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17. El De Después Del Partido

Si algo heredamos Óscar y yo que nos identifica como hermanos es el grifo lacrimógeno, debemos de tenerlo atascado.  Mejor para mí, ya bastante tengo con mi escasa visión y las lentillas como para no ver además porque no dejo de llorar. 

     Veinticuatro horas llevo así, “casi haciéndolo”, sin conseguirlo del todo. 

     —Haz el favor de irte a la cama —me pide Óscar mientras me da una tila. Valiente efecto me hizo ayer, no creo que hoy me sirva de mucho más. 

     La cama, dice, ¿cuál?, ¿la que huele a Héctor?, ¿ o la que todavía tiene su calor? 

     Mi hermano, viendo mi reacción, que es activar el video en la tele de cincuenta y dos pulgadas para que se vea bien, me quita el mando a distancia. 

     —Te besó, ¿y qué? Tú tienes la culpa, tú permitiste que pasara. Solo te queda pasar página. 

     —¿Pudiste tú olvidar a Oli estos dos años? Pues déjame en paz, que es solo el primer día. 

     —Él jamás me vio besar a otro —se defiende él mismo Oliver entrando a casa. 

     Llega de hacer la compra, eso de no tener trabajo le da mucho tiempo inútil, una inquilina molesta, cabreada y a punto del llanto, además hace que salgas a la calle con cualquier excusa para no arrancarte los pelos. 

    Mi hermano besa a su novio y entre ellos se comunican sin palabras para no enfadarme más. Yo, que los conozco de sobra, te traduzco. 

     —¿Igual? —pregunta Oliver moviendo sus ojos hacia mí. 

     —Ahí sigue, sin comer más que palomitas. 

     —¿Cuántas veces? —pregunta cambiando la dirección de su mirada a la televisión. 

     —Perdí la cuenta desde que te has ido, está chiflada. Lo pone desde el principio, lo ve entero y se harta de insultar a Héctor. Así una y otra vez, en bucle. Ya me pone cachondo el beso de Torres y todo. 

     —Tú la sujetas y yo reviento la tele. 

     Que no sé si su idea es para ayudarme a mí, o para no celar a Óscar con Manu. 

     Me están obligando a intervenir, puesto que están decidiendo mi suerte aunque sea en silencio. Y no lo voy a permitir más, esa es mi competencia. 

     Se acabó esperar a que me salgan las cosas por decisión de los demás o del destino. 

     —Como se os ocurra a alguno de los dos apagarla siquiera, veréis lo que es una puta chiflada con un arma reglamentaria en la mano. 

     —¿Llamamos a tu padre? —propone Oliver a su novio. 

     —Ganas no me faltan. 

     —¡Basta ya! Devolvedme el mando. 

     A mi grito, Óscar me obedece, y ambos se sientan a mi lado. Oliver bien podría llevar las bolsas a la cocina, pero no seré yo quien esté pendiente de eso, quiero ver la tele otra vez. 

     La imagen se ha hecho viral, es el beso de Manu Torres en plena final del europeo de Futsal a una desconocida, que bien podría ser su novia, —el de Iker a la Carbonero en el mundial del 2010 ha pasado a la historia. 

     —Ahora que lo veo por vigésima octava vez, parece fingido —comenta Oliver sin despegar sus ojos de la pantalla. 

     Bien, porque ahí lleva la vigésima novena. 

    —Puede ser una gran defensa, enana, piénsalo. Si le dices a Héctor que fingías para no dejar en ridículo a Torres, quizás te escuche. 

     —Hablo de Manu —prosigue Oliver. 

     O se callan, o lo ven de nuevo. 

     —¿En serio?, ¿por qué lo dices? 

     Me tapo el rostro. En esta ocasión no lloraré tampoco, solo trato de tapar mis oídos cuando estos dos comienzan su análisis visual del beso que me dio Manu delante de Europa entera. Incluido Héctor, que seguro me vio al regresar a la cancha, donde nuestras bocas besándose eran la imagen del cubo del marcador central, que él mismo había saboteado. 

     —Mira, él sujeta su nuca, no quiere que ella se despegue. 

     —Es una caricia. 

     —No, porque echaría la otra mano a su cintura, y la tiene caída a su costado. 

      —¿Es cierto, Leire? —mi hermano pone en duda también lo que toda la prensa dice desde ayer; Manu Torres inicia la remontada ante Portugal tras el beso a la que podría ser su novia—. ¿Te obligó ese tío? 

     —Manu no tiene que obligarme a nada —grito para defenderlo. 

     Fui yo la que se dejó besar, la que se dejó absorber su suerte a través de la boca. 

     —Pues si no quieres solucionarlo, entonces no te quejes. Héctor ha visto lo mismo que todo el mundo. 

