14
—¡Si no se callan voy a hacer explotar esto, carajo!
Mark cerró su boca reteniendo la carcajada que yacía en su garganta queriendo salir.
Hendery ocultó su cara detrás de sus manos, respirando con dificultad.
Mientras tanto, YangYang reconectaba algunos cables para quitar el sistema de seguridad del laboratorio al que íbamos a entrar.
—¿Puedes hacer explotar un sistema de seguridad?— pregunté auténticamente curiosa.
—Puedo hacer lo que sea si siguen riéndose como dos cabras locas— murmuró entre dientes, sacándome una sonrisa.
Era increíble lo inmaduro que podía ser Mark en algunas ocasiones, pero también lo serio que se convertía cuando la situación lo requería.
Como cuando pasaron 40 minutos desde que entramos, buscando la antigua pintura que se mantuvo aquí por un tiempo luego de ser encontrada.
—Cariño, yo siendo tú, bajaría esa navaja— había dicho en voz ronca, dirigiéndose a la chica con bata blanca que le apuntada con un pequeño objeto afilado.
Yo abrí uno de los laboratorios, luego de que Hendery le diera una patada espectacular que rompió el cerrojo.
Abrí las cajas y saqué todo, sabiendo que se darían cuenta que estuvimos aquí aún si no dejábamos nada fuera de su lugar, así que era inútil ser cuidadosos.
—En el escritorio— apuntó Hendery con la pistola en sus manos, apuntando a la entrada en caso de que alguien viniera. —Está coqueteando con la chica— murmuró luego de unos segundos.
No entendí a lo que se refería hasta que me di cuenta de que hablaba de Mark. Fruncí el ceño, pero me enfoqué en seguir buscando lo que necesitábamos.
Saqué caja por caja y tiré los papeles en el piso, apurándome más sin quererlo, haciendo un desorden que poco me importó.
Entre un montón de papeles arrugados, encontré la llave, al final de el escritorio.
La saqué y me dirigí a Hendery —Vamos, ya la tengo.
Él asintió dejándome salir primero y encontrando una escena poco agradable para mí.
Mark se había acercado demasiado a la mujer y hablaba en voz baja en su oído, mientras ella mantenía los ojos cerrados.
Sabía que no era nada sugerente, seguramente le estaba amenazando por la forma en la que ella temblaba, pero no pude evitar sentir que ese acercamiento se había vuelto demasiado íntimo.
Mi ceño se frunció aún más y mis hombros se tensaron.
Caminé por un lado de ellos, sintiéndome enojada por alguna razón.
—Ya tengo la llave, fuckboy— aunque hubiera sonado como una broma, mi tono demostró lo contrario, pero supuse que Mark no se dio cuenta porque empezó a caminar a mi lado, diciéndole a Hendery que se encargue de la mujer.
—Para tener un cuadro tan caro, deberían tener mejor seguridad que una chiquilla— dijo divertido, dándole un vistazo al pasillo por el que íbamos.
No dije nada, sintiendo un calor exasperante crecer en la boca de mi estómago, y no por una buena razón.
Esto era lo peor de gustar de alguien, los malditos celos infantiles porque la otra persona no sabía de tus sentimientos, y tú, como un cobarde, tenías que aguantarlo.
Llegamos a la puerta y la abrí, encontrando un pequeño cuarto de exhibición, donde se encontraba el cuadro que buscábamos, en una esquina.
—Los ricos tienen gustos extraños— habló Mark, poniendo sus manos en su cintura mientras la miraba con la cabeza ladeada.
—Igual que yo— murmuré, quitándole de su mano el bate de béisbol que había traído, y golpeando la vitrina con fuerza.
—¿Qué?
Saqué el cuadro, agradeciendo en voz baja haberme puesto los guantes para no cortarme por los pedazos de vidrio.
—Aquí estoy— Hendery llegó corriendo con una caja de madera, abriéndola.
—¿La mujer?— pregunté en un tono bajo.
—La dejé inconsciente.
Con mucho cuidado, puse el cuadro dentro de la caja, y Hendery volvió a taparla.
—Vámonos.
En medio de ellos iba yo, con la gran caja en manos y fijándome cada esquina antes de pasar.
Salimos por la puerta trasera con demasiada facilidad, y nos subimos a las motos.
[…]
Mientras Mark no me miraba, yo le veía con los ojos entrecerrados, todavía sintiendo una pequeña molestia en mi estómago.
—Eun-ie, trajeron pollo frito, vamos a comer— y sin dejar que responda, agarró mi mano y me jaló a la sala, donde estaban algunos reunidos.
Se sentó conmigo a su lado y me sirvió una pierna de pollo frito. Suspiré, viendo la comida.
—Escuché que te fue bien— Jeno estaba en frente, devorando papas fritas.
—Mejor de lo que creí— le contesté batiendo mis pestañas lentamente.
Él me sonrió y sus ojos se volvieron dos medias lunas por el gesto.
—Lo hiciste bien, Eun, eres la mejor— dijo en tono dulce.
—¡Claro que es la mejor!— exclamó Mark con la boca llena.
