
1. El Del Encuentro
No es un hecho probado científicamente que soplar los dados en el juego te dé buena suerte, pero a mí me sirve con tal de obtener lo que necesito para ganar. En esta ocasión no busco dinero exactamente, tan solo quiero demostrar que por una noche puedo cerrar los ojos a mi número talismán sin que mi vida se vea afectada demasiado.
Hoy no apostaré al siete.
Es la noche de San Valentín y, como tradición que vamos perfeccionando con años de soltería, mi buen amigo Oliver y yo la pasamos en el Casino Gran Madrid haciendo honor a tan valioso refrán: afortunado en el juego, desgraciado en amores.
Hoy se nos ha unido Maite, hace dos meses que terminó con su novio porque él mantenía una relación paralela con el móvil, la tablet y la consola.
—Éramos muchos en la cama, ya no sabía a quién meter mano —me dijo llorando esa noche que vino a mi casa.
Así que el resto de amigos solteros van y vienen mientras nosotros permanecemos a este lado de la satisfacción personal.
—Déjame que sople —me pide una Maite entusiasmada con mi apuesta a los dados en el Craps. Más que yo misma, que soy la que pagará a la banca.
Y es que para ser la primera vez que está soltera el día de los enamorados, lo está entregando todo. Por el quinto cubata va ya contagiando su energía.
Yo tampoco me quedo atrás en cervezas, y se me ocurrió decir en la cena que era capaz de olvidarme de “EL SIETE” por una noche. Sí, con mayúsculas, mi razón de elegir, el número al que entrego mi total confianza para ir descubriendo mi destino sin quebraderos de cabeza, EL SIETE.
Te cuento:
Todo viene desde que cumplí siete años, allá por el dos mil tres, entonces era una cría curiosa y nada comedida a la hora de fastidiar a mi hermana mayor, Daniela.
Siete años que me hacían querer ser grande, por lo que le propuse a Oliver, al que ya conocía, entrar al dormitorio de mi hermana esa tarde de mi cumpleaños a ver en qué podíamos parecernos a ella. Obvio que el cartel de muerte a Leire, no pasar en plan canina tóxica de plutonio, no me detuvo. Su diario y las revistas sexis de adolescentes, en la caja bajo la cama, tampoco se me resistieron.
Y así fue cómo Oliver y yo, sentados en el suelo, hicimos aquel mini test para averiguar qué clase de chico malote sería nuestro novio, y la compatibilidad que tendríamos con él. Exacto, Oliver también contestó con sinceridad y descubrió además que le gustaban los chicos rubios, con pinta de superhéroe y de sonrisa permanente. Demasiado cine veía ya a esa edad.
—Mira este test de tu número de la suerte. Dice que solo tienes que sumar los dígitos de tu fecha de nacimiento y volver a sumar el resultado para averiguarlo.
—¿Qué son dígitos? —le pregunté cuando ya le había quitado la revista de las manos
—Números, Leire, números —contestó riendo, y es que nunca presté atención en clase de matemáticas.
—¡Que guay! A ver, suma por mí, anda: uno más dos, más seis, más uno, más nueve, más nueve, más seis. ¿Lo tienes ya? —Y mi amigo no lo tenía, estaba liado aún con los dedos. Hasta que, según la calculadora de Daniela, treinta y cuatro dio la suma de SIETE.
Y teniendo en cuenta que coincidía con el otro test, que me dio como resultado el chico ideal número siete de la lista: moreno, de ojos negros, alto, aficionado al fútbol, buenísimo para las artes plásticas y escénicas, de humor sarcástico (que tardé años en averiguar qué signifcaba) y capaz de tener una duración media estimada de siete minutos por coito (que si me apuras, ni entonces supe qué era, ni ahora sé todavía lo que es eso, puesto que no me llegan a tres de media) me hice la promesa de confiar el resto de mi vida a ese maravilloso número para decidir mi fortuna.
De ahí que esa misma tarde comenzase a abrir los regalos de cumpleaños por el que recibí en séptimo lugar, que comiera el trozo de pastel número siete que cortó mamá, aunque no fuera el más grande o con más chocolate, (mi culo con los años lo agradecería) y que eligiese mi ropa para el cole del día siguiente por la séptima percha a la izquierda de mi armario, (mi tarjeta de crédito también lo agradece ahora).
Porque esa es otra, si la elección no se puede dar contando su orden o de manera vertical de un texto, siempre se ha de mantener un patrón en su posición horizontal de izquierda a derecha.
De hecho hasta ayer mismo, por ejemplo, me siento siempre en la fila siete de cualquier evento, cine o actuación, tras haber elegido la séptima función de estreno. Elijo opciones de búsqueda en Internet (véase restaurantes, tiendas… e incluso autoescuelas en su día para el examen de conducir) por ser la séptima que encuentro en el buscador.
Y por supuesto soy policía porque al tener que decidir mi futuro tuve la opción de convertirme en el séptimo miembro de mi familia en pertenecer al cuerpo, tras mi abuelo, padre, tío, primos y hermano. Que fuera la única que no tenía la porra entre las piernas no lo iba a impedir si el siete había hablado.
—¡Vamos, Leire, tú puedes. Olvida el siete esta noche! —me anima Oliver al otro lado de la mesa. Será cabrón, ha apostado a que lo logro cuando esa no es la intención.
—Déjame que sople —repite Maite, quien no espera a que le diga nada.
Se lleva mi mano a la boca y exhala media destilería de Four Roses de la que lleva en su cuerpo.
Me río a carcajadas, si no consigo otro número que no sea el siete, es porque los dados acabarán borrachos, entre ella y yo, y sin ganas de hacerme el favor después.
—Vamos, bonitos. Vamos, bonitos, dadme, otro, numerito —canturreo mientras los muevo en mis manos.
Esto tampoco me garantiza ganar, pero me gusta hacer el tonto, sobre todo cuando veo que Maite baila al ritmo “del numerito” y yo la sigo.
La gente se agolpa en la mesa, creo que andamos haciendo mucho escándalo entre risas y comentarios absurdos. Porque, ¿quién no querría que saliese el siete del premio?
Pues yo, y para demostrar que puedo vivir sin pensar en el...
—¡Siete! —grita Oliver porque lo ve antes que yo, le han caído delante.
Debido a su inmensa alegría, abraza al tipo junto a él, quien me sonríe descaradamente por haberle hecho ganar en la línea de pase.
Por cómo me mira, por cómo yo me dejo mirar, creo que tampoco yo he perdido esta noche.
Menudo cuerpo, menuda cara la de ese moreno.
♣️♥️♠️♦️
Debido a que Leire es Española, quizás tenga un vocabulario muy diferente al tuyo. Si necesitas alguna aclaración no te cortes y pídemela.
Glosario del lector⬇️
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