     —Toda Europa —puntualizo, y más que nada porque son unos cuantos de millones de personas menos. 

     —¿Sabes qué, enana? —se levanta indignado como si la traición hubiera sido a él—. Basta ya de culpar a tu suerte, eres tú la responsable de tus actos. Y si no lo entiendes todavía, mejor vas bebiendo mucha agua porque la necesitarás para cuando arranques a llorar. 

     Oliver sale detrás de Óscar que ya se va a la cocina, enfadado conmigo y mi negativa de buscar a Héctor. Me parece bien, que me dejen ver una vez más mi metedura de pata. 

     Y no me refiero al beso. 

     Nadie en el Palacio de Deportes, o en las noticias de horas después, parece haber reparado en otra cosa que no fuera el beso del capitán o el 7 que parpadeaba constantemente en el marcador. 

     Pero en la imagen que veo una y otra vez hay un detalle fundamental para mí. Los segundos son 33…, el chico Sagitario. 

     Incluso ayudándome con Manu, y su superstición, Héctor quiso dejar su firma y decirme así que lo hacía por mí. 

     Y de nuevo tengo ganas de gritar, llamarlo por teléfono e insultarle.

     Alguien llama a la puerta, pero oye, me tomo la libertad de seguir sentada en el sofá. 

    —Leire. —Oliver me hace levantar la vista—. Manu ha venido a verte. 

    —Preciosa, ¿cómo estás? 

    —Mal. —Y no he sabido cuánto hasta que el temblor de barbilla que siento de repente  amenaza con dejar salir mi llanto contenido. 

     A mi respuesta Manu se arrodilla delante de mí y me abraza por tiempo indefinido. Por cómo me encuentro, de aliviada, puedo decir que han sido varios minutos. 

     —¿Tú no te ibas? —le pregunto cuando me aparto de él. 

      —Bonita manera de echarme —dice sonriendo mientras seca mis ojos. Se sienta a mi lado. 

     —Y veo que no lo consigo —contesto sonriendo al ver que se pone cómodo en el sofá. 

     —Estás hablando con el campeón de la roja, actual, cualquiera mataría por estar en tu lugar, tú solo disfruta de mi compañía. 

     El gesto cómplice de echar su hombro sobre el mío nos hace reír, un poco, casi nada, recuerda que Héctor no me ha buscado desde anoche y sigo cabreada con él. 

     —Ese es Jordi Alba*

     Y mi comentario hace que Manu se ría sin importarle mi desgracia. 

     —Voy a echar de menos nuestras charlas cuando esté en Portugal, Leire. 

     Su abrazo reconforta de nuevo. 

     —Y yo. Pero era la mejor opción de fichaje, y siempre podré ir a verte para pasar la noche en el casino de Estoril, no está tan lejos —le devuelvo su abrazo. 

     Anoche, al finalizar el partido, le ayudé a elegir su nuevo club de fútbol. Los contratos le llovían tras la remontada y el título conseguido, y la elección no fue fácil. No, ni fue el séptimo contrato que le ofrecieron, ni escogió el de mejor cláusula siete. Solo se quedó con el club que le habló a Manu Torres y no al campeón del europeo. 

     —Mi representante está muy enfadado contigo. Dice que quién te crees que eres para rechazar el contrato del Real Madrid. 

    —¿Le has dicho que soy tu talismán? 

    —Esa parte la obvié, no quedaba bien —comenta sonriendo. 

     —Dile entonces que soy tu novia, le joderá más saber que te tengo trincado por los huevos y que harás todo lo que yo te diga. 

     —Creo que algo se imagina. 

     Manu desvía sus ojos a la tele, la escena que está pausada en ella es nuestro beso. 

     —Siento haberla liado con ese beso. 

     —No importa, parece que a partir de ahora estaré gafada para el amor, ya no tendré que preocuparme por una relación que me pueda salir mal, porque saldrá mal haga lo que haga. 

     —Pues vas a necesitar esto. 

     Cuando miro su regalo, sonrío de verdad. Me hace especial ilusión verlos en mi mano, donde él los pone con cariño. Parece que hayan pasado años desde entonces. 

     —Los conservaste. 

     —Mis mañas, preciosa. No es como un anillo con una fecha por dentro, pero seguro que no olvidas que una vez tuviste suerte conmigo. 

     Al poner los dados sobre la palma de mi mano se ha preocupado de hacerlo de manera que suman siete. Los miro con la boca abierta todavía. 

     —Eres especial, Leire,  no lo olvides. Y si Héctor no sabe verlo, es que está ciego. 

     —Gracias, hombre. 

    Y ese agradecimiento no ha sido mío. 

♣️❤️♠️♦️

📝*Jordi Alba: Futbolista internacional absoluto con la selección española desde 2011, con la que se ha proclamado campeón de Europa en 2012.​ Capitán actual.

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