar por mi casa para dormir unas cinco horas, ducharme, comer un poco y llegar a tiempo del turno de noche. Y esto último solo lo podía conseguir si venía en metro.

     Mi castigo vendrá mañana en la cena con Oliver, cuando me pida cuentas de mi noche sexual frente al Pollo Dorado. Hoy no coincidimos por culpa de nuestros trabajos.

     Pero mira, por mí que no quede, haré un esfuerzo. Así que al terminar en los vestuarios subo las escaleras corriendo. Y mientras lo hago no puedo evitar pensar en Héctor ayer, cuando volvimos a chocar.

     —Buenas tardes, oficial, ¿quiere un café?

     Por su tono de voz no distingo si quiere reírse de mí o es una verdadera invitación.

     Me giro para ver su cara y poder averiguarlo.

     Héctor me sonríe, se ve sincero con su ofrecimiento y no parece nada sospechoso de burla.

     —Gracias, Héctor. ¿Los de la tercera planta? —le sugiero yo.

     —Mejor en el del bar de la esquina. —Y su tono de voz es mucho más relajado—. Todavía no empieza la reunión.

     —Me parece buena idea.

     Bostezo con disimulo, y eso que la noche no ha hecho más que empezar.

     —Así que necesita cafeína de verdad. —Héctor pasa de largo para ir a la salida, yo camino a su lado—. Por lo que veo ha tenido una gran noche.

     —De las mejores. —Sonrío de manera traviesa al sentir ese dolorcito de gusto en mis piernas—. Y oye, Héctor, puedes hablarme de tú fuera de cualquier dispositivo, ¿vale?

     —Lo tendré en cuenta, oficial, aunque ya me gustaba eso de tenerla encima.

     Se retira de la puerta para dejarme salir primero, procuro hacerlo rápido para que no note mi rubor. «Yo encima, él debajo. Esas manos que tiene, ese cuerpo que esconde su uniforme...»

     —Quería pedirle disculpas. Ayer con la tensión del operativo no pude hacerlo. No debí hablarle así —suelta de repente.

     —No importa, no me hubiese atrevido con Manu si no es por ti.

     —Pues tenías ya todo el trabajo hecho, porque ese tío babeaba.

     —No seas cretino —digo mientras golpeo su brazo. Y no ha sido un toque de atención, sino un puñetazo de los que duelen, porque él se queja—. Reconoce que me hiciste un favor aunque digas lo contrario. No adivino todavía si fue por compañerismo, o estabas buscando un mejor trato en el equipo con la jefa. Pero sí sé que me diste el empujoncito hacia su cama —le digo ahora con un codazo de colegas.

     —Vaya, preferiría no haberlo sabido tan explícito, todavía tengo que verla dirigiendo el grupo. —Y ese tono de voz grave me pone en alerta.

     Además de compañero, Héctor es mi subordinado, no debo tomarme ciertas libertades con él.

     —Lo siento, creí que...

     —¡Vamos, mujer, que estaba de broma!, ¡si no hay nada que me guste más que conocer la vida sexual de mis superiores! —dice riendo—. Y si encima son tan guapas, listas, risueñas y sexis como usted, mucho más, me pone cachondo imaginarlas así.

     —Imbécil, me habías asustado. —Y otro golpe que se lleva por payaso.

     —Piénsalo, tiene hasta gracia. El país entero pendiente de los goles de Manu Torres en la cancha, y yo enterado además de los que mete con usted.

     Aprieto los labios para no reír, él ya lo dijo: Soy su superior y he de mantener una imagen, que la comisaría está a la vuelta de la esquina.

     —Y sí —dice al abrirme la puerta del bar cuando ya hemos llegado—. Torres le miraba el culo, oficial, no tuve que empujar demasiado.

     —Gracias, y por abrirme la puerta también —digo yo con una inclinación de cabeza, que finjo de cortesía.

♣️♥️♠️♦️

Eurocopa de Fútbol Sala Feb 2022


En vista de que hace menos de un mes se ha celebrado el Europeo de fútbol sala, 2022, (fuente de inspiración para el tema principal) trataré de adaptarme a los partidos jugados en realidad por España, con la máxima variante, eso sí, y puedes tomar esto como Spoiler para no seguir leyendo esta nota.......... , ya habrás adivinado que aquí no eliminan a la selección en semifinales, y que con permiso de Portugal, reciente y actual campeón, aquí también levantará el título España.

Y ahora sí...... No va más‼️

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