Jeno hizo una mueca de asco, y yo, al contrario, sonreí levemente con cariño.
—Cierra la boca, Lee— le reprendí ligeramente divertida.
—¿Cuál de los dos?— Jeno habló, confundido.
—Obviamente yo— Mark siguió hablando con la boca llena y yo hice una mueca de asco al ver la comida revuelta en su boca.
Las misiones siguieron su curso, y mientras yo me enfocaba en dar lo mejor de mí, Mark Lee se enfocaba en qué yo pueda reponerme para dar lo mejor de mí.
Mis pesadillas empezaron a disminuir con el tiempo, lentamente, y fueron reemplazadas con otra cosa, otro personaje, otra voz.
Cada día me veía más sumida en el cálido sentimiento que envolvía mi corazón y me hacía querer tener acciones inexplicables, tontas, e impropias de mí.
A pesar de todo el avance en mi vida, no pude conseguir hacer las misiones sola, ya que todavía tenían cuidado conmigo, y lo hacía en grupos de 4 a más, donde no pudiera correr tanto peligro.
Pero había una duda con la cual no podía mantenerme tranquila, no del todo.
Se mantuvieron quietos, con una tensión que me dio malestar por un segundo, y casi me arrepiento de haber preguntado, casi.
Seulgi tragó saliva y tartamudeo algo que no entendí en voz baja, mientras que Taeyong carraspeó.
—¿Por qué quieres saber?— preguntó ella, mientras Yuta me analizaba desde una esquina, tan enigmático como siempre.
—Tengo derecho a saberlo.
—Claro que sí, pero— remojó sus labios —, nunca lo preguntaste hasta ahora…
—Mi miedo no me lo dejaba, ni siquiera quería su nombre pase por mi cabeza, pero me siento más tranquila, y es algo que quisiera saber— me quedé callada unos segundos —, mejor dicho, que necesito saber.
Nunca había preguntado lo que pasó con el hombre que me lastimó, ni siquiera quise pensarlo, pero en el fondo, sabía que necesitaba saberlo, algún día tendría que saber la verdad.
The Golden Boss no era conocido por ser alguien blando, sobretodo los que estaban bajo el mando de Lee Taeyong, quienes podían llegar a ser particularmente sanguinarios.
Por eso, el hecho de que una organización pequeña haya logrado secuestrarme y mantenerme en incógnito por varios días, fue un golpe bajo e hirió el orgullo de Taeyong, quien movió a todos para poder encontrarme.
Sabía que no dejaron salir ileso a ese hombre, era imposible.
“Díganme que le hicieron el mismo daño que me hizo a mí.”
—Lo llevamos a Busan— dijo Taeyong en un tono neutral —, nos separamos en dos grupos, la mitad se fue contigo para asegurarse de que llegues bien aquí y los demás volvimos con Baekhyun. El hombre estaba inconsciente gracias a los golpes que le dio Mark, pero despertó media hora después de llegar.
<Llamé a Mark para preguntarle cómo estabas, fue un alivio saber que sobreviviste, pero Mark no estaba satisfecho con sólo eso, estaba muy enojado, sobretodo cuando el médico te revisó y le dijo todo lo que te hicieron— apretó sus labios y vi a Yuta asentir por el rabillo de mi ojo —Quiso que lo traigamos, pero decidimos no hacerlo, no queríamos tenerlo en el mismo lugar que tú, y como Mark no quiso dejarte sola ni un segundo, le pidió especialmente a Yuta que se encargue.
Dudó un poco, y miró de reojo a Yuta, quien pareció entender al instante y se puso recto en el sillón.
—Le corté el pene y se lo metí por el trasero, para que vea cómo se siente ser violado. —levantó su barbilla, orgulloso.
Seulgi arrugó su nariz con disgusto, y yo miré al japonés con atención.
—¿Gritó?— mi tono salió seco.
—Demasiado.
—¿Lloró?
—Sin parar.
—¿Le hiciste sufrir?
—Lo que merecía y más.
Asentí, dándole una mirada de agradecimiento que él respondió con una sonrisa leve, volviendo a desparramarse en el sillón.
—Matamos a todos los que encontramos, algunos escaparon pero tenemos sus nombres y paraderos. Su jefe estuvo tres días con nosotros, y luego hicimos el procedimiento habitual.
Un hombre que se creía tan importante e inalcanzable, había acabado igual que cualquier persona que TGB haya matado, reducido a huesos que se disolvieron en ácido, sin importancia alguna.
Tanto se regodeaba de que él tenía el poder y yo era un pequeño animal encadenado, y ahora estaba muerto, mientras yo seguía viva, avanzando.
Nadie era realmente importante, porque al final todos quedábamos reducidos a huesos y polvo, olvidados en la tierra, siendo solo un recuerdo que poco a poco se iba perdiendo entre personas y generaciones.
Lo que me dio más calma fue eso, saber que estaba muerto y que nadie más que Nakamoto Yuta se encargó de él. Mr. Kang murió y yo seguía viva.
Yo gané.